Concurso #63

Esta bitácora convoca una vez más a su concurso mensual. Los interesados pueden comenzar observando esta imagen:

Instrucciones:
1) Suponer que esta imagen ilustra una historia.
2) Imaginar cuál es esa historia: qué está pasando allí, qué momento se anuncia, por qué, quiénes están allí, qué hacen. No se trata de explicar la imagen, ni de escribirle un pie de foto, sino de tomarla como punto de partida para imaginar una historia propia.
3) Escribir la historia, en forma de cuento brevísimo (minificción), en los comentarios de esta misma nota.

El o los textos ganadores recibirán un trofeo virtual y serán seleccionados considerando la opinión de quienes decidan opinar. La fecha límite para participar es el 26 de enero.

Quedan invitados…

Etiquetas: ,

86 comentarios

  • Información Bitacoras.com…

    Valora en Bitacoras.com: Esta bitácora convoca una vez más a su concurso mensual. Los interesados pueden comenzar observando esta imagen: Instrucciones: 1) Suponer que esta imagen ilustra una historia. 2) Imaginar cuál es esa historia: qué está ……

    Responder
  • […] This post was mentioned on Twitter by Alberto Chimal, Círculo Lectura Roma and others. Círculo Lectura Roma said: Concurso #63: Esta bitácora convoca una vez más a su concurso mensual. Los interesados pueden comenzar observand… http://bit.ly/gJZn9B […]

    Responder
  • Fernanda S.
    03/01/2011 1:21 am

    Ahí estaban los dos, a la espera de un nuevo año. Mareados, indecisos, llenos de remordimientos. Habían prometido irse para no volver; dejarlo atrás. ¿Irme? Sería a un nuevo lugar, un lugar iluminado. Él ya no está. No estaba desde hacía tiempo, y yo no lo noté. Cerré los ojos. Sólo se me ocurrió esconderme en medio del tiempo, taparme de sueños y esperanzas. Rápido se derrumbaron, y aquel material del que están hechas las nubes se hizo polvo. Cubierta de desolación aventaba puñitos de tierra ¿Saldré? Ya no lo sé. Rasgo con las uñas montañas de grava mientras los gusanos forman agujeros. Me aferro a ellos… encadenada, ciega y muda los sigo.

    Responder
  • […] blog porque el concurso depende de una foto que se publico ahi; entonces, sin mas, les presento con el link. var ids = new Array; ids.push(1593); Tagged under: blog, concurso, escritura td […]

    Responder
  • Susana Garduño
    03/01/2011 3:03 pm

    Show Time No es que el espectáculo en sí fuera aburrido,
    sino que lo repetitivo del asunto había vuelto insostenible la
    atención de cualquier espectador. Rodrigo estaba entre quienes
    renunciaron a seguir interesados. Mariana todavía estaba
    expectante. Sus ojos recorrían con ansias la escena buscando
    cualquier cambio, aunque sólo fuera pequeño, para no seguir
    contemplando la misma rutina, con los viejos protagonistas de
    siempre y la misma gente anónima siendo ajusticiada. Porque,
    –pensaba Mariana–, ahí está el problema, esa masa sin nombre,
    amorfa, hecha de individuos que no logran transmitir su dolor a
    nadie, porque nadie los conoce. Y ella todavía esperaba que su
    corazón se estremeciera por alguno de ellos. Quería sentir su
    dolor, su pavor. Intentaba ser capaz de intercambiarse por alguno
    de ellos un momento y experimentar esa oleada de pánico. Quería
    imaginar el frío del filo metálico cortando su propio cuello,
    atravesando sus vértebras y desprendiendo su cabeza del cuerpo.
    Quería imaginar el viaje de su cabeza hacia el suelo mientras sus
    ojos, aún vivos, alcanzaran a mirar su cuerpo cayendo del otro
    lado. Pero su alma se había acostumbrado tanto al espectáculo que
    ya era incapaz de agitarse. La guadaña seguía cayendo curva y
    certera sobre los cuellos de los convictos y ella no podía sentir.
    Rodrigo le dijo: ¡Ya me voy wey! ¡Aquí no pasa nada! Espérate wey,
    —le respondió Mariana— a lo mejor el próximo es el bueno y éste sí
    va a ser el muerto que nos reviva. ¡Naaa! –Le dijo Rodrigo– Yo ya
    me voy, esto está muy aguado. Se apartó de la ventana y caminó sólo
    algunos pasos antes de volverse humo. Al presenciar la evaporación
    de Rodrigo, su amante, su hermano, Mariana volteó lenta su mirada
    hacia la ventana temblando de ardorosa anticipación. ¡Qué te
    parece! —Murmuró— ¡Así le teníamos que hacer! Abrió apresurada su
    ropa de invierno y se quedó frotando su cuerpo desnudo, transido de
    placer, en el helado cristal, mientras Rodrigo se materializaba en
    la sala y se convertía en el siguiente convicto bajo el golpe de la
    guadaña.

    Responder
  • Hector Aguirre
    03/01/2011 4:20 pm

    Las posiciones contrarias descansan cínicamente una de el
    lado de la otra. Creadas para ocupar un espacio en el manto de el
    artista. Se han creído que solo son objetos de una obra. Cada uno
    de ellos sospecha de el color ajeno, y sin embargo ocultan sus
    rostros temiendo ser advertidos. El movimiento es inaceptable. Su
    creador les condeno a la inmovilidad. Los capturo con su
    imaginación y les enclaustro con formas y colores de su
    antojo.  La vida que les dio fue condicionada; unos tendrían
    que mirar al norte, otros al sur; algunos tendrían que servir de
    recipientes y otros arrastrarse en superficies ásperas y posar con
    presencia única y exclusivamente decorativa. Curiosamente el
    castigo de permanecer mudos fue adoptado voluntariamente, el ser
    parte de una idea hecha, les hizo asumir que no poseían el poder de
    expresión. La palabra no había sido inventada aun, así que
    permanecieron callados, unos mirando hacia el norte, otros hacia el
    sur, y otros simplemente permanecieron como sirvientes, dibujados
    en forma de recipientes.  El creador permaneció tres segundos
    mirando su creación y al cuarto segundo aburrido por la falta de
    carácter de su creación, se dio la media vuelta y
    desapareció.  Las posiciones contrarias permanecieron con los
    rostros ocultos. Nunca supieron que aun sin movimiento pudieron
    llegar a conocerse. Los rostros ocultos apagaron las palabras y
    cualquier oportunidad de libertad. La representación de el creador
    fallo por si misma, porque los personajes creados creyeron en su
    captura y aceptaron su prisión. 

    Responder
  • Fernanda S.
    03/01/2011 8:18 pm

    Dice… que hay cuatro respuestas y no veo a nadie, ¿estoy en el lugar correcto para dejar la minificción?

    Responder
  • juli morales
    04/01/2011 9:58 am

    ha, los placeres básicos» suspiró el verde verdugo,
    mientras el condenado, asqueado por la doble humillación, se
    debatía aún en el dilema: la cubeta o la vida

    Responder
  • – Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis…. – Nunca sabrá
    donde estoy. En las escondidillas como en la vida: mientras más
    cerca me encuentro, paso más desapercibido.

