Jaime Sánchez Susarrey, La victoria.
México, Planeta, 2006.
Como en muchos otros lugares, en México se publican constantemente libros de ocasión alrededor de la política: reportajes, crónicas, especulaciones –hechas de prisa, pensadas para causar grandes impresiones y no grandes debates– sobre los vaivenes del poder y sus «protagonistas». Y siempre sucede: lo que más rápido se olvida de esos libros son los nombres célebres y los grandiosos pormenores. Como todos piden, en el fondo, lo mismo («¡Lea, imagine, indígnese con todos los detalles!»), la devoción por lo momentáneo es al mismo tiempo su fortaleza y su debilidad. Si se elige bien el momento de su publicación, el peor tratado sobre un candidato o un funcionario, sobre el escándalo del mes, se venderá como pan caliente; cuando haya pasado su coyuntura, todos, por bien escritos que estén, por justos que sean en sus causas (o por impactantes que sean sus «revelaciones»), irán a parar al basurero o, en el mejor de los casos, a alguna biblioteca o a las librerías de usado, a esperar inútilmente al aburrido y al curioso.
En el fondo, estos libros se fabrican y se promueven por su afinidad con lo peor de la prensa de espectáculos: la atracción que provocan es, sobre todo, morbosa, y aun los mejores entre ellos (o los más importantes, digamos) son leídos por las mismas razones y luego enviados al olvido. ¿Alguien recuerda, por ejemplo, Lo negro del Negro Durazo de José González G. (1983), que denunciaba a un favorito del régimen priísta y que fue de las grandes sensaciones de su época?
La diferencia entre esos tiempos y los nuestros es que, por lo visto, distinguir entre los libros de coyuntura y los demás se está volviendo difícil. La victoria de Jaime Sánchez Susarrey, publicado por la editorial Planeta como una novela, es en realidad lo que en otros tiempos (y publicado tal vez en otra editorial, al menos en otra colección) se habría llamado un «ejercicio de futurismo político»: una especulación sobre lo que pasaría –según el autor– si Andrés Manuel López Obrador, actual candidato del Partido de la Revolución Democrática (PRD) a la presidencia de México, ganara las elecciones del próximo 2 de julio.
Como se ve, la «ventana de oportunidad» del libro es pequeñísima: dentro de un par de meses estaremos en ese porvenir que intenta sondear y (aun si en efecto gana López Obrador) nadie querrá comprarlo ni leerlo. No sé si el escritor, quien tiene ya una carrera estimable como analista político, procuró compensar esa desventaja de su trabajo respecto de centenares de otros que parlotean sobre la sucesión presidencial desde hace años; sí sé que La victoria es un texto alarmista, estridente, cuyo personaje central se convierte en poco menos que un monstruo: un dictador a la Hitler que reúne en su figura todos los temores de la derecha mexicana. Evidentemente, la apuesta es explotar esos temores: convertir a cada persona que no simpatiza con El Peje (como también se llama al candidato del PRD) en un posible comprador. En este sentido, el libro no es distinto de las pobrísimas campañas televisivas de los adversarios de López Obrador, que lo toman como centro (y lo anuncian a gritos como «¡un peligro!») en vez de promover sus propios planes de gobierno: la política convertida en pelea callejera, en gritos y puñaladas, en apelaciones al miedo, o al odio, y no a la razón.
Nada de esto debería ser un problema para esta bitácora, cuyo tema no es la política. Sin embargo, dado que el libro se vende con la etiqueta de «novela», resulta interesante examinarlo como si en verdad fuera una novela. Y resulta ser un libro pésimo: tan mal escrito, tan torpe al retomar los lugares comunes de la narrativa más convencional (tramita amorosa, declaraciones tremebundas, etcétera), que casi no parece escrito por Sánchez Susarrey, quien por lo menos es claro y competente al redactar sus artículos. Lo peor de todo es que se puede hacer buenas novelas a partir de los hechos de nuestra realidad. Libros como La sombra del caudillo (1929) de Martín Luis Guzmán o Asesinato (1985) de Vicente Leñero son grandes obras de la literatura mexicana porque son capaces de referir puntualmente hechos que fueron de actualidad y, a la vez, de tratarlos con la dignidad, la capacidad expresiva y la profundidad necesarias para que trasciendan a su tiempo y a la historia misma.
Lástima de la política de México, pero también de su literatura: libros como éste hacen pensar en nuestro atraso general, en nuestra desidia, en lo insular y lo nimio de nuestras preocupaciones, en nuestras numerosas complacencias.
(Para terminar, y dado que los gritos electoreros empiezan ya en las bitácoras mexicanas, me curo en salud y dejo el ejemplo de una buena discusión ciudadana sobre política, empezada justamente a partir de otro texto histérico, apocalíptico, de Sánchez Susarrey.)
Nota del 4 de septiembre: Pasada la elección del 2 de julio, un par de mensajes electrónicos (y un par de ataques reales, además de francos y directos) me hacen pensar que hacen falta estas consideraciones:
1. No estoy de acuerdo con las acciones más recientes ni con el radicalismo que está asumiendo el grupo principal de quienes apoyan las protestas de Andrés Manuel López Obrador.
2. Pero no estoy de acuerdo, sobre todo, porque esas acciones me parecen la peor forma de defender una causa que creo importantísima: la atenuación de la desigualdad y del atraso en este país, que hasta ahora (al menos por la evidencia de los últimos años) parece no importar en absoluto a los adversarios del político mencionado. Más que atraer partidarios a esa causa urgente, tales acciones la alejan; más que dar argumentos a quienes defendemos esa causa, dificultan el apoyo de sus ideas (que no es equivalente, desde luego, al apoyo de los políticos que dicen creer en ellas).
