Las Historias convoca a su concurso #112 de minificción o microrrelato. Los interesados pueden comenzar observando esta imagen:
Instrucciones:
1) Suponer que esta imagen representa un instante de una historia.
2) Imaginar cuál es esa historia: qué está pasando allí, por qué, quiénes están presentes, qué hacen. No se trata de explicar la imagen, ni de escribirle un pie de foto, sino de tomarla como punto de partida para imaginar una historia propia.
3) Escribir la historia, en forma de cuento brevísimo (minificción, microrrelato; el nombre es lo de menos), en los comentarios de esta misma nota.
El o los textos ganadores recibirán un trofeo virtual y serán seleccionados considerando la opinión de quienes decidan opinar. La fecha límite para participar es el 30 de septiembre. Quedan invitados.
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Obsequio.
Silencioso ronda a mi alrededor, me sigue con actitud mansa, su ronroneo parece inofensivo. Me hace creer que lo tengo domesticado. En ocasiones, cuando estoy distraída, se introduce a la casa de mis emociones, destruye su organización, la convierte en un caos. Tiene preferencia por las fuentes de energía con que la tengo iluminada. Lo he llevado al médico, he probado con encantadores y domesticadores. Sigue haciendo desastres cuando tiene oportunidad. Confieso que he querido deshacerme de él, pero siempre me rastrea, regresa. Me obsequiaron a Miedo desde mi niñez. Creo que morirá conmigo.
Terminé de leer el Diario de Ana Frank cuando tenía su edad y eso fue suficiente para decidirme a matar al gato. Mi casa era una covacha vil detrás de una cortina de metal oxidada; Ana sabía lo que era un hogar hostil y me cobijó con su historia de valentía prematura. No tuvo oportunidad de salvarse a sí misma ni a su familia, pero me había dejado un ejemplo de valentía cuando más lo necesitaba: cada una sería heroína a su manera. La mía sería cruel y despiadada.
Manrú, como llamaban los vecinos al gato por su particular manera de maullar cuando empujaba nuestra casa hacia el abismo, tenía una muy mala vista y, sobra decir, era tartamudo. Por lo demás, era tan ágil como cualquier felino; nunca dejaba una sola huella en la escena del crimen.
Los vecinos alegaban con mis padres porque nuestra casa les estorbaba un poco más cada mañana; rodear el pantano era una cosa, pero presenciar un hundimiento sin atreverse a ayudar, evidenciaba su nivel de indolencia. Además creo que si no hubiera sido un estorbo feo, no les hubiera estorbado.
Cada mañana yo quería salir corriendo con todo el impulso de mi juventud, pero lejos de eso empezaba a acostumbrarme al lodo, a estorbar y a ese tierno gato de quien nadie sospechaba. Fue entonces que las palabras de otra niña ajena, como nenúfares sosteniendo al anfibio, me hicieron salir a flote para hondear mi bandera de guerra. Ana.
El sol huyó como una moneda rodando hacía la coladera y el verdugo de mi familia no tardó en dar el primer brinco sobre el tejado, sin saber que yo ya había dispuesto la trampa. Su mala visión le impidió anticipar su logro, pero cuando sintió la fuerza simultánea, supo de inmediato lo que sucedía. Me miró por fin con esfuerzo
miope y nos sincronizamos de inmediato: luchamos juntos contra la resistencia y luego de varias burbujas reventando, la casa fue devorada por el lodo. La calle volvió a ser bonita y él alcanzó a saltar a tierra firme.
Lo escuché despedirse con su clásico “man-man-man-manrúuuuu” y alejarse hacia la luna hecha curva.
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Nos mintieron, hemos vivido engañados.Alicia era el nombre del gato
Su presencia en la casa es molesta; mas no me atrevo a sacarlo, pues es muy joven y quizá no tiene un lugar donde pasar las noches. Olvido que dependo de este gato para sobrevivir. Hace poco dejó un canario muerto en el ático, con el que pude alimentarme durante una semana y cubrir, con las plumas, algunos huecos que había en el techo.
Decisión
Ocurrió que cuando le dije, no vas, me dijo: me quedo, y ocurrió que se quedó y alborotó al gremio, convocó y convocó, se reunieron todos y fue así como creció el gusto por andar colgado de los candiles ajenos.
Las latas de alimento especial para gato que compré prometían mantener a los mininos grandes y fuertes. Así fue.
Los científicos se equivocaron, el gato creció, creció y creció. Escapó y desde el último piso del laboratorio llegó al tejado de la casa con el candelabro que siempre quiso morder. La familia despertó por el estruendo, quisieron bajar por las escaleras con las manos en la nuca, sin embargo, un minino gigante había llegado primero.
De tanto pensar, no supe cuándo, ni cómo fue que, todo lo que pensaba se convertía en algo real… pero ahora necesito deshacerme del elefante rosa, del tanque militar, de la ballena que esta en la bañera y del gato que esta destruyendo mi casa o tal vez solo deje de pensar, debo decidir pronto, por que mamá no tarda en llegar…
-Es una casa temperamental- nos advirtió el dueño anterior. Apenas logramos salir cuando empezó a encogerse. Afuera, perplejo ante su miniaturización, lo entendí todo, la advertencia, las huellas de arrastre, el desproporcionado patio y que Mina, nuestra gatita, adentro aún, era a la única que la casa toleraba.
Tigre, el gatito que nos regaló ayer Doña Tula, ahuyentó finalmente a todos los bichos y pequeños fantasmas que rondaban el departamento. Terminó su proeza devorando a la última muñeca que aún habitaba en la casita. Luego de saborearla hasta la médula de sus huesos, empezó a sentir sueño de nuevo y se recostó en mi almohada.
Desde el mismo ángulo
De vez en vez escribo en mi diario; por lo regular cuando me suceden cosas extraordinarias (para mí una cosa extraordinaria es una cosa común y corriente para la mayoría). Los sueños que he tenido desde los catorce (ahora tengo diecisiete) son, en su mayoría, raros, inverosímiles, extravagantes, pero también suelen ser únicos, originales: con la combinación de lo uno con lo otro, desde mi punto de vista, mis sueños son extraordinarios. Mi diario está colmado ellos…: de escritos acerca de sueños que reflejan un trastorno psicótico, o un vago dolor adolescente… Lo cierto es que todos son mis sueños, y me encantan. No hay cosa que disfrute más que soñar.
Pero a veces, por las tardes de larga lluvia, cuando estoy muy tranquilo abro mi pequeño diario (de color pardo) un tanto desgastado, y cuando releo mis escritos pasados, me sobresalto al recordar que en cada sueño, en cada escena, siempre funjo como espectador (jamás veo mi cuerpo, mis manos, mi cabello rizado y castaño, como si yo fuera la vista de alguien más…), siempre observando desde el mismo ángulo…
El alba nacía lentamente, afuera las murmuraciones y los pasos iban y venían sin cesar. La noche había sido difícil: Las chinches lo habían acosado sin ninguna piedad y algunos sollozos provenientes del cuarto aledaño habían retornado viejos y olvidados recuerdos.
Él se levantó con torpeza somnolienta y observo a su alrededor; era un lugar sucio y desgastado. Tan sólo un pequeño buro colocado a un lado de la cama, una televisión descompuesta y, apoyado por encima de esta, una fotografía de un gato bengala dentro de una casa de juguete. Entro al baño y se miro al espejo, su aspecto era lastimoso, casi como el de un enfermo terminal, estaba cansando y con hambre, pero en ese momento sólo podía pensar en aquella irreal imagen que tanta gracia le causaba y en el sentimiento que le causaba. <> Pensó.
Nuevamente la casa era un desorden, otra fiesta más, otra borrachera más. Pobre de nuestro minino, solo le enseñamos como emborracharse… así es ahora su vida. La de Chato con todas nuestras cosas. Come, duerme, juega, se golpea, emborracha, etc… en definición: «Vive feliz.» Desde que ya no estamos con él. Siento que este ahora tan incomodo con nuestras cosas; se habrán encogido por eso de que ya no tienen nuestro «Ego».
No sabia que pasaba en aquel lugar, trate de verle en el espejo del baño pero sólo se reflejaba el cuadro del gato gigante a mis espaldas, comencé a sudar frío y pensé en cuantas veces pude haber solucionado esto.
Aquel medio día aparecí en casa después de la terapia de los Sábados, consternado aun, en demasía consternado por la muerte de Horacio, mi perro. Acá entre nos, el pobre Horacio no murió por ser un anciano can, por alguna enfermedad perruna, o por ser atropellado por un conductor inoportuno, ¡no!, Horacio esta muerto porque ¡yo lo mate!, lo confieso. Confieso que el temor de ver a mi Horacio caminar sobre dos patas de aquí para allá por toda la estancia me abrumo de sobremanera hasta el punto del agobio, agobiado ya lo golpee con el jarrón de flores, luego con mi paraguas, con la foto de mis padres, debo confesar que con la foto del recuerdo de la boda de mis padres me puse como un loco, yo no soy un loco, claro que no, todos lo dicen pero no es cierto, bueno, ¿cómo reaccionarían ustedes si vieran a su perro caminar como un humano a sus anchas por toda la maldita casa?. El caso es que Horacio ya esta muerto como le dije a mi terapeuta y ahora es Virginia mi Gatita, todo esta fuera de control, la estoy mirando y no lo creo, me duele saber que también tendré que… pero es Virginia, son sus franjas, sus maullidos, su ronronear, sus escaramuzas, la quiero tanto.
