Las Historias convoca a su concurso #108 de minificción o microrrelato. Los interesados pueden comenzar observando esta imagen:
Instrucciones:
1) Suponer que esta imagen representa un instante de una historia.
2) Imaginar cuál es esa historia: qué está pasando allí, qué momento se anuncia, por qué, quiénes están presentes, qué hacen. No se trata de explicar la imagen, ni de escribirle un pie de foto, sino de tomarla como punto de partida para imaginar una historia propia.
3) Escribir la historia, en forma de cuento brevísimo (minificción, microrrelato; el nombre es lo de menos), en los comentarios de esta misma nota.
El o los textos ganadores recibirán un trofeo virtual y serán seleccionados considerando la opinión de quienes decidan opinar. La fecha límite para participar es el 30 de mayo. Quedan invitados.
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Estos, que huyen de la luz son caminantes aéreos; flotan como si un malabarismo los signara. Tienen toda su apuesta en las pisadas. Pero de pronto, una sombra se apersona y los hace cojear como lesionados. Se van ladeando a la izquierda, como un torso jubilado y aquejado por el trabajo duro. Así entienden, que un discapacitado es alguien que solo se inclina ante un camino.
Información Bitacoras.com
Valora en Bitacoras.com: Esta abierto el concurso #108 de este sitio y cualquier persona interesada puede participar hasta el 30 de mayo.
Y desperte sin saber donde me encontraba, busque la manera de escapar, del subsuelo.
¿Escuchas?
Sí…
Son lo pasos en la azotea
Ahhhh
Tomo la navaja.
los escucho apretados, ahogandose, desesperados por salir. No hay nadie mas aqui ahora, quiero gritar pero son sus voces infernales las que escucho, ya no mas! Con ambas manos, sin pensarlo, atesto un golpe mortal contra mi pecho.
Soy libre como la sangre que corre fuera de mi piel, ahora todo es oscuridad y silencio.
Y era la hora del eclipse, ellos lo sabían. El profeta lo había anunciado ya hace tiempo. Sólo se veían los pasos de la gente, como el recuerdo melancólico de la vida. Estaban ahí, caminando como en un día cualquiera; un hombre mirando por la ventana, una pareja reunida comiendo un helado. Y la rutina del diario. Después cerraron los ojos.
Se terminó la junta, o empezó antes de tiempo. Es lo mismo.Se «olvidaron los pendientes».
Por vez primera, salió a la luz lo importante!…no hablaron simulacros, comentaron lo importante.Satisfacción, desenfado, sorpresa. Una ventana abierta a la luz…ya era necesario…
..
..
Esos pasos que escucho, los pasos que me tienen atormentado; como siempre cuando miro hacía arriba de nuevo me están pisoteando, me siento lejano ante los sueños que tengo, me siento frustrado, me siento bajo esos pasos de nuevo y mi mente se turba obscura, y se pierde de nuevo en esos pasos.
Espera… ¿No dijiste que era el último piso? Sí. ¿Entonces de quiénes son esas huellas en el domo? ¿Qué huellas? ¿Qué no las ves? Deben ser producto de mi esquizofrenia, como tú.
Nos volvíamos sombras solitarias en búsqueda de algo incierto entonces supe que no estarías y me fui en silencio.
Postrado sobre esta cama, sólo me queda esperar otra nueva operación. Veo como corren. Veo su agitación. Soy el experimento fallido que no han podido enmendar con sus procesos quirúrgicos, porque no existe cura para el caos.
… Camino por ese interminable pasillo de piso vidrioso y sin ventanas, la mirada de los demás me lo confirma, de algún modo, desde algún punto, alguien aún nos está observando…
EL VACÍO.
Desconozco como llegué aquí.
Sólo puedo ver la luz a través de una ventana que separa con el piso de arriba.
La sensación ansiedad la sigo albergando desde mis entrañas. Un vacío se albergó dentro de mi ser.
No lo entiendo, si todos estamos vacíos.
No soy capaz de mover la cabeza, mi mirada queda dirigida hacia el deambular de las personas que pisan sobre el vidrio.
A veces no existe luz alguna, y creo que algo entre mi estómago y mi intestino crece.
En este lugar no llega sonido alguno, pero cuando visualizo en lo alto la urgencia de los de «arriba» en su andar, logro escuchar que de mi vientre surge el eco de pisadas.
Duermo pero no llega ninguna imagen de algún sueño.
La otra vez colocaron velas en la circunferencia de mi cama, un niño de ojos violetas sopló sobre cada una de ellas. Lo veía de reojo, caminaba pausadamente y cuando miró hacia arriba me pareció visualizar un fulgor violáceo.
En la ventana no pasa nadie, hace días que no como, ignoro como sobrevivo.
En este lugar pareciera que no existe corriente de aire, no puedo siquiera sentir que respiro.
El vacío ha crecido, siento que mis vísceras se han empequeñecido por albergar un espacio del cual no detecto sensación alguna.
El niño regresó ahora y colocó una vela sobre mi abdomen. Contempló la luz que se tornaba lila y la apagó introduciendo su boca a la flama. Los ojos del niño resplandecían y mi vacío parecía que latía.
Ya no siento mis extremidades.
Sobre el vidrio las pisadas son más numerosas y frecuentes, dejan huellas violetas.
Ya no siento mi boca.
Me llegan pensamientos de oscuridad, de silencios infinitos, de mundos irreales.
Parece que ahora una nueva vida está por comenzar.
Enfermo, yazco inerte entre las nieblas incesantes de esta lenta oscuridad que rodea los bordes de mi cuerpo y llena los sombríos rincones subterráneos en que me encuentro. No sé qué es este lugar, pero estoy seguro que fue la propia oscuridad la que cavó el terreno y fue ella misma quien me trajo hasta aquí. Sí, fue la enfermedad la que me postró, pero fueron las tinieblas las que me enfermaron, me quebrantaron mucho antes de venir aquí: en aquellas largas horas de vigilia, mientras intentaba terminar una maniática tarea que me fue impuesta, y que he olvidado, me sumergí en el caos de la conciencia y descubrí sombras más densas que las que extiende la noche, que existen antes que los dioses y demonios, en un principio anterior a todo, antes que el cosmos infinito, sombras discordantes que bostezaron y se abrieron ante mí como una herida que se entrelaza con las fuerzas del destino y el tiempo que rodean el universo, guiando la rotación de los cielos y el interminable paso del tiempo. Y así, contagiado de esa oscuridad primordial, me desplomé aniquilado ante la mirada indiferente de quienes pasaban cerca de mí, mientras mis ojos eran envueltos como si la noche se tejiera sobre ellos un poco cada parpadeo. Quise gritar, maldecir, preguntar el porqué de mi destino, pero las sombras engullían mis palabras y sólo escupían silencio. Bruscamente entendí con tristeza, no sé por qué oculta convicción, que no volvería a ver ni a moverme; me pregunté si eso era la muerte, sin embargo aún podía oír y sentir, escuchaba gente a mi alrededor y la hierba agitarse, sentía la tela de la ropa rozar mi piel y el viento frío golpear mi rostro, y pronto advertí que aquello que me esperaba era peor que la muerte. Poco a poco fui extirpado del mundo visible, la gente sobre mí sin siquiera notar mi existencia, las tinieblas me cubrían y me hundían cada vez más en su dominio, horadando la tierra debajo de mí, sepultándome lentamente. En esos momentos, temí más al abandono, al aislamiento de todos y todo, que a cualquier otro mal. Ahora, inmóvil en este profundo destierro, ya no tengo más preguntas, sólo me encuentro deseando estar sólo, pero sé que no lo estoy: lo escucho, lo supongo inmenso, repta, se arrastra y luego chapotea en algún cenagal o charco no muy lejos de donde me encuentro. Y luego viene silencio. Y de nuevo el chapoteo y el arrastrarse, cerca, más cerca cada vez. Casi puedo percibir su respiración, sospecho garras acechantes que desgarrarán mis entrañas, dientes que aguardan para hundirse en mi carne. El pánico satura mis poros. La desesperación me invade, puedo sentir el sudor frío en la frente, la piel erizada. Un escalofrío me recorre la espina, y me agoto en especulaciones sobre inhumanas torturas y porvenires aún peores (seré despedazado vivo, cercenado como ganado para servir de alimento al “ser”, a eso que nunca llegaré a ver). Una cólera helada, de los que no son capaces de defenderse, me consume. Pienso en mil formas de venganza que nunca podré llevar a cabo. Me sumerjo en mi muda impotencia. Pero cuando la resignación está a punto de llegar, cuando casi he aceptado mi destino, sea cual fuere, el serpentear cesa. Bañado en sudor, lágrimas salen de mis ojos ciegos y es cuando escucho las palabras: <>. Es una voz femenina, dulce, apacible. Me consuela.