3. Sigo pensando que la campaña mediática contra López Obrador antes de las elecciones, y que claramente gozó del apoyo del gobierno y la parcialidad de los medios, fue una de muchas maniobras arteras e injustas, por encima de la ley, llevadas a cabo en contra suya: que el proceso electoral fue claramente inequitativo y que el presidente Vicente Fox metió las manos en él cuando debió mantenerse al margen.
4. Y también sigo pensando que sí, en efecto, toda la clase política mexicana se ha encontrado en parecidos enjuagues, aprovechando según su conveniencia los huecos en las leyes y sus posibilidades de influencia…, pero ningún fin vuelve más justificables, ni mejores, las arterías de nadie.
5. Por último, y de nuevo en relación con el tema de este blog, el libro de Sánchez Susarrey me sigue pareciendo pésima literatura, indigna del resto de sus escritos, y eso no depende de las coyunturas políticas ni de los vaivenes de cada momento.
Ya está. Un saludo.
13 comentarios.
[…] Así fue como llegué a el blog de Alberto: Las Historias. No lo he visto a fondo, pero es básicamente un sitio literario, y la entrada que ligaba a mi blog es una crítica/análisis a la “novela” de Jaime Sánchez Susarrey La Victoria, donde describe un apocalíptico futuro si el Peje llegara a ganar. Lean su crítica, es muy disfrutable. […]
¿Es de Sánchez Susarrey? Yo pensaba que la autora era la escritora de la India : «Rabina Gran Tagore» o en todo caso José Luis Borgués 😀
¡Que bueno que no me alcanza para comprar esos libros! 🙂
Nos vemos el sabad, Alberto. (Ya estoy leyendo como se debe el «Mahabharata», es que dadas las complicaciones escoalres no habia podido).
Por lo que comentas Alberto, ese libro merece estar junto a los discursos de Nixon. ¿No será Sanchez Susarrey digno de un regalo así (los discursos de Nixon)? En una de esas hasta lo disfrutaría.
Por cierto donde podemos conseguir la revista donde platicas con José Agustín.
Felipe: sorpresas te da la vida… 🙂
Nos vemos el sábado, Fernando, y me alegra lo que me cuentas de aquel otro libro.
Manuel, la verdad no sé. Creo que los discursos de un político (por cierto, ¿te estás refiriendo a los que yo creo?) son de una especie distinta de aquella a la que (se supone) pertenece La victoria. Al menos, yo sigo pensando que tanto los análisis políticos como las novelas podrían hacer más que aprovechar o exacerbar los temores (fundados o no) de una población con fines electorales o mercantiles.
(Por otro lado, en general los políticos estadounidenses cuentan con buenos redactores a sueldo para sus discursos, y en este caso la prosa del libro es muy inferior a la de otros artículos y ensayos del autor. Ah, y esta nota sobre las campañas de descalificación está interesante…)
Un saludo para todos…
Hola, Alberto,
Gracias por mantener el taller en tu bitácora. Ojalá tenga tiempo para hacer los ejercicios. Soy tan huevón…
Ah, pero eso sí, me he entretenido tanto con la liga de pejeístas y antipejes
Hola, Julio. Si lo del taller te sirve, me dará gusto. Qué bueno leerte por acá. Y qué bueno que te divertiste (¿no está mejor que la mayoría de las discusiones al respecto?). Un saludo.
Coincido contigo. Hace unas semanas ví una entrevista que le hicieron al autor y él mismo compartió su plan de publicar este texto en periodo pre-electoral, para tener lectores seguros. Aunque fueran efímeros (¿volátiles?)… ¡Qué lástima que se hagan este tipo de cosas! ¿Quién recordará esta «novela» ya no digamos en un año, sino dentro de algunos meses?
saludos,
constanza
el otro día fuí a visitar a un compadre y ya cuando nos despedíamos, me dijo que me prestaba el libro «la victoria», que lo leyera y después lo comentáramos.le leí en un rato y me pareció un libro sumamente malo, aburrido y falta total de imaginación. sr. jaime, usted no tiene talento como escritor, posiblemente sus facultades estén en otra parte, búsquele por otro lado y deje la noble labor de escritor a otras personas.es tan malo el libro que se lo devolví de inmediato a mi compadre y le pedí que por favor no comprara esa clase de pasquines.
Por el contrario pase por la librería y no le hice mucho caso cuando de regreso leí su cubierta posterior y parecía interesante, lo adquirí y al empezar a leerlo no podía dejarlo, creo que la forma de redactarlo y el contenido me capturaron y si lo considero bueno y ligero, posiblemente para algunos el contenido no les cause el mayor interés, pero pone en manifiesto lo que todo mundo sabe sobre el personaje y habilidad de manipulación. El análisis político sorprendente acertado, me gustó y pienso que es atinado. Saludos.
Una novela de Ficcion Mexicana… dada la actual situacion post electoral, es como yo clasificaria este libro. Admito que al principio me intereso mas por morbo que por cuestiones politicas, pero de inmediato quede prendado de el. Cabe añadoir que El libro se agoto antes de las elecciones.
Y ahora 4 de julio, hay quien todavia lo esta buscando.
Y me temo que todavía va para largo la división de la que el libro buscaba alimentarse… 🙁 Saludos a todos.
jaime sanchez susarrey es el periodista mas pueco que hay