Alicia, se equivocó, no era un conejo blanco al que se le escapaba el tiempo, era un gato, no el de Cheshire, bonachón y risueño, ni su gata Dhina, sino un joven y demandante Tabby a quien el tiempo lo apabullaba, las largas horas de sueño no eran suficientes para que el tiempo pasara, y cuando despierto, siempre atento y hurgando en cada espacio y cada movimiento, en espera de algo nuevo, algo distinto, divertido, que llenara las horas de su ociosa vida, no era un gato cazador, no lo necesitaba, era un gato de ornato, sin ratones, lagartijas, mariposas o bicho cualquiera que le diera significado a su existencia, tampoco convivía con otros gatos, sólo llenaba con ronroneos la existencia de Alicia, a quien le quedaba poco tiempo.
Nave
Escucho su maullido a las tres de la madrugada. El cuarto esta oscuro como la misma noche. Sus ojos azules captan en un destello amarillo la poca luz que proyecta el panel de control de mi habitación. Me incorporo y alcanzo el interruptor de la lampara junto a mi cama. Contemplo las manchas de sangre en mi sábana y percibo el olor a muerte en su aliento. Su pelaje también tienen sangre.
Maulla de de nuevo. Se baja de la cama y recorre altanero el espacio de mi cuarto. Entonces veo un pequeño charco negro en el piso. Ruedo en la cama y recojo un pequeño brazo de mujer. Alarmado, me levanto y me acerco a la ventana. Presiono algunos botones y las láminas de metal se disuelven para mostrarme el mundo debajo. Miro y contemplo una pequeña casa en un gran barrio, con su techo medio derrumbado y con huellas de patitas en su patio. Pequeños coches con luces rojas y azules rodean el lugar y personitas deambulan de un lado a otro cuchicheando entre si.
«De nuevo me dejé la puerta abierta», me digo irritado.
Pues no es tan brevísimo, pero aquí va el mío:
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El gato creció hasta límites insospechados.
Comenzó como un mimo: a diario, o más bien a cada rato, le recordaba que tenía que comerse todo lo del plato, para que su pelo se pusiera bonito y creciera grande y fuerte. Pero el muy cabrón se la creyó… Incluso con un par de meses de vida, algo pareció estallar en su interior —tal vez la composición de sus moléculas, o yo que sé—, pues aunque conservaba el aspecto de maldito gato tierno, de talla era tan grande como un elefante bebé.
Y de ese modo fue cuestión de una semana para encontrarnos desplazados en nuestra propia casa, para empezar a darle de comer buenos trozos de carne, cual león, y galones enormes de leche… También le fue suministrada toda nuestra atención (no fuera que rompiera las lámparas al querer jugar con ellas, o tirara las pinturas de mi esposo con su voluminosidad)… y hasta fuimos desterrados de la habitación, pues por las noches, al muy comodino, ya no había fuerza humana que lo moviera de la cama.
Total que Adrián y yo tuvimos que irnos a dormir a su tapete bajo la escalera…
—Oye, gorda, como que esto ya no es normal, ¿no? —me preguntó preocupado, la última noche.
—¿Qué, que le hayamos dejado nuestra cama al gato? —quise hacerme la tonta.
—No, que el gato esté tan grande.
—¿Cómo crees, Adrián? Seguro está sobrevitaminado.
—Ay, no chingues, ese gato no es de aquí…
—¿Cómo de que no? Si nos lo trajo tu mamá.
—No, gorda, hablo de aquí, de este planeta…
En eso la casa entera crujió tanto y Adrián y yo sentimos una presión tan fuerte sobre nosotros, que solo alcanzamos a abrazarnos antes de que todo se volviera polvo y luego negro.
Después de eso ya no supimos nada; terminamos en el hospital con algunas contusiones y las autoridades dijeron que el derrumbe de la casa se había producido, quizá, por la construcción defectuosa de la misma.
De Misifús no quedaron rastros, así que creemos que esa noche creció tanto, que ya no hubo más espacio para él y decidió por terminar implosionando.
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Saludos, a ti estimado Alberto y a todos los que aquí participan 🙂
«Regalo de Navidad»
Atrincherados en la última habitación, apostamos por el recurso de la trampa: escurrimos a nuestro amigo el ratón hacia la cocina. Pero su sacrificio fue innecesario. Amaneció y una niña nos salvó al colocar nuestra casa fuera del alcance de la bestia.
Y entonces decidí comprar un edificio para Lázaro.
Vendí todo lo que tenía, el carro de mi papá, la casa en Ecatepec, mi camioneta, la colección de libros, la talavera de mi mamá. Saqué los ahorros de mi vida y pedí un préstamo al banco.
Poco a poco fui comprando cada departamento, piso a piso.
El más difícil de los doce fue el departamento 22, la señora Consuelo no me quiso vender, se puso necia de que era para sus hijos, los cuales hace 6 o 7 años que no se aparecían por acá.
Lázaro se encargó de convencerla.
Hice lo que pude por tenerlo en el piso de hasta arriba, pero en dos meses creció muchísimo. Pasó de ser un gato de 30 cm a medir más de 3 metros desde la cruz.
La señora Consuelo salió un día a tender su ropa en la azotea, cuando se encontró en el cubo de las escaleras con Lázaro, acicalándose sus patas.
Esa misma noche firmamos el contrato.
Tiré todas las paredes del edificio que no eran de soporte, haciendo del edificio la casa para gatos más grande del mundo, o al menos de la colonia.
Tuve que acondicionar muchas cosas, quitar los viejos candelabros de los departamentos que Lázaro usaba para jugar.
Y se me acabó el dinero.
Compraba primero bultos de croquetas, pero no rendían, así que me decidí a comprar cajas de vísceras de pollo, pero un gato de 3 metros resulta insaciable después de un tiempo.
Ahora le aviento de comer una vez a la semana. Ya no se deja agarrar, se ha vuelto huraño y siempre anda escondido en el piso de hasta arriba.
En el edificio no queda ni una paloma. Ya no se oyen los pájaros en los árboles cercanos.
Por la noche, la colonia está en total silencio.
Alicia odia la casa de muñecas. Los vetustos mueblecitos y la nano-fachada pintada con horribles colores apagados le recordaban los “valores familiares” que le habían hecho tragar a la fuerza desde que era una escuincla mal portada y respondona. Herencia de su madre, una dama respetable, el armatoste desentona con las repisas desordenadas, los recortes de revistas y los brassieres de colores neón que tapizan el suelo de su recámara.
“Calladita te ves más bonita”, le susurra la casa de muñecas mientras se cepilla el cabello frente al espejo. Alicia sonríe. Ese mismo día estará en otra ciudad. Y ya no tendrá porque soportar ningún infierno miniatura.
Un maullido agudo se escucha desde la cama. Un gatito juega entre las sábanas. Se aburre de perseguir sabandijas imaginarias y da un ágil salto hacia el buró. A ella le irrita la altivez del gatito; a pesar de no tener más que unos meses de nacido ya se pavonea con la soberbia de un felino adulto.
Alicia necesita ambos brazos para jalar la maleta que escondió bajo su cama. No hay tiempo para aligerarla, faltan unas cuantas horas para que el autobús parta de la central. ¡Auch! Algo cae sobre su cabeza. Un bote de basura tamaño Lilliput. El gatito ha invadido la casa de muñecas y mordisquea sillas y mesas, como un pequeño Godzilla que destruye el orden de las cosas a dentelladas y zarpazos.
Sale del cuarto. Justo está por abrir la puerta de la cocina, que da al patio, por donde escaparía saltando la barda, cuando todo lo arruina un grito proferido por su madre. ¡El gato! ¡Alicia! ¡El gato se está ahogando! ¡Ven aquí en este instante!
La voz de su madre siempre ha sido más pesada que cualquier maleta.
Cuando me dijeron que aquel felino era una molestia, no me aclararon que era el gato de Gulliver.
Se había ido. Ya habían pasado más de dos atardeceres y ella no estaba. Al principio pensé que sería como todos los días, una caricia, el ruido de las llaves, la puerta y el silencio. Me gustaba ese silencio que era solo mío. Mi domino, mi territorio. Es verdad que a veces ni la volteaba a ver cuando se iba. Pero, de repente, hoy después de 48 horas lo entendí. No volvería. He buscado cualquier rastro, una pista, una idea de por qué me ha dejado aquí solo. Solo siento su olor. Su olor en algún lado y no consigo encontrarlo. Mesas, sillas, calcetines, el muñeco de peluche, no es ahí. Su aroma me esta volviendo loco, me incapacita, me hace dar vueltas y correr por cada esquina. No abro las ventanas para no perder el rastro de su olor. ¿Dónde está?
