Este sitio convoca a su concurso #107 de minificción (o microrrelato).
Los interesados en participar pueden comenzar observando la siguiente imagen:
Instrucciones:
1) Suponer que esta imagen representa un instante de una historia.
2) Imaginar cuál es esa historia: qué está pasando allí, qué momento se anuncia, por qué, quiénes están presentes, qué hacen. No se trata de explicar la imagen, ni de escribirle un pie de foto, sino de tomarla como punto de partida para imaginar una historia propia.
3) Escribir la historia, en forma de cuento brevísimo (minificción, microrrelato; el nombre es lo de menos), en los comentarios de esta misma nota.
El o los textos ganadores recibirán un trofeo virtual y serán seleccionados considerando la opinión de quienes decidan opinar. La fecha límite para participar es el 29 de marzo. Quedan invitados.
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Jimena no podrá nunca decir que nuestro amor fue un seco trobellino
Parada en el filo de la cornisa y la desesperación dibujada en su rostro, Bertha sintió que el viento la invitaba a saltar. Ni siquiera se acordaba cómo había trepado hasta ese lugar, ya que estaba bajo el influjo de una insondable tristeza que no la dejaba pensar con claridad; en su mente solo aparecía el hombre que amaba besando a otra mujer. De súbito se dio cuenta que era inútil morir por alguien que no la merecía, pero un resbalón le hizo dar cuenta que era demasiado tarde.
La tarde en que él se negó a hacer el amor con ella por orgullo, fue fatal: murió ahogado cuando ella abrió sus piernas; ella por fin durmió tranquila aquella noche.
Atrapado entre gigantes, inmortales, presente, pasado y futuro, lo observaban. No pudo contenerse más, él, el gigante de concreto comenzó a disolverse entre ellos.
Era la tercera vez que, Amada, redactaba el mail, la incertidumbre y el enojo la obligaban a dar «delete» casi al mismo tiempo que escribía. A quien corresponda: Solicito un reembolso y hacer válida la garantía, se que desee una casa tan limpia como los Establos de Augías, pero creo que se han pasado un pelín, ahora mi piso es lugar de reunión para bañistas y bueno, una necesita privacidad. Les suplico de la manera más atenta se sirvan hacer los ajustes pertinentes, el servicio no esta a mi plena satisfacción. Quedo de ustedes a sus ordenes. Dio «send» y al momento todo había terminado. Despertó inundada hasta el dormitorio, empapada y sorprendida, mientras sobre el colchón caía llevada por la cascada hacía la calle. Está vez la alarma no sonó.
Información Bitacoras.com
Valora en Bitacoras.com: El concurso de cuento brevísimo de este sitio está abierto nuevamente durante todo el mes de marzo.
Una gota
Empezó con una gota. Con una gota bastó, es decir, porque no fue una gota aislada la que desencadenó el caos: fueron muchas. Pero hubo una primera, eso fue claro. Lo demás, confuso. Un poco siniestro también. Y rápido, sobre todo, porque no hubo apenas tiempo de reacción. Luego de la primera gota todo fue borroso, de hecho, como si las acciones se separaran del tiempo, como si de alguna manera se rompiera toda relación de tiempo y de espacio sin que yo, que estaba justo frente a ella, lo notara. Un pestañeo, una gota, y de pronto todo fue una gran tormenta de lágrimas escapando de sus ojos, resbalando por su cara, acariciando el cuello, empapando el vestido. Intenté consolarla, recuerdo, intenté minimizar lo que acababa de decirle (idiota, pensé: debería haber sabido que el descubrimiento de mi desamor no podría ser recibido con tanta calma), decirle que igual me importaba, que igual ahí estaría para ella, que igual… tonterías, en fin, todas esas tonterías que uno dice cuando acaba de romperle el corazón a alguien y no quiere acabar como el malo de la película. Dudo que me haya escuchado, de todas maneras, porque lo único que hacía era deshacerse en lágrimas, volverse llanto, volverse agua. A mí todo se me volvió borroso: intentaba calmarla, consolarla, rescatarla y, sin embargo, me hundía con ella. Recuerdo vagamente abrir la puerta, pedir ayuda. Alguien abrió una ventana. Me asomé a tomar aire y luego volví. Recuerdo ver todo borroso, todo inundado; recuerdo sentir que era mi culpa, que ella se estaba ahogando en su pena y recuerdo también pensar que, paradójicamente, iba a acabar ahogándome en ella también yo.
EL PINTOR
Estaba en su santuario. Los bártulos y su nuevo lienzo lo tenían enajenado. Esa noche terminó el cuadro con la pincelada final que ofrecería el soplo vital a la pintura. En su paroxismo, se durmió observando la obra.
Cuando socorristas y bomberos lo abrieron, el apartamento, estaba seco, los grifos cerrados. Frente al balcón de la pieza que hacía de estudio, un enorme bastidor sostenía un lienzo donde entre verdores y rocas nacía una cascada. Estupefactos al darse cuenta de dónde fluía la violenta caída de agua sobre el edificio de diez pisos, no se percataron del pintor que entre brochas y manchas de pigmentos, yacía quieto, empapado, contraído a un costado del balcón.
Hermoso tu cuento, felicitaciones. Yo te daría de inmediato tu premio. Espero que sigas escribiendo de esta forma porque lo haces muy bien.
Muchas gracias
Mutación.
Su pasión por el agua era extrema, su orgullo mayor cifraba en la colección de motivos marinos a lo largo de la vida. Su ritual, entrar a la bañera.
Esa noche se sintió flotar dentro del líquido amniótico, ingrávida, serena en el seno materno.
Despertó cascada.
VEHEMENCIA
La amaba profundamente. Esa noche deseó ahogarla con su entrega, llevarla de la pequeña muerte a la resurrección gloriosa. Deseó inundarla hasta con su última gota de sangre. Lo hallaron disecado sobre un hendido colchón de agua.
LA VENGANZA
La ciudad con sed, exigía control en el uso del agua. Nadie hacía caso, consumían el líquido vital indiscriminadamente hasta que agotaron las reservas.
Aquella mañana los vecinos despertaron por el ruido de un torrente, fluía desde lo alto de un edificio. Corrieron a beber, mojarse, capturar el agua con lo que podían. Grande fue su sorpresa al comprobar que ese claro y transparente surtidor, sabía a orín, olía corrompida, era salobre. Algunos pregonaron que era un castigo, otros quisieron llorar pero no tenían lágrimas.
RECURRENTE
La mira hacer su maleta. Le ruega, nada la detiene Pasmado siente sus pies de hormigón al recordar su amenaza, los empujones, el estrépito de la ventana rota.
De nada sirvieron conjuros, exorcismos, derribar la propiedad, construir otra. Cada madrugada, a la misma hora, en el mismo lugar se escucha ruido de de vidrios rotos, un grito desgarrado… y minutos después, el estallido de un disparo.
Se han realizado todo tipo de investigaciones. No hay evidencias de alguna tragedia.
Recurrente II
Hace algunos días, y sin hacer caso de habladurías sobre cierta maldición del pasado, un matrimonio decide rentar el departamento de un edificio moderno que ha permanecido vacío por mucho tiempo. Está muy económico. Felices, esperan un futuro venturoso.