    Responder
  • – ¿Ya escogiste a quién? – Desde que nos dijeron que sé a
    quién. Digamos que no necesité mucho tiempo para decidirlo. – Yo
    todavía no sé, y entre más nos apuran, menos me decido. – Eso es
    porque eres medio maricón. Todavía te puedes arrepentir, te puedes
    brincar la barda y le corres. Aunque sabes que te van a buscar y
    cuando te encuentren quién sabe cómo te vaya. – Yo no me arrepiento
    de nada porque de nada sirve arrepentirse, o no me digas que porque
    te arrepientes de algo vas a regresar el tiempo. – No, el tiempo no
    lo regresas pero puedes buscarle por otro lado, pero sí, tienes
    razón, ya de nada sirve. – Y… ¿a quién escogiste? – No seas
    pendejo, sabes muy bien que no podemos decirlo. – Sí ya sé, pero
    qué importa que me digas a mí, todo queda en familia. – Es igual,
    si nos dicen que no podemos decirlo, ni a mi puta madre se lo digo.
    – Pues si yo ya hubiera escogido te lo diría, total, qué puede
    pasar que lo sepas tú, yo confío en ti y sé muy bien que no vas a
    abrir el hocico. – Bueno, ya deja de hablar y ponte a pensar. Pa mí
    que estás arrepentido. Bríncate la barda y córrele, total, yo te
    echo aguas. – La verdad es que sí me estoy cagando de miedo. –
    Vete, yo te cubro, si ya llegamos hasta aquí es porque podemos
    llegar a cualquier lado. Bríncate la barda y no mires atrás, ya ni
    regreses a la casa, córrele a donde te lleven tus patas pero no
    mires atrás cabrón que de eso se trata esto, no pienses en nada,
    quédate tranquilo y y no mires atrás, que yo te voy a estar
    cubriendo…

    Responder
  • Puedo quedarme aquí parado observando el pasar de las horas hasta que decidas lo que es mejor para los dos, como siempre lo has hecho. Como tu lo digas. Como tu lo quieres, así siempre ha sido.

    Me anulas por completo y dejas que vague solo por los caminos de la locura. No piensas que siento, que soy un hombre que al igual que tu, que tiene miedos y problemas que no sabe solucionar.

    Sigue ahí parada, haciendo como que no estoy. Anulándome, como siempre lo has hecho. ¿Porqué habría de ser diferente hoy?.

    Mírame!, ni siquiera tienes el valor de mirar en lo que me has convertido: Un títere que se deja manipular por tus palabras y caricias sin par.

    Es tu indiferencia la que me hace pensar si existo para ti. Si alguna vez ocupé un lugar en tu corazón.

    Yo creo que no fue así… porque no tienes corazón. ¿O será que no existí?.

    Responder
  • Milton Rodrí
    04/01/2011 7:40 pm

    El mundo había caído a causa de un gran sismo, escombros y silencio era el paisaje mundial. Hilda miraba al horizonte desde el punto más alto de esta nueva tierra, Joshua en el mismo punto, pero recorrido a la izquierda de Hilda, miraba a donde la montaña, piedra que tenía más sentido que la de los escombros. “Sería más fácil si tuviera su celular y yo el mío” pensaba Joshua. “Eduardo el colombiano del chat sabría que decir en estos momentos” pensaba Hilda. No se hablaban…lo habían intentado, por lo menos en la imaginación, pero cómo hacerlo, el tiempo en estos días era tan lento. Así pasaron años, sin ni una palabra pronunciada, Hilda y Joshua murieron; el silencio nos extinguió y reinó, pero luego también murió, pues a que se le podría llamar silencio si ya no existía ser o cosa que con su presencia de no sonidos lo pudiera definir.

    Responder
  • Bueno no cabe duda bien vale la pena todo el esfuerzo para llegar hasta aqui, al contemplar todo esto que me rodea me doy cuenta de que la naturaleza es perfecta, definitivamente no hay palabras, solo hay que disfrutarlo, quien sabe cuantas personas han estado aca y los años que tenga este lugar, hay que continuar queda mucho camino por recorrer.

    Responder
  • Cuento de una casa

    «Señora, esto no es correcto» dijo el hombre, cada vez más impaciente, apoyado en el marco del portón.

    El patio, ahora cubierto de cemento, angosto y lleno de basura, era el escenario de su conversación. La casa atrás solía ser como un palacio, donde quizá habitaron grandes caballeros. De ella salió un niño, llevado por la desesperación, se apresuró al patio. Sin embargo, no logró escuchar, pues su hermano mayor, quien esperaba respaldado en la pared, se lo llevo de regreso.

    El hombre, el intruso, sostenía una pequeña libreta, y la señalaba insistentemente.

    «Señora, tiene que corregir estos documentos cuanto antes. Esto no puede seguir así. Es su responsabilidad.»

    Responder
  • Susana Garduño
    06/01/2011 12:50 pm

    Noté que en mi primera inserción se me fue el texto sin división de párrafos. Me gustaría pedir como favor a la moderación del foro que me den la oportunidad de borrar mi primera inserción y dejar sólo ésta donde procuro delimitar los párrafos.

    Ojalá fuera posible esta sustitución y no sea una molestia. (Además cambié el título).

    Gracias.

    Reality.

    No es que el espectáculo en sí fuera aburrido, sino que lo repetitivo del asunto había vuelto insostenible la atención de cualquier espectador.

    Rodrigo estaba entre quienes renunciaron a seguir interesados. Mariana todavía estaba expectante. Sus ojos recorrían con ansias la escena buscando cualquier cambio, aunque sólo fuera pequeño, para no seguir contemplando la misma rutina, con los viejos protagonistas de siempre y la misma gente anónima siendo ajusticiada. Porque, –pensaba Mariana–, ahí está el problema, esa masa sin nombre, amorfa, hecha de individuos que no logran transmitir su dolor a nadie, porque nadie los conoce.

    Ella todavía esperaba que su corazón se estremeciera por alguno de ellos. Quería sentir su dolor, su pavor. Intentaba ser capaz de intercambiarse por alguno de ellos un momento y experimentar esa oleada de pánico. Quería imaginar el frío del filo metálico cortando su propio cuello, atravesando sus vértebras y desprendiendo su cabeza del cuerpo. Quería imaginar el viaje de su cabeza hacia el suelo mientras sus ojos, aún vivos, alcanzaran a mirar su cuerpo cayendo del otro lado. Pero su alma se había acostumbrado tanto al espectáculo que ya era incapaz de agitarse. La guadaña seguía cayendo curva y certera sobre los cuellos de los convictos y ella no podía sentir.

    Rodrigo le dijo: ¡Ya me voy wey! ¡Aquí no pasa nada!

    Espérate wey, —le respondió Mariana— a lo mejor el próximo es el bueno y éste sí
    va a ser el muerto que nos reviva.

    ¡Naaa! –Le dijo Rodrigo– Yo ya me voy, esto está muy aguado. Se apartó de la ventana y caminó sólo algunos pasos antes de volverse humo.

    Al presenciar la evaporación de Rodrigo, su amante, su hermano, Mariana volteó lenta su mirada hacia la ventana temblando de ardorosa anticipación.

    ¡Qué te parece! —Murmuró— ¡Así le teníamos que hacer!

    Abrió apresurada su ropa de invierno y se quedó frotando su cuerpo desnudo, poseso del placer, en el helado cristal, mientras Rodrigo se materializaba en la sala y se convertía en el siguiente convicto bajo el golpe de la guadaña.

    Responder
  • Wittgenstein
    06/01/2011 7:17 pm

    ¿Quién lo diría? Mis padres me pagaron los colegios más
    caros esperando que yo –su único hijo– heredara y fuera el
    administrador de la cadena de carnicerías y salchichonerías de
    animales no modificados genéticamente más grande de Cerro Seco y
    poblados circunvecinos. Pero aquí estoy, como recolector de orines
    de turistas, quienes me pagan 20 Foxies (moneda común del
    continente americano que sustituyó las monedas nacionales), por
    acompañarlos a lo largo de sus excursiones por este parque. En este
    inicio del año 2061 es mi propósito juntar algo de dinero para
    rentar un depa donde pueda vivir con Andrea (ella si está
    genéticamente modificada), mientras tanto escucho a estos meones y
    en la caída de su orina sobre mis cubetas descifro melodías y
    ritmos musicales, como si su identidad fuera legible a través de
    sus “firmas”. Así distingo a los pusilánimes de los más
    aventurados, a los sanos de los enfermos, en estos tres años como
    “recolector” he aprendido a diagnosticar los padecimientos y
    estados de ánimo de quienes alquilan mis cubetas. Dicen mis abuelos
    y algunos tíos que hubo un tiempo en que este paisaje era natural,
    en cambio hoy toda la vegetación es artificial y está prohibido
    mojar todo lo que nos rodea.