Las paredes son saladas, el piso me acorrala y yo solo quiero poder volver a sentir su aroma. Tener en mis mis labios el sabor de sus dedos. Veo una luz, me acerco y ahí está. Es su esencia, es aceite y mar, es lo que ella es para mi. Delicia. Es atún. Me ha dejado la lámpara bañada en atún. Regresará por mi.
Una carta más
Recuerdo perfectamente el color de tus ojos, la mirada que me veía al cruzarnos, producía ese jugo del amor que aún se ve en muchas parejas jóvenes. Aún en las tardes lluviosas, las tardes de café en las que sentados junto a una ventana danzaba a nuestro derredor la diosa Afrodita; tal vez hubiéramos provocado un gran incendio con nuestra gran pasión. O tal vez se hubiera sofocado con la danza que practicábamos en las tardes lluviosas al dios Tláloc. Las gotas de lluvia en nuestro rostro, el cabello, no nos impedían vernos, tocarnos, abrazarnos. Luchábamos día a día por estar juntos por vivir juntos. Pero diez años después no es el mismo escenario.
Esas tardes de verano me siento en el castillo de Bóreas, crispándose en nuestro rostro. He abierto los ojos y no sé ¿cuándo pasó?, como llego el dios Seth, apabullante, derribando nuestro hogar. En el podemos escuchar únicamente el crocante sonido de la comida, con los surcos de la felicidad marcados en el entrecejo. Estáticos como si Bóreas hubiera congelado a los dioses fulgurantes. No encuentro el sentido del principio, no es copia del final. Lo único que pido es la presencia de Hera, ella tal vez podría sanar las heridas de este devastador hogar.
¿Cuál es el más sano ritual para nosotros?
Para Wells
En tan sólo un par de horas el gato recorrió el barrio entero dejando destrucción y pánico a su paso. Cuando se aburrió, regresó a su casa. Ésta de inmediato fue rodeada por policías y bomberos que planeaban la forma de capturar al gigante felino.
En ese momento se acercó una anciana corriendo, desesperada.
-¡Alto. No disparen!
-¿Quién es usted? Retírese. No debe estar aquí, puede resultar herida –dijo el agente al mando
-Yo vivo en esta casa, mi marido ya viene en camino y se llevará al gato.
La viejecita se sentía muy apenada por los destrozos que el gato de dimensiones extraordinarias había ocasionado. No encontraba palabras para disculparse, hablaba y hablaba. Culpó al sr. Bensington y a la heracleoforbia de los destrozos ocurridos esa mañana. Sin embargo, estas palabras sólo causaron irritación al agente. Por lo que caminó apresurado y sin rumbo fijo para alejarse de la anciana, pero ésta no se apartó hasta que llegó su marido el Sr. Skinner. Hablaron un buen rato en voz baja.
Luego de escuchar los argumentos dados por el viejo, el agente volteó a ver a la anciana con sorpresa y miedo. A continuación dio órdenes de no abrir fuego al gato, que ronroneaba tan fuerte que hacía vibrar el suelo.
Pronto, arribaron al lugar un par de camionetas acompañadas por un tráiler que transportaba una enorme jaula.
De una de las camionetas bajó el Profesor Redwood. Se acercó a la pareja de ancianos. Después llamó a varios hombres que bajaban de las camionetas y les dio instrucciones. Dirigió su mirada hacia la casa del matrimonio Skinner, y con una sonrisa que ocupaba todo su rostro dijo: Será la mascota ideal para mi pequeña hija.
Para Wells . Segunda Parte.
La tragedia ocasionada por las gigantescas ratas en la granja de los Skinner se pudo haber evitado si hubiesen alimentado al gato con heracleoforbia.
Lamentablemente el gato de los skinner probó ese “alimento de los dioses” demasiado tarde…
La casa de muñecas
Regrese a casa con algo más que recuerdos. Todavía con las mieles del sueño, producido por el calor del verano bajo la sombra de un frondoso roble. Subí a mi habitación y al empezar a desvestirme, encontré, en los bolsillos del delantal, etiquetas con las leyendas «CÓMEME» y «BÉBEME», así como pedazos mordisqueados de una desconocida seta. Los deje sobre la cómoda y sorprendida me mire al espejo. Pensé que era una broma de mi hermana, por lo que no pude ocultar el enojo y arroje lejos todo lo que estaba a mi alcance. La muy bribona se burló de mí, pensé, mientras maquinaba algo peor; quizá me desquitaría destruyendo su casa de muñecas. Ella la amaba tanto, fue un regalo de Navidad, mucho mejor que el mío, el cual había arrojado en el hoyo de un árbol. En esos instantes, entró por la ventana mi gata, a la cual tome entre mis brazos y la empecé a acariciar. Su suave ronroneo me fue apaciguando hasta llevarme directamente bajo las cobijas. Luego de un rato cerré los ojos, no podía conciliar el sueño o eso creía, porque vi claramente como mi pequeña gata bajó de la cama, se fue a un rincón y se comió un pedazo de seta, por un momento trate de detenerla, pero algo en mi interior no me dejaba levantar. La gata entró a la casa de muñecas y empezó a crecer inmensurablemente. Los destrozos fueron considerables, la cola salía por la ventana, las patas rompían las pequeñas ventanas y la cabeza astillaba el techo. Al día siguiente mi hermana lloraba desconsoladamente, trate de calmarla, le conté sobre las migajas de las setas y como la gata al crecer había destruido su hermosa casa de muñecas. Mi hermana me miró sorprendida y me llamo mentirosa. Debajo de mi pijama sobresalía una pequeña puerta rota y en mi cabello brillaban las astillas del rojizo techo de madera.
Era buena al gusto y hermosa a la vista.
No era manzana…
Fue entonces que las cosas se le fueron de las manos a José Chuy. Su invento no solo hizo que Wicho, creciera a un tamaño absurdo, sino que ahora Wicho, destruía la casa de José Chuy. Ahora si, José Chuy la había liado con sus experimentos, la casa era un desastre, había un gato del tamaño de Dios merodeando, y el experimento de Jose Chuy, el «Agrandachoyas», no tenia ninguna forma de apagarse. Fue entonces que José Chuy, decidió mandar todo al fregadero, y escapar de su casa, rumbo a los Estados Unidos de América, donde su mejor amigo Donaldo Trompeta, lo esperaría para darle refugio, y luego irse de juerga.
-El entrenamiento terminó, debemos sacarlo de ahi…
-Pero, si eso pasa, solo podremos enviarlo a morir, no tiene caso que salga de ese lugar sin ser bañado por la gracia de Shiva.
La mayoría de las veces, los comandantes discutían por el destino de los soldados, las personas que los veían no sabían que decían, pues solo escuchaban maullidos sin sentido.
-Podemos establecer su ubicación, prepare sus placas de metal; esperemos que pronto se una a los soldados que desembarquen en Normandia.
-Todo listo Señor!
-Muy bien. Todos a sus puestos!!!
Un leve maullido y abri la puerta. ¡Un lindo gatito! El inocente felino, de pelaje veteado en grises, se adentró en mi casa y en mi vida. Ya no estaba solo en mi laboratorio, al fin tenia a alguien para mis experimentos. Pasados seis meses, ya no quedaba nada en el refrigerador para darle de comer, ¡cada día crecía mas y mas! le tuve que ofrecer los muebles, y ¡hasta las lamparas! tenia un apetito voraz y desenfrenado. hasta que un día, cuando en la casa solo quedamos el y yo. sentí mis huesos triturar entre sus colmillos y el sabor de su saliva, mientras la sangre le escurría por el hocico, se relamía los bigotes, como si yo fuera un exquisito ratón. ¡El experimento había sido un éxito!
LA GATILLERA
No cabe duda, fue un acierto comprarlo, ya no me siento sola ni vulnerable. Cuando se lo mostré a mi vecina le gustó, hasta comentó que también deseaba uno.
Por fin me encargué de la maldita, además ahora mantengo a raya a las otras desgraciadas. Ya no me acosan, no me han robado.
Me gusta, es ligero, está conmigo y me da sensación de poder. Siempre lo tengo cerca.
La gente dejó de visitarme, se retiran, rodean la casa, Creo que ahora me tienen miedo.
Baaah, da igual, nadie me ayudó con la maldita, a nadie necesito. Me voy a comprar más, qué importa que me digan “La Gatillera”.
– ¿Bueno? Mire, he hablado tres veces para reportar el problema que ocasiona una vecina que tiene como cuarenta gatos…. Si… La dirección es….
SUEÑO NO CUMPLIDO
Desde que tengo uso de razón, recuerdo que cada año, en Día de Reyes esperaba con gran ansia que se apiadaran de mí, Melchor, Gaspar y Baltasar y me trajeran una hermosa casa de muñecas.