El edificio Shell ya no sería el mismo. El complejo comercial Park Way se preparaba para un gran evento. Pronto llegaron los carros de bomberos y con sus grandes mangueras comenzaron a realizar el lavado de los ventanales. La espuma escurría por la fachada del edificio Shell, y luego, por la de todos los demás edificios del complejo, llenando de jabón y enjuague el aspecto de estas viejas construcciones. De pronto todo comenzó a tomar una nueva cara; se respiraba limpieza y pulcritud. El Park Way se iba embelleciendo, sus jardines arreglados, los edificios lavados, la basura recogida, pues en pocas horas se iba a recibir la visita del aspirante a la presidencia, George Power y su comitiva.
El despliegue policial era enorme, con cordones de seguridad alrededor del Park Way. La primera en llegar sería la prensa. El partido demócrata tenía mayoría en las elecciones y era muy probable que George Power ganara, pues tenía el apoyo de las minorías. Se respiraba en el país un aire de optimismo y renovación. Miles de electores y partidarios del candidato fueron llegando, llenando la plaza central. La prensa llegaba en pequeñas camionetas y las cámaras no se despegaban de toda la logística del evento. La tarima estaba lista y había un presentador haciendo la emisión televisiva. Había otros funcionarios de gobierno que acompañarían al candidato. La mañana era calurosa, pero esto no impidió que unas 500 personas llenaran la plaza del complejo comercial, a pleno rayo de sol.
Hacia las 3 de la tarde, después de varios discursos de funcionarios locales se anunció que George Power estaba en camino. La tarde caldeaba los ánimos de los presentes pero así mismo crecía la expectativa. El pueblo ansiaba escuchar a su dirigente y las propuestas que eran tas esperanzadoras para el futuro de la nación.
A las 4 de la tarde llegó George Power. Fuertemente escoltado y acompañado de su comitiva, todos seguidores del partido demócrata. Todos tenían la camiseta con la insignia de la paloma blanca con líneas azul y rojo. Una multitud de personas vestidas de blanco se avistaban a lo lejos. El alcalde de la ciudad, presente en la tarima llamó a subir a unos adolescentes estudiantes que soltaron un montón de palomas que volaron libres hacia el cielo, como símbolo de libertad para todos los grupos étnicos de la nación. Un gigantesco aplauso reventó al unísono retumbando en toda la plaza y animando a los presentes. Después del emotivo recibimiento, George Power dio inicio a su discurso.
Hacia el costado occidental de la plaza central del complejo comercial se erigía un viejo edificio de apartamentos, vetusto y descascarado. En el tercer piso, un hombre vestido de negro se agachó por entre dos macetas en el balcón del apartamento, armado con su fusil AK-47 y apuntando directo a la cabeza del candidato, disparó.
EL VERANO MÁS EXTREMO
Las personas que caminaban arrimadas a los edificios de la calle once, en Manhattan, en busca de sombra, nunca se imaginaron la feliz cascada que caía del décimo piso de uno de esos edificios, precisamente en momentos en que nadie tenía agua. Cuando -regosigados-, se acercaron para refrescarse, comprobaron que era un espejismo.
¿Stéfano?.. ¿STÉFANO?.. ohh, Stéfano… ¡Stéfano!.. ¡¡Stéfano!!. ¡¡¡STÉFANO!!! S T É F A N O
Supuse era la fuente que se rompe, el parto y, cerré los ojos. La imagen, los edificios, mi altura; todo cobró sentido en ese instante. Soy una gárgola, que tarde me di cuenta.
Fluvial.
Ninguna explicación había resonado en la habitación, entre la fiebre de la confusión y la fuerza de sus piernas, llego el de figura gallarda. Cielo azul. Piel de luna. Danzaban en su frente la alegoría de sonrisas, muecas torcidas, cuencas llenas de hipocresía que perturbaban. Con las manos levantadas al suelo, densidad en aire, pupilas dilatadas y parpados caídos. Sin compasión, sin comprensión. Su vida se le fue en llanto.
–Soñé que caía agua desde arriba del edificio –dijo él, sorbiendo el café ya frío–. Como una cascada.
Ella sonrió, como con burla, y vació un poco de aceite para freír los huevos.
–Siempre con tus cosas raras –dijo al fin.
–Serán raras, pero algo querrán decir.
–Pues sí, quiere decir que estás como loquito –dijo ella. Cogió un huevo frito y lo depositó en el plato de arroz de él. Se retiró hacia el fregadero y comenzó a lavar trastes.
–¿Y tú qué, no vas a desayunar? –dijo él.
–Ya desayuné. ¿Crees que te iba a estar esperando?
Esa fue la última vez que le vio las nalgas. Recuerda que tomó el portafolios y salió a la calle, sin despedirse. No tenía ganas de ir al trabajo, pero ¿a dónde más puede ir un hombre trajeado, a las siete de la mañana?
Miré mi reflejo en el espejo. Todo parecía estar bien ahí. La misma lámpara fea sobre el mismo escritorio estorboso tras de mí. La misma máscara seca en mi cara. De este otro lado, el llanto mojó y deslavó el resto de mis muebles fuera del balcón. Y yo, clavada al piso. Escuché los reclamos de la gente abajo que quedó empapada.
Caminaba al trabajo mientras todo adquiría esa tediosa simetría. Calles rígidas, esquinas afiladas, ventanas de molde. La ciudad reflejaba una personalidad perfeccionista. Me sentía atrapado más que nunca en esa obsesión por el detalle, el orden y la rutina. Sucedió y ya. Un salto de agua originado en la cima de un edificio, me baño por completo.Cayó con rudeza y diluyo con su impacto todo mi ser depresivo.Me quedé allí hasta la última gota. Luego, con cierta vergüenza, di media vuelta y emprendí el regreso a casa. Para distraerme de las miradas ajenas, me enfrasque en un juego de asociaciones y significados ocultos detrás del accidente. Al final terminé anclando esa cascada fortuita con lo que fue tu presciencia meses atrás.
Disculpe, acabo de recibir su mensaje. ¿Todavía necesita un plomero?
Entro en la habitación. Al parecer no hay nadie. Busco en cada rincón del cuarto, y …nada. El ya no esta. Dispersas en el piso pinceles y pinturas. Un caballete cubierto por una sabana blanca. Lo descubro y me quedo extasiada ante la obra de arte, ¡ Es perfecta! Una cascada de edificios simétricamente distribuidos en el lienzo. En un margen inferior, su inconfundible firma. Apenas lo toco con los dedos. Es el adiós.
Ella nunca se percató que en una de las diminutas ventanas de la pintura, el rostro angustiado de un hombre grita en silencio. ¡¡No me dejes por favor!! …aquí estoy atrapado.
Llórame; llórame como nunca has llorado.
Instrucciones de cómo ponerse una gabardina: rápido.
La razón es simple; llevo la lluvia conmigo. Siempre.
Es un momento; ¡ahí está!.. y luego ¡no más!.. Un instante. Mejor no voltear; te lo puedes perder. ¡Ahí está de nuevo!.. ¡Sí, ahí está!.. eso… ¡ya no más!.. un abrir y cerrar… un abrir y cerrar… un abrir… ya me voy… ya me aburrí.