He perdido la cuenta de las veces que he oído las palabras y no quiero imaginar lo que sucederá cuando no las escuche.
Ahí están, cerca, por fin los veo; se ciernen sobre mi, porfiados. Los pasos que me persiguen en mi paranoia.
Mis concepciones del tiempo y del espacio se habían alterado. Llevaba tanto rato observando el domo en el techo que ya no lograba distinguir qué era arriba y qué era abajo. ¿Acaso sería yo quien los miraba desde lo alto, o serían ellos quienes miraban hacia abajo? El mero pensamiento casi me hizo perder mi centro de gravedad y por un instante sentí flotar, otra vez. Pero en un parpadeo, en un lúgubre y pacífico destello atezado, el vértigo desapareció. Y yo con él.
Amanece. De nuevo están allí las huellas sangrientas de diminutos pies. En vano trato de borrarlas cepillando con fuerza. Cada día son mas intensas. Esta noche no dormiré para ver de donde vienen.
Son las tres de la mañana, la hora fatídica. De pronto empiezo a caminar sobre el piso, el domo y el techo, no hay gravedad y mi cuerpo flota. Entonces me percato de que…¡Mis pies sangran! …Las huellas, son mías.
Entre el caminar de la gente, escucho el largo compás de tu tacón. Corriendo, salgo a buscarte. Pero a ninguna le entra el otro zapato.
Aterrizaje.
Y llegaron de otro planeta, todos aquí dicen que lo llaman tierra. Llevamos meses escondidos sin saber cómo son ellos, pero dudo que sean como nosotros, durante su descenso de las grandes naves todos caímos en pánico y de diversas formas nos ocultamos, algunos subieron a las más grandes montañas de nuestro mundo, otros a las grandes casas bajo el mar, pero nosotros solo tuvimos tiempo para ir al subsuelo. Creo que aún no han notado nuestra presencia –¿pero se han preguntado, de donde han salido nuestros vacios hogares y monumentos?—, ahora habitan nuestras casas, comen en nuestras estancias y hacen el amor en nuestras camas. Hubo un tiempo, si, donde nos preguntamos si habría vida en otro planeta, pero ahora todo lo vemos y escuchamos, es un terros palpable que no deja dormir, son sus pasos en nuestra tierra, a través del cristal.
Dijo el Señor, Levántate y anda. Y todos creímos que a nosotros habló.
LOS RECUERDOS QUE VIVEN EN EL TEJADO
Se me han escapado los recuerdos. Aprovecharon que estaba distraída limpiando el polvo de la librería y huyeron enredados en un estornudo.
Intenté cazarlos al vuelo, pero fueron rápidos y se quedaron colgados del techo. Les amenacé con el plumero y sólo conseguí que se rieran de mí. Se filtraron por el techo y se han hecho fuertes en el tejado.
Por la noche les oigo atormentando a los gatos y cantando con las brujas de paso. He ideado varios planes para recuperarlos, todos sin éxito. El último fue pasearme sin red por el alambre de mi locura, esperando que vinieran a sostenerme. Pero se limitaron a lanzarme gritos de ánimo y a aplaudirme desde la azotea.
Esta vez no fracasaré. Esperaré a que anochezca, encenderé velas por toda la habitación y me sentaré al piano para tocar las canciones que me enseñaron. Sé que no podrán resistirse y que volverán a mi cabeza para silbar conmigo.
Y si no lo hacen, tendré que adoptar los recuerdos falsos que me engañan para hacerme creer lo que no pasó. Ellos me harán feliz, junto a tu sombra.
Excelente.
Me gusto la prosa con la cual produces un testimonio claro de locura, donde los murmullos sea pasean, imprudentes, entre los recuerdos y la realidad.
LA VUELTA
-Es nuevo, poderoso, ¡me lo prestaron! Demos una vuelta- Me dijiste. Subí al auto, arrancaste con violencia.
Demandaste una íntima caricia, mi mano serpenteó hacia el ardor de tu misterio.
Sucedió… ¡Lo atropellaste!
Sentí los huesos de su cráneo adheridos al terror de mi mirada, ahogó el grito en la visión de mucha sangre. Hiciste una parada… bajé. Huiste.
Lo vi en el diario: Un muerto, el auto con la evidencia, abandonado. No hay pistas del responsable.
Las visiones, difusas me persiguen. Miro huellas del occiso replicado muchas veces.
Su lenguaje: pisadas, sonido de huesos rotos…
El suplicio: Saber que permaneces escondido tras mi culpa…
Mi abyección: no delatarte.
DESCUBRIMIENTO.
Su cuerpo arde, el deseo la entumece, gutural excitación fluye entre sus labios. No ve sus rostros mas percibe las huellas de esos hombres, caminan sobre su sendero del placer que reverbera día y noche.
En la consulta ella comenta su trastorno. El médico responde:
-Es consecuencia del medicamento que le di para su dolencia, acelera la libido. No se preocupe, pronto se le pasará.
Desde entonces, la señorita de setenta años duplica la dosis… no desea que se le pase.
CUCARACHAS
El niño dice que escucha pasos, la niña ve sombras en el segundo piso, el ama de llaves comenta que son “ Los Otros”, la madre responde que son cucarachas y hay que fumigar para exterminarlas.
DE OTRO MUNDO
Era tarde cuando me acosté. Soñé con un hombre, me dijo que tenía que llevarse mis zapatos, confusa le pregunté ¿porqué? Me dijo: mira la foto, entenderás. En eso estaba cuando desperté con el vívido recuerdo aun en mi mente. Prendí la luz… ¡mis zapatos ya no estaban!
Bonitos, cómodos… el mejor calzado que he tenido… los busco, no aparecen. Apresurada me levanto, recuerdo que el tipo me indicó sobre la foto… estoy frente a ella. Ahora entiendo, esas huellas y sombras son de… ¡los hombres de negro!
¿Por qué se habrán llevado mis zapatos? No recuerdo cómo, cuándo o dónde los compré. ¿Acaso son extraterrestres? Me pellizco, no… no estoy dormida.
Voy a acostarme, intentaré retomar ese sueño, tal vez los recupere, pero antes voy a mojarme los pies, debo verificar que aún tengo mis huellas.
Uno de estos días, mira que te voy a encontrar y por fin habremos reunido nuestra esencia que deambula de aquí para allá, perdida entre las multitudes oscuras, tenebrosas…
Un día, un día dejaremos de caminar entre estas galerías mundanas.
No, no es una multitud en su andar cotidiano. Es el transitar de mis ideas, pensamientos, opiniones, decepciones, tinieblas y promesas que, como personas caminan de aquí para allá entre pasillos interminables que pueblan mi consciencia la que por cierto, poco a poco me abandona…
Mis viejitos.
En estos momentos una mujer, nacida en los fuegos del fin de la segunda guerra mundial, deja refractar en sus cristalinos la más pesada luz de tristeza; ella añora los días de convivencia con su esposo.