Recuerdo en mi infancia, que cada vez que se acercaba la fecha anunciaban en la tele, un montón de juguetes. Pero, había uno en particular que me encantaba. Era el de una casa de muñecas con toda la familia incluida, no viene a mi memoria el nombre por más que trate de recordarlo. Sin embargo, tengo presente que era una gran casa al estilo británico, y una familia integrada por papá, mamá y dos hijos, uno de ellos bebé.
Fue en vano la espera porque nunca me concedieron mi sueño los Reyes Magos.
Con el paso del tiempo mi esperanza fue quedando en el olvido Y al paso de los años me convertí en una mujer adulta y los juguetes quedaron en el pasado.
Sin embargo, un día caminando en compañía de mi esposo y de uno de mis pequeños hijos, por las calles de la ciudad, encontramos un pequeño localito llamado “Cositas” y… ¡Exhibían una casita de muñecas! ¿Cuál fue mi sorpresa? Quede admirada porque estaba fabricada en madera, tan detallada con muebles miniatura. Su precio por las nubes. Fue entonces cuando comprendí porque los Reyes Magos jamás cumplieron mi sueño. Además, mi esperanza no se había apagado, estaba dormida en lo profundo de mi niñez. Y a la fecha sigue latente a pesar de que mi cabeza muestre ya una gran cantidad de cabellos blancos.
Y con melancolía me doy cuenta que mi gran casa de muñecas permanecerá en mi sueños y en mi fantasía.
Casa de Baby™
Baby™ lo tenía todo, materialmente hablando: jacuzzi con burbujas, corvette convertible a su disposición, un guardarropa interminable, la piel más tersa que haya existido, un marido eunuco que no incluye baterías y sobre todo la casa que toda mujercita sueña tener en algún punto de su vida.
Por largo tiempo, Micifuz se había conformado con penetrar la intimidad de la casa de Baby™ a través de las ventanas. Baby™ lo sabía aunque fingía demencia, sus miradas nunca se habían cruzado aunque Baby™ sabía que el ojo de Micifuz, entraba por las ventanas, la asechaba, la desnudaba, la acariciaba al tiempo que frotaba su lomo contra las tejas de la casa de Baby™.
Así habían sido felices los tres, Baby™, el marido guapo y atlético pero sin ninguna protuberancia en la zona genital y Micifuz. Hasta que un mal día al vouyerista no le bastó con poseerla con las pupilas, se dijo así mismo hasta convencerse que Baby™ no se merecía al marido que tenía y decidió allanar la morada para saciar sus instintos.
Frustración: Baby™ al igual que su marido estaba desprovista de órganos reproductores, Micifuz no encontró por donde… Nada volvió a ser igual, el felino nunca volvió a espiar a la escultural Baby™. Baby™ nunca se volvió a desnudar sin encerrarse primero y apagar la luz. La relación con el marido castrado mejoró tanto que de hecho se volvieron mejores amigas.
Me desperté sobresaltado. Había soñado que un perro gigantesco destruía la ciudad. Traté de volver a dormirme, pero no lo conseguí. Cansado de dar vueltas en la cama, bajé a la cocina para tomarme un vaso de leche. Nerón comenzó a ronronear cuando me oyó. Me eché entre sus patas y seguí durmiendo.
PARA MI GRAN SORPRESA
Al llegar a mi casa lo vi, un monstruo, que le había pasado a mi querido Marco, no supe que hacer al ver la inmensidad de mi gato. Y pensar que hace una hora era del tamaño de mi mano… ¿Sera esa comida nueva que le compre en el supermercado?, no lose. No me queda mas remedio que irme de la casa y desearle suerte al que que se tope con Marco. Pero que pasara con el, que sera de mi pobre compañero, debo hacer algo para que vuelva a la normalidad.
Entonces paso. Logro salir de las escaleras solo para abalanzarse hacia mi, lo ultimo que vi fueron sus enormes dientes antes de que cerrara mis ojos. Desperté, baje corriendo las escaleras y Marco estaba en el sillón dormido, con su tamaño normal, la casa estaba como si nada, ¿Sera que me estoy volviendo loco? Por las moscas corrí a la cocina y tire la comida del gato.
Dada la naturaleza de los pensamientos, carentes estos de características básicas presentes en la materia, tales como forma, masa y longitud, en ocasiones, el pequeño Arturo edificaba escenarios dramáticamente pequeños para el gato Ufus… o, bien, el gato Ufus era enviado en toda su majestuosidad a mundos que, aún en su inconcebible grandeza, fracasaban en su intento de acogerlo. Sea como fuere, ninguno de los diminutos habitantes que habitaban el lóbulo frontal del cerebro de Arturo llegó a saber con certeza las verdaderas dimensiones de aquel gato, ni si lo que llevaba en el hocico era una lagartija o un dragón al que le habían arrancado las alas.
Un movimiento brusco me sacó de la comodidad del sillón, aún con mareo, corrí hacia la puerta; antes de abrirla, oí un maullido, volteé y me di cuenta de que no era un temblor ¡un enorme felino se hallaba en las escaleras!, su aliento tibio se percibía desde la entrada; me quedé pasmada ante su presencia, ni pestañeaba; quería gritar, pero la voz no me salía… miré alrededor, la casa era un desastre. Por momentos llegué a pensar que la mente me jugaba una mala pasada, sentía que la escena era irreal, de pronto todo tuvo sentido, como dicen: “hasta no ver no creer”, justo frente a mí se encontraba ese animal del que tanto hablaban en el pueblo y que era el terror de los habitantes; comprendí que otra vez el vecino dejó libre a su mascota, ahora merodeaba en mi hogar.
El miedo me invadió al recordar que el minino devoró al hijo de los López, entonces con sumo cuidado me dirigí a la cocina; despacio tomé una botella, el líquido lo vacié en un cuenco; agarré valor y le ofrecí leche, ¡bebió hasta saciarse!, salió de un brinco destrozando el portón. Jamás olvidaré cerrar las ventanas.
Deseaba irse, sus juguetes habían dejado de moverse y el olor a sangre ya no llamaba su atención. Quizá esperar a la luna y luego… Libertad.
El espacio subjetivo es geométricamente indescifrable, a pesar, -muy a su pesar- de lo que digan. A diferencia de ellos, a mí el espacio, el área en la que me encuentre apenas y me alcanza. Es la verdad, no es suficiente. Todo es tan…mínimo. Y es que apenas entrar a donde vaya, todo soy yo. Como me muevo, si he comido, como luzco y la irrefrenable sensación de estar cerca de mí. Subo, bajo, entro y salgo de cada rincón. Para mí no hay límites, al menos por ahora, porque aunque cualquiera diría que apenas y entro en su mano, no se han dado cuenta que su espacio me queda tan, pero tan pequeño. Nunca lo entenderán, no les alcanza para darse cuenta, pues son la “especie dominante.” Miau.
Miedo
– ¡Duérmete! le decía su madre cuando era pequeño
– ¡Duémete ya o vendrá el gato y te comerá!
Indefectiblemente por miedo acababa durmiéndose…
…
Un día, ya siendo un adulto, llegó muy cansado a su casa, tanto que no alcanzó a subir a su habitación a dormir. Se desplomó en un sofá pero a pesar del cansancio no podía conciliar el sueño….
¡Duérmete!, pensó una y otra vez, sin poder hacerlo…
¡Duérmete o…! pensó de nuevo una y otra vez pero esta vez no conseguía dormir y de pronto, en duermevela y paralizado por el miedo, alcanzó a ver cómo éste, en forma de gato gigantesco, bajaba del segundo piso para devorarlo…
En ese instante todo parecía tan pequeño que quiso comérselo todo, esconder la evindecia dentro de sí mismo… Después regurgitó verdad, miedo, desesperación y huyó. Todo lo que conocía quedó atrás, ahora solo tiene la oportunidad para despertar.
Gato grande en casa pequeña:
Me despierto con una bola de pelos en la cara. Eran las 6 de la mañana de un domingo y Kimura -mi gatito pelirrojo- ya estaba encima de mi pidiéndome con sus ojos que le diera de comer.
Baje e hice café y a mi gatito le di una lata de atún. Después fui a checar el correo y encontré un paquete: una caja pequeña de color crema sin nota. Al principio no supe si dejarla, regresarla o quedármela, ya que con la gente loca que hay afuera, uno ya no sabe que pensar y que no. Pero mi curiosidad fue bastante y opte por quedármelo y abrirlo. Al abrir el paquete encontré un frasco de vidrio, como de jarabe. Hasta el fondo de la caja había una nota de un tal doctor Jerónimo Suárez, la cual decía: Vacuna gratis para mascota. Cortesía de la veterinaria local. Administración vía oral.
Mire a Kimura y pensé: ¿Debería dársela? ¿Será segura? Kimura me miró con sus ojitos llenos de alegría y fue ahí cuando decidí que no me arriesgaría, así que deje el jarabe en el estante más alto de la cocina.