BRAINSTORMING
Aquella mañana el caudal de ideas comenzó a desbordarse y a inundar las diferentes dependencias del edificio. Alguien en la sala de redacción gritó: por favor, dejen de pensar y achiquen textos. Pero ya era tarde, el ciclón creativo se había adueñado de todos los rincones. Las ideas caían a chuzos y arrastraban cuanto encontraban a su paso: sillas, mesas, cuadros, ordenadores, libros de autoayuda. ¿Quién dijo que el saber no ocupa lugar?, comentó ofuscado uno de los redactores antes de precipitarse al vacío desde la azotea. Las ideas engullían a los trabajadores, les ahogaban en un mar de conocimiento. Enseguida llegó un camión apaga-ideas al lugar siniestrado. Varios hombres lanzaron su manguera sobre el torrente de creatividad que huía raudo por las ventanas. Hay que detener esto, antes de que se produzca una catástrofe. El daño podría ser irreparable, gritaban a lo lejos. Las mangueras vertían litros y litros de ignorancia. No penséis, no penséis. Eso hará que se os atrofien las neuronas, gritó el jefe apaga-ideas a sus compañeros. Pero para entonces ya no había nada que hacer. La creatividad había tomado un par de manzanas y amenazaba con engullir el barrio.
Vorágine
Hace unas semanas Raúl estaba harto de su trabajo, desganado y lleno de pesadumbre iba día tras día a la rutina laboral de porquería; cuando al fin decidió mandar todo a la fregada y renunciar, sucedió lo inesperado… ¡conoció a la dueña de sus fantasías, a Jessica, una popular actriz que lo volvía loco y que ni en sus más sueños guajiros creyó poder ver de cerca!
Desde entonces todo mejoró para el joven, pero al poco tiempo terminó la grabación donde su empresa brindaba servicios de catering y como se rehusaba a no mirarla más averiguó donde vivía, además oyó a la “estrella” exigir a su asistente que arreglaran la falla que había en el baño principal.
A primera hora ahí estaba Raúl haciéndose pasar por plomero. Sara, la asistente, le cedió el paso; estando en el baño simuló hacer unos ajustes, e incluso comentó que tardaría en arreglar el desperfecto. Luego Sara se retiró.
De pronto su amor platónico salió de la alcoba, cruzó de largo pegando de gritos llamando a su ayudante, y al no obtener respuesta el joven aprovechó para presentarse; ella hecha una furia, exigió que se apurara, él, inmerso en su belleza asentó con la cabeza.
La famosa le cuestionó si sabía cuál era la avería, él contestó “por supuesto”; acto seguido mostraba algunas herramientas y soltaba una verborrea al estilo cantinflas.
Jessica reiteró:
—¿Sabe o no sabe?—por la cara que puso Raúl se delató a sí mismo.
—¡Llamaré a seguridad!—replicó en voz alta la dama. Él sintió un vuelco en el estómago y reaccionó con torpeza descomponiendo aún más la falla, de hecho, provocó una descontrolada fuga de agua. Jessica resbaló y cayó de bruces; Raúl la ayudó y sonreía como un estúpido, pues la mujer inalcanzable ahora permanecía entre sus brazos. De inmediato se escuchó un estallido, eran las ventanas que daban paso a la gran cascada, eso interrumpió la escena idílica de Raúl. Ambos empapados y en el suelo trataban de sujetarse para no ser arrastrados por el agua, era tanta, que inundó todo el departamento.
Enero 2107:
La primera prueba de teletransportación de agua fue un éxito desbordante.
-¡Lo logró! ¡Lo logró! ¡El viejo loco lo logró! – gritaba saltando desde la esquina mientras observaba el inusual espectáculo.
El joven era ayudante de Smith, “el científico loco” como lo apodaban sus colegas, quienes lo catalogaban como un demente total.
Esa mañana el discípulo no daba crédito a sus ojos. Ya hace más de un año que se incorporó al proyecto de su maestro, “nubes artificiales”, así le llamaba.
Soñaba crear en un ambiente cerrado una tormenta, y vaya que si lo pudo hacer, la lluvia desbordaba el cuarto, una verdadera tormenta creada dentro de 4 paredes, en un cuartucho mugriento donde Smith volcaba sus locuras, soñando con hacer llegar el agua a los lugares más necesitados del planeta.
EL NACIMIENTO
Tenía un deseo desmedido por ser madre. No tenía pareja, pero inexplicablemente su vientre se empezó a hinchar. A las pocas semanas sus senos estaban tan turgentes que empezaron a secretar leche cristalina en abundancia. Tenía una enorme sed y le daban náuseas, vómitos, antojos y trastornos del sueño. Sentía una gran alegría a pesar de su constante crecimiento corporal que incluso la llevó a tener una vida más estancada. Esto no le importaba, su único interés era sentir los movimientos fetales en su vientre como pequeñas olas de mar. Pensaba que su hijo era obra del Espíritu Santo y que tendría buena estrella por nacer en la era de acuario. Todos sus pensamientos fueron desmentidos a los nueve meses, cuando aconteció la explosión de agua y unas horas después un par de forenses entraron a su inundado departamento. Decretaron muerte por ahogamiento. La causa, decía el peritaje: “embarazo psicológico”.
Lágrimas
Comenzó a llorar cuando escuchó los primeros rumores: iban a derruirlo para construir un flamante rascacielos. Pensó que así lograría detener a los criminales. Sólo consiguió que el ayuntamiento apresurara los trámites para declararle en ruina.
-¡Lo logró! ¡Lo logró! ¡El viejo loco lo logró! – gritaba saltando desde la esquina mientras observaba el inusual espectáculo.
El joven era ayudante de Smith, “el científico loco” como lo apodaban sus colegas, quienes lo catalogaban como un demente total.
Esa mañana el discípulo no daba crédito a sus ojos. Ya hace más de un año que se incorporó al proyecto de su maestro, “nubes artificiales”, así le llamaba.
Soñaba crear en un ambiente cerrado una tormenta, y vaya que si lo pudo hacer, la lluvia desbordaba el cuarto, una verdadera tormenta creada dentro de 4 paredes, en un cuartucho mugriento donde Smith volcaba sus locuras, soñando con hacer llegar el agua a los lugares más necesitados del planeta.
Y mientras se peinaba en el espejo, un río escapaba por la ventanita del cuarto de baño.
No para de hablar… te lo juro, no para de hablar; se me hace difícil imaginar que alguien pueda contar tantas cosas… si no para de hablar, ¡no le pueden ocurrir tantas peripecias! Es terrorífico verla, a lo lejos, caminando hacia uno… no hay escapatoria, no hay manera… sería demasiado obvio… no la quiero ofender, no quiero hacerla sentir mal… ¡pero no para de hablar! Y no tengo mayor prisa… pero tampoco quiero enrollarme en la verborrea… ¿cómo le hago?
Al cabo de veinte minutos dije: «mira, cae agua de ese edificio»… se quedó callada. Respiré.