Seguramente ella, ahí dando vueltas y vueltas en el pasillo, esperando, sólo esperando el diagnóstico del médico, se conecta en pensamientos con su “viejito”, aquel señor que definitivamente temeroso y confinado por segundos, minutos y horas, con los demás enfermos del hospital, ha de lamentar los días de heridas verbales hacia su esposa, todo por defender su orgullo de “macho”.
Ella a pesar de la visita momentánea de los hijos –para ver cómo sigue el padre–, se piensa sola; si no es con su señor, no podría irse de ahí, no por no querer sino por no poder, sabe que los dolores musculares ya no serán sólo físicos sino extrañamente llenos de melancolía, de temor a no reencontrase en casa con su marido; platicar de los achaques, de los olvidos, de los pagos del mes, de quién sacará la basura y de la soledad. Ella sola, si regresa, no podrá caber en esa pequeña casa, sin él, totalmente vacía, sin sus ideas acumuladas de más de 45 años de matrimonio.
Ahora ellos, separados por pasillos de hospital hablan con Dios; entre las oraciones sin querer, se mezclan letras de canciones…“Yo quiero luz de luna para mi noche triste… pues desde que te fuiste no he tenido luz de luna…” Les aprietan las amarras de los tantos años juntos, les regresan los recuerdos, los perdones, los nuevos juramentos de ser mejor para aguardar unidos el fin de los días… Y siguen las oraciones… y las travesuras de ángeles que dejan caer una y otra vez los versos ajenos a la divinidad… “Padre nuestro… pasaste a mi lado…Y sin embargo sigues unida a mi existencia y si vivo cien años, cien años pienso en ti”.
Algunas instituciones serán o no serán laicas, liberadoras, promotoras de fidelidad de respeto; los libros o los medios de comunicación dirán o no dirán lo que es el matrimonio, su significado, pero algo seguro sí es: la mejor enseñanza de lo que significa estar unidos en la salud y en la enfermedad son mis viejitos que, separados ahora físicamente por las paredes del hospital, se juran mentalmente, lentamente, entre oraciones, que seguirán juntos por la simple voluntad de seguir así, en la salud, en la enfermedad y hasta que la muerte los separe.
Nunca entenderé esa costumbre de temerle a lo indefenso, es una estulticia que la gente la tenga. Quizá deberían temerle a las bombas atómicas y dejar de usarlas, sería más lógco. Tampoco entenderé su prisa, quieren levantarse tarde y llegar temprano a sus trabajos o a sus escuelas, eso es raro; sin embargo, lo más raro de todo es que la gente puede ver a un vagabundo que no ha comido en días y dejarlo morir de hambre, porque ya no le tienen miedo a la muerte ajena o propia. Pero algo es seguro: a las ratas no las pueden ni ver y si alguna se mete en su casa la matan.
Son tan extraños, pasan por esta calle todos los días y cuando pisan las tapas de vidrio que cubren las coladeras dicen siempre que son peligrosas; mas si que se les pide organizar la colecta para remplazarlas, nunca quieren hacer nada. Pero algo es seguro: a las ratas sí les temen y a las que estamos bajo esa coladera, más.
Cuento con eco (homenaje a David Aguilar).
Escucho la canción de David Aguilar, hilar recuerdos con ella, dicen, es inevitable. Hable todo lo que quiera, pero una cosa le advierto: vierto toda mi atención en los versos que en la canción hay; haya entendido o no, mi deseo de escuchar a David es ingente. Gente pasa por encima de este techo, hecho de vidrio transparente, enternecidos, indiferentes, alegres o deprimidos; mido la distancia entre ellos y yo y es gigante. Antes no sucedía lo que le he platicado, adoraba estar a su lado, adoraba sus presencias que ahora no estoy ni soportando.
Ando, con sinceridad, un poco loco y podría decirse que inluso uso cualquier pretexto para hacer que si fui feliz con un abrazo o un beso, eso a memoria regrese, ese motivo es el que hace que recurra a una canción deDavid Aguilar. Hilar recuerdos al hacerlo es mi alternativa.
Iba a salir a pregunatrles a todos si recordaban, daban con pistas de que tuve aquí momentos bellos; ellos seguro dirían que no fui parte de la vida de ninguno.
Uno por uno pasa cada segundo, hundo mi esperanza de acordarme. Darme otra oportunidad de intentar tentar a mi mente para que recuerde sin ayuda lo olvidado, dado que mi edad verdaderamente mi impide recordar lo importante, antes habría sido perfecto; efectos buenos habría tenido y ahora de esos quiero; pero tengo de instantes olvidados un pilar. Aguilar y su canción me ayudarán, darán a mi memoria una pista para ya no olvidar.
Siempre me asumí un subterráneo, un destino de gusano; mis ojos poco conocían la luz. Intuía el mundo que se movía arriba, un mundo de sonidos, de pasos que retumbaban como un código sonoro. Y odiaba eso. Logré descifrarlo para asomarme a él… junto con la luz conozco los pasos. Los haré descender a la oscuridad de mi pesadilla.
Y heme aquí,observando hacia arriba desde este lugar… al cual llegué arrastrada por mis demonios abismales. Aquí, desde el fondo de la nada, Inanna reina majestuosa y con furia me reta a combate. Batalla.Transmutación. Victoria. La batalla ha sido con mi propia sombra. Camino de vuelta a la Matrix con la antorcha interior encendida alumbrando con sabiduría las inmediaciones de mi alma.
CONSUMASE CON PRECAUCIÓN
Las sillas, objetos en apariencia inertes y guardianes impasibles de la memoria, poseen un banco de información accesible para aquellos capaces de dominar su lenguaje, a cambio, es operable la posibilidad de tocar un alma humana. Solíamos posar una eternidad la fatigada osamenta en su estructura sometidos al pegajoso aturdimiento de la anestesia digital, pero, a pesar de mi devoción la silla está sujeta a la extinción pues nada es comparable a la delicia minimalista de última generación el “deslizamiento cristal 0.01”. La novedad consiste en transitar por espacios de piso transparente a través del cual por medio de un complejo sistema de iluminación se puede observar un abismo. El vértigo que proporciona la experiencia mezcla de sensación ilusoria de estabilidad y reacción instintiva de riesgo no tiene comparación. Es irónico pensar que caminar se pusiera de moda. Pues bien, el “deslizamiento cristal 0.01” es lo último en experiencias recreativas, es la disrupción del clásico piso sólido casi extinto que convive con la predicción del futuro: el alucinante “desplazamiento líquido”, proclamado como el “domino de la flotación”. Sólo imagina la locura de flotar sobre superficies líquidas basado en la biomecánica de los insectos. Para el mercado conservador o con problemas de salud que impidan la máxima liberación de adrenalina –nivel 5-, se ha desarrollado una versión light, el “deslizamiento nubilánimo”. Se trata de un piso velado de cristal que diluye el efecto extremo, éste piso posee menor resistencia, sigue la lógica de los elevadores con capacidad límite del siglo XXI, con ellos debe observarse la norma de seguridad -350 usuarios por unidad de espacio de experiencia-. Paradójicamente el piso nubilánimo tiene su encanto basado en sus riesgos. El “desplazamiento cristal 0.01” posee la opción: “reflejo nocturno” la cual permite ver y manipular el cielo sobre la superficie trasparente, produciendo un efecto embriagante compuesto por dos visiones simultaneas: la panorámica del abismo y el cielo flotante. La superficie pulida impide la movilidad normal por lo cual el usuario se desliza -esto produce un efecto similar a las mujeres japonesas en kimono cuando caminan y cuyo efecto visual es parecido a flotar-. El “deslizamiento cristal 0.01” es altamente seguro y de gran capacidad pero tiene sus riesgos. Debe consumirse –experimentarse- en dosis controladas, ya que es susceptible de causar adicción.
Regresó al lugar de donde nunca había salido, gracias a las pisadas de los que caminaban hacia ninguna parte. En la caverna se sintió a salvo, no era necesario conocer la verdad que salió a buscar.