Después de una tarde de domingo normal, me senté a ver la televisión situada frente las escaleras y bajo el candelabro de la casa. Estaba acariciando a Kimura, cuando este comenzó a toser sin parar y a retorcerse de dolor. Preocupado la cargue para llevarlo al hospital, pero él maulló y me rasguño. Cuando lo solté sus huesos comenzaron a notarse en su espalda: estaban creciendo. Todo él estaba creciendo. Asustado, Kimura trató de subir a las escaleras pero creció demasiado rápido mientras subía así que quedo atascado con su cabeza frente a la sala y a un desconcertado yo. Comenzó a maullar y maullar enojado tratando de salir, pero accidentalmente al mover abruptamente su cabeza, choco con el candelabro. Esto lo enfureció más y comenzó a tratar de morderlo y arrancarlo del techo.
Estaba estupefacto y no sabía que hacer cuando mi programa favorito se vio interrumpido por un anuncio noticiero. El narrador dijo:
«Interrumpimos este programa para darles un aviso urgente: hay un virus radioactivo en todo el país que parece sólo afectar a felinos y caninos. El descubridor de este fenómeno y también su cura es el doctor Jerónimo Suárez, quien ha repartido jarabes preventivos en la mayoría de las casas de los estados de Guanajuato, San Luis Potosí…» El hombre seguía hablando mientras salían imágenes y vídeos de gatos y perros gigantes caminando por las calles, cuando de repente salió un video el vivo de mi casa. Se veía como la cola de Kimura salía de la ventana del segundo piso y después de como la casa comenzaba a derrumbarse…
En ese momento, aterrada, mi mente estaba en blanco, no sabía que hacer, el gran felino tomo posesión del primer objeto que vio, un candelabro, intentando juguetear sin percatarse de mi presencia y haciéndome sentir frágil y susceptible a sus movimientos.
Me quede imnobilizada durante un pequeño lapso de tiempo y finalmente descubrí que su curiosidad y atracción hacia el candelabro era mayor que hacia mi, así que sintiéndome ya son miedo pude dmirar su belleza
TRANSFORMACIÓN
Esa mañana desperté por el terrible olor a gas que se lograba pasar por las rejillas de la puerta principal. Desde hacía ya tiempo había optado por dormir adentro de un closet, sobre la ropa empolvada y olvidada ropa de Alice, con esperanzas de que ese olor familiar cubriera al del gas. Cuando Alice y Carlo partieron, entre besos y abrazos, me prometieron que volverían por mi, pues era peligroso para ellos estar en un área de guerra, murmurando entre ellos el número «1944». La verdad es que no había comprendido bien la situación, hasta que los muebles se empezaron a empolvar, el agua del inodoro se evaporó y la única comida que tenía eran ratas que se colaban en mi casa buscando refugio de los gases tóxicos que había afuera. Todo eso ya se había vuelto rutina, pero esa mañana que me desperté por el fuerte olor y moví mi pata para taparme la nariz mi cabeza chocó contra el closet y ¡Eso era imposible! Salí como pude y tropecé con unas cajas que yo juraba no eran tan chiquitas y cuando llegue a las escaleras sentí miedo pues aquel candelabro gigante y brillante ahora eran diminuto. Mire mis patas cubiertas por pelaje con horror. Me había convertido en un monstruo.
Llego un día de quien sabe donde. Nunca nos lo cuestionamos. Lo alimentamos y le dimos hogar. Pero no nombre. La vida la tenía fácil.
Al crecer se volvió insoportable. Como un niño malcriado .Su altura pronto nos hizo insignificantes. Alcanzando la etapa adulta, todos lo detestábamos. Era un maldito, un desgraciado egocéntrico. Se metía a las casas a hacer lo que le daba la gana. Nos quitaba la luz, la comida, el dinero. Dejándonos a oscuras, pobres y hambrientos sin esperanza, en silencio. A pesar de que lo odiábamos no dijimos nada. Hasta le sonreíamos. Los pocos que alzaron la voz se los llevo. Jamás se supo de ellos, a nadie le interesaba. Lo único que importaba es que uno estuviera a salvo.
Un día desapareció. Aquel día hubo fiesta. Sin embargo, al siguiente ya estábamos cobijando a otro. Ya nos habíamos rendido ante ellos, nada iba a cambiar.
Después de haberse comido esas croquetas radioactivas, Zeus empezó a crecer y crecer hasta que ya era demasiado grande para nuestra casa. Es tan grande que la casa es como de juguete para el, juega con el candelabro de las escaleras y rasguña nuestras puertas. Le tendremos que construir una casa nueva solo a el, aunque si sigue creciendo eso seria un problema.
¡Mi gato era enorme! Salí de la casa lo mas pronto posible, estaba muy asustada ya que mis papas no se encontraban en la casa y comencé a gritar. Mis vecinos llegaron asustados a ver que estaba pasando, y me sorprendí cuando dijeron que no había nada en la casa. ¡Pero estaba ahí! ¿Cómo no lo podían ver? no lo se, pero lo que si sabía era que yo lo veía. Tarde mucho tiempo, pero finalmente pude sacar a los vecinos de la casa. Ahí seguía el gato, yo no podía hacer nada para sacarlo o hacerlo pequeño, entonces se me ocurrió esconderme en mi cuarto y esperar a que mis papas llegaran. Estaba aterrada, y oía los pasos del gato acercándose cada vez mas, hasta que rompió la puerta de mi cuarto. Salí corriendo al instante pero el gato me alcanzo y me rasguñó la cara. Me desperté llorando, todo era un sueño.
Historia de un movimiento en el fondo de una casa
Estaba un candil en la mirada de un gato que estaba en el recuerdo que era la foto que estaba en el álbum que estaba en las manos de la abuela que estaba en el retrato que estaba en el cuarto del fondo de la casa en el cual se encontraba la nieta ahora mujer de cuyos ojos brotaba una lágrima que caía sobre el candil.
Inmenso
Quise escribir una pequeña historia sobre un gato gigante, pero no pude. El gato era tan grande que no cabía en ella.
La balanza se inclina
Bernardo le dice a Catalina que ese gato ya ocupa mucho espacio en la casa, así que, o él o el gato. Catalina ya piensa en vender los candiles de oro para darle de comer a Nino.
Sueños.
Soy grande, derrumbo todo, me defiendo , todos me tienen miedo, yo no temo y todos los demás me temen, era como un león, con mi rugir dejaba a todos atónitos, esa era mi vida, la vida que tenía en mis sueños…
En mi realidad era todo lo contrario, era un pequeño gato, que temía a todos y todos abusaban de mi; por eso duermo para vivir en mis sueños
Sueños.
Soy grande, derrumbo todo, me defiendo , todos me tienen miedo, yo no temo, todos los demás me temen, soy como un león, con mi rugir dejaba a todos atónitos, esa era mi vida, la vida que tenía en mis sueños…
En mi realidad era todo lo contrario, era un pequeño gato, que temía a todos y todos abusaban de mi; por eso duermo para vivir en mis sueños
Al llegara a mi casa y toparme con la gran sorpresa de la inmensidad de mi gato Tommy, estaba yo tan confundido que asta llege a pensar que era un sueño. Pero al darme que cuenta que no era un sueño y era la realidad pege un grito -ah!!!!!
Me desplome al suelo de tanto miedo, y para mi mala suerte del golpe de la caida, sufrí una tragica y lenta muerte.
Sofia era una ni;a de 10 a;os que acababa de mudarse a un pueblo nuevo con toda su familia y estaba muy emocionada de estar pidiendo dulces por primera vez en halloween con su hermana mayor de 16 a;os llamada Valeria.
Valeria por la otra ya se quería regresar a su casa cuando le dijo a Sofia que solo iban a para en una casa mas porque tenia que ir ella a su propia fiesta de halloween.
Sofia corro hacia una casa que le llamo la atención porque estaba muy bien decorada de afuera pero se le hizo extra;o que nadie estaba pidiendo dulces en una casa tan maravillosa. En cuanto toco la puerta Valeria sintieron un temblor, Sofia muy asustada vio de repente que todos los ni;os en la calle empezaron a correr por la calle, como si estuvieran huyendo de algo, cuando de repente Valeria y Sofia muy asustadas empezaron a correr dentro de la casa ya que habían visto un gato enorme atacando a la gente de afuera.
Sofia y Valeria muy asustadas llorando se escondieron en un closet en la entrada de la casa, pensando que ahi estarían bien hasta que el gato desapareciera.
Pero fue en ese momento que vieron que el gato entro a la casa destruyéndola por su tama;o tan impresionante; y cuando los ojos del gato encontraron las de Sofia se lanzo a ella para matarla.
Sofia en ese momento abrir los ojos realizando que estaba en su cama, temblando con angustia. Sofia luego se dio cuenta que se había quedado dormida mientras se estaba arreglando para ir a pedir dulces con su hermana por primera ves en el pueblo.
Sabia que no era un maullido normal, salí de mi cuarto, cruce la puerta de mi casa y espere a volver a escuchar el mismo maullido. Esta vez no fue un maullido lo que escuche fue la fuerte caída de una pecera en la casa de alado. Entre por la puerta principal y lo primero que vi fue una lata muy extraña que en la etiqueta que decía «Frijoles Mágicos», seguí caminando y vi a un gato del tamaño de un elefante.