Cada mañana nos perdíamos entre los rascacielos hasta encontrar el nuestro. Ese. El de la lluvia artificial que caía incluso en los meses más secos de la ciudad. A ella le gusta entonces hacer un alto en nuestros recorridos. Me soltaba la mano y se acercaba a las fachadas de mármol falso, hasta irse humeciendo casi sin darse cuenta, con gotas imaginarias que se evaporaban antes de llegar al asfalto. Pero que, aún imaginarias, la mojaban en una danza que tenía mucho de erótico y algo de errático. Su pelo líquido, su ropa transparente en la megápolis de las limusinas y trajes. Yo me quedaba un poco atrás. No quería interferir con la magia de esas mañanitas en libertad. Duraban tan poco, era sólo un instante. Lejos de Cuba, lejos de la Revolución. O no tanto. Porque una vez, terminando un octubre de cielos encapotados y ciclones recurrentes, llovía de verdad en Manhattan. Ella me dijo: «¿Tú también la hueles, verdad? Hoy no es Nueva York, sino La Habana». Y se salió debajo de nuestra sombrilla, un paraguas grave más propio de esas escenas de cementerio con que terminaban las películas norteamericanas de nuestra infancia. Lejos de la isla larga, tan cerca de Long Island. Ella me dijo: «Un día vamos a ser como esas gotas imaginarias que nunca caen. Y otro día vamos a ser nosotros los que caigan en medio de un aguacero cansado». Yo sólo caminé detrás de ella durante el resto de esa mañana. Sabía que no me hubiera perdonado que la viera mezclar su lluvia con las lágrimas de una ciudad extraña.
Hermoso !!!!
Gracias, Virginia.
A la frígida del penthouse la alcanzó el calentamiento global.
¡Muy bueno!
Claro. Algo sexista y machista en el mes de la mujer es considera muy bueno. Vaya sociedad heterocentrista que creen que la frigidez existe y no es consecuencia de su incapacidad de dar placer.
Nada más heterooscurantista que la idea de que el placer se da.
eco-erótica!!!
Éste, éste mero debe ser… Genial.
Su salto se recoge con elegancia en los anales de la suerte por mano propia. Los jueces le dieron la máxima puntuación para una plataforma de tantos metros. Apenas dejó huella en el pavimento. Llevaba el rostro escondido entre los hombros, como una flecha que evita turbulencias ajenas. Eso explica el murmullo inaudible de sus telescópicas fracturas, y la ausencia de cuerpo a la hora de la premiación. Dicen que atravesó las entrañas del planeta para emerger en las antípodas de otra geometría inesperada. Su medalla cuelga y espera.
Locura.
Hace siete días la llave del lavabo dejo escapar esa pequeña gota, insignificante, eso había creído él. Se acercó molesto y apretó con todas sus fuerzas el grifo, hasta que la gota dejó de caer.
Era un hombre obsesivo.
Al llegar a casa, el goteo incesante seguía escuchándose, pero el grifo estaba cerrado esta vez. El hombre sintió una verdadera paranoia, no podía soportar aquel sonidito. Lo que al principio había parecido algo indefenso se volvió una verdadera molestia durante seis días, hasta que ya no pudo más.
Al séptimo día el sonidito se convirtió en algo insoportable, el hombre sintió una presión extraña, como si el mundo se le viniera encima. Fue entonces cuando su cabeza estalló y liberó una gran cascada que inundó las calles mientras los vecinos miraban asombrados.
O eso cuentan las tuberías.
Te dije que no entraras.
María estaba junto al ataúd de su marido, su cara reflejaba una gran tristeza. Siempre había sido una mujer melancólica que lloraba muchísimo, según algunos. El esposo había fallecido en la comodidad de su casa pero nadie, salvo María, sabía la causa.
El marido había regresado después de trabajar, intentó abrir la puerta pero estaba atascada. María le dijo que si eso sucedía no intentara entrar, pero no hizo caso. Al tercer intento la puerta cedió y la gran cascada de lágrimas lo arrastró hasta caer por las escaleras.
-Te dije que no entraras.-y echó el puñito de tierra sobre el ataúd
Nunca pude saber por qué dejaste abierto el grifo de la bañera…
Se rompieron los tubos de hacía tantos años. Comparados con los nuevos de materiales extravagantes y modernos que eran arropados por los nuevos edificios. Éste era viejo y por tanto, las tuberías eran como las venas de una persona vieja en las que la sangre corre lento. El agua llegó al tope del edificio cuando en el piso más alto un hombre abrió la llave para llenar la tina del antiguo baño. El agua fue saliendo en diminutas explosiones a lo largo de los tubos para segundos después escapar con fuerza en forma de chorros que juntos caían por el precipicio que hacía el balcón.
Laura, vertió, desde el último piso, todas las lágrimas de su infancia, para, llegado el momento, volver a llenar la cubeta, con las gotas de su vejez.
Y de pronto estábamos ahí.
Y de pronto estábamos ahí, la razón nunca la sabré. Tú escribías una novela, yo desesperaba porque voltearas a verme. Tú, por momentos te levantabas, mirabas por la ventana para dejar que tu mente se perdiera entre los edificios vecinos. Yo creía que habías cesado tu actividad, entonces consideré que podía acaparar tu atención. Sin embargo, en el instante que decidí hablarte, regresaste a tu silla y clavaste tu mirada en la pantalla.
¿Por qué me ignoras? –Pregunté con enojo y tristeza- No te ignoro, sólo escribo, ya sabes, así soy.
-¡Pero llevas semanas así! Ni una sola palabra me has dirigido. Siempre soy yo la que te busca. Al menos, ¿valdrá la pena lo que escribes? ¿Será que esta ocasión si te reciba el editor? -pregunté con intención de herir
Silencio rotundo.
Me acerco a la ventana para encontrar aquello que prefieres ver en lugar mío. Sólo encuentro un abismo gris de concreto, gigante y destructivo como nuestra relación. En ese instante me lleno de furia y ansío destruirlo todo. Me concentro en lo más próximo y veo como estalla una ventana de un edificio de enfrente. Me atemoriza saber que yo originé el evento, pero al mismo tiempo me da seguridad, ahora sé que puedo conseguir tu atención. Te miro, y surge el deseo de fluir dentro de ti, entonces los cristales de aquella ventana se convierten en agua que cae como cascada.
¡Eureka! -Gritaste con emotividad- he encontrado un excelente tema para mi novela. Me miras, me sonríes y escribes sin detenerte, algo que hacía tiempo no te sucedía, siempre comenzabas a escribir y borrabas todo antes de terminar una sola frase.
¡Soy Feliz! Por fin tengo toda tu atención. Escribes sin detenerte. Piensas en mí, en tu amada novela.
Inundación
La cafetera empezó a silbar un concierto de aromas que despertaron a la oficina. En unas cuantas horas la modorra matutina cayó, como una pesada losa, sobre las espaldas encorvadas. El reloj retrasaba la hora de la salida y alargaba las conversaciones acerca de niños, hipotecas y salarios bajos. Entonces sucedió lo inevitable, hasta cierto punto fue resultado de la imprudencia y la falta de pericia. El “nuevo”, por las malditas prisas, dejó abierta la llave del despachador de agua. De este modo —narraron los sobrevivientes— comenzó la inundación.