    Responder
  • Esa mañana el frío era como un cuchillo de hielo que me
    partía la cara, mientras esperaba que la cubeta se llenara a cuenta
    gotas. Debía llenar tres. Imposible con la miserable ración de agua
    que se nos permitía almacenar nada más entre las seis y las nueve
    de la mañana. Después de esa hora la tubería se volvía seca y
    oxidada, sin esperanzas de exprimirle chorro alguno. ?No va a
    venir, convéncete ?le dije a Ita, frotando mis manos enfundadas en
    esos guantes viejos que encontré a buen precio en el tianguis de
    San Agustín. ?El cielo se ve cuarteado. Va a arreciar el frío ?me
    dijo ella, sin hacer caso a mis palabras; con la mirada puesta en
    el vasto horizonte que enfrentaba nuestra choza cada día. Las
    cartas llegaban muy puntuales al principio, cada fin de mes, al
    cabo de un año recibíamos a lo mucho una cada tres meses, hasta que
    nos acostumbramos a las tarjetas de cumpleaños solamente: una para
    Ita y otra para mí. Inesperadamente, a finales de noviembre y sin
    ser cumpleaños de ninguno de los dos llegó aquella en la que nos
    anunciaba que vendría para Noche Buena. Ya era Navidad: un pollo
    rostizado se quedó completito en su bolsa de papel estraza
    aguardando ser el banquete de su recibimiento. Un manjar digno
    después de cuatro años de no verla. Pero nuestra madre no llegó.
    Ita aún tenía esperanza y esperaba que de un momento a otro
    apareciera su figura subiendo la loma. Tal vez no encontró camión,
    decía, cuando yo pensaba que era comprensible que mamá no quisiera
    regresar a la pobreza de nuestro pueblo, de nuestra casa. Pero lo
    que no estaba bien era que jugara con las ilusiones de mi hermana,
    pues yo, desde que se fue, vi en sus ojos la mirada sin retorno. La
    noche anterior Ita se había ido a dormir con las mejillas mojadas,
    decía que era por el calor que le producía el vapor de la olla con
    el ponche hirviendo, pero yo sabía que le escurría el llanto cuando
    se encontraba de espaldas y removía el líquido sobre el anafre,
    cuando ya casi eran las doce. Aún recuerdo a Ita esa Navidad. Con
    su capucha verde y la chamarra negra sintética que se compró con
    los veinte dólares que le mandó mamá en su cumpleaños. Recargada
    sobre los troncos apolillados que sostenían su fiel espera, y los
    restos de nuestra hogar. La veo ya con la mirada lejana, hoy que
    cumple sus dieciséis, y a un año de que también ella se ha ido con
    quién sabe quién. Entre tanto yo aún sigo llenando las cubetas con
    el miserable chorro de agua que nada más me visita de seis a nueve
    de la mañana. Hola, maestro Chimal, espero que te acuerdes de mí,
    fuí tu alumna en la generación 41 de SOGEM. Saludos.

    Responder
  • Sequía Esa mañana el frío era como un cuchillo de hielo que
    me partía la cara, mientras esperaba que la cubeta se llenara a
    cuenta gotas. Debía llenar tres. Imposible con la miserable ración
    de agua que se nos permitía almacenar nada más entre las seis y las
    nueve de la mañana. Después de esa hora la tubería se volvía seca y
    oxidada, sin esperanzas de exprimirle chorro alguno. ?No va a
    venir, convéncete ?le dije a Ita, frotando mis manos enfundadas en
    esos guantes viejos que encontré a buen precio en el tianguis de
    San Agustín. ?El cielo se ve cuarteado. Va a arreciar el frío ?me
    dijo ella, sin hacer caso a mis palabras; con la mirada puesta en
    el vasto horizonte que enfrentaba nuestra choza cada día. Las
    cartas llegaban muy puntuales al principio, cada fin de mes, al
    cabo de un año recibíamos a lo mucho una cada tres meses, hasta que
    nos acostumbramos a las tarjetas de cumpleaños solamente: una para
    Ita y otra para mí. Inesperadamente, a finales de noviembre y sin
    ser cumpleaños de ninguno de los dos llegó aquella en la que nos
    anunciaba que vendría para Noche Buena. Ya era Navidad: un pollo
    rostizado se quedó completito en su bolsa de papel estraza
    aguardando ser el banquete de su recibimiento. Un manjar digno
    después de cuatro años de no verla. Pero nuestra madre no llegó.
    Ita aún tenía esperanza y esperaba que de un momento a otro
    apareciera su figura subiendo la loma. Tal vez no encontró camión,
    decía, cuando yo pensaba que era comprensible que mamá no quisiera
    regresar a la pobreza de nuestro pueblo, de nuestra casa. Pero lo
    que no estaba bien era que jugara con las ilusiones de mi hermana,
    pues yo, desde que se fue, vi en sus ojos la mirada sin retorno. La
    noche anterior Ita se había ido a dormir con las mejillas mojadas,
    decía que era por el calor que le producía el vapor de la olla con
    el ponche hirviendo, pero yo sabía que le escurría el llanto cuando
    se encontraba de espaldas y removía el líquido sobre el anafre
    cuando ya casi eran las doce. Aún recuerdo a Ita esa Navidad. Con
    su capucha verde y la chamarra negra sintética que se compró con
    los veinte dólares que le mandó mamá en su cumpleaños. Recargada
    sobre los troncos apolillados que sostenían su fiel espera, y los
    restos de nuestra hogar. La veo ya con la mirada lejana, hoy que
    cumple sus dieciséis, y a un año de que también ella se ha ido con
    quién sabe quién. Entre tanto yo aún sigo llenando las cubetas con
    el miserable chorro de agua que nada más me visita de seis a nueve
    de la mañana. Lo volví a mandar porque el primero no me respetó el
    formato. Saludos maestro.

    Responder
  • Red Dragon
    07/01/2011 8:38 pm

    Blasfemia de carbón Mientras los ojos de María subian por
    las escaleras del mítico castillo de Sir Edward, meditana: «Si a
    este pendejo no se le hubiera ocurrido ponerse a rayar con sus
    pinches carbones de pandillero, ya estuvieramos allá en Puente de
    Dios, hechando cheve con la lupi y el matarique, si hasta lo
    debería dejar que limpie él solo, ya me ha hecho muchas…». —
    órale cabrones, a limpiar — gritó un guardia del lugar sacando a
    María de sus reflexiones–. Y cuando terminen me dejan los botes
    donde los tenía. Pues mira, andar con sus pinches grafittis en un
    lugar sagrado para el arte.

    Responder
  • Red Dragon
    07/01/2011 8:43 pm

    Blasfemia de carbón Mientras los ojos de María subian por
    las escaleras del mítico castillo de Sir Edward, meditaba: “Si a
    este pendejo no se le hubiera ocurrido ponerse a rayar con sus
    pinches carbones de pandillero, ya estuvieramos allá en Puente de
    Dios, hechando cheve con la lupi y el matarique, si hasta lo
    debería dejar que limpie él solo, ya me ha hecho muchas…”. — órale
    cabrones, a limpiar — gritó un guardia del lugar sacando a María de
    sus reflexiones–. Y cuando terminen me dejan los botes donde los
    tenía. Pues mira, andar con sus pinches grafittis en un lugar
    sagrado para el arte

    Responder
  • Nada extraordinario. Pedro salió a pasear, como siempre
    traía colgando en el cuello una cámara fotográfica, para capturar
    la imagen de algo extraordinario, aunque no sabía qué. Sus
    pensamientos no lo dejan concentrarse, pues revolotean como moscas
    atrapadas en una botella de plástico. Se detuvo al tener la
    sensación de que alguien lo seguía, miró hacia a todos lados. No
    había nadie, aparentemente porque frente a él estaba su novia
    Betty, quien hace un mes murió, en un accidente automovilístico.
    Betty se cubrió la cabeza con un gorro, porque no quiere que vean
    la herida, que a causa del accidente posee en el cráneo, dejando
    ver parte del cerebro. Sin embargo Pedro no la pudo ver. Betty
    observó a Pedro como si él fuera el fantasma, al percatarse que era
    invisible para Pedro, Betty se colocó a un costado, mirando en
    dirección contraria a Pedro. Los segundos iban pasando y Pedro no
    encontró nada extraordinario que fotografiar en aquel lugar. Es
    verdad el sitio no tiene nada sorprendente, sino fuera por los
    duendes que se escondían en las hojas verdes, el elfo que tocaba la
    gaita dentro de una cubeta (mientras Pedro lloraba), y el alma
    nómada de Betty que no se quería ir de aquí.

