Concurso #11
Una vez más, esta bitácora convoca a su concurso mensual. Los interesados pueden comenzar observando esta imagen:
Instrucciones:
1) Suponer que la imagen ilustra una historia.
2) Imaginar cuál es esa historia: qué está pasando allí, qué momento se anuncia, por qué, quiénes están allí, qué hacen.
3) Escribir la historia, en forma de cuento brevísimo (minificción), en los comentarios de esta misma nota.
El ganador de cada mes será elegido tomando en cuenta la opinión de quienes decidan opinar, y recibirá un trofeo virtual. (Los concursantes deben dejar una dirección válida de correo electrónico, para poder recibir su premio.) La fecha límite para hacer propuestas es el 24 de septiembre.
Quedan invitados…
11 comentarios
Era obvio que a aquellos niños los pies les dolían; no estaban acostumbrados a caminar con esos rudos zapatos y por tanto tiempo. Además su piel empezaba a sentir los efectos de la larga caminata, nada acostumbrada al sol directo, ni mucho menos al trabajo duro.
El viejo Simón acarició a su un perro (tan viejo como él) y dejó que los niños se detuvieran e incluso se sentaran en la tierra. Los fuereños le advirtieron que no había tiempo que perder y al verlo tan viejo quisieron que otro se encargara, pero el había insistido sabiendo cualquier otro los maltrataría sin razón.
El sol en su cabeza le hizo enjugar la nuca con su paliacate y mientras observaba a los niños quitarse los zapatos y quedar descalzos, no pudo evitar sonreír. Los dejaría descansar el tiempo que quisieran, había tiempo de más para llevarlos al monte y si no era así, pues tampoco le importaba que esperaran. Allá se encargarían de su “destino”, de matarlos ¡pues! de seguir la revolución, de acabar con los malos y Simón sabía que no le quedaba otra cosa que cumplir con su tarea, pero no todavía, aún no, pensaba mientras los observaba; pero cuando la tarde empezó a declinar, Simón, a pesar suyo, tuvo que cumplir el encargo para el que se había ofrecido.
Regresaba con paso cansino a su vieja choza, con el alma también cansada cuando escucho los disparos. Su esposa quién en ese momenot caminaba a su lado, al ver estremecer el cuerpo de su viejo le dijo que todo estaría bien, que aunque aquellos tiempos no eran buenos, eran como una amarga medicina que los haría vivir mejor a todos.
El pobre hombre abrazó a su esposa y sonrío con amargura tratando que ella no notara lo inútil de su consuelo. Recogió del suelo una vara que le arrojó al perro la buscara y después de eso, como de costumbre, se limpió las manos con tierra, con su adorada tierra.
Por desgracia para él mismo, el viejo Simón no se engañaba, sabía que nada cambiaría o como el mismo con amargura le decía a la noche mientras, sumido en la tristeza de los niños, se balanceaba en la mecedora a la puerta de su choza:
“Sí todo cambia pa’ estar igual; el juego es el mismo compa, tan sólo cambian los jugadores”.
Al final de la jornada nos gustaba sacarnos los zapatos y disfrutar el lodazal que queda cuando las gentes del rancho grande se llevan el rastrojo mojado pa’l ganado del patrón. A veces, dicen que se aparecían las hijas de la hacienda pa’ sentir en las plantas la humedad de la tierra. A veces, dicen, ellas mismas nos dejaban sentir sus humedades.
Las amigas
Fue aquella mañana de cirros y nubarrones, que se dieron cuenta que las del conflicto eran las otras. Así que tomaron asiento sobre unas piedras, se descalzaron y observaron la riña. Sus sombras en el piso, apareciendo y despareciendo, una sobre otra en su empeño de opacarse entre sí, se confundían. Al atardecer, se hicieron una, sacaron sus brazos de Ganesha y sus cabezas de Hidra y se alargaron haciéndose grandes y tenebrosas. Por fortuna, la noche fue nublada.
Y los encontraron, detrás de la puerta de los leones cansados por la espera milenaria; con los ojos perdidos y los pies terriblemente endebles y pálidos. Teniendo cuidado de no insultarlos, les mostraron el artefacto de la piel de Minos y del trabajo futuro de Hefesto. Supieron que era una bota y dijeron, despues de defenderse con una laberinto de palabras, que eran más frágiles que sus pies.
A manera de agradecimiento:
Se oía claramente el llamado: La roca susurraba su invitación, el magnetismo milenario se echaba a andar. Todos los relojes se detenían a la misma hora, participando así del suceso por venir. Miranda se descalzó y las otras tres muchachas siguieron su ejemplo. Pronto los corsés también cayeron al suelo, inútiles, y las medias largas y negras abandonaron para siempre las intocadas piernas. La roca intensificaba su demanda, la nube roja se posaba como nave a punto de partir sobre la montaña. Miranda veía ya más allá de las piedras, más allá del tiempo, más allá del espacio. Avanzaba lenta, muy lentamente, se diría que flotando, hacia la endidura entreabierta que aguardaba. Una a una las muchachas fueron pasando por ese portal . La Roca se las llevaba, las reclamaba; la Roca eterna se había convertido en llave y cerrojo mineral, y conservaría para siempre sus huellas imborrables como el más sagrado de los tesoros, como la más preciada de las reliquias.
La humareda había cerrado por completo sus visiones. Detuvieron el auto y esperaron a que el polvo bajara un poco y pudieran continuar. No bajó. Una hora después aun continuaba bullendo el espeso polvo en la carretera. Un evento climático absolutamente inucitado.
