Un artículo publicado, hace ya unos meses, en la revista Complot:
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Este caso célebre tuvo lugar en Londres en el siglo XVIII. Los primeros síntomas aparecieron en 1767, cuando el sujeto –un impresor de poca monta, considerado en general un excéntrico inofensivo– tenía apenas diez años. Al menos, él insistió siempre en que desde tal edad ya conversaba con el arcángel Gabriel, “monjes fantasmales”, la virgen María y personajes del pasado remoto.
No recibió atención porque faltaba cerca de un siglo para que los especialistas inventaran los términos apropiados para describir su padecimiento (el concepto de dementia praecox, antecesor del de esquizofrenia, data de 1856) y sus alucinaciones se convirtieron en un delirio religioso que creció en complejidad a lo largo de varias décadas.
Todo está documentado por el propio sujeto, quien dedicó mucho de su tiempo a plasmar sus visiones en grabados y acuarelas y a glosar las imágenes con largos poemas y prosas –de ortografía más bien vacilante– que proponían una mitología caprichosa, alimentada por lecturas bíblicas y el reciclado arbitrario de otros personajes y símbolos tradicionales.
El sujeto se consideraba un visionario o un profeta; su misión: difundir entre los hombres la necesidad de que el alma luchara hasta librar sus energías naturales de la razón y las religiones organizadas. A su muerte, en 1827, fue enterrado en una tumba sin lápida y, en general, olvidado. Pero había reunido una cantidad enorme de páginas de su trabajo de “prédica” o de “reflexión”, más numerosas versiones de las imágenes, sin texto, realizadas con diversas técnicas; el conjunto, por supuesto, es demasiado vago para ser realmente la base de un cuerpo doctrinal, pero a la vez tan interesante en su rareza –y tan bello– como para que el caso fuera recordado y revalorado por generaciones posteriores. Hoy, varias de las ilustraciones del sujeto, cuyo nombre era William Blake, se exhiben en la colección permanente de la Tate Gallery de Londres; algunos de los poemas, y entre ellos uno titulado “El tigre”, están entre los más recordados e importantes del canon de occidente, y otro, “Jerusalem”, es la letra del himno más famoso de Inglaterra.
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En 1990, la galerista californiana Bonnie Grossman comenzó a promover a un artista: Achilles G. Rizzoli, quien hasta entonces sólo había montado exposiciones individuales en espacios muy exclusivos.
La propuesta de Rizzoli parecía simple: creaba planos y alzados arquitectónicos con fines expresivos y no utilitarios, pero al hacerlo proponía no sólo una re-significación de tales técnicas, sino varias ideas perturbadoras acerca del acto de representar. Perfectamente trabajados, con acotaciones y leyendas puestas claramente y en su sitio justos, todos los dibujos mostraban edificios imposibles, con nombres caprichosos y absurdos: justo lo opuesto de la “misión” del arquitecto…
Encima, el conjunto era interdisciplinario: textos agregados con caligrafía primorosa a cada dibujo lo convertían en parte de una ficción literaria, según la cual los edificios eran imágenes de amigos o familiares de Rizzoli luego de su muerte, renacidos de acuerdo con un plan divino.
La campaña para promover a Rizzoli tuvo éxito, y en poco tiempo se organizó una exhibición “retrospectiva” de su obra, que se presentó en varios museos de los Estados Unidos y ofreció al público una imagen cabal de sus mitos dibujados; luego éstos se repitieron en libros, se filmó un documental sobre la vida del artista…
Sólo falta decir que Grossman supo de Rizzoli cuando la familia de éste quiso venderle los dibujos en lote, tras haberlos tenido arrumbados en una cochera por casi diez años (desde la muerte Rizzoli en un asilo); que las exposiciones ya mencionadas fueron hechas en cuartos de la casa del artista, en los años cuarenta –él había nacido en 1896–, y a ellas acudieron sólo unos pocos amigos; que el hombre, quien fue tímido hasta el punto de no poder entablar nunca una sola relación de pareja ni sexual, creía sinceramente en su cosmogonía, compuesta a lo largo de muchas décadas, y que sus proyectos, pergeñados en las horas libres que le dejaban trabajos miserables, provenían de una obsesión enfermiza por su madre, vuelta catedral en su mundo inventado. (Rizzoli durmió a los pies de su cama, literalmente, incluso luego de la muerte de ésta en 1937.)
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Los dos fragmentos que anteceden son, desde luego, tramposos: la poesía de Blake es grande sin que importe su forma extraña, y la obra de Rizzoli sólo es famosa como art brut, hecho al margen de los “grandes circuitos” artísticos y culturales. De todos modos, en ambos se plantea el mismo problema: ¿cómo se distingue al “loco” del “artista”?