    Responder
  • Salgo del baño y ahí están tus nalgas gordas esperándome, las agarro, volteas y te doy un beso. Nos vamos a seguir turisteando. No sé quien es ese guey de la cámara.

    Responder
  • Parecía que otra vez estaban en la misma situación. Anahí y Miguel, se habían conocido en la prepa, y tenían los mismos intereses y gustos, les gustaba caminar por el bosque cuando hacia frio y así pasar una aburrida tarde dominical; ambos sabían que eran el uno para el otro. Sin embargo las cosas habían ido mal, aunque se esforzaban por recordar los momentos de felicidad pasajera, era triste, pero la relación se había desmoronado como un polvorón de vainilla en una taza de leche con choko-milk.
    Después de ese día, solo habría un mensaje de texto que Miguel dudo mucho en enviar pero que Anahí no quiso contestar; un e-mail que Anahí enviaría a su lista de contactos para una fiesta, pero que «por error» también lo recibiría Miguel, aunque por orgullo no quiso ir, aunque conocía bien donde seria y quienes estarían ahí.
    «Estaré aquí cinco minutos más, por sí hay algo que quieras decirme» Los segundos pasaron y los dos permanecieron en silencio. Había tanto por decir, y tan poco tiempo para hacerlo. Cualquiera de los dos podría haber cambiado las últimas cinco líneas de su historia juntos; son esos momentos en que estas a punto de hablar, no importa si escoges las palabras correctas, pero por alguna razón no lo haces. Cada uno camina hacia la dirección opuesta con la mente en blanco, el camino de regreso es corto, un adiós con la mirada y así habrá terminado su terrible historia de amor.

    Responder
  • Otra discusión, la convivencia se tornó insoportable. Las peleas se sucedían. Ámbar se preguntaba cuándo había empezado todo y no podía ubicarlo en el tiempo con exactitud.
    ¿Fue cuando ella había pasado largas horas cocinando su plato preferido y él llegó indignado del trabajo y la insultó? ¿O fue cuando él le trajo unas flores por su aniversario y ella le dijo que esas flores nunca le habían gustado y que él no la conocía en lo más mínimo?
    Ahora habían discutido por el color de las paredes de su modesta vivienda. Se habían puesto de acuerdo en pintarlas de color pastel, para sosegar los ánimos. De repente aparece Ismael con una pintura color naranja fuerte.
    Ámbar pudo soportar muchas cosas durante todo ese tiempo, pero esto era demasiado. Toleraba que la maltratara, que la minimizara, que la vapuleara, pero aguantar a un tipo que no tuviera sensibilidad para distinguir los colores, eso nunca.
    Fue el último día que se vieron. Ahora Ámbar vive feliz en una casita que hace honor a su nombre e Ismael trabaja en una granja donde cosechan naranjas.

    Responder
  • Mientras el mimo se escondía del payaso, el payaso temblaba de miedo al imaginar la voz del primero, mientras los espectadores reían del espectáculo para no tener que sufrir con la realidad, al mismo tiempo que el ser supremo jugaba con la realidad para enviarles un mensaje. Lastima que el no invento a los mimos.

    Responder
  • 302088421
    09/01/2011 5:25 pm

    Y diego Fernandez de Ceballos? – a escapado…

    Responder
  • Julio Cruz Quintana
    11/01/2011 1:23 pm

    SEMÁFORO ECOLÓGICO
    -Pues si me aburro un poco pero hago algo por la Tierra; además el amarillo siempre fué mi color favorito.

    Responder
  • El Vato Márquez
    12/01/2011 2:16 am

    MÁS O MENOS

    – Estás bien?
    – …..oooaaaugghhh…..
    – Sácalo todo, sin pena
    – no me veas
    – No hay problema, yo vomito todo el tiempo
    – no me veas por favor….oaghhh…
    – Intenta con el dedo
    – oooooaaaauuhhhh…..
    alberto?
    – Aquí estoy. cómo te sientes?
    – másomenos
    – No debí darte esa porquería
    – pero yo quería
    – Pero estábamos borrachos, y la mezcla nunca acaba bien, es algo que ya debería haber aprendido
    – tú sigues puesto?
    – Másomenos
    – debes pensar que soy una niñita tonta
    – Por qué? por el vómito? he visto adictos consumados echando las tripas por la boca
    – noo, por ponerme como loca y salir corriendo así…
    – eso? fue un malviaje, le pasa a todos, no te preocupes
    – ….y lo que te dije, es que….
    – Olvídalo sí?
    – …no es cierto, perdóname soy una tonta
    – No eres tonta
    – sí soy tonta, lo eché a perder, pero…
    – Mira, ya por favor
    – pero no estás enojado?
    – Claro que no, estoy cansado que es diferente
    – yo también. Oye y los demás?
    – En la cabaña supongo
    – sabes donde estamos?
    – Masomenos
    – alberto…
    – Qué?
    – me quieres?

    Responder
  • La discusión fue breve, pero la recordarán por el resto de sus vidas.

    Responder
  • Él se negaba a creerlo, ella esperaba que él lo creyera, que a partir de ese día ya no eran dos, sino tres.

    Responder
  • Mala decisión

    Estaban agotados por la larga caminata, pero eso no era tan preocupante como la angustia de ser aprehendidos o, en todo caso, ser atravesados por una bala. El hombre no paraba de reprocharle su compañía. Estaba molesto y descargaba su enojo contra el muchacho.

    Hazte para allá que me quitas mi escondite. No me estés empujando. Yo no quería que me siguieras. Este era mi problema. Pero tenías que meterte como siempre. Sabes que jamás me ha gustado que me sigan. Yo soy más solitario, como tu abuelo.
    Pero en qué estabas pensando. Te digo que este lugar es muy pequeño para los dos. Si nos descubren, los dos vamos a tener el mismo destino.

    Me lastima tu codo. Hazte para allá. Sí, ya sé, se lo prometí a tu abuela, pero los tiempos han cambiado y la situación actual ya no es la de hace cincuenta años, cuando se podía vagar libremente sin que hubiese espías por todas partes.

    Sabes que pudiste haber evitado estar en este embrollo. ¿No te parece que sería mejor estar acostado en la hamaca contemplando las estrellas y la luna bajo el cielo oscuro, casi transparente? ¿No crees que esto es una locura que no vale la pena? Me fastidia tu presencia. No quiero que llores. Aguántate. Tú tomaste esta decisión. Si no fuese porque le prometí a tu abuela que te cuidaría ya me habría escabullido y librado de esta cacería.

    ¿Qué intentas hacer? ¡No, no salgas! ¡Regresa!

    Cuando el muchacho atravesó la entrada, se escucharon dos disparos. Un cadáver yacía cerca de la cueva mientras unos pasos dejaban el escondite donde acababan de estar padre e hijo.