Ningún par de pies puedo ver el rostro de los otros. Todos eran Anónimo.
Podia sentir las vibraciones, tenia miedo, aunque ya estaba acostumbrada esa emoción, esa emoción que me daba señal de alerta, y esa alerta que retumbaba siempre en mi mente; en la colonia siempre nos advirtieron a los BUSCADORES DE COMIDA que para nuestro arduo trabajo se requería de valentía, fortaleza, agilidad y cooperación, es uno de los trabajos más importantes en la colonia. Aveces hay instantes cuando pienso cuan monótona es nuestra vida, cuando observo a las grandes criaturas me fijo en las distintas actividades que hacen cada una de ellas; en la colonia nos enseñaron que nosotras somos más capaces que esas criaturas, por nuestra determinación, esfuerzo, coordinación y etc, aunque yo pienso que ellos son igual de capaces que nosotras, (¡PUUUM!) volví a sentir las vibraciones, volteé hacia arriba y vi las huellas de algunas de las grandes criaturas, podía notarse como se movían las huellas, comenzaban a desvanecerse, volvían a aparecer y cuando se veían perfectamente (¡PUUUM!) volvían a sentirse las vibraciones, esa era la señal, mi señal para volver a la colonia, mi señal como la gran hormiga que soy.
Arantxa, Adiós.
Consumase con precaución
Las sillas, objetos en apariencia inertes y guardianes impasibles de la memoria, poseen un banco de información accesible para aquellos capaces de dominar su lenguaje, a cambio, es operable la posibilidad de tocar un alma humana. Solíamos posar una eternidad la fatigada osamenta en su estructura sometidos al pegajoso aturdimiento de la anestesia digital, pero, a pesar de mi devoción la silla está sujeta a la extinción pues nada es comparable a la delicia minimalista de última generación, el “deslizamiento cristal 0.01”. La novedad consiste en transitar por espacios de piso transparente a través del cual por medio de un complejo sistema de iluminación se puede observar un abismo. El vértigo que proporciona la experiencia mezcla de sensación ilusoria de estabilidad y reacción instintiva de riesgo no tiene comparación. Es irónico pensar que caminar se pusiera de moda. Pues bien, el “deslizamiento cristal 0.01” es lo último en experiencias recreativas, es la disrupción del clásico piso sólido casi extinto que convive con la predicción del futuro: el alucinante “desplazamiento líquido”, proclamado como el “domino de la flotación”. Sólo imagina la locura de flotar sobre superficies líquidas basado en la biomecánica de los insectos. Para el mercado conservador o con problemas de salud que impidan la máxima liberación de adrenalina –nivel 5-, se ha desarrollado una versión light, el “deslizamiento nubilánimo”. Se trata de un piso velado de cristal que diluye el efecto extremo, éste piso posee menor resistencia, sigue la lógica de los elevadores con capacidad límite del siglo XXI, con ellos debe observarse la norma de seguridad -350 usuarios por unidad de espacio de experiencia-. Paradójicamente el piso nubilánimo tiene su encanto basado en sus riesgos. El “desplazamiento cristal 0.01” posee la opción: “reflejo nocturno” la cual permite ver y manipular el cielo sobre la superficie trasparente, produciendo un efecto embriagante compuesto por dos visiones simultaneas: la panorámica del abismo y el cielo flotante. La superficie pulida impide la movilidad normal por lo cual el usuario se desliza -esto produce un efecto similar a las mujeres japonesas en kimono cuando caminan y cuyo efecto visual es parecido a flotar-. El “deslizamiento cristal 0.01” es altamente seguro y de gran capacidad pero tiene sus riesgos. Debe consumirse –experimentarse- en dosis controladas, ya que es susceptible de causar adicción.
Me desvendaron los ojos, la luz me daba directo en la cara, radiante. Sobre de mi, miraba como danzaban agentes y ejecutivos. Encerrado y atado, sin poderme mover. Así desperté aquella tarde en que asesiné a un par de la Mafia Siciliana.
Su andar vertical sobre la pared transparente fue lo que delató a los clones. Ignoran que yo logré escapar del encierro, ahora mi tarea será liberar al resto de los humanos que se encuentran en este sector de confinamiento. La dificultad mayor será hacernos pasar por clones y a la vez saber si entre nosotros hay algunos clones espías. Somos tan diferentes y tan parecidos a ellos que no hay manera de saber si ganaremos esta lucha.
ATISBAR
No sé decir exactamente qué me llevó a dirigir la vista hacia arriba ese día. No tenía razón para hacerlo, y he confesar que no tengo la costumbre de hacer nada que no haya planeado de antemano, salvo quizá en casos de emergencia. Quizá captara algún movimiento en visión periférica, quizá una ligera variación de luz. No puede haber sido ningún sonido; podría haber sido que tuviese algún nudo en el cuello y que justo en ese momento intentara desanudarlo con una leve flexión hacia arriba y otra hacia abajo. Quizá. También puede ser que no exista ninguna razón tras de mi acto mas que el simple y llano hecho de que debía ocurrir en ese preciso momento, por qué razón y determinado por qué ser no lo sé.
El hecho es que un determinado día crucé el pasillo que me conduce desde el elevador hasta las puertas del despacho en que trabajo como transcriptor de informes y alcé la vista hacia el techo. Y fue ahi que vi la ventana… sería más propio llamarlo rendija o quizá inclusive portal; y es que no puede verse más que en un determinado y muy específico punto. Pero si uno se sitúa en el punto correcto, le es posible ver la ventana en cuestión de tal modo que abarca hasta donde su vista alcanza. Con sólo retroceder o avanzar un paso, la ventana queda fuera de vista. Esto lo sé ahora, tras de haber ensayado toda clase de variaciones con respecto a dónde me sitúo. Y por lo visto, sí sólo es en éste punto (en el adoquín número nueve contando desde la orilla del elevador, para más señas) de éste pasillo de éste piso de éste edificio que puede vérsela. ¿Y qué hay en esa ventana, o mejor dicho qué puede verse a través de ella?
En realidad, no mucho, apenas un cuarto sin adornos ni mueblería; me gustaría decir que “iluminado por una intensa luz de halógeno”, pero la verdad es que a ese resplandor blanquecino que desprende no se le puede llamar realmente “luz”, ya no digamos “de halógeno”. Lo que sí hay en el cuarto es gente, o en todo caso siluetas de gente. Gente de todo tipo (al menos en lo que refiere al contorno de sus cuerpos; como es de suponerse, no tengo idea del verdadero color de sus pieles o de sus vestimentas. De hecho, no puedo afirmar que vistan lo segundo ni que cuenten con lo primero), y sumamente activa. Puedo verlos avanzar, a veces danzar (en todo caso, realizan ese movimiento entre la danza espontánea y el juego infantil que puede observarse en un grupo de gente alegre o por lo menos entretenida), a veces que dos o más de ellos se abracen y retocen. No parece que noten mi presencia ni que estén constreñidos al marco desde el cual los espío. Hay veces hay más, a veces menos; nunca está vació el cuarto.
Desde la primera vez que los vi, he seguido atisbando su mundo cada tanto. Nunca puedo hacerlo por más de unos cuantos segundos, so pena de llamar la atención de alguien más en el edificio (ya en una ocasión he tenido que fingir una tortícolis ante algún compañero de trabajo). No me he animado tampoco a compartir este secreto con alguien, ni de indagar si alguien más está enterado de su existencia (sería razonable suponer que sí, pero, ¿cómo se puede abordar a alguien para preguntarle si también observa lo imposible?). Quizá es mejor así, un pequeño milagro del que puedo disponer por unos cuantos segundos, y que en algo alivia la jornada laboral. Además, he desarrollado un par de ideas sobre qué es esto que veo, pero he de confesar que me atemoriza comprobar si alguna de las dos es verdad.