No me gusta tirar nada a la basura; odio deshacerme de cualquier cosa, objetos que me han traído felicidad, utilidad o emoción. No importa que tan gastados estén, me duele desechar mis queridas posesiones, no importa cuán viejas sean. Escucho un ruido, me asomo a ver qué pasa; litros y litros de agua salen por las ventanas del edificio de enfrente. Están así por horas, hasta que el chorro se detiene repentinamente, no se encontró ningún daño, ni fuga. El edificio fue demolido días después; les dije que no era una acumuladora, el edificio sabía que dejaría de existir y estaba llorando, yo sé muy bien que cada objeto tiene vida y sufre cuando lo destruimos o aventamos a la basura.
Penthouse con Guernica.
-¡Ay! me duele mucho, ya no los aguanto.-Dijo llorando.- Aun siento como lo clavan. ¡Ay! y tienen mal gusto.
Cuando despertó, el grifo todavía estaba abierto.
Se sento en la cama a esperar que se llenara la bañera. Soñaba que flotaba. Solo desperto al chocar su cuerpo contra el pavimento en un gran charco de agua.
¿Y qué es el amor?, es aquello que te hace perder la cabeza, esa la locura que invade tu mente, el amor es a su vez el cielo y el infierno. Una vez más ahí me encontraba para frente a la ventana con la mirada profunda hacia aquel edificio que como yo tenía un llanto imparable.
Es el agua que da la vida. Pero es sábado y ser padre no es tarea sencilla. Hoy, en vez de trabajar, el agua decidió quitarse la corbata y jugar con los niños.
!!!
Hacían el amor y explotó… la cama de agua.
!!!
Aristas
Siempre que llueve escampa, pensó la optimista.
Que bello arcoíris, dijo el romántico.
Una ventana del baño, preguntó el mirón.
Ha sido por el seguro, afirmó el chismoso.
Jau Jau, alertó el perro.
Como un amor sin alas, escribió el poeta.
Que habrá sucedido, murió el curioso.
Para qué, sufrió el pragmático.
La he cagado, lloró el aprendiz de plomero.
Todos llevan razón, dije yo.
Mientras, saltando entre los charcos, los niños cantaban su felicidad.
–¡Voy tarde! –exclamó el señor C mientras miraba su reloj de bolsillo. Esas fueron las últimas palabras que Alicia escuchó de su esposo antes de que saliera por la estrecha puerta del departamento; en el fondo ella sabía que no regresaría.
El salino líquido comenzó a salir por debajo de la puerta, en un inicio se formó un pequeño riachuelo, pero en breves instantes aquello se convirtió en un torrente que salía por las ventanas y orificios del edificio.
Tras las múltiples llamadas de los vecinos, los bomberos arribaron al inmueble, sorprendidos subieron las escaleras tratando de librar el fluido que bajaba con fuerza, minutos más tarde entraron al departamento donde encontraron la fuente de tan peculiar inundación, Alicia lloraba inconsolable sentada sobre la mesa de centro que flotaba y se mecía de un extremo al otro del pequeño lugar.
UN BUEN DÍA PARA MORIR
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Mientras me asoleaba junto a la alberca de nuestro Pent-House ,Rolando por enésima vez vociferó: ¿Por qué carajos lo hiciste?.
No supe que contestar, nunca sé que contestarle.
Permanecí rumiando mi furia y, caminando hacía el cuarto de máquinas, mientras con certeros hachazos destrozaba tuberías y compresoras, eché una última mirada al cielo y dejándome hundir en las infernales cataratas que se derramaban por los ventanales, grité:-Hoy es un buen día para morir-.
«No señores, el incendio no es dentro, es ahí afuera ¿miran eso? Sí, eso, exactamente la gente.» pensó el edificio sin poder gritar por falta de boca y voz «Yo de ustedes me encargo» Y de repente le escupió a todos en la calle. «Asunto arreglado, cretinos»
Las selvas y bosques se transformaron en laberintos de hormigón y acero. El verde se trocó por las tonalidades grisáceas de las cosas sin vida. Los árboles fueron suplantados por postes, varillas y señalamientos; la maraña vegetal se tornó un enredijo de cables, en una telaraña que filtraba la fría luz. Las montañas fueron una cordillera de conglomerados arquitectónicos que limitaban el horizonte. Metálicas aves en lo alto dejaban sus estelas de humo. Los animales de asfalto se reproducían por millares: insectos de dos ruedas, tractores mastodontes, mínimos vehículos roedores en estampidas, hacían aún mas monótono y absurdo ese nuevo mundo . Y entre los acantilados, de vez en vez, se escuchaba y se veía el agua sobreviviente que caía en velo desde lo alto de los rascacielos.
Es difícil tener tantos agujeros y no decidirse por uno para vomitar y que salga en la dirección con más plusvalía inmobiliaria, para que se sientan enfermos como yo. Es absurdo cobrar vida y tener la presencia de un maldito edificio que se muere por güacarear, ¡ha! un edificio mexicano, no construido ahí, al parecer sólo tengo el folclore en esta conciencia de hombre, no de edificio, pensaría más concreto.
Por fortuna sólo es la conciencia, si no ya me hubiera manchado, y podridos tendría los cimientos. Rayadas las fachadas. Drogas con catastro. Lunares de stickers. Miado como mingitorio Estríado comprometiendo mi estructura, mi parado tan erguido. Cables nerviosos y diabólicos. Parásitos paracaidistas, voladores para acabarla de chingar, y que carcomen mi cutis con su culo. Me hundiría en busca de mi pasado prehispánico, a causa de mi presente nada europeo en materia de aguas. Este Barrio Chino más bien es Chainís, si no, esto no sería un vómito, mis podridas cañerías habrían hecho la fuga desde las raíces.
La luz es como el agua y el agua como el viento, pero los niños de este cuento no pidieron un bote de remos, les pidieron alas a sus padres.
Un soplo de aire acaricia las cornisas, la roca cruje, se dilata, mientras un beso de sol muerde las ventanas y hace que se evapore el pensamiento y crezca el rubor… Cada centímetro de concreto se contiene, pero tiembla, los cimientos se saben vulnerables y exhalan, vapor de volcán, lava gris bajo un cielo azul expectante. Bajo su sombra la cotidianidad se hace presente, reina la suave indiferencia que acompaña los pasos de pies apresurados y rostros ajenos.
El suelo continúa cimbrándose, a nadie parece preocuparle, el aire se agota dentro, sube la temperatura, el vidrio de las ventanas se vuelve vaho, las paredes palpitan , crepitan… y explota. Erguidos sobre la urbe, los falos de concreto también manan flujo vital.
En el salpicadero de burradas que dices, ahora sí incurriste en una verborrea extrema…
Acusados de contaminar el planeta con sus combustiones sin control, dióxido de carbono de humo, los terroristas han optado por usar recursos renovables.