Pasaron las horas, llegó la noche. Los chicos se quejaban, y sin embargo, el espeso polvo no cedía. Un momento de terror, de pensar que aquella nube de polvo no cedería, les hizo salir del auto y buscar a tientas un sitio donde recostarse. Con los ojos cerrados, luego de caminar un amplio trecho, tomados de la mano para no perderse encontraron un amplio rellano donde pudieron finalmente descansar.
Se quitaron los zapatos y esperaron que el fin del mundo ocurriese. No anocheció, fue sólo eso. Uno de ellos abrió un ojo, luego el otro, la tormenta finalmente había pasado y un rio fresco de aguas verdosas corría frente a ellos.
Apenas tomamos lo más necesario y abandonamos nuestra tierra. A nuestro alrededor no hay nada más que grandes extensiones yermas. Hace tiempo que me debí de haber decidido pero me fallaron más los ánimos que las lluvias.
Ahora mis hijas andan a tropezones. Descansen, les digo. Se sientan sobre las piedras calientes y se ajustan los zapatos. En los ojos de la menor descubro un reproche escondido y quiero llorar. Pero la sequía ya alcanzó mis ojos.
-Ya. Síganle.
Aquélla mañana en Cacaxtla de las tunas se reunieron pues, los dueños de las palabras con los señores del arado. La joven que representaba a estos últimos vestía de blanco, muy fresca, y unas botas negras, como las que todo el mundo usaba cuando la tierra se llenó de ira y se convirtió en carbón. Los dueños de las palabras vestían más oscuros, pero con las botas del mismo tipo: grandes, gastadas, negras y duras. Entonces se pusieron a platicar bajo el Sol que algún día fue más caliente que la tierra que pisaban. Y lloraron por los tiempos que murieron y por las vidas que vivieron. Lloraron por meses, quizá pasó más de un año en que cubrieron de lágrimas saladas los campos ardientes de la madre enfurecida. Entonces el carbón se fue apagando, y los huecos se hicieron espejos salados de agua, y los llanos rojos se hicieron pasto. Y cuando no había más que llorar se quitaron las botas y comenzaron a caminar.
Por cierto VISITEN MI BLOG, LO HE RETOMADO!!!!! http://grapho.blogspot.com
Doppelgänger
Al principio era sólo una sombra captada a veces furtivamente en fotografías pero poco a poco fue tomando su lugar en mi vida. Comencé a sospechar de su existencia a partir de las confusiones, los equívocos, los malentendidos: Amigos que afirmaban haberme visto fumando en algún café a sabiendas que yo odio el cigarrillo y en lugares en los que era imposible que estuviera.
Y cada vez se inmiscuyó más en mi vida y mis actividades, convirtiéndose en un verdadero problema…
Tuve que investigar, existían casos reportados de ese fenómeno, el más documentado quizás el de Emilie Sagée aunque hubo más de los que yo hubiese imaginado: Guy de Maupassant,John Donne, Percy Bysse Shelley, La Reina Elizabeth I, Goethe, incluso no pude reprimir una carcajada cuando leí que San Antonio de Padua en 1227 interrumpió su sermón para cantar a voluntad en un coro de una iglesia situada al otro extremo de la ciudad y al terminar el canto regresó a continuar con el sermón justo donde lo había interrumpido.
He tratado en vano de tranquilizarme y ahora a medida que me aproximo a mi departamento
siento un vacío al aproximarme a ella, la otra y también por momentos me angustio por momentos al sentir que no me explico como puedo encontrarme plácidamente sentada fumando mientras espero a que entre ella en cualquier momento por esa puerta si sabe que así marca el final de su existencia.
Doppelgänger
Al principio era sólo una sombra captada a veces furtivamente en fotografías pero poco a poco fue tomando su lugar en mi vida. Comencé a sospechar de su existencia a partir de las confusiones, los equívocos, los malentendidos: Amigos que afirmaban haberme visto fumando en algún café a sabiendas que yo odio el cigarrillo y en lugares en los que era imposible que estuviera..
Y cada vez se inmiscuyó más en mi vida y mis actividades, convirtiéndose en un verdadero problema…
Tuve que investigar, existían casos reportados de ese fenómeno, el más documentado quizás el de Emilie Sagée aunque hubo más de los que yo hubiese imaginado: Guy de Maupassant,John Donne, Percy Bysse Shelley, La Reina Elizabeth I, Goethe, incluso no pude reprimir una carcajada cuando leí que San Antonio de Padua en 1227 interrumpió su sermón para cantar a voluntad en un coro de una iglesia situada al otro extremo de la ciudad y al terminar el canto regresó a continuar con el sermón justo donde lo había interrumpido.
He tratado en vano de tranquilizarme y ahora a medida que me aproximo a mi departamento siento un vacío al acercarme a ella, la otra y también por momentos me angustio porque no me explico como puedo encontrarme plácidamente sentada fumando mientras espero a que entre ella en cualquier momento por esa puerta si sabe que no podemos coexistir en el mismo lugar y así marca el final de su existencia.
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Tras andar y andar, nos dolían los pies y nos quitamos los zapatos. A ratos, dos mucamos (o tres) nos seguían sin hablar de más. Mas era el día diez, el de los amos sensatos, innatos gnomos de esta era procaz. De qué pertinaz manera detestamos a los ingratos durante el día, diría que bastantes gatos enanos de cera amé de veras y alimenté con mis manos.
Hermanos, mi corazón mojé en la rivera carmesí, viví la primavera bien de pie, como los romanos. Vanos no somos los hombres de bien; si fuera así, si cualquiera citara mi buen nombre en tono malsano… ¡Hermano, entono tu nombre, Rubén, con mi cítara, aquí! Aún así, Dios no lo quiera.