La primera se comprobaría fácilmente: si viera el algún momento la silueta de algún conocido que falleció ya, sabría que existe una mejor vida, o en todo caso que existe otra vida después de esta. Eso podría ser algo reconfortante, pero también podría ser algo que decepcione, saber que lo que hay después de la muerte es equis cosa y que es de tal definitiva forma.
La segunda idea sería difícil de comprobar, amén de hacerme sospechar de los textos de filosofía clásica. Sencillamente, ¿qué tal si ese mundo que desde aquí parece de sombras es la verdadera vida y nosotros que nos deslomamos en trabajos absurdos somos la sombra, un pálido reflejo sólo en apariencia colorido de lo que se supone que sea el mundo?
Miro hacia arriba. Creo ver sus zapatos sobre la superficie translúcida, casi al centro. Viene a mi mente la traición. Tomo el arma; apunto. Todos corren a mi alrededor. Ya no hay más balas. Me escurre sangre sobre el rostro. Salgo plácidamente del edificio, sólo para ver que siempre estuvo afuera, frente a la puerta.
Érase una tiranía inmaculada de la pluma sobre el papel virgen
Cine en blanco y negro
Todas las salas estaban llenas, solamente una tenía un lugar disponible. El nombre de la película era impronunciable, formaba parte de la muestra del cine alemán dedicado a Murnau. No tenía ninguna descripción en los anuncios ni tampoco del director o las estrellas. Compré la entrada y me dirigí a la sala donde un hombre robusto de mirada vacía —quien haciendo gala de modales antiguos— me invitó a pasar a la sala oscura. Como pude llegue a la butaca en la cual brillaba, en medio de la oscuridad, mi nombre escrito. En un principio no sentí miedo, un buen truco publicitario, pensé en voz baja. Mi curiosidad venció mis temores, debo de admitirlo. Me hundí en el acojinado mundo de mis pensamientos, los cuales acompañe con palomitas y refresco. Los primeros destellos del proyector sobre la pantalla anunciaban el inicio de la película sin los avances de los próximos estrenos ni la absurda propaganda electoral. La película fue filmada en blanco y negro, en un barrio clase mediero que, por una extraña razón, se parecía mucho al mío. Creí reconocerlo por las almas de las gentes que la habitan, por las fachadas de las casas, por la decoración de las paredes, por la disposición de las ventanas y las puertas. En ese mundo de sombras los hombres mayores de treinta años ya no tenían cabida, eran remplazados por adolescentes, quienes apenas terminaban la secundaria y se integraban al mundo laboral. Los hombres desechados eran llevados a los acantilados para que ejecutaran, como lemmings, un suicidio masivo. Cuando termino la película, todos nos levantamos y abandonamos la sala con una desolación indescriptible. Vagamente recuerdo que subimos y bajamos las escaleras eléctricas. Nos urgía encontrar un punto alto. Luego, todo es un mundo de imágenes borrosas nubló mi mente. Dentro de mi estado de locura hubo, por momentos, actos reflexivos que no tienen explicación ni lógica. Después todo se volvió oscuridad… El monótono golpeteo de la camilla terminó por desarticular mis sentidos. Había traspasado el umbral del dolor por lo que entre, adormecido, al laberinto de mis pesadillas. No me arrepiento de lo que hice porque fue un acto premeditado, eso quiero creer. Interminable, mi cuerpo se convulsiona con gritos ininteligibles. Me mantengo vivo con mis propios lamentos. Alargo mi agonía, pues me niego a convertirme en un cadáver dócil y de fácil combustión. Estoy muriéndome con el cuerpo destrozado rumbo al vientre de las calderas. A punto de ser incinerado, desposado con un ataúd de sábanas, con el fin de alimentar a las máquinas que hacen funcionar este funesto centro comercial. Allá arriba, una fila de sombras está entrando a la segunda función.
Como Alicia
>>(…)Era un cuarto oscuro, ¿qué significa eso? Mejor dicho, estaba iluminado, apenas, por una bombilla de baja densidad. Me vi a media luz. Había varias personas danzando sobre mí, contenidas por una mampara de cristal templado. Era un domo blanco… un tragaluz, eso, uno de dimensiones bárbaras y verticalidad infinita. Lo más inquietante pudiera usted pensar, debió ser la danza de las sombras pero no, a mi me pareció amenazante la fragilidad del domo; esa terrible sensación de que en cualquier momento, caerían sobre mí…<>Usted no tiene nada de qué preocuparse. Acuéstese a dormir. Su sueño no me dice nada grave, salvo que sufre del vértigo de cualquier de escritor, frente a una página en blanco. El domo es una página en blanco precisamente, y sus personajes están de aquel lado, déjelos que crucen ante la inercia de su propio peso, a ver qué pasa.
Afuera.
No recuerdo cuánto tiempo tengo aquí. Mi vida anterior se ha diluido entre las grietas del asfalto, opacada por las luces de una ciudad eléctrica. He quedado reducido a solo ser cuando estoy en la mente de los demás. Observo a mi alrededor y escucho sus pasos. Ruidosos, callados. Trepidantes en sus ocupaciones mundanas, aunque pisando indiferentes sobre mis memorias, pretendiendo ignorar mi existencia. Pese a ello, respiro. Miro sus pies sucios arrastrarse por encima de mí. Oigo sus voces amortiguadas por decenas de metros de aire y tierra, de oscuridad profunda y húmeda que gotea en las oquedades de esta tumba. Un manto de susurros que sugieren mi nombre en mil idiomas distintos, que maldicen mi genealogía. Sueño visiones de guerra y sangre, fuego y destrucción. Impotente, abro los ojos y veo la sombra de los pasos de mis verdugos, el reflejo de mis pesadillas antiguas y recurrentes. Caminan sobre mi tumba, mi guarida infernal donde todo se consuma. Abro la boca y la noche me inunda, me llena; resignándome a amar este frío, esta vaciedad, esta nada. Solo puedo escuchar sus pasos, pasos que se alejan más allá de mí, hasta un mundo tecnológico donde yo ya no estoy. Solo soy en las mentes, buscado una llave para mi prisión.
Tengo un fortísimo dolor de cabeza, el cuello parece que no soportara su peso. Miro al rededor y todo parece indicar que estoy en el garaje de algún centro comercial o en un subterráneo. Justo encima mío puedo ver un pasillo de alguna especie de material acrílico que permite el paso de la luz y ver el rastro de los transeúntes sobre él.
Toco mi cabeza. Estoy sangrando. Escucho crujir el acrílico. ¿Es mi imaginación? de pronto las huellas comienzan a hacerse una sola y escucho un fuerte estruendo que viene de arriba y acompaña cada movimiento de la sombre gigante. El acrílico cruje nuevamente. El espacio donde estoy ha cambiado de color y empieza a hacerse pequeño, las paredes parecen querer aplastarme. Intento mirar mis pies y noto que no puedo hacerlo, no están. Ahora está claro, todo es un sueño, en mis sueños nunca encuentro mis pies.
Me esfuerzo en despertarme mientras sigo escuchando el acrílico ceder ante lo que sea que de forma a esa sombra gigante en él. Mi corazón se agita, estoy sudando y apretando los puños fuertemente. Debo despertar. El acrílico termina cediendo y los pedazos del mismo vuelan hacia mí. Me cubro la cara y miro al otro lado. Nuevamente ese ser que aparece en mis sueños, nuevamente esa gran masa que por alguna razón lleva mi rostro e intenta devorarme mientras veo como toma a la gente a mi alrededor como bocadillos y estos me miran con odio. La masa me alcanza, estira el que parece ser su brazo y lo pone sobre mí.
Abro los ojos agitado. Me duele la cabeza y estoy sudando. Me siento en la cama y me miro al espejo. Del otro lado, una masa gigante con mi rostro sonríe. Miro hacia abajo esperando no ver mis pies, pero esta vez están ahí.