    Responder
  • Destino

    Cuentan los que han salido, que detrás de aquel cerro hay un valle muy bonito donde se pueden ver el horizonte, los amaneceres y las puestas de sol. Yo nunca he visto algo así, pero me imagino que esas cosas deben ser maravillosas porque me las han descrito muchas veces.

    Del horizonte cuentan que es una línea horizontal imaginaria que divide el cielo de la tierra. O mejor dicho, es donde el cielo y la tierra se vuelven uno. Eso me recuerda a Samantha. Existe un lugar como ese en nuestras vidas. En ese lugar nos volvemos uno solo, pero a diferencia del horizonte, nosotros sabemos que el lugar no es imaginario. Samantha desea, al igual que yo, ver esa línea imaginaria, saber dónde se encuentra. Lo hemos deseado desde que nos la describieron.

    Yo quisiera llevar a Samantaha hasta la punta de aquel cerro y pasar un día completo ahí; ver los primeros indicios del alba y esperar al sol iluminando las nubes en tonos lilas, rojos y ver los bordes dorados. Al atardecer, ver cómo va cayendo el sol y el color turquesa del cielo junto a los tintes lila en algunas nubes. Pero no podemos llegar allá. Está muy lejos. Sin ayuda, es difícil que un par de ciegos pueda salir de aquí.

    Responder
  • Alejandro Hernandez Martinez
    12/01/2011 6:31 pm

    No era un disgusto, era la sorpresa de enamorarse
    en estos tiempos uno ya no sabe cuando es amor y cuando deseo,
    ¿por que platicar? si en el fondo los corazones hablan.
    Se habian prometido un viaje el cual seria inolvidable, pero
    invariablemente sabrian el final, y si, como toda historia semiromantica
    llegaban al punto de partida y los dos seguramente no querian terminar el viaje.
    ¿cuanto tiempo se quedaran callados? nadie lo sabia, lo unico que era claro
    era que muy en el fondo ahi comenzaba una historia,
    una hermosa historia que seria el inicio donde yo empece a vivir.

    Responder
  • Preguntas

    Mi hija me pregunta cuál ha sido el momento más feliz de mi infancia. Como la mayoría de los interrogantes planteados por los chicos, se trata de una cuestión peliaguda, difícil de responder sin titubeos. Los recuerdos se amontonan, reclamando su turno de ser reavivados. Pero uno ya no se fía de ellos.

    Cuando empiezo a relatar, algo hace que sus ojitos brillen:

    —De chico, vivía en Villa Caraza, más o menos cerca del río Matanza. Una vez, cuando yo tenía once y tu tío ocho, las lluvias de invierno hicieron que el río se desbordara. Llegaron a entrar en la casa unos treinta centímetros de agua. Desesperados, los abuelos trataban de evitar que los muebles se mojaran. La abu Julia nos gritaba una y otra vez que no saliéramos a la calle, porque nosotros nos desvivíamos por ir chapotear. El abu Roberto, murmurando maldiciones, intentaba colocar unos tirantes de madera debajo del tocadiscos, la heladera, la biblioteca y los sofás de cuero, que tanta plata habían costado.

    —¡Ya sé! Cuando la abu los perdió de vista, se tiraron al agua.

    —¡Ni locos! Sabíamos que si desobedecíamos no habría postre luego de la cena. No. Lo más lindo fue otra cosa. Como en casa no teníamos gas natural, comprabámos garrafas. Pero la inundación hizo que el garrafero no apareciese durante algunos días. Entonces tu tío y yo, una vez que bajaron las aguas, tuvimos que caminar unas quince cuadras para comprarle kerosén al viejo Cambalessi. Para las estufas. Yo llevaba un balde y mi hermano un bidón. Nos sentíamos cazadores de tesoros; dos expedicionarios que debían cruzar tierras desconocidas en busca de aventura y riqueza. Como en una película.

    —¿Qué es el kerosén, papá?

    —Un combustible. Si tienes una estufa apropiada, sirve para la calefacción. O para cocinar.

    —¿Y lo consiguieron?

    —Sí.

    Ella sonríe. Su mirada encendida parece decirme “misión cumplida”. Y el corazón me da un salto.

    Sale al balcón y mira hacia la calle. Vuelve y se sienta frente a la computadora. Rezonga al ver que aún no se abre su página preferida de videojuegos. Entonces pregunta:

    —Papá: ¿por qué no tenemos una estufa a kerosén? Además, ¿cuánto tiene que llover para que el agua llegue al quinto piso? ¡Yo también quiero buscar tesoros!

    Responder
  • Diana Y. Jara
    13/01/2011 2:34 am

    Hamlet, le pregunta a Freud: Ser o no ser…

    Responder
  • Wittgenstein
    13/01/2011 4:50 pm

    Y cuando desperté, las cubetas seguían ahí…

    Responder
  • Wittgenstein
    13/01/2011 4:55 pm

    De que chingaos sirve usar ropa de la marca adidas y cargar con mi cámara Nikon cuando tu indeferencia me hace sentir peor que Gregorio Samsa.

    Responder
  • Dijo- yo voy a ser la primer mujer que vuele a la luna y de regreso con solo un paracaídas.
    Voy a ser famosa.- No la miré. pero la imagine volando desnuda sobre la ciudad. Elevandose a cada metro de vuelo. – ¿Crees en dios?- dijo , pero sin esperar respuesta siguió hablando.- Porque yo me voy a encontrar con dios allá arriba. Lo voy a mirar directo a los ojos y me voy a fumar un cigarro con él.-El claxón de un coche sonó tres veces. Y era hora de marcharno- Porque…¿dios vive en el espacio verdad?. – Caminamos hacia el coche y nos marchamos.- Yo me quede imaganandola volando aun sobre la ciudad, pero diminuta, indecifrabel. Seguro que hace frio allá arriba.

    Responder
  • Rodrigo Gardea-Montiel
    14/01/2011 2:32 am

    SINO

    -Nos vemos en Montauk- escuchó que rezaba en su cabeza la voz de un eco masculino. -¿Pero dónde demonios está ese lugar?- se preguntaba mientras se dirigía impulsivamente, casi como un zombie irritado, hacia la vieja biblioteca de la casa que habían dejado abandonada a la muerte de su abuela. Ahí la esperaba el amante olvidado que en sus sueños sembró la duda del pasado, diciéndole mientras se hallaba aún despierta –Para resolver una duda o para ampliarla, quedan abiertas todavía, las piernas firmes de las bibliotecas.

    Fui a atestiguar el encuentro de la chica con su sombra pues el amante no se atrevía; al cabo de unas horas tuvo miedo y se marchó dejándome un encargo especial.

    Y ahí esperando, recargado dormitando sobre los maderos añejos, me quedé congelado agonizando, y ya sin poderme moverme, casi alucinando a causa de la hipotermia, escuché a la mujer repetir –Nos vemos en Montauk-.

    Un boleto de tren fue encontrado tieso en el interior de mi bolsillo derecho cuando me llevaban a la morgue. No se apreciaba el origen ni el destino del viaje o algún otro dato relevante. También se había borrado de él el mensaje de amor que escribió.

    Responder
  • Rodrigo Gardea-Montiel
    14/01/2011 2:42 am

    ROMANZA DE LA LUZ o UN CUARTO DE SIGLO SIN TI

    -Voy a buscar mi centro- le dijo Tania en secreto al partir, mientras Rodrigo se volvía invisible (para los justos de corazón).