¡Dije naranjas! ¡Na-ran-jas! gritaba el científico loco a la computadora que debía cumplir sus deseos. En el monitor aun se leía «Niagaras»
– Abuelo, nunca he visto la lluvia -dijo la pequeña Lucy antes de despedirse – seguro es muy bonito ver caer agua del cielo. –
– Muy bonito mi niña, pero tranquila, te queda mucho tiempo – mentía, esa mañana el corazón de Lucy no resistiría la operació.
Bajó por las escaleras, aunque su abuelo vivía en el décimo piso a ella siempre le gustó contar los escalones, paso a paso decía.
– Lucy!! – escuchó al llegar a la calle al tiempo en que se abría la ventana del departamento. Lucy miró al cielo, y con una gran sonrisa en su rostro abrió los brazos – Abuelo!!.. –
No quise matarlo, solo quería quitarle ese anillo tosco, feo y plateado que se encontró en el bar, en el mismo lugar donde nos dimos el primer beso, se lo puso y dijo que sería su argolla de matrimonio. Le pedí que se la quitara, le prometí que le compraría el más precioso anillo de bodas, que nos cambiaríamos de ciudad, de país si era necesario para que él pudiera tener la ceremonia con la que soñaba. Me sonrió -mientras llega ese momento, usaré este anillo, dame un beso-. Nos besamos, el sabor de su saliva me volvía loco, pero sentí un gusto a hierro y me aparté de él con brusquedad.
-Lo siento, te mordí, no me di cuenta.
La verdad es que no lo sentía, noté el brillo de satisfacción en su mirada. Pensé que me había mordido como reproche por no haberle pedido matrimonio con el romanticismo que esperaba, en ese momento no sabía que el anillo ya se estaba apoderando de la voluntad de mi amado.
Poco a poco se transformó, se volvió más huraño, se molestaba por todo, rompía cosas, gritaba… Durante la última pelea me golpeó y su anillo me quemó la piel como si fuera ácido, él se asustó, lloró, pidió perdón, dijo que no soportaba las presiones de su familia, pero no se quitó la argolla. Le pedí que me diera el anillo y él salió de casa, dando un portazo y gritando incoherencias. Los vecinos cerraron sus puertas con llave, es lo que se hace en la gran ciudad, te encierras ante los problemas de los demás porque solo puedes soportar tus propias angustias.
Sabía que volvería, así que preparé todo para su regreso, hice una cena especial que incluía una ración doble de pastillas para dormir en su postre favorito. Él llegó unas horas después, tenía la mirada perdida, de su boca salían frases sin sentido parecía un muñeco que se movía bajo las órdenes de un cruel titiritero.
Cenó sin ponerle atención a la comida y se quedó dormido en la sala. Me puse guantes, para evitar que el anillo me quemara los dedos, traté de sacarlo, pero el maldito se hacía cada vez más pequeño. Tuve que cortar la mano de mi amado y la metí a la trituradora de basura para acabar con esa cosa y recuperar a mi pareja.
Al volver a la sala lo encontré muerto. Su sangre formaba una fina línea que se dirigía hacia la puerta… de la trituradora salió un sonido como risa de hiena que aumentaba de volumen gradualmente.
Yo no sabía que hacer, tomé el cuchillo, salí de casa, cerré la puerta con llave y caminé sin rumbo. Tiré los guantes y el arma homicida en un basurero, pasé toda la noche vagando, asustado, escuchando los sonidos de las patrullas en la lejanía y pensando “vienen por mí”. En la mañana decidí que me entregaría a las autoridades, regresé a casa y me encontré con una cascada que salía de la ventana de nuestro departamento, corrí hacia la puerta principal del edificio, la policía rodeaba la entrada y un oficial hablaba con el portero quien me señaló con una mirada. El oficial se acercó a mí y comenzó a decir algo sobre una tubería rota… no le presté atención, no podía separar la vista de la camilla en donde estaba el cuerpo de mi novio, lo habían tapado bien, pero el brazo se había deslizado bajo la sábana y se veía su mano con ese anillo tosco, feo y plateado, en el dedo…
CARTA DE DESPEDIDA
Sí tan sólo pudiera regresar el tiempo, cuando le exigía a mi hijo que fuera el mejor en todo… sí hubiera escuchado lo que trataba de decirme ese día después de la cena… !si me hubiera detenido un puto minuto por su habitación para ver que era la cosa importante que quería decirme!… pero en cambio me importó más las presiones del trabajo y en mi egoísmo de mierda sólo quería ver la televisión para calmar mi mal humor.
Sí tan sólo me hubiera detenido un puto minuto en la puerta de su cuarto y le hubiera recordado lo mucho que lo amaba, sin importar lo que pasara..
Todo esto es en vano… no me queda remedio, !no puedo más con esta culpa, no puedo, no puedo.. soy un imbécil, un mal padre, todo en esta vida lo he hecho mal… no me van a echar de menos, de eso estoy seguro… sé que Ana no dejará de reprocharme que por no haber hablado con Julian ese día, quizá no habría decidido quitarse la vida… !mi vida es una mierda, ¿para que existo?! (golpeando su cabeza contra la pared) nada tiene sentido ya, estas pastillas lo único que hacen es adormecer el dolor que me carcome por dentro…
(Agitado se dirige hasta el elevador y pone el número del último piso sujeta contra su pecho la carta que dejó Julian y se avienta hacia el vacío)
Pensé que no mentía si me quedaba en silencio. Pero igual cada mentira salió como gotas de agua.
Mentintineo, agüentira.
Nunca le he dicho “te amo” a nadie que me haya importado. Estoy seguro de que una de esas palabras matan. Y preferiría matarme yo desde un edificio antes que decir esas dos palabras.
¡Cuidado porque una de esas palabras mata!
Eso me recuerda a un libro que conozco… 😉
Fútbol 1.1
Las hormigas futbolistas no han resuelto el problema de cabecear el balón. Ni de cómo flotar en un cocina inundada sin botas de fútbol. Lo último que desearían es que su público piense que el apartamento se convirtió en un partido de polo acuático.
Las hormigas futbolistas tampoco han resuelto el problema de patear el balón. Ni de plagiarlo de cualquier modo.
Magias
De niño, jugaba con los poderes del invierno de Minnesota. Salía corriendo de casa con el abrigo aún colgando de un brazo y con un vaso de agua en la mano. El agua era para tirar al vacío, para verla congelarse en el aire. Magia.
En el edificio donde vive ahora, no se permite correr. Sus 35 años y su seriedad no se lo permiten tampoco. Pero hoy, vio caer desde el rascacielos una cascada. El agua lo invitaba a refrescar su memoria. La magia de rescatar los recuerdos del vacío.
Algunos la llaman «magia». Los más prácticos la llaman «memoria». Esa es la etimología íntima de «Minnesota». Memoria inmemorial.
Espi(ritual) 16
Llevaba horas en su departamento, escribiendo con todas las llaves de agua abiertas. En pleno trance, sin que nadie entendiera (o viera, porque estaba solo), y con su lápiz en la mano, se declara ante las aguas desbordantes un Moisés capaz de dividir el Mar Rojo en dos.
Al tercer día del agua, resucitó. Era un milagro. Estaba seco hasta de inspiración.