La reunión de las dos palabras no es casual ni es nueva. Las definiciones de uno y otro término, como sabemos al menos desde Freud y Jung, vacilan: se transforman con el tiempo, se comunican y, en sus ejemplos más notables y extraños (y, por supuesto, Blake y Rizzoli están en situaciones límite de la creación y la recepción de las artes), se enlazan además con un tercer término: “visionario”, sistemáticamente despojado de su sentido místico o trascendente desde el siglo XVIII pero que resurge, incluso en nuestra época de vaciamiento de lo sagrado y lo desconocido, precisamente en las visiones más perturbad(or)as de los artistas.
Ya “no es posible” creer que la conciencia puede comunicarse directamente con lo inefable, y por lo tanto ni Blake ni Rizzoli podrán ser nunca los profetas que podrían haber sido en un tiempo todavía más remoto. Pero lo inefable busca comunicarse con nosotros, trascender las barreras de nuestras seguridades y nuestra racionalidad. Piénsese en textos como las Memorias de un enfermo de nervios (1903) de Daniel Paul Schreber, un libro central de nuestra cultura por ser la base de los estudios de Freud sobre la paranoia, y que no es más que el intento de un demente –el famoso presidente Schreber, precisamente, dividido entre sus impulsos y una educación absolutamente inflexible– por articular y dar una explicación “racional” a las alucinaciones que padecía, y en las que el universo entero quedaba subordinado a su destino y a su sexo. Piénsese en la obra genial de escritores enfermos, desde Philip K. Dick hasta Leopoldo María Panero o Alejandra Pizarnik… No creo posible que podamos colocar, en ninguno de estos casos, una sola de las etiquetas que se han empleado para describirlos; por el contrario, siempre es posible seguir la línea de la locura, del impulso “divino” o por lo menos indescifrable de la creación artística, hasta los terrenos de la psiquiatría, o bien hacer el recorrido inverso: asomarnos a la expresión de la “locura” y reconocer su belleza, la singularidad y hasta la pertinencia de lo que está diciendo.
(No pocos han concluido que la creación artística es toda, en sí misma, locura: un síntoma de los desequilibrios de nuestra especie, por lo que un auténtico proceso civilizador, que erradicara las guerras y demás hábitos autodestructivos de la humanidad, tendría que acabar con el arte también, al volverlo inútil como válvula de escape de obsesiones y miedos. Semejantes reflexiones, por otro lado, concluyen siempre de manera melancólica: tal vez el amor por la belleza es otro de los síntomas.)
(Nota: en La materia no existe, uno de los blogs que antecedieron a éste, publiqué una nota distinta sobre Rizzoli. La he rescatado y se encuentra aquí.)
12 comentarios. Dejar nuevo
Muy interesante tu articulo, yo he seguido la poesia de Blake muy de cerca, yo mismo soy esquizofrenico, da click en mi vinculo, te llevara a mi blog de autocritica, critica a la sociedad, cuentos y malos poemas. Salu2.
[…] Las historias — Locos. […]
Hola, Fernando. Gracias por venir hasta acá. Ya me asomé a tu blog y también a tus fotos: muy buenas… Espero que sigamos en contacto. Muchos saludos.
Gracias a los amigos del Árbol por la referencia a esta nota.
Ese rizolli es el mismo que publicaste hace tiempo bajo el título «señorita arquitectura»?
Me gustó el artículo. No sabía lo de william blake. Imagino que muchos de los grandes personajes tuvieron algo de delirium tremens. Recuerdo, por ejemplo, al alcohólico edgar allan poe, tan apreciado por madame blue. Inclusive nosotros, que acostumbramos leer y/o escribir en blogs, no somos del todo «normales». Normal es aquél individuo que -como dijiste hace poco- se deleita escuchando «mi dulce niña»… 🙂
Hola, Pardero. Sí, el artículo era sobre aquel mismo Rizzoli.
Pensando en la «Dulce niña», por otro lado, creo que no es tan mala la anormalidad… 😉
¡Hola a todo@s! Hola, Mestro Chimal!