Era entonces cuando deje de tener control de mi y de mi cuerpo, mi dueño habia escondido una lata de comida que tenia un olor delicioso. Gritando me dijo «no salgas de tu caja!» No le hise caso, fue la primera vez que despues de 2 horas intentando abrir la reja de la caja pude salir. Como si fuera obra de magia, me guie automaticamente hacia ese olor tan exquisito, llegue hacia ella y me comi hasta la ultima pisca. Mintutos despues me comenze a sentir mal, y perdiendo el control de mi, comenze a crecer y crecer hasta haber hecho de la casa un desastre. La comida contenia un ingrdiente secreto… Nunca supe que fue.
Al despertar, Kira maúlla de nuevo como todas las mañanas, pero esta vez no era un maulló como el de siempre.Esta vez fue demasiado fuerte y aterrador.
Entonces baje de la cama corriendo,hasta que me topo con huellas enormes por toda la casa y empiezo a seguirlas una por una con mucho asombro y curiosidad. Y de repente me aparece un gato gigante, al parecer era Kira con unos pocos metros de mas.
Yo estaba muy confundida al verla, al ver mi casa destruida y no saber que estaba pasando…y entonces decidí llevarla a un lugar mas grande en el que se pudiera mover y sobre todo jugar.
Kira jugaba con todas mis cosas, era nuestra alarma en las mañanas, y sobre todo la mejor compañía.Desde que ya no esta en la casa no hay ruido, ni tenis mordidos. Ahora lo único que puedo esperar es que se encoja muchos metros para que regrese a su hogar y vuelva a ser mi compañía incondicional.
Al llegar a mi casa y ver a mi gato de tan gran tamaño, senti una angustia y terror que circulaba por cada hueso de mi cuerpo y derrepente mi gato volteo y me hablo en nuestro idioma lo cual me dejo impactado causando que me desplomara al suelo, de la caida al suelo sufri un gran golpe, me quede dormido por unas horas, y cuando desperte ya no estaba estaba mi gato, lo cual hizo que me preguntara si todo esto había sido un sueño. Y la verdad nunca fue descubierta.
Mientras mi sobrina de poca edad, está ausente de la ciudad, sus pequeñas criaturas con un poco de maldad, se encargan de hacer de su cuarto un desastre. Ellos saben que lo que ella mas estima y adora es su pequeña y acogedora casita de pequeñas muñecas. A la que ellos ya se encargaron de destrozar.
el frasco decía «tómame», yo no sabía que después de eso me convertiría en una bola de pelos enorme. lo primero que vi fue como el piso se alejaba de mis pies, enseguida vi mis manos ponerse peludas y cambiar de forma, no pasaron ni diez segundos cuando sin duda alguna, ya me había convertido en un gato gigante.
ahora tengo que buscar la manera de volverme a hacer un humano, mis amigos no deben de tardar en llegar y en cuanto me vean se van a querer morir del susto.
el frasco que encontré decía «tómame», yo no sabía lo que iba a pasar. esto no es normal. lo primero que vi fue el piso alejándose y después mis manos se pusieron peludas y cambiaron de forma, y en menos de diez segundos, sin duda alguna, ya era un gato gigante.
no sé que hacer, tengo que encontrar una manera de volverme a hacer humano. mis amigos están por llegar y cuando me vean me van a querer matar o se van a ir corriendo muertos de miedo.
no debí de haberme tomado ese líquido rosa…
Cuando el gatito cayó a un barril de desechos radioactivos, este empezó a crecer de una forma espeluznante. Fue una mala acción del dueño de haber dejado los desechos en la oficina. El gato ahora esta rondado la casa y al mismo tiempo destruyendo la casa de poco en poco. Los vecinos todavía no se han dado cuenta de la monstruosidad que acaba de aparecer en la casa vecina. Si este «gatito» se sale de control hacia la ciudad, entonces esa seria otra historia.
El último día
Tengo que escribir una pequeña historia sobre gatos gigantes para este concurso. Barajo algunas posibilidades. Podría usar a los felinos de varios modos: a propósito de su “supuesto” número de vidas, o del color negro que los convierte en símbolos de mala suerte, o a partir del famoso experimento de Schrödinger, o de los tantos que se han vuelto célebres en la televisión, y con respecto al tamaño pienso en que ellos se podrán imaginar grandes a partir de su rol en cada hogar, o que puede ser una connotación de la divinidad que les otorgaban en tiempos antiguos, o bien, el resultado de algún otro experimento… Repaso cada una de las posibilidades sin que se me ocurra nada más que tramas extravagantes, aburridas, clichés.
La tarde transcurre rápida ante la blancura de la hoja.
Esta vez nada ni nadie me ha interrumpido. Soy yo quien rompe la burbuja de creación estéril al ver la hora. Recordar que es el momento en que Xóchitl y yo solíamos salir. Recordar… Ella entreabre la puerta. Me pregunta que si he terminado, que si saldremos ahora sí. Dudo qué responder. Sólo pronuncio el silencio mientras miro la pantalla. Sé que ya han sido muchas negativas, que ha sido generosa con su paciencia. También sé que es el último día para poder enviar el texto por internet. No lo hago por el premio, sino para justificarme. Ego de autor que no soporta semanas de sequía. Recuerdo lo que me dijo ayer. Que si no se me ocurría alguna historia escribiera una de esas en las que no pasa nada. Alguna vez le hablé de ese tipo de narraciones en las que parece que no ocurre mucho. Xoch, le dije ayer, en toda historia pasa algo, y las que mencionas al momento de escribirlas son iguales a las demás. Pero ahora no le contesto. Recuerdo que me dijo que si me empeñaba en lo mismo, en encerrarme, se iría, sola. Recordar… A través de la puerta entreabierta del estudio escucho al intruso pasar y la puerta del departamento abrirse y cerrarse.
Aquí, pienso, lejos de ella y sin creación alguna. Mientras se restriega en mis piernas, Félix maúlla.
Hoy era el último día para mandar una historia.
“El Génesis lo calla pero el gato debe de haber sido el primer animal sobre la Tierra. A partir de él se generaron todas las especies. En una de sus andanzas por el planeta humeante el gato inventó a los seres humanos.
Su intención fue crearnos a su imagen y semejanza. Un error ignorado lo llevó a formar gatos imperfectos. Si pudiera comprobarse que descendemos del gato sería indispensable una reestructuración de las ciencias. Es demasiado incómoda para los sabios; por ello prefieren no investigar nuestros orígenes.
… Para él, como para ningún otro animal, la vida es sueño…
… Quienes lo aman y quienes lo detestan coinciden en asignarle atributos espectrales…
… El gato inventó el existencialismo: cada momento representa para él una elección. A fuerza de meditar veinticuatro horas al día en el absurdo y la vacuidad de todo, sólo se aferra al instante en el que vive.”
-José Emilio Pacheco-
Someto a la aprobación de la sociedad de la media noche el presente tejido que ha sido intitulado:
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Ronroneo de un libertino
En el principio el tiempo transcurría antes de que naciéramos y transcurrirá después de cumplir nuestro ciclo de vida. La vida es, cada vez, un hermoso instante.
¡Rrroooaaarrr! ¿Cuál es la forma correcta de vivir? ¿Qué es el placer -cómo concebirlo, cómo nos afecta desde el primer encuentro-? ¿cuál es la forma correcta de disfrutar del placer sin sentirnos culpables? ¿has sentido esa belleza rara de convivir contigo mismo y no entregarle cuentas a nadie; de sentir ganas de sonreír y de bailar y de disfrutar de un bonito día simplemente porque sí?
‘la verdad te hará libre’
¿Eres consciente de tu imperfección? Puesto que en la filosofía abrimos posibilidades; ¿cómo un ser imperfecto es capaz de concebir a un ser perfecto? ¿y si Dios no es ese tipo del que sermonean en las iglesias, esos lugares donde te llegan a hacer sentir culpable de tu existencia, y si en cambio Dios es un camarada ‘a toda madre’? si somos una creación divina no creo que Dios haya hecho robots; y quizá él pueda ayudarte, sin embargo eliges valerte por ti mismo, hacer uso de tu libertad de pensar y tomar decisiones con los posibles errores que implica aprender… es una belleza aprender; creo en la energía de la naturaleza; creo en la energía del universo; y entonces Dios te deja ser libre y cuando tú estás bien con Dios que chinguen a su madre los angelitos.
Esta aristocracia de los felinos. Un felino llega a ser orgulloso incluso si se lo está llevando la chingada. La base sólida del equilibrio personal es la percepción realista de la existencia del caos.
Creo en el sabor del saber. Cuando era un niño de 6 años una minina de 9 o 12 años hermosamente me pervirtió; una mujer es hermosa desde siempre. Los felinos al igual que los conejos, son potencialmente sexuales. Creo en la revolución sexual; creo en el placer de la comida, creo en el placer del mezcal y del tequila, disfruto del placer de beber un vaso de agua simple; creo en el placer de la lectura y la escritura; creo en el placer de una fiesta.