Fuga
El escritor llegó cansado al hotel después de la presentación de su libro y en lo único que pensaba era en tomar un relajante baño de tina. Abrió su maleta y sacó sus artículos de aseo personal. Iba a extraer un libro para leer durante su baño de tina cuando recordó el último que le encargaron reseñar. Por alguna extraña razón aquél resbaló de sus manos y terminó irrecuperable flotando en la tina. Lección aprendida. Sin soltar sus arículos de aseo arrojó con cuidado el libro sobre la cama.
Cuando intentó abrir la llave del agua notó que no salía ningún líquido del grifo. Fue por un cepillo de dientes al tocador y con ayuda del mango intentó remover dentro del mismo por si algo lo estaba bloqueando. Salió una gota, después otra y poco después, lentamente, un mico.
Con la sensación de haber vivido algo similar tomó entre sus manos con mucho cariño al pequeño primate y lo colocó sobre el tocador del baño entre su libreta de apuntes y los artículos de aseo. A continuación siguió removiendo el interior del grifo con el mango del cepillo e intempestivamente salió un fuerte chorro de agua, mismo que, al estar bloqueada la salida del grifo fue a darle directamente en un ojo haciéndolo caer de nalgas en el piso.
El mico se reía sentado sobre el tocador.
El escritor se incorporó enojado y fue a tratar de sacar el cepillo de dientes del grifo lo cual no coniguió y solamente hizo empeorar la situación. Ahora el agua salía a borbotones llenando el piso del baño.
El mico arrancó una hoja de la libreta de apuntes, la dobló e hizo con mucha pericia un barquito y se subió a él.
El escritor trataba de llegar al tocador pero el agua ya le daba a la altura del ombligo. La fuerte corriente lo golpeó por debajo de la cintura derribándolo y tuvo que nadar contra la misma para alcanzar a llegar al tocador. Cuando llegó ahí el mico se recargó en el borde del barco para que el escritor pudiera subir. Una vez arriba, el escritor, incrédulo, se asió a uno de los bordes mientras la corriente hacia que la nave se bamboleara a uno y otro lado.
El agua siguió subiendo de nivel rompiendo con su peso la ventana del cuarto de hotel y posteriormente cayendo en cascada desde el décimo piso hasta la acera, arrastrando después de unos momentos al barco con el escritor y el mico dentro de él.
Se precipitaron entre los gritos de miedo del escritor y los de júbilo del mico, rebotaron en el agua que ya cubría la avenida y se alejaron a toda velocidad de allí.
El escritor volteó a ver al mico quien ya se encontraba en la popa del barco usando un sombrero que había hecho con otra hoja de papel que arrancó seguramente de la libreta de apuntes. Por un momento pensó que el micro gritaría: “soy el rey del mundo” o algo similar pero no, aquél solamente se limitó a asumir una pose similar a la de George Washington y mirar hacia donde el barco llevaba rumbo, como buen capitán que ya se sentía de la embarcación. El escritor apartó la vista del mico y notó cómo iban dejando a su paso a toda velocidad: automóviles estacionados y aún en movimiento, peatones , nostalgia, pasado, recuerdos y entre todo eso le pareció escuchar a lo lejos la sirena de un carro de bomberos…
…
… mismos que llegaron al hotel debido a la llamada de alerta de inundación. Se dirigieron de inmediato a la habitación donde se hospedaba el escritor y al no recibir respuesta rompieron con un hacha la puerta.
Encontraron allí, en esa habitación vacía: una maleta abierta, un libro sobre la cama, una libreta sin dos hojas en el tocador, los artículos de limpieza personal a un lado, un cepillo atorado por el mango en el grifo y al final pero no menos importante: un fuerte olor a imaginación que impregnaba toda la estancia.
Tengo un vecino que a veces se enoja. No sé mucho de él, pero pienso que se llama Poseidón.
Poseidón es posesivo con sus aguas. Como buen dios, se comporta con algo de despotismo y nunca despilfarra sus posesiones al vacío. Es un vecino no sólo invisible, sino invencible.
En uno de los mundos posibles, el agua cae en cascada desde los rascacielos y corre por las calles, llenando las tiendas y las casas. Torrentes de personas se originan en las montañas y viajan hasta llegar finalmente a esa enorme confusión de gente que se llama el mar.
En uno de los mundos posibles el agua está hecha de instantes. En otro de los mundos posibles todavía no se ha inventado el lenguaje que la retenga. Agua inagotable, agónica.
-Tranquilo, Santigo, que cambiaron la dinámica. Tomemos un vodka.
-¿Está permitido ahora?
-Claro. No se arriesgarán a otra rebelión.
-Qué más da si ya todo se ha ido a la mierda.
-Nos llaman; es nuestro turno.
-No me he terminado el vodka… ya no estoy seguro de nada. Prefiero La catapulta… o El arquero certero. -Están saturados, ¿te acuerdas? No tengas miedo; ya lo hablamos. No les daremos la satisfacción que buscan.
-No es que quiera seguir viviendo. Simplemente no quiero sufrir en el trayecto. Hijos de puta.
-Listo. A la cuenta de tres.
-Espera. Voy a tomar vuelo. Daré un mortal invertido.
-Será perfecto, Santiago.
Mi padre lloraba y murmuraba. Mi madre lloraba y gritaba. Yo lloraba y miraba. Mi padre lloraba, decía que su padre había sido el primer portero del edificio. ¿Qué haría ahora Lucy, la del quinto, con su perro los días que se fuera a Europa? ¿Quién se encargaría de subir discretamente a las invitadas de John, el del tercero? ¿Y las plantas de Ruth? Así, como en una letanía, iba mi padre recitando todos los vecinos del edificio. Todos, menos uno claro. De ese se encargaba mi madre. Yo era ya bastante mayor para entender el significado de las palabras que mi madre profería. Aunque eso sí, mi madre alternaba los insultos al vecino que había propiciado el despido de mi padre, con una ristra igual o similar dirigidos a mi padre. Añadiendo que era un blando, un cobarde, y que tenía que haber dicho la verdad. Que ya veía de qué le servía ahora haber callado. Yo lloraba. Lloraba y miraba lo que había sido mi hogar los últimos 11 años. Ese enorme edificio. Ese enorme edificio que derramaba ahora un torrente de lágrimas igual al mío. ¡Cómo nos íbamos a echar en falta el uno al otro!.
Ay, Orlando. Solo quería tomar un baño. Pero fue en Facebook y olvido. Ahora su mente es una orilla. Y su cuerpo una piedra de mar.
Baño de bits.
[whit a Little help from my friends]
“… vida y muerte son inseparables. La muerte está presente en la vida: vivimos muriendo. Y cada minuto que morimos, lo vivimos… el poeta llega al borde del lenguaje. Y ese borde se llama silencio, página en blanco… Dentro, sumergidas, aguardan las palabras. Y hay que descender, ir al fondo, callar, esperar. La esterilidad precede a la inspiración, como el vacío a la plenitud. La palabra poética brota tras eras de sequía… la palabra poética es ritmo, temporalidad manándose y reengendrándose sin cesar. Y siendo ritmo es imagen que abraza los contrarios, vida y muerte en un solo decir.