    Responder
  • En la sombra del edificio inconcluso de Madariaga al 1520 Ernesto y Sonia se cobijaron de la mañana de trabajo que comenzó fría, aburrida y trastocó a un bochornoso sol extraño al mes. Los cuerpos palpitaban bajo sus ropas, el sudor asediaba, patente no más entrada las diez. Con esfuerzo trajeron los baldes y los limpiaviadrios, se distendieron.
    El edificio los refugiaba y, si el tiempo inscribiera las paredes, podría haberse leído 15 años sobre el material agreste y abatido.
    -Mejor nos vamos -dijo ella-. Hace calor y hoy están todos amarretes.
    -Si querés andate; yo me quedo un rato más -contestó sin mirarla.
    Ella intentó cruzar la puerta. Se detuvo, se confundían en sus pensamientos la negativa recibida por Ernesto: siempre trabajaron juntos, nunca se quedaba uno, a menos por enfermedad, o como la vez que pelearon. Inmóvil bajo la arcada, no se podía ir, como si intuía una pérdida, quizás la cuestión era no perderlo, como el día que se enteró. Se asomó para espiarlo. Él como si nada miraba para el frente, serio, extraño, misterioso.
    -Qué te pasa pajero? -disparó un poco enojada por la complicación que en ella engendró la actitud displicente.
    Él contestó con la mano: puño cerrado y dedo medio erguido.
    Ella le contestó con otra seña y marchando por calle Madariaga pasó los semáforos y giró a la izquierda. Ernesto prendió un cigarrillo, que al parecer no quiso compartir con Sonia, la mano le temblaba.
    -Estás solo? –dijo una joven que asomó el torso por la ventana hamacándose.
    -Si –respondió. Quiso incorporarse y sus piernas no respondieron, le jugaron una sacudida.
    -Quedate tranqui –dijo-, al final no tengo el Sida.

    Responder
  • Nélida Magdalena Gonzalez de Tapia
    15/01/2011 6:32 am

    Vivir en la pobreza no era fácil, menos aún cuando se tenía un familiar enfermo. La abuela hacía meses que estaba postrada y lo poco que ganaban con la venta del cartón y botellas que encontraban en la calle, no alcanzaba. Medicamentos costosos y comidas especiales tampoco ayudaban a sostener la situación por la que atravesaban.
    El médico dijo que eran los últimos momentos, que preparasen todo. La anciana respiraba muy agitada y se suponía que no pasaría la noche.
    — ¡Como si fuera fácil! —dijo Laura con un sollozo que llegaba desde lo más profundo de su ser.
    —¿Pensás que para mi lo es? La abuela nos crió desde que mamá se fue. La malvada ni siquiera dejó rastros para avisarle que su madre se muere —respondió Pancho con un grito, que más que grito era un rayo de angustia que no pudo contener.
    —¿Qué hacemos hermano, ni siquiera tenemos para comprar un ataúd del más económico? La abuela no se merece terminar en la morgue de un hospital y que ni siquiera tengamos un lugar para ir a llorarla —a Laura le estallaba la cabeza.
    Se dieron un descanso para pensar, ninguno de los dos se miraba ni emitía palabra. Solamente sus sollozos y la respiración de la abuela parecían escucharse en el sitio. Oyeron que la abuela hablaba y corrieron junto a su lecho.
    —Llamen a su madre, su número telefónico está guardado en el fondo de mi cajita musical que me regaló cando se marchó. No pidan por Esther, su nombre verdadero es Esterina Bertis — y expiró.
    Así lo hicieron, corrieron al teléfono público y después de largo rato contestaron.
    —¡Secretaría de Recursos Humanos buenas tardes! — Laura quedó atónita pero igual preguntó.
    —Quisiera hablar con la señora Esterina Bertis. ¿Es allí?
    —Sí es aquí, pero es imposible, la presidente de la organización viajó al Congreso Internacional “Todos por la pobreza”— contestó con voz firme.
    —Es mi madre, por favor —dijo Laura atónita.
    —Debe ser una equivocación señorita, la señora siempre dijo que no tenía hijos —y colgó el teléfono.

    Responder
  • Carolina Álvarez
    17/01/2011 10:05 pm

    Teatro sucio.

    —¿Puedo contarte algo?
    —No.
    —Ahí tienes a dos personas, congelándose porque se llevaron chaquetas delgadas, pensando que no haría tanto frío cuando subieran a sacar fotografías del paisaje desde el observatorio de la ciudad. Encontraron un cadáver. Uno gritó y se recargó contra la pared más cercana para evitar las arcadas del vómito, y el otro sólo pensó en que podría resucitar como Jesucristo. El cadáver, no él.
    —Ah, mira.
    —¿No te gustó?
    —Un poco.
    —Después decidieron que el cadáver podría traerles problemas porque, ves, ellos lo encontraron.
    —Yo no puedo ver nada, para eso me lo estás contando, ¿no?
    —¿Ahora sí quieres que te lo cuente, ah?
    —Pues la verdad no. Tengo prisa.
    —Y bueno, el chiste es que le tomaron fotos, las subieron a internet y todos pensaron que ellos habían matado al cadáver.
    —A la persona.
    —¿Quieres escucharme o quieres a hablar?
    —En realidad, quiero irme.
    —Pues entonces vete.
    —¡Pero termina de contarme!
    —Ya no tengo ganas.
    —Cómo jodes.
    —¿Nos vamos?
    —Bueno.

    (Se quedan)

    Responder
  • No es mi culpa que mi rostro no apareciera en esta fotografia, no es mi culpa pero ¿Como podria ese chico enamorarse de mis alarmantes ojos tristes? La gente siempre habla de amor y este caso es ese «no siempre».

    Responder
  • Menudo

    -menudo problema.
    -¿matarnos?
    -no, avisar a nuestros padres.
    -ah sí, eso sí.
    -mandále un e-mail al viejo.
    -pero hombre, no sabe usar el ordenador.
    -menudo problema.
    -marcáles a la casa.
    -no traje el teléfono.
    -menuda bazca de cabaña abandonada, y estás seguro que así venía en el libro?
    -epa, sí, que me lo he leído unas treinta veces.
    -eso sí te lo creo por eso estás tan obsesionado con matarte, ya no hay quien te aguante.
    -menudo hermanito que tengo, ¿y tú? ¿por qué te decidiste a venir?
    -vaya, fácil; no más tareas ni trabajo ni problemas.
    -y por la tía aquella, ¿no la extrañas?
    -no qué va… bueno, un poco, pero no lo hago por ella.
    -la verdad me viene valiendo porque lo hagas, con tal de joder a los viejos. venga acercáte que ya toca que te des el balazo.
    -¡que va! mejor disparáme.
    -¿qué decís? no quiero que me acusen de asesinato.
    -pero si te vas a morir también.
    -¡joder, disparate ya!
    bang.

    Responder
  • Jonás Isbac
    18/01/2011 12:15 am

    Vladimir fumaba un cigarrillo después de hacer el amor con Maya. Empezaron a platicar sobre música electrónica. La presencia de Maya en un bosque hermoso por la mañana después de un buen orgasmo, con los trinos a lo lejos de algunas aves, y un cigarrillo en la boca, era una situación que deseaba hace mucho tiempo. «Un sueño idílico siempre es una pesadilla al final porque abres los ojos y te das cuenta que sólo fue un sueño» le dijo a Maya. No sabía porque había dicho esas palabras. Se sentó en una parte de la marquesina y empezó a ver las rocas. Maya se dedicaba a ver los árboles. Y en ese instante, Vladimir se da cuenta que es un sueño. Abre los ojos en la misma almohada de siempre.

    Responder
  • -Hola
    -…supongo que, «ho-la»
    (es obvio que no se han visto)
    -esperas a alguien?
    -no
    -yo tampoco
    -que haces?
    -observo
    -…por que?
    – porque siempre observo a la derecha
    – en serio? Yo siempre observo a la izquierda
    -…
    -quizás un día nos podamos ver
    -no lo creo
    -no sabes cuanto puedo caminar…

    Responder
  • Flor de otoño
    19/01/2011 8:24 pm

    Que las mujeres son de X y los hombres de Y, decía una amiga a una joven de ojos tristes, aún con la huella del dolor y el llanto en el rostro. Por más de una hora le dió argumentos, que si unos piensan con el hemisferio derecho y otros con el izquierdo, que la percepción es distinta, era la naturaleza humana, desde el punto de vista neurológico los hombres tienen mejor percepción del espacio, no era su culpa haberse llevado el espejo de la camioneta y rayado la puerta con la llave de la toma de agua de la entrada, era una cuestión meramente genética, además su cuñado lo repararía antes de que su esposo pudiera darse cuenta.