COFFEBREAK
Aquí abajo el tiempo transcurre deliciosamente lento, pesado grillete. Existe el espacio para desmenuzar, para sorber y saborear. Arriba la luz, la discusión en pleno el movimiento azaroso; el impacto de los pasos resuena sobre nuestras cabezas, impreso reporte basado en el minucioso registro del detalle. Abajo también cultivamos el arte del detalle. Sólo una capa de cristal nos separa, gruesa o delgada al fin cristal, tú me entiendes. Pero al menos aquí abajo nuestra voz tiene destinatario, eco y rugido. Nosotros sí nos vemos a los ojos.
Arriba el miedo, la ambición y codicia, abajo el feedback, la “colmena tranformer” del conocimiento experimental, la piel cálida y húmeda, el resuello, el sentimiento. Arriba el frío acero del éxito, la soledad detenida. Abajo la panorámica de la contemplación, el testimonio del momento. Como decía mi buen amigo Jorge México:¡a mí diviertanme… desde aquí los veo! Entonces la alarma del celular nos regresa al momento presente, el descanso ha terminado. Nos acicalamos, nos ajustamos las prendas, nos acomodamos el cabello, ponemos cara de circunstancia y salimos con papeles en mano despacio, de nuevo al bullicio de la oficina.
El suelo de cristal
A veces miro hacia arriba y les veo a través del suelo de cristal. Contemplo sus sombras. Ellos pasean tranquilos, imperturbables, sin reparar en nosotros, los de aquí abajo, que debemos protegerles. Viven sus vidas sin preocupaciones, como si todo fuera fácil. Aquí batallamos a diario, sufrimos, quedamos destrozados.
Sólo espero que el suelo de cristal se agriete, que alguna vez se rompa. Quiero que caigan aquí abajo. Entonces sabrán lo que es la lucha, lo que es la vida.
Eso será mañana
Como si flotara en el vacío, Selma recorrió apresuradamente el pasillo de cristal sobre el que tanto le gustaba caminar siempre que visitaba al aeropuerto. Lo hacía muy seguido, lo de venir al aeropuerto y pararse sobre el cristal. Ni aún trayendo minifalda le importaba, el vidrio era opaco y sólo traslucía la planta de los pies. Al día siguiente volvería, esta vez para abordar el vuelo a Caracas e irse a casar con Alejandro, un delicioso primo lejano que la vino a ver hace tres semanas y le propuso matrimonio tan sólo al cabo de unos días. Ella por supuesto no tendría que decirle nada de su pasado, era hermosa, la amó en cuanto la vio y tenía todo el derecho a ganarse la vida.
Pero eso sería mañana, por lo pronto tendría que trabajar y se dirigió a paso voluptuoso hacia la puerta de llegadas internacionales. Llevaba un letrero preparado en el que se leía en vistosas letras rojas el nombre de un sujeto en libertad y con el suficiente dinero en el bolsillo. Otro desconocido con quien tendría que irse a la cama tan pronto como esa misma tarde. Selma sonrió, aligerada por la ilusión de su agradable retorno a la patria y todo el tiempo repitiéndose: “eso será mañana, mas hoy, después de todo, ¿por qué no un cliente más?”
LA NOSTALGIA DEL SUBTERRANEO
En raras ocasiones he visto cosas que me han simpatizado, extrañado e incluso sorprendido pero nunca lo que me paso aquella vez que en un pestañeo aparecí justo en el momento exacto. ¿Habrá sido el destino? ¿La suerte quizá? o probablemente un mensaje misterioso que la vida misma me dio para darme cuenta de algo y ¿Qué es ese algo? el punto es que me encontré en el lugar apropiado ¿por qué digo esto? ¿Qué sucedió? la verdad; quisiera considerar que el destino me puso allí porque era el momento de empezar un nuevo camino.
Es extraño como las cosas sin desearlas; sin pensar ni un solo instante en ellas, llegan cuando lo deben hacer. Una bella dama caminaba diariamente por el mismo pasillo que yo, jamás me había detenido a observarla pero cuando me di la oportunidad supe que las cosas cambiarían, las luces del pasillo que por cierto este daba al tren subterráneo que siempre tomaba para llegar al centro de la ciudad, dejaron que mis ojos se saciaran de la fisonomía de esta mujer. Con un abrigo muy caliente y acogedor, ocultaba su ser interior pero su rostro no era nada discreto, los labios, pequeñas curvas rosadas, se movían de un lado a otro sin parar porque en su mano yacía su celular, por la expresión de su ceño concibo que estaba angustiada, su piel palideciéndose con el fresco aire que soplaba alrededor de nosotros y sus ojos que cuando sus glúteos por fin tocaron una banca opuesta en donde yo estaba, se detuvieron en una dirección fija hacia mí. Extrañamente sus labios se deslizaron formando al final una perfecta curva que como sabrán, era una sonrisa.
¿Por qué me atreví? ¿Qué impulsó a mi corazón a hacer lo que hice? ¿Qué motivo tenía para adentrarme en esta aventura sin final feliz? como un estúpido me deje llevar y cuando me acerque a ella fue cuando la verdad surgió: Una barrera se interponía entre mi destino y yo que mientras más me acercaba menos la podía ver, entonces supe que se trataba de un truco extraño, yo la veía y ella lo hacía también pero de formas muy distintas cuando estábamos muy cerca, la veía hacia abajo y ella me veía hacia arriba, de pronto mucha gente apareció caminando alrededor de mí, supongo que ella vio varios pies moviéndose.
Creo que todo había terminado cuando ¡la gente me llevaba y ya no la veía!, ¡jamás la volvería a ver!; era verdad que me había sonreído a mí, pero mi vida había terminado hace unos minutos cuando el tren que me llevaría al centro de la ciudad para ver a mi hermosa esposa, que era ella, y a mis adorados hijos, se había descarrilado y me había dejado muerto. Quizá esto haya sido tiempo después pero la verdad es que mi esposa desde la tierra me sonrió y me dejo partir.
Comunicación. El circuito del habla. Uno mismo llega a ser su propio escritor; uno mismo llega a ser su propio lector… uno mismo llega a ser su propio juez. Está en el lector tomar la decisión de internarse en el laberinto llamado texto; ese tejido de complejidades y simplezas; arriesgando así, incluso, la propia vida o la salud mental. Y llegará el punto en el que el propio laberinto muerda al lector –momentos de desesperación– o se lo coma por completo. Tomar la decisión de internase en un laberinto es estar consciente de ser paciente… y así sobrevivir.
Escribir llega a ser un callejón sin salida: no te queda más que escribir.
Someto a la aprobación de la sociedad de la media noche el siguiente texto que ha sido intitulado:
Nébula
A altas horas de la noche, ellos. Los insomnes pululan. Sus pensamientos en una urdimbre de imágenes que transitan de arriba abajo y por todos lados. Las puertas que se abren y cierran; y la atmosfera con aroma de café. Los insomnes divagan.
Durante el día llega haber un ruido repulsivo creado por esa raza de los humanos, pero en la noche hay una quietud por parte de la naturaleza que dulcemente es capaz de abrazar. Me gusta percibir que cuando Borges se refiere a una biblioteca como paraíso es en parte por el silencio que brindan las mismas para poder leer a gusto.
La noche es una bella mujer. Disfruto de una taza de café a partir de aquella cita en la que ella me invitó a pasar; hubo romance y el acto sexual fue una delicia… y es que todo fue tan real…
Beber café no permite el sueño o ayuda a su conciliación. Camino por el pasillo y un cuadro hace la invitación para salir al jardín. Lewis Carroll observando una partida de ajedrez; por un lado la sonrisa de un felino que aparece y desaparece; por otro lado un conejo que porta consigo un reloj con leontina.
¿Qué es el tiempo? ¡Cómo responder ésta pregunta si tan sólo somos un fragmento!