-Octavio Paz-
Someto a la aprobación de la sociedad de la media noche el siguiente texto que ha sido intitulado:
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El suicidio de los poetas.
La piscina en el departamento de Edmundo ha reventado; los poetas en una fiesta llegan a caer en los excesos. Un sueño recurrente es el de una ola y una tabla de surf; ¿Qué es el mar? No es lo mismo estar en un suelo firme que en un suelo inestable. Sentir intensamente llega a ser una virtud y/o una maldición. Un surfista y un poeta saben que corren el riesgo y aún, así, se atreven; un filósofo y un surfista procuran estar conscientes de la importancia del equilibrio. Uno de los recuerdos favoritos de Edmundo es una caja de colores. ¿Qué es la aburrición; en qué momento tu vida es o se vuelve aburrida… apática? Mundito colorea, colorea y de repente llega a surgir una sonrisa espontánea.
¿Alguna vez has sentido miedo a morir? ¿Qué es el miedo? Quizá sentimos miedo por la forma dolorosa en la que vayamos a morir, quizá nuestro miedo es al dolor; morir quemados o descuartizados o por el impacto de caer desde lo alto de un edificio. ¿Qué hace falta para que sientas ganas de morir? Cuando has decidido morir puedes cortar en un área del cuerpo y desangrarte hasta que la conciencia desaparezca en un sueño profundo; o puede ser de un impacto en la cabeza, una muerte instantánea; imagínate tomando el arma de fuego, el dedo en el gatillo y tu corazón bombear asombrosamente. ¿Qué significa que decidas morir? Quizás un verdadero encuentro con la nada. ¡Ser o no ser! ¿Qué significa que decidas vivir?
Cuando muere alguien en la calle el morbo nos atrae para ver a alguien muerto, pero no somos capaces de asombrarnos con aquello que está vivo ¿Qué es la vida?
¿Si pudieras elegir ser inmortal lo serías? ¿En qué momento la muerte es poética? El universo en su obscuridad manifiesta luz y los más hermosos colores, la más alta expresión del caos y el orden. Percibir la eternidad como un hermoso fragmento. Desde que nacemos somos vulnerables; en cualquier momento nos puede llevar la chingada; vivir es una resistencia; vivir es una rebelión; y no obstante, saber que algún día en algún momento vamos a morir es asombroso; inevitablemente somos seres mortales. Como asombroso es saber que vivir es un milagro constante… ¿Qué es el tiempo?
Para criticar a un poeta sólo otro poeta.
¿Qué hace falta para que sientas ganas de vivir? No me refiero a fingir sino a un estado de conciencia. Creo en la paradoja de que un optimismo puro es destilado de un pesimismo puro.
¡Qué miedo y qué asombro morir!
¡Qué miedo y qué asombro vivir!
¡Qué miedo y qué asombro escribir!
Para un infante una caja de colores llega a ser su gran tesoro.
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“La poesía no es un juicio ni una interpretación de la existencia humana… es una revelación…
… el moverse, el poder ascender hacia el Ser o caer hasta la Nada, implica libertad.”
-Octavio Paz-
[resistance]
Inspirado por “83 novelas: Muchedumbre (3)” por el autor Alberto Chimal
Eugenio Martínez es el director de proyectos de urbanización en mi país de origen. Es un señor muy popular por su talento, honestidad y bondad. Él tiene un proyecto en mente para unir todas las ciudades del país. El proyecto tomaría mucho tiempo y sería muy costoso, pero él buscó ayuda financiera y encontró los suficientes fondos con la ayuda del gobierno para comenzar su proyecto. Aunque este proyecto era muy necesario para la unión del país, había oposición porque el dinero quería ser utilizado para usos personales de los políticos. O sea, la corrupción. “Por recorte de presupuesto sólo podremos llegar al planteamiento. Disculpen las molestias”. Sin importar este problema, él siguió luchando hasta su muerte.
Eugenio Martínez sabía que tendría que luchar, pero ganar contra la corrupción, como él ya sabía, es muy difícil: “¡Cuidado, porque una de estas palabras mata!” Él quería ser muy cuidadoso con sus acciones y sus palabras. “Esperó nueve meses… y nada: tuvo que admitir que no funcionaba entrar de vuelta y ‘desnacer’, como proponía el manual”. Todo parecía repetirse y no había resultados. Ni un paso se había dado para empezar el proyecto.
Su hija, Yolanda Martínez, sabía de la gran importancia de este proyecto para el país y para su amado padre. Un día “dando vuelta en una esquina”, justo en la esquina de un rascacielos donde se veía una hermosa catarata, “miró con asombro” la cara de un hombre. “Había visto en su cara los rasgos de un muerto suyo”, los rasgos de su padre. “…AAAAAAH…”, gritó en silencio desde lo más hondo de su alma.
Recordó todas las vírgenes a las que había convocado por lo tanto que sufría por la muerte de su padre. “La Virgen del Completo inunda de tal amor las casas, las iglesias y los corazones que ya nada más puede entrar en ellos, nunca”. “La Virgen del Cristal concede que sus devotos se vuelvan transparentes. ¡Qué de relaciones entonces, qué de vísceras saltarinas!” “La Virgen de los Locos revela secretos inútiles, como el número en el catálogo Pantone del color del cielo en un día de 1825. O la hora de tu muerte”.
Recordó “las claves del misterio fueron apareciendo, claras y enigmáticas…” Sus “rezos elevaban hasta el cielo el tenue polvo y el vapor de saliva que son lo único que Dios puede ingerir”. Ella asistía a oráculos porque necesitaba la guía de alguien en su vida. Ella quería descubrir el secreto del mundo, quería buscar la forma de escuchar a su padre, que la escuchen a ella pero que sea el espíritu de su padre el que hable. El oráculo le dijo “en el aire que respiras justamente ahora está un secreto del mundo. ¿Retuviste la respiración?”
Yolanda se encontraba muy nerviosa y desesperada. Quería saber cómo ayudar a su padre con su proyecto, con su sueño. Hizo todo lo que pudo, les rezó a las vírgenes, acudió a varias religiones. Casi se vuelve loca. Para poder contactar con su padre leyó “el texto sagrado de todas las religiones”.
Yolanda era hija de un muerto, un muerto bastante cercano a ella. Sabía que el proyecto de su padre seguía vivo, pero también la corrupción del gobierno rugía con mucha vida también. Llegó a escuchar a su padre en el más allá: “los hijos de los muertos oyen, con horror, las historias que les cuentan sus padres acerca de los vivos y su tierra de luz”. Y la voz de su padre nunca se calló, sino que siempre se mantuvo en su cabeza.
[…] “Una gota” de Camila gana esta vez el premio, por utilizar una anécdota sencilla para crear una escena hipertorfiada y un poco monstruosa, al modo de muchos clásicos hispanoamericanos pero en el siglo XXI y en el mundo digital. Reciben menciones “Brainstorming” de Roñas y “El pintor” de Hindra Ceballos. Y le agradezco de modo especial a Esmeralda este texto, hecho con base en otros de mi libro 83 novelas. […]
[…] micro obtuvo una mención en el Concurso #107 del blog Las historias del escritor mejicano Alberto […]