La pluma de un escritor forma parte, inevitablemente, de la aristocracia de los felinos. Un escritor es capaz de destruir o de construir. Un escritor con semejante poder necesita la fuerza suficiente para fluir con esa energía porque de lo contrario será autodestruido; si cumple con tal requisito es capaz de revolucionar por donde vaya a fluir.
¿Cuántos tipos de realidad existen? ¿con cuántos ángulos cuenta la realidad? y una vez que se haya respondido la pregunta ¿cuántos ángulos eres capaz de conocer… de soportar? La conciencia es capaz de trasladarnos a diferentes dimensiones. Un filósofo es, inevitablemente, seducido por la verdad. Cuando percibes que cuentas con ojos ¿qué te permites ver y qué te prohíbes ver?… la conciencia del caos llega a ser capaz de redimir a un libertino.
Los que son capaces de expresar un honesto y profundo respeto por la realidad son dignos de entrar en el universo de la imaginación. Imaginar es, también… sonreír. El humor pone a prueba la rigidez del razonamiento. La imaginación como el amor «va más allá del bien y del mal».
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“Ningún precio es demasiado alto, por el privilegio de ser uno mismo”
-Friedrich Nietzsche-
[Ceci est pas une panthère rose]
Con la temporada de noche de brujas cerca, mi gato «Pelusa» tenia que recibir una sorpresa escalofriante como todos los años, así que decidí comprarle sus croquetas favoritas, al llegar al supermercado note que en la entrada de esa pequeña plaza había una tienda de mascotas, se veía vieja, pero era raro porque nunca la había notado hasta ese día, al entrar era una señora mayor la que atendía la tienda, empece a ver las comidas de gato que vendían y se me hizo extraño que no haya visto nunca esas marcas comida de gatos, decidí comprarle algo diferente, una bolsa de croquetas color verdoso brillante, pequeña bolsa, mas como un postre, muy extraño en realidad, pero hubo algo que me atrajo a comprarlo, fui con la señora y pague exacto, antes de irme la señora dijo que no se le debía de dar mas de 10 piezas al gato o si no podría tener efectos secundarios, no le hice tanto caso y me fui. Al llegar a casa, quise ver si a pelusa le agradaban esas croquetas nuevas, le di un tazón como siempre y espere haber que hacia, no paso absolutamente nada después de unas cuantas horas, ademas pareció haberle gustado. Al día siguiente lo primero que hago es darle de comer a pelusa pero note algo extraño su tamaño, siendo un gato muy delgado, pareció haber verlo lo doble de lo que antes era, así paso todos los días, pero no me preocupo por que actuaba normal, pero hasta que un día su tamaño era enorme, tanto, que no cupo en nuestra casa, era algo extraño pero a la vez espectacular. No supe después que hacer con el y así que tuvimos que dormirlo ya que no teníamos los recursos para hacerle un hogar nuevo, o donde cuidarlo, no se pudo hacer nada mas.
LA CAJA
El sábado pasado, me dirigí a un bazar cerca de mi colonia el cual había sido montado por unos gitanos y que solo se encontraría ahí por un día. Al investigar todos los objetos a la venta que poseían, encontré una cajita la cual me gusto mucho. En eso, una vieja gitana me advirtió que tuviese mucho cuidado con esa caja ya que era mágica y podía hacer crecer cualquier cosa; sin darle importancia, pagué y me dirigí a mi casa.
Ya en casa, recordé lo que me había comentado la gitana y pensé en mi gatito, el cual ya tenia un año y seguía siendo del tamaño de la palma de mi mano. Dentro de la caja, se encontraba una hoja con instrucciones las cuales decían como hacer crecer hasta a la mas diminuta hormiga. Intenté varias veces con la esperanza de que mi gatito creciera, pero intento tras intento, nunca logré que mi gato creciera ni un milímetro. Convencido de que todo era solo una estafa, dejé la cajita en la mesa de mi sala y me fuí a dormir.
Al despertar, bajé a la cocina por algo de desayunar y a darle de comer a mi gato. Al percatarme de que mi gato no se encontraba por ningún lado, decidí ir arriba a buscarlo. En el camino, me encontré con mi gato, el cual estaba en las escaleras usando el candelabro como juguete. El media mas de 3 metros, haciéndome sentir pequeño e indefenso. Al tratar de alejarme de el para que no me hiciera daño, pisé uno de sus juguetes, llamando su atención. Me levanté y empecé a correr con el detrás de mí. Caí al suelo y me di cuenta que la cajita se encontraba abierta, tirada en el suelo de la sala. Volteé a ver a mi gato el cual se encontraba ya encima de mí. Lo ultimo que vi fueron sus afilados dientes los cuales se acercaron a mi, listo para comerme. Entonces, todo se obscureció.
Desperté en mi cuarto muy asustado, sudando. Mi cuarto se encontraba en perfectas condiciones, lo cual me hizo darme cuenta de que todo fué un simple sueño y que la caja obviamente era una farsa. Al salir de mi cuarto para ver a mi gato, observo que todas las paredes tienen enromes rasguños y todo esta tirado y destrozado. Bajo las escaleras y me encuentro con el candelabro en el suelo y un gran hoyo en la puerta principal, la cual da hacia la calle. Corro hacia la sala para buscar la caja y buscar si hay alguna solución a todo esto; la caja había desaparecido. Al salir por la puerta destruida, veo hacia la calle, estaba todo destruido, las calles llenas de pelo de gato y las casas con grandes rasguños en la fachada. Todo había sido mi culpa y lamento el no haberle hecho casa a esa vieja gitana.
Sobredosis
Sentía un dolor lacerante en los huesos así que compró un analgésico poderoso de esos llamados de «nueva generación» en la farmacia. En el envase se leía el nombre comercial de la droga y a continuación la frase «de amplio espectro».
¿Amplio espectro?, pensó ¿En un analgésico? ¡Yo recuerdo que eso es solamente para los antibióticos!
Decidió que para salir de dudas lo mejor era consultar las acepciones correctas de la palabra espectro en un diccionario al llegar a casa pero una vez allí el dolor se lo impidió. Apuró una pastilla, dos, tres seguidas y a continuación experimentó vértigo…
Volvió a leer con cuidado el empaque del producto y llegó a la parte de CONTRAINDICACIONES. Ahí se leía: «Contraindicaciones: vértigo, cefalea y alucinaciones. Se recomienda no tomar más de una pastilla por día».
Un dolor de cabeza muy intenso le aquejó repentinamente, tan fuerte que el medicamento escapó de sus manos y fue a dar al suelo. Esuchó un ruido, volteó la cabeza hacia donde éste procedía y vio el espectro de un gato gigantesco bajando por las escaleras. Ni siquiera alcanzó a gritar ya que inmenso felino lo atrapó de un zarpazo y lo introdujo a sus fauces, devorándolo…. eso sí sin que experimentara ya dolor alguno en los huesos ni en ninguna otra parte del cuerpo.
La bruja
El niño entró a hurtadillas a la casa de la vecina. Aquella de la que los adultos decían que era bruja. Quería investigar si los rumores que escuchó espiando a los adultos eran ciertos. De pronto, escondido tras un sillón vio cómo bajaba un infernal gato gigante por las escaleras. Se asustó pero cerró los ojos y al volver a abrirlos se dio cuenta que miraba al gato a través del cristal de una pecera y por eso aparentaba ser un gato de tamaño gigante. Iba a respirar aliviado pero no podía ya que tragaba agua. Se dio cuenta de pronto que estaba nadando. Volteó la cabeza y vio la cabeza también gigantesca, agrandada por el cristal de la pecera, de la vecina que tenía fama de bruja. Estaba riendo, su risa era horrible como de ultratumba. Fue lo último que vio y escuchó justo antes de que el pececillo dorado que estaba atrás de él lo engullera de un bocado.
Plenilunio
Lo encontré entre los botes de la basura, iluminado por la tenue luz de la luna llena. Era tan pequeñito que pensé por un momento sería un ratón recién nacido pero escuché de pronto un leve maullido. Lo llevé al interior de mi cabaña. Algo característico además de su tamaño tan pequeño era que tenía el pelo ralo y muy delgado solamente fui capaz de observarlo al microscopio razón por la que le di su nombre: peliagudo .
A la siguiente luna llena creció de repente y pocas lunas llenas después me di cuenta que era solamente entonces cuando crecía y lo hacía de manera exponencial siendo lo que más le crecía el pelo en su grosor (seguí examinándolo al microscopio) razón por la que pensé en cambiarle el nombre de peliagudo a peligroso .