[Nature Boy]
CNCA
Fíjese usted que no es tan malo, realmente tiene sus ventajas, una de ellas por supuesto es el aislamiento, para alguien como yo, el no tener que saludar a las personas ni mirarlas a los ojos es lo mejor que le puede pasar. Por otro lado, el sol siempre ha sido una molestia, sus impertinentes rayos lacerando la piel es algo que no puedo soportar.
Al principio no me creí la oferta del empleo, pensé que me jugaban una broma, después me explicaron que me habían estado observando y que mi casi nulo contacto social me hacia el candidato perfecto para el puesto, y después de una breve pero intensiva capacitación, estoy aquí, mañana de hecho cumplo cinco años de pertenecer a la Comisión Nacional de Caminos Andados (CNCA); sí, ya sé que no le suena, lo que pasa es que somos una institución de bajo perfil, pero no crea que por ello poco importante, mi trabajo contribuye al orden social, por ejemplo, ¿quién si no yo puede identificar cuando alguien anda en malos pasos para que se le regrese al buen camino? ¿Recuerda esa frase de dominio popular que asegura que el asesino siempre vuelve a la escena del crimen? pues bien, yo soy precisamente quien le da seguimiento a esos casos, sabemos que los criminales tarde o temprano retornarán al sitio de la fechoría y serán atrapados. La misión de esta institución tiene una trascendencia que usted no se imagina, somos los encargados de evitar que los muertos recojan sus pasos visitando los lugares que les eran comunes en vida, ¡imagínese el caos! afortunadamente en la CNCA les organizamos un itinerario que les permita ir solamente a los lugares que les fueron más significativos para que no interfieran con las actividades de los vivos. Le confieso que me quiero jubilar aquí, ya tengo todo planeado a pesar de que falta mucho para ello, estará de acuerdo conmigo en que si hay alguien que no da un paso en falso, ese soy yo.
CEROS Y UNOS
Tengo miedo, siempre investigando, estudiando, buscando, intentando encontrar el código perfecto, la línea que cambiará a todas las demás, esa línea que simbolizaría el eslabón que unirá toda la cadena hacia la dirección correcta, bajo el cobijo de los servidores poniendo un orden en el Big Data, poder encontrar el significado perdido de nuestra vida en esta nueva era de apertura tecnológica, dar de nueva cuenta sentido a nuestra existencia, todo ese estudio he indagación me colocaron aquí, en este estado, alimentado por tubos y estabilizado con pastillas, solo mirando, o creyendo que lo hago, ¿pero cómo? Si mis párpados están cerrados, ¿cómo entonces la visión de esas imágenes que como espectros se mueven?, ¿cómo entonces veo esas siluetas que bailan en una coreografía en la que pareciera que intentan rasgar una especie de tela translúcida como sacadas de algún vídeo musical?, ¿serán reales o solo un eco que reverbera desde lo más profundo de mi memoria? ¿O será que esa línea final de código por la que tanto luche está funcionando por fin y mi cerebro ya dentro del Big Data está indexando mis memorias? ¿Y esas imágenes son una manera poética de mostrar una recompilación de código? ceros y unos uniéndose en las entrañas del mainframe. Tengo miedo, no sé qué prosiga, ¿la desconexión o la fusión? ¿La liberación de mi conciencia? ¿La expansión de la misma? ¿Es lo que esperaba al utilizar LSD con la esperanza de poder abrir mi mente con la finalidad de facilitar el descubrimiento de él código? ¿Es que ahora lo he conseguido y este terror que experimento al contemplar esas siluetas es solo una alucinación barata, y estoy en espera de que se corte, o en el peor de los casos solo el arribo de los paramédicos?
He dejado de ser el hombre y me he transmutándome en un componente, parte de esta máquina que me fuerza a respirar, no recuerdo cuando llegue a este punto, ni cuánto tiempo llevo conectado, o cuánto tiempo dedique a la búsqueda de esa respuesta.
Fragmentos de memoria me indican que previo a esta situación fueron noches sin dormir, días desgastantes sin llevarme alimento a la boca, solo buscando ese código final, no sé si fue suficiente el esfuerzo, mi cerebro en este punto no atina ha comprender.
Tengo miedo, las siluetas regresan, han desgarrado esa tela transparente, siento su tacto, creo que están apagando la máquina, comienzo a ver el código que corre frente a mí, veo las líneas en las cuales miles de caracteres en color verde sobre un infinito fondo negro corren despavoridas, ¿se estará aclarando mi mente?, de ser así, entonces todo fue correcto y el código funciono. Espero vaciar todo mi ser, recuerdos y memorias dentro la red con lo cual comprobaría que todo fue correcto y mis dudas se irán pues tuve éxito, espero que todas esas líneas se unan y compilen de manera correcta, espero que terminen a tiempo y me liberen hacia el sistema, que el nuevo Dios me recoja y me lleve a su reino, a los confines del Big Data.
Quizas si hubiera hecho el esfuerzo de terminar mi carrera no estaria asi, podria estar cuidando ancianos en alguna institución del gobierno, cobrando el doble por lo menos, pero no yo me queria independizar y tener a esos tres idiotas buenos para nada y ahora heme aqui limpiando las cloacas de este desagradable cogollo del consumismo mirando como ironicamente caminan sobre de mi.
Bajo la luna
¡Un dos tres por la desidia de Dios!
No me gustan las comparaciones pero creo que somos mejores que los de arriba. Yo no recuerdo la pelea ni la división, cuando nací todo ya estaba así.
Todo aquí gira entorno a: ¿que estarán haciendo los de arriba?, o el típico: ¿porqué ellos tienen que estar arriba?
Dejé a mi familia adoptiva hace ya ni recuerdo cuanto por estar tan concentrado en buscar el modo de subir.
Tendrán que esperarme, sé que me están esperando y lo esperaremos, llevamos esperándolo y estudiando a los de abajo desde siempre. Sabemos que estudian nuestros pasos, como ellos saben que estudiamos el andar de sus cabezas como balones subterráneos.
Porque ellos tienen que ser los de abajo…
“En nombre de Dios, ¡tíbicos!”
-pregonero del centro
Con esta moda del bienestar, comencé a tomar tíbicos y se me hizo una adicción. Dicen que son un gran desinflamante, y como soy depresivo… mejor dicho, padezco de depresión crónica, me dijeron que me podrían ayudar. Que hay estudios de un japonés que demuestran que la depresión es, a final de cuentas, una inflamación: que tiene todos los síntomas. Pero no se los recomiendo, verán: lo intenté todo. Primero, ya saben, fue el alcohol y las drogas, desde chico. Viví en las calles. Un día, allá por la colonia Roma, Marco Aurelio me contó su historia; me dijo que también había sido teporocho y que había entrado y salido del infierno varias veces, hasta que “Dios le enseñó”. Pero él no fue el que me los dio. Aunque me hizo recobrar la lucidez, por un tiempo. Tampoco fue mi amiga Lulú, que en paz descanse. Me dijo: ¡Necesitas litio! Y entonces me dio por el litio… ¡Igual! Me sirvió no más un rato. Fue cuando se murió que yo creo que me enojé con Dios. Volví a caer en lo mismo. No, peor: Caí, no hasta el fondo, sino hasta el centro; ahí los conocí, a medio camino… en la iglesia de San Francisco. Les explico: Es que me volví chemo. Una vez me desperté tirado en la banqueta, muy temprano; era domingo, porque no había nada más que puro silencio. Vi una niñita radiante. Me dijo: ¿Qué te pasa? ¿Estás enfermo? ¡Ten! Y me dio un vaso de cristal con un menjurje que me supo a gloria, como a tepache frío. Le pregunté: ¿Qué es? Y me dijo: ¡Tíbicos! Cuando supe, ya no estaba… me sentí tan bien que de ahí en adelante, en vez de chemearme, me la pasé tratando de averiguar qué era eso, para conseguir más; me dijeron que en esa misma iglesia los regalaban. Toqué a la puerta y les conté mi historia: dijeron que estaba bendecido por la madre teresa. Me dieron mis tíbicos. Me explicaron cómo cuidarlos. Y, lógicamente, me volví adicto. Por andar tome y tome tíbicos, me conseguí una vida, me volví ellos, o mejor dicho: eso, porque eso es uno, tú, si ya tomaste tíbicos, o sea: yo. ¿Comprendes? Vengo desde el Tíbet, al otro lado del mundo. Comencé mi viaje cuando Juan Diego y apenas llegué. Agarra la onda de que es horrible, de que ser todos esos es como no ser nadie. Conozco esa imagen, ahí estás tú: es la esquina de la Calle de Condesa y Ave. Juárez vista desde abajo. No más una pegunta: ¿por qué dicen que la madre Teresa es de Calcuta?
