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Primeras aventuras de El último explorador

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Este sitio está pasando por una remodelación que incluye una sección nueva: breves notas sobre libros míos y otros trabajos. En esa sección hay ya una nota sobre El último explorador, el más nuevo de mis libros hasta el día de hoy, publicado apenas por el Fondo de Cultura Económica en México (y que estará en dos meses en el resto de América Latina, y para agosto en España, y en línea ahora). Pero la historia del libro, y las primeras aventuras de su protagonista, están aquí.

Origen

Horacio Kustos, explorador de lo imposible, viajero sin ningún sitio (real) a donde ir, nació en una noche de 2000, durante una crisis depresiva. Originalmente, su identidad iba a ser un seudónimo para mí: para empezar a escribir otra vez y tirar a la basura todo lo escrito hasta entonces. Iba a ser una nueva personalidad: la cara un proyecto luminoso y brillante (que no es lo mismo aunque parezca igual) contra lo negro, lo tedioso, lo desalentador –creativa, política, moralmente– de aquellos días. Su apellido salió de un diccionario de alemán (kustos es una palabra tomada directamente del griego, y por supuesto significa custodio, guardián, cuidador) y su nombre original era Manuel. Luego se lo cambió por Horacio (de vista penetrante) y luego olvidé mis intenciones melodramáticas. Estaba ocupado escribiendo sus historias. Lo he estado durante años: arriba, abajo, alrededor de muchos otros proyectos.

Muchos de ese tiempo ha pasado sin que nada se supiera de Kustos porque varias de sus aventuras se volvieron mucho más vastas y complejas de lo esperado (pero voy a terminarlas todas, un día): Kustos, quien fue desde el principio un ser curioso –un excéntrico– también es un apasionado de las historias. A partir del nombre, fui descubriéndolo, como suele decirse: averigüé que viaja por el mundo buscando todo lo nuevo, lo no cartografiado/catalogado/asimilado/destruido por el aburrimiento, para contarlo: para hacerlo saber a otros y convencer(se) de que el mundo no estaba cerca de su fin, como era el ánimo en los días de su nacimiento. Ahora que ese ánimo parece distinto y el mundo parece perfectamente vivo y hostil, Kustos persiste; quisiera pensar que aún puede ser un guardián de la imaginación en un mundo –y una lengua, y una cultura– que en muchas ocasiones parece en guerra contra ella. En el peor de los casos, es un personaje que aparece(rá) de serie: que se irá dando a conocer a lo largo de muchas historias seguidas, que quieren ser entretenidas: casi no tenemos personajes de esos en México, de modo que ¿por qué no intentar agregar uno, y ver si se encuentra lectores?

Historias

Un texto temprano, «Camas de Horacio Kustos» –la descripción de siete camas en las que el personaje durmió durante sus viajes, y que son todas muy raras: la que piensa y se mete en los sueños, la invisible, la poseída por un espíritu, la que es un pasaje al Paraíso– apareció en las páginas pero no en el índice de una antología que no mencionaré, y luego en mi libro Éstos son los días (2004). Una historia en cómic, «Horacio en la ciudades» (ilustrada por Ricardo «Micro» García) apareció ese mismo año en la antología Pulpo Comics, ya inconseguible. Éstas son la primera fase de Horacio Kustos.

Ahora, Kustos tiene (y seguirá teniendo) su cuaderno en línea, en el que escribe con frecuencia detalles de nuevas aventuras y además pone fotos; ahora anda (aunque todavía poco) en Twitter; ahora, algunos adelantos de historias posteriores han aparecido aquí y allá (incluyendo uno en versión bilingüe: españolinglés, y este otro). Pero la presentación oficial es El último explorador, que contiene las historias del dios que habla con música, de cómo se levantaron otra vez las Torres Gemelas, de cómo y por qué logró llegar H. K. a la ciudad de T, del segundo Polo Sur y del misterio sobrepoblado y tibetano. Entre otras (falta la historia de la muchacha llamada Lluvia, pero de esa no diré nada aquí: las personas interesadas tendrán que asomarse a las calles oscuras y los trayectos abracadabrantes que corresponden).

Ésta es la invitación, pues, y la celebración.

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