No pasaron muchos plenilunios cuando ya peliagudo se había vuelto muy grande y peligroso cazando cada vez presas mayores y causando más y más destrozos en la casa por lo que no me extrañó que durante un plenilunio creciera tanto que escapara rompiendo el techo de la cabaña y se internara en el bosque. De hecho esa noche recé para que no regresara jamás…
…
Ahora, durante cada plenilunio, cuando escucho los gritos de terror y el caos provenientes del pueblo más cercano a mi solitaria cabaña no puedo ni siquiera imaginar cuán peligroso puede haberse vuelto ya el originalmente peliagudo y es la razón por la que, aterrado, me cubro con las sábanas la cabeza e intento inútilmente conciliar el sueño…
Anon y Mous
Mi nombre es Mous. Esta historia es sobre Anon y yo. Anon es un genio. Bueno, era un genio. Los dos éramos adolescentes y un día acudí a él después de salir de la escuela para solictarle ayuda para elminar a un perro muy agresivo que me perseguía al llegar a mi casa todos los días. Eso no podía continuar así. Debíamos hacer algo al respecto. Anon no dijo más nada. Fue de inmediato a su habitación en el segundo piso de su casa y regresó con su juego de química. Comenzamos a experimentar con sustancias para crear lo que creíamos sería un super veneno para administrárselo a ese desgraciado perro. Anon no estaba de acuerdo en ello pero yo sí que le traía ganas de eliminar a ese animal.
Combinamos diversas sustancias siguiendo las notas de un cuaderno que tenía Anon. Lo único malo es que era muy desordenado y era difícil seguir su paso cuando trabajaba. Yo siempre fui más metódico.
En un punto dado del proceso sugirió que agregáramos una sustancia y el experimento explotó. Anon también estalló… pero en carcajadas. Era una de sus clásicas bromas. Como resultado de su broma quedó una mancha negra en el techo de la sala de su casa pero eso a mí no me preocupaba ya que a fin de cuentas no era mi casa.
Continuamos trabajando con frenesí hasta que conseguimos una sustancia oscura que cumplía según nosotros con nuestros propósitos pero Anon reparo en que siendo de ese color el perro no se tomaria el agua en que lo mezcláramos entonces yo saqué un poco de carbón activado y lo agregué al experimento que de inmediato quedó transparente como el agua. Anon era un genio pero yo no me quedaba muy atrás.
Comencé a sentir un sopor y me di cuenta que Anon usaba una mascarilla. Alcancé a escuchar antes de dormirme cómo se burlaba de mi descuido si íbamos a trabajar con aldehídos y el inhalarlos podría provocarnos sueño. Lo último que le escuché es que subiría a experimentar la sustancia con el gato.
Me despertó un ruido intenso. Vi que un gato gigantesco bajaba del segundo piso. Entre sueños aún pensé que era una de tantas bromas de Anon quien de seguro usaba una maqueta y el gato para asustarme pero de pronto el gato comenzó a experimentar arcadas como si fuera a vomitar una bola de pelos pero lo que vomitó fue la cabeza de Anon. Entonces entré en panico. Afortunadamente el gato estaba atorado en la escalera y tiraba zarpazos a un candil. Eso me dio una idea. Encendí la luz. tomé los cuadernos de Anon, abrí la llave del gas de la cocina y me di una fuga. Iba ya lejos cuando escuché una explosión. Volteé y vi una columna de humo.
La policía nunca supo exactamente qué fue lo que sucedió. Metódico como siempre he sido borré mis huellas de la casa de Anon antes de salir de allí. Las autoridades solamente encontraron restos de la casa de Anon y un esqueleto de gato gigante. Eso fue siempre un enigma
¿El perro? ¡por supuesto que lo envenené!
Y con los apuntes de Anon y el tiempo he logrado conseguir muchas otras sustancias que me han permitido delinquir de diversas maneras de acuerdo a mis propósitos…
Entré a la casa y hallé a Romell haciendo otro de sus experimentos. Era la cuarta vez que faltaba a la clase de historia y la vigésima que faltaba a alguna de las clases.
–El profesor de historia me pidió que te notificara –avisé–: una falta más y te echa de su clase. Dice que no has contestado sus cartas.
–Al diablo el profesor de historia –me dijo sin voltearme a ver, absorto en su creación–; estoy a punto de revolucionar la industria del cine.
–¿Seguro? –pregunté, no creyénole.
–Sí, esta vez estoy seguro.
Parecía muy entusiasmado.
–Y bien, de qué se trata.
–Mira tú mismo.
Me acerqué: Romell había unido los dos escritorios, el mío y el suyo, y sobre ellos montado una casa a escala; lo más curioso era que se trataba de una réplica de la que ambos habitábamos. Frente a los escritorios, sobre un tripié improvisado con tres palos de escoba, estaba la vieocámara; una Yashica cromada.
–¿Dónde está Leny? –me preguntó.
–Tú debes saberlo –responí.
Leny era su gato.
–Leny… Leny… Ven, bonito.
Leny llegó.
–Ahora bien –indicó Romell–, toma a Leny, ve detrás de la maqueta y cuando diga “acción” haz que baje por la escalera.
Obedecí.
–¿Listo?
–Listo
–¡Acción!
Dejé a Leny sobre el escenario pero no bajó la escalera. El muy perezoso se limitó a mirarme.
–¡No, no, no! El gato debe bajar la escalera. Ya casi no me queda rollo, así que ¿es muy difícil pedirte que lo hagas bien? –regañó el director y camarógrafo.
–¿Qué?
–Nada, vuelve a intentarlo.
–Sí
–¡Acción!
El gato no descendió. Comencé a fastidiarme.
–¡No, no y no!
–Culpa de Leny.
–Haz que baje.
–¿Cómo?
–No lo sé.
Pensé un momento.
–Ya.
Fui a la cocina. En la alacena encontré sardinas viejas. Abrí la lata y volví con una al set de filmación. El gato la percibió al instante. En un acto de impresionante intelecto coloqué la sardina ensartándola en el candelabro.
–¡Brillante! –aclamó Romell
Me puse con Leny detrás de la maqueta.
–¡Acción!
Solté al felino y descendió asombroso por la escalera en busca de su pescado.
–¡Corte y queda! ¡Maravilloso!
Aplaudimos entre risas. Leny huyó al segundo piso con su presa en la boca.
Como ya había resultado la escena, Romell y yo nos pusimos a charlar y a brindar con whisky en la sala. Luego proyectamos en la pared la escena.
Romell podrá ser un desobligado pero es también un gran cineasta: en efecto, parecía un gato gigante invadiendo una casa. Nunca antes presencié algo parecido.
Entre risas, alcohol y chismes se nos pasaron sin darnos cuenta las siguientes dos horas.
Hablábamos de mujeres cuando de pronto sonaron pasos en el piso contiguo. Eran pasos pesados. Mi baso de whisky vibró.
Sonó en la sala un estruendoso maullido. Leny de dos metros y media tonelada bajaba la escalera.
Romell y yo corrimos a ocultarnos bajo la mesa.
–¡Qué demonios tenía la sardina! –gritó Romell.
–¡No sé, no sé!
–Ayúdame a salir de esta, le vendo mi idea a los japoneses, nos hacemos millonarios y viajamos por el mundo.
–De acuerdo.
–¡Corte y queda! –gritó el señor director.
Se detuvo el gato y salimos de la mesa.
Sonaron los aplausos.
¡De lujo! Vino a mi mente el video de la canción «Bachelorette», de Björk.
25 de octubre
Bety trajo un gato (más bien es un gatito), el niño lo llamó “Bigotes”.
27 de octubre
El gato se caga en las macetas, todo llena de pelos, puse al niño a limpiar.
30 de octubre
El niño gastó sus ahorros en las vacunas para el gato.
2 de noviembre
Regresamos del panteón, al abrir la puerta el gato trepó por mi muslo y me hizo daño, le pegué.
6 de noviembre
Le advertí al niño que si no educa al animal lo tiraré en el basurero, el niño lloró y prometió hacerlo.
9 de noviembre
Hoy le pegué al gato porque se subió a la mesa, el niño me vio y desde entonces ha estado muy callado, evitó mirarme durante todo el día.
12 de noviembre
Por fin se largó el maldito gato, el niño ha estado encerrado en su cuarto llorando, no quiso comer ni cenar, que le sirva de lección.
13 de noviembre
Obligué al niño a que comiera, lloró y pataleó, pero comió.
14 de noviembre
Está insoportable, hablaré con su padre para que se lo lleve a su casa unos días.
15 de noviembre
¡Por fin estoy sola! La felicidad, ta-la-ra-ra…
16 de noviembre
Regresó el maldito gato, ha estado rondando la casa y maúlla cada vez que le arrojo algo, y no se larga.
17 de noviembre
Hoy dormí todo el día, no comí.
18 de noviembre
Estoy enloqueciendo, el gato habló conmigo, no lo hizo con palabras, fue con la mirada.
19 de noviembre
No he sido buena madre, ni hija, ni esposa, ni amiga.
20 de noviembre
Es tiempo de despedirme, el gato dice que no dolerá, que al principio arde como una inyección y después la paz (le creo); estoy tranquila: el niño estará con su padre y el gato me guiará durante el camino.
[…] “Casa de Baby” de Magay, por sus imágenes desconcertantes y […]