De Panero tengo un tarot creado por él mismo. Es de una lucidez tal que hiere y da miedo. Las cartas son exquisitas, parecen ingenuas, el trazo recuerda lo infantil, roza lo naif pero en algunos arcanos (no precisamente el de El LOCO) se nota un flirteo con lo más oscuro que habita en la humanidad y por ende en cada uno de nosotros mismos. He de confesar que no lo uso para tiradas aún, no me he atrevido y eso que lo descubrí casualmente en un librero de segunda mano hace ya unos cuatro o seis años. Es un tarot riguroso, mantiene las líneas del Tarot de Marsella, las líneas más tradicionales del esoterismo y del hermetismo. Se nota un estudio serio y profundo (como en el Tarot de Dalí por ejemplo, pero eso era porque Gala fue una gran tarotista) Cada uno de los arcanos está acompañado de un poema. Los poemas son aún más subversivos y suicidas porque muestran la verdad descarnada. Yo diría que a este Tarot le falta amor. Me refiero por suuesto a ese sentimiento universal que nos une a la vida en cuanto tiene de hermoso y de terrible. Es absolutamente esencial para entender el tarot (que ya sabes que es un tema al que me dedico y una muestrecilla de ello es mi bloguecillo de bolsillo jijiji)
La Pizarnik es una vieja compañera desde mi adolescencia, un librito que está ya roto por todas partes. Curioso que ella también me ha ayudado a estudiar algunos aspectos del Tarot, de unas cartas en concreto. Al fin y al cabo el artista siempre ve más allá y hace de puente con lo inconsciente, cuestión que a la que se dedica el Tarot precisamente (Jung también lo estudió en profundidad desde este aspecto y hay una corriente del Jung Institut de Los Ángeles que se dedica al PsicoTarot).
Ni que decir de Blake! Considerado en el hermetismo uno de los grandes maestros como T. S. Elliot.
A Rizzoli no lo conocía, como a todo occidental hijo de sus padres me sonaba, pero no lo conocía, o sea que gracias a tí y gracias a mi historia particular es muy probable que lo incluya en mis estudios del tarot, en mis vivencias y cómo no en mi bitácora.
Gracias de corazón por este nuevo regalo 🙂
Jimena 🙂
Mi contacto con William Blake data de hace mcuhos años. Un amigo mí, pintor, jazzista y poeta me declamó, en una noche de cervezas y música, «Tiger. Oh, Tiger what a perfect symmetry» Mi padre, el poeta chihuahuense, Miguel R. Mendoza (1901-1966) publicó en su columna «Al comenzar el día», este epígrafe de William Blake, que creo, resume todo su ideario:
Como muestra, he aquí algunos epígrafes, espigados de los más diversos y raros campos del intelecto humano : “Dios hizo al gato para que pudiéramos acariciar al tigre” (William Blake).
Saludos,
Miguel R. Mendoza G.
Mi contacto con William Blake data de hace mcuhos años. Un amigo mío, pintor, jazzista y poeta me declamó, en una noche de cervezas y música, «Tiger. Oh, Tiger what a perfect symmetry» Mi padre, el poeta chihuahuense, Miguel R. Mendoza (1901-1966) publicó en su columna «Al comenzar el día», este epígrafe de William Blake, que creo, resume todo su ideario:
Como muestra, he aquí algunos epígrafes, espigados de los más diversos y raros campos del intelecto humano : “Dios hizo al gato para que pudiéramos acariciar al tigre” (William Blake).
Saludos,
Miguel R. Mendoza G.
Hola, Jimena. También conozco el tarot de Panero, que en efecto es de lo más curioso. ¿No será que el conjunto de los símbolos es una excusa para que el escritor escriba, es decir en su caso? Muchos saludos.
Hola, Miguel, y un saludo. ¿Sabes de algún sitio en la red que recoja alguna buena versión de los proverbios de Blake?
hola!!!
Bueno, como comprenderás yo no me tomo el Tarot como excusa sino como fuente y como guía, a modo de mapa, como medio de materilización del incosnciente… Quizás los textos, en el caso de Panero, nazcan de lo que tú llamas excusas… pero entonces, por qué también crear un sistema de Arcanos Mayores? 😉
El Tarot es una fuente de conocimiento como cualquier otra, de acuerdo.. pero una excusa? Atento!!! Que me pillo la escoba y te voy a dar un sustito jijijijijijijii
Jimena 🙂
Hola, Jimena. Una disculpa. Usé la palabra sin mucho tino. Quería decir tan sólo que, en el caso específico de Panero, sus textos me parecen poemas inspirados por el tarot. Muchos saludos.
Alberto: Veo que mi comentario salió publicado dos veces. Bueno, son las fallas de Internet No tengo ninguna página con los provervios de Blake en español. pero ya la buscaré y te informaré de ello. Aunque hay una enorme distancia generacional me gustaría mucho leyeras la obra de mi padre, que te enviaré con mucho gusto, si te interesa y me dices a donde enviarla. Mi correo es: miko3900606@yahoo.com.mx
Saludos
Miguel R. Mendoza G.