Veía carituras por la madruagda en la sala de su casa, tras la ventana unas pisadas de un animal grande y enfadado se escuchaban; encogió sus piesitos y en cuanto pudo buscó resguardo en la cama ausente de su madre. Se echó encima 30 kilos de cobijas y abrazó con fuerza el olor de su mami que yacía en la almohada. No había mejor defensa contra las apariciones nocturnas y el animal enfadado lo sabía.
E
Era un niño de diez cuando se me ocurrió aquel suceso insignificante que marcó mi vida. Me pareció maravilloso cuando me enteré de que los japoneses escogen las piedras más simples para darles un significado místico, porque eso era precisamente lo que yo había hecho con uno de mis insignificantes días. Pero aquella vez que lo supe (diez años después), no lo relacioné con el suceso infantil en cuestión. Si ahora lo hago es por la eminente conjunción de sapos, víboras y raíces que comienzan a colonizarme la garganta.
Necesitaba pensar en algo cuando la señorita que vocea los asuntos de las once por fin graznó. Mi abogada dijo que podía quedarme sentado y esperar a que ella lo arreglara. Esos seres grises y relamidos que paseaban por los pasillos, habían dejado el cuerpo en el armario; eran pura sombra.
“El deber ser” pronuncié en voz alta sin darme cuenta. Una sombra me aventó uno de sus reojos y volví al mutismo. Año y medio en ese asunto de la demanda me volvió condescendiente; era eso o ser parte de un show de circo homenaje a Kafka.
Volver al recuerdo y macerarlo; rasgarlo, hacerlo migajas y luego devolverlo intacto. Ni traumático ni enterrado: puro sol. Una luz eventual que se volvió parte de mi vida porque así lo decidí desde aquél momento en que me dije a mí mismo: recordaré este día por el resto de mi vida. Mi primera decisión realmente trascendente fue recordar un día cualquiera. Soleado, pero nada especial. Nada especial excepto porque ahora lo evoco constantemente y a voluntad; en temporadas altas cada tercer día, en las bajas cada dos meses.
Allí viene mi abogada con sus pasos de cordero a dudar de mis declaraciones o a decirme que pospusieron de nuevo la demanda. Que le pague de todos modos. Y yo estoy convulso en un montón de días que es uno sólo, devorándome las sombras con mi resplandeciente secreto, mi día soleado, el recreo, y la maestra mirándome almorzar vacío; mirándome mirar a los demás niños jugando escondidas o resorte, futbol, pensando que estoy triste y solo y que no sé hacer amigos. Que no sé defenderme del mundo. Me compadece. Me dice que perderé la demanda y el tiempo. Pero yo estoy aquí parado, a la edad de diez, bajo una cornisa de lámina, haciendo trascendencia sin mover un solo dedo.
Y pensar que lo ultimo que vere en mi vida sera este cielo, viendo a las personas caminar sin saber ni importarles el apuro en el que me he metido, pues claro el mundo es frio y solo, un dia eres un gerente de hotel, y al siguiente eres un perro que es arrastrado hacia su muerte, estos dos enormes tipos que me arrastran despues de romperme la nariz y estoy seguro que unas cuantas costillas tambien, solo me queda reir, una disculpa no arreglara nada, jamas lo hace pero aun asi las personas siguen diciendolo con la esperanza de que sus errores sean absueltos, la alfombra es muy suave, pero nadie se acuesta para notarlo, solo caminan sobre ella, al igual que caminan sobre las cabezas de los mas debiles y esta vista vallaa que me hace sentir tan debil, tan estupido.Nota personal: nunca trates de ayudar a nadie.
Síndrome de Estocolmo
Estamos esperando a Antonio .Puedo sentir como observa desde el sótano nuestros pasos sin dirección, sobre el piso transparente. De repente aparece ante el grupo lo imagino con máscara de cuero negro _ En orden uno por uno, como va : Tu Luisa hoy no hablaremos, demasiados problemas no se corrige hoy. La que sigue, saca su herramienta afilada de punto fino, debemos incidir en este punto, y aquí,- la tinta corre mutilando párrafos completos – Los puntos suspensivos son inútiles de mal gusto, no tiene ninguna función, debemos extirparlos. Solo son rescatables algunas frases, tus personajes no se pueden sostener en pie si los hubiéramos visto cuando empezaban a formarse quizás podríamos hacer algo por ellos, pero ahora definitivamente tienes que dejarlos ir. El que sigue, estos chiquitos son los que más lastima me dan, no tiene futuro definitivamente. La que sigue, déjame tu trabajo los usare apara reírme cuando fatigado tenga que tomar un descanso, pero para publicarse ni lo sueñes. Vamos cayendo uno a uno, manchas de los cuerpos cortados , inundan la sala, esto ha sido una masacre como todos los lunes, quedamos heridos con marcas profundas, pero toda la semana trabajaremos para este momento, paras ser torturados entre estantes de libros y sentirnos vivos por unos minutos.
Otra noche más, iba de pasillo en pasillo, tratando de encontrar un suspiro más entre personas que querían ser salvadas, cuando por dentro ya estaban muertas. Notaba sus rostros, largos, pálidos, podría jurar que hasta sentía el frío que corría dentro de su ser.
Mire arriba y ahí estaban ellos, la suela de sus zapatos marcadas en los vitrales del hospital, de un lado a otro, esperando la noticia, salvando vidas en quirófanos, mientras que ellos no podían salvar la suya.
CIUDAD VERDE
¿Sucedió antes o después de leer aquel libro? No lo recuerdo bien. -Corre, corre me gritaron, se está acercando. Teníamos varios días huyendo del rugido que nos perseguía a través de los callejones de nuestra amada ciudad verde cuyas cambiantes relaciones en sus estructuras habían empezado a truncarse como fantasmas en sombras. Recorríamos callejones ciegos. Ir, venir, regresar, una y otra vez. A lo lejos distinguíamos las verdes torres que se erguían orgullosas en el centro. En silencio caminábamos y el tiempo transcurría en una simétricamente recortada floresta que cada día se expandía más haciendo surgir nuevos retos. El cielo impasible nunca mudó de color. Al día no le seguía la noche y las enormes paredes de setos se fueron multiplicando sin fin. El viento arrastrando inefables sonidos nos clavaba sus miles de alfileres. En los momentos de calma escuchábamos el pasar de las hojas de un libro. El último rugido nos sobresaltó y frente a nosotros apareció el visitante isabelino para leer su sentencia: hombres despierten, sombras, espíritus desnudos vagando en la inconsciencia, libérense insensatos, allá afuera los espera una larga serie de precursores y el mundo clama por ustedes; vengan, vengan.
Embriagados de promesas e ilusiones lo seguimos, y al salir tras el cerrarse para siempre las puertas de espeso follaje, lentamente fue muriéndose el rugir hasta quedar en un lamento, mientras ciudad verde se desintegraba como polvo de estrellas.
[…] ganadores del concurso de este mes son Patricia Richmond con su cuento “Los recuerdos que viven en el tejado” por su prosa y la forma en que construye toda su anécdota a partir de una sola frase, y Héctor […]