    Responder
  • ¿Cuando el frío muro donde estamos recargados desaparezca, qué podrá soportar nuestra humanidad?

    Responder
  • Mentor Madkin
    20/01/2011 1:10 pm

    Si él quiere podriamos hacerlo juntos. Pinche cobarde. Mi hermana ya lo hubiera mandado a la verga. Ese sonido es de los monos aulladores, chiquitos pero gritones. Podría vivir acá para siempre. El pavimento me hace daño.

    -¿dónde dejaste el gallo? no me digas que lo tiraste…
    -No, acá está. Me gustaría armar otro igual.
    -Si quieres yo lo armo.
    -Órale, toma.

    Le quedan mejor que a mí, siempre fue muy buena con cosas de manos. Clase de plásticas y ella hacia esos alebrijes o no sé que eran. Parece que sigue mojada su ropa. No, no quiere que le ofrezca la mía. Enchilada y media.

    -A huevo, buen churro eh.
    -Prende este mejor.
    -Va.

    El atardecer se empieza a anunciar, la luz diagonal hace que los ojos tengan que cerrarse un poco como si predispusiera en ambiente para el apareamiento o para un siesta. La humedad sigue generando frío en la selvática montaña. De lejos vemos bruma.

    Responder
  • No estabamos todos, faltabas tú. La noche era bonita, fria y azul, el reflejo de la luna llena plantando diamantes en los pedacitos de hielo que aun quedaban en el suelo. Las sombras de los arboles hacian juegos, como fantasmas que se acercan y se alejan, como si de repente les diera miedo asustarte, o se asustacen ellos de ti, pero la curiosidad no les permitiese correr.
    Nos fuimos sin rumbo, por ahi, en el bosque ese que queda al lado de mi casa. No llevamos cigarros, dejamos de fumar hace unos dias, tu sabes, esas las resoluciones de año nuevo que uno hace, que duran hasta carnaval, o hasta que viene uno de esos dias con ganas de llorar. Llegamos al lugar mas denso del bosque, la luna se veia apenas, estrellas entre los brazos flacos de los arboles mas altos, desnutridas sombras de lo que fue una primavera, las hojas de otoño en el piso, ya medio podridas, quien sabe congeladas, mas alla el arrollito con su murmullo incesante. Preguntamos en voz alta, «¿donde van las ardillas en invierno?», hace dias que no veiamos una en la ventana, al desayunar. Nadie respondio. Entonces nos dimos cuenta que nosotros sin ti somos solo yo. Y decidi volver.

    Responder
  • Con los pulmones llenos de agua por la neblina, él la esperó sereno, un par de horas más. Cuando por fin llegó, se veía agitada y entumida por el frío glacial.
    -Aquí está- le dijo y sacó de su bolsilló un cassette – la última canción la escribí por ti
    -Gracias- respondió, mientras recorría la lista de canciones hasta encontrar la suya: «Pay de limón» 3:44, luego examinó la portada y reconoció un dibujo hecho por ella misma un tiempo atrás.
    El ruido del bosque los interrumpió y arruinó el momento, una lagartija que había estado escuchando escondida, corrió hasta perderse entre las rocas.
    Ella guardó el cassette en su chamarra y se despidió con un abrazo plástico de ropas invernales. Camino montaña abajo, conforme perdía altitud, se entristeció al pensar que no tenía ya su vieja grabadora y no podría escuchar «Pay de limón». Tan sólo pensó en el lugar ideal para guardar el cassette, el lugar de sus tesoros más valiosos, junto a un coral, una roca volcánica y un caballito de madera.

    Responder
  • La sesenta y tres .
    – Te estaba esperando .
    – vine a despedirme, Rubèn .
    -¿ Rubèn? tù decidiste que mi nombre fuera Rafael . ¿ Te acuerdas ?.
    – como el de las tortugas ninja , el de la cinta roja .
    -pensè lo habìas olvidado .
    -quizàs las pastillitas de menta y el lìquido transparente estàn perdiendo su efecto .
    – si sabes que hoy es la ùltima cita .
    – eso no podrìa ignorarlo , desde que apareciste acordamos sòlo sesenta y tres veces estarìamos juntos .
    – fuè un trato que debemos cumplir , espero dejar de verte .
    – deseo lo mismo , no puedo borrarte y cada vez me asusta màs .
    -cuando me llamaste por otro nombre me alarme , ahora sè que la despedida nos llegò en mejor momento .
    -toma una foto de los dos para guardarla debajo de mi almohada , asì podrè recordar el color de tu piel y el rojo de tu sudadera , Rafael . Desde mañana solamente vestirè de blanco y con las manos en la espalda.

    Responder
  • En obra negra

    Todo pintaba como pinta Remedios una despedida. Aquí no hay sombra, ni un gato, ni usas un bombín, ni yo me retiro. Somos un segundo en el tiempo, surreal y terrenal, visto a la izquierda de otros ojos. A fin de cuentas todo es cuestión de perspectiva. Somos la despedida en obra negra.


    (Texto/ejercicio debido a la similitud que encuentro entre la fotografía y el cuadro «La despedida» de Remedios Varo.)

    Responder
  • María Martín
    24/01/2011 2:42 am

    Río Vivo

    Desde aquí se escucha el caudal que se arrastra y que, aunque potente y crecido, es como un rumor trémulo y frío que adormece mis oídos, acostumbrados a su ritmo intempestivo, cuando fluye o se descarga. Aunque no era este su verdadero cauce se arroja y nos diluye.

    Fue anoche cuando, sobre los andadores, con esfuerzos intermitentes íbamos surcando en la pendiente, a contra corriente. Prácticamente nadábamos sobre la escalinata. El agua escurriendo sobre nosotros, no se evaporaba al calor del cuerpo, que ya se volvía frío. Ahí, entre la neblina y un velo semitransparente se me cerraron los ojos. Luego no supe con certeza si avanzamos o si descendimos, o cuál era el sentido. En completa oscuridad me percaté de que se fue la luz artificial. Con los miembros tensos y casi dormidos, nos quedamos casi quietos, pero temblando. De rodillas y con las manos ancladas. Respirando.

    Escuché entonces, las copas de inmensos árboles, empujadas por enormes masas invisibles, sacudir sus ramas y arrastrar sus hojas lejos. Percibo las ondas burbujeantes que se deslizan o revientan en mi cara con caricias heladas. Un nuevo escalofrío me despierta cuando el agua que rebota en una piedra se lanza dentro de mi boca, en el instante justo en que inhalo más profundamente. También siento extraños movimientos bajo la ropa. Verifico, a tientas, con el escaso tacto de mis dedos entumecidos, que se trata de algunas hojas escurriendo, pegadas a mi cuerpo.

    No esperamos que se calmara el temporal. Llegamos aquí movidos por no sé qué sentido. Pisando piedras dentro de los zapatos. No recuerdo lo demás con mayor claridad. También sin darnos cuenta dejó de llover, pero sigue nublado y húmedo. Estas lejos y aun siento frío.

    Responder
  • Estoy cansado de pintar durante todo el día. Marusa está viendo como ha quedado, desde la puerta. Seguro que encuentra fallos, siempre tiene que quejarse de todo. Pero yo no sé hacerlo mejor, pintar grafitis es más divertido. No se da cuenta de que yo soy un artista, no un artesano. No se da cuenta de que mi amor es de verdad y que no puede encerrarse entre cuatro paredes que huelen a pintura. Que invitan a preparar un nido, la habitación de un bebé con la cuna de su abuela y monigotes pintados. Mi amor se pierde en la selva, soñando con casas en los árboles que no necesitan ser pintadas. Pero sus suspiros me envuelven y me empujan hasta eso que ella llama nuestra casa y ahogan con su aliento desesperado mis sueños. Dormiré en ese chamizo con olor a pintura y bucearé en su cuerpo sabroso, tratando de sacar la cabeza del mar de la desesperanza.

    Responder
  • Me detengo un momento al final de la fila. No me formo, opto mejor por sentarme a un lado de la puerta para frotar mis manos y observar el entorno.

    Lo cierto es que nadie me dijo que habría tanto pinche frío, nadie me dijo que habría que traer unos pinches cigarros, nadie me dice para qué son estas pinches cubetas ¡y para colmo está la pinche fila!

    Me siento un tanto engañado y pienso que quizá, sólo quizá, esto de entrar al paraíso no sea tan buena idea.

    Responder
  • Alberto D Vaie
    24/01/2011 1:36 pm

    María no pudo con el asombro, su esposo Pedro jamás se sintió tan turbado. En el inicio del mes de Enero, ambos sabían que sus vidas cambiarían. Un nuevo miembro de la familia se gestaba en el vientre de María. José no pudo pensar en nada más. Ella sabía que él la abandonaría. Él sabía que su empleo como fotógrafo local no servia para sostener tres bocas. Ambos impávidos, lo único que se les ocurrió fue contemplarse a sí mismos en silencio. El silencio de su determinación.

    Responder
  • Alguna vez se creyó en la Teoría de la Relatividad, hasta que el cambio de Era transformó al mundo, dejándola como un simple mito más. Por eso, las sectas formadas por jóvenes amantes de la fantasía han hecho sus propias juntas, para representar a la vistosa velocidad de la luz, vistiendo ropas rojas y verdes y mirando a lados contrarios.

    Responder
  • Rodolfo Alemán
    24/01/2011 3:06 pm

    Y alguien toco a la puta puerta, era la puerca imagen de los de siempre, mi vicio «inmoral», volveria a tundirme a palos,- Le dije al canalla que me esperase, se bien que intentara espiarme, es su recompensa. Entre los pechos exiguos de su niñ-hermana , esnifare exiguo polvo de tormento blanco.
    Mis vicios no se regatean y ellos lo saben.

    Responder
  • Iván Hernández
    24/01/2011 3:29 pm

    EDÉN
    I
    Plantas, ramas, abarcan la casa: trabajar y trabajar para nada. Obro solo con sol sólo. “Vas, cantas, ya acabas”. ¡Falsa cábala!
    II
    Hoy somos dos. Somos rojos. “Cavar. Para acabar abrasar las ramas”. Crece el verde. ¿Cómo?
    III
    “Mañana caminarán hasta acá las damas naranjas. Habrá más para trabajar”. Qué creer. Hoscos troncos orondos. Hachas cansadas. Ojos: ¡No!
    IV
    “Basta. Más maña al tajar al ras. Paga amenazada”. Nada de damas naranjas. Somos pocos, cojos, sospechosos, “flojos”.
    V
    Mañana las hachas cantarán para apagar amenazas.
    VI
    Reverdecer: Caras damas naranjas. Beber. Cantar. ¿Tajar al ras? ¡Bah! ¿Qué jefes? Ese es el edén. ¿Le veré?

    Responder
  • Alonso de la Vega
    24/01/2011 3:49 pm

    – No entiendo qué quiere que diga. No sé hablar; por algo tomo fotos. Ella misma siempre repite que se enamoró de mí por la forma en la que veo las cosas. No por como las digo. Acabé con la memoria de tantas fotos que le he tomado a su espalda y sigue sin voltear. «Ximena, ¿por qué no me ves?»

    – Su obsesión por una imagen sustituyendo mil palabras evita que diga las únicas dos
    que quiero escuchar de él; ya dudo que me reconozca sin el lente de por medio. «Porque no traje mi cámara.»

    Responder
  • Vivimos del desencuentro, siempre fuimos de los que no se pueden ver a los ojos y mucho menos encontrarnos en la misma dirección. A veces quisiera vivir como tú, de espaldas al infinito con esos ojos puestos en una castillo que se quedó en obra negra.

    ¿Qué que veo yo? no lo sé con certeza, veo infinito, veo abismo, veo totalidad.
    ¿Qué por qué no me quedo? porque una sola palabra tuya bastaría para que yo diera media vuelta y me sentara junto a ti a seguir admirando ese pasado que no es más que eso, pasado.

    Tú y yo nacimos para darnos la espalda.

    Responder
  • En la eterna espera de encontrar el momento perfecto, el lugar perfecto, la vista perfecta para hacer la fotografía perfecta, fue ésta quien los encontró primero a ellos.

    Responder
  • El tiempo se detuvo. No hay agua. Los tobos vacios pierden rastros de la vida, a mis pies. Quizá la enredadera que arropa las piedras sea la última y nosotros nos quedemos aquí eternamente. Dejaremos de ser lo que éramos. Si el agua no baja seremos cascarones vacios. Sólo la cámara que cuelga de mi cuello ofrecerá un testimonio a quien la encuentre, cuando ya no estemos. La tierra suda lo que ya no tiene. Una vez deshidratados nos desintegraremos en este piso en el que sólo quedará nuestra ropa. Testigo mudo. La mía al norte y la de ella al sur.

    Responder
  • Seguir el camino con la mirada, mientras él espera tu decisión, solamente hace que se te haga más largo.

    Aquí, ya sabes lo que hay. Pero abajo, abajo…

    Poco sabes de qué hay abajo, si siempre has visto copas de árboles y aves que surcan el cielo. Y nubes. Y sol. Y estrellas. Y luna.

    Y sabes que todo lo dejarás, que ya no verán juntos ni al sol ni a la luna, ni a las estrellas ni a las nubes.

    Pero también sabes, porque lo leíste en ese libro gordo que te dio el Padre Clemente, que seguir viviendo con tu hermano, aunque tengan dos hijos, no es bien visto por los ojos de Dios.

    Responder
  • Pepe Grillo
    25/01/2011 8:05 am

    La Gordita Tentadora

    El entomólogo llegó al descanso en el camino, harto de tomar fotos de especímenes extraños y fue entonces que la vio. Solamente atisbó una parte de su cuerpo y pensó: es gordita pero… tentadora. Antes de que pudiera pensar en otra cosa ya tenía a la gordita encima de él, tentándolo, abrazándolo y a punto de besarlo. Quiso apartar su boca pero unas tenazas articuladas le impedían cualquier movimiento de sus brazos. Al tratar de gritar una probóscide se introdujo en su boca, silenciando cualquier sonido y sintió un aguijón en su cuerpo inyectándole una sustancia que lo invadía por completo. De pronto comenzó a ser parte de ese especimen… a fusionarse con él… a ser parte de esa nueva carne. Cuando terminó el extraño proceso de fusión se sintió satisfecho, feliz. Pasado el tiempo comenzó a sentir de nuevo hambre y unos filamentos en sus patas detectaron que alguien se acercaba. Adoptó de inmediato la misma posición en el mismo rincón de antes, confundiéndose parcialmente con el entorno y esperó a que la siguiente porción de alimento estuviera al alcance de un ataque rápido al tiempo que liberaba feromonas para atraerlo…

    Responder
  • Saliste de casa, sola, corrías. Te alcancé en la hilera de cipreses; sobre la hierba te echaste a llorar.
    —Te hará bien caminar —pensé. Así anduvimos por el rumbo de las confesiones, de las estocadas finales.
    —Estamos perdidos —dijiste. Yo no lo quise aceptar. El bosque se cerraba y el monte inclinaba más nuestros reproches.
    Dimos con la cima, exhaustos exhalamos el último aliento; entonces nos separamos, nunca antes.
    Caminé duro, como caminan las personas enojadas; te volviste un rencor inasible, una ceguera que pasaría pronto al arrepentimiento.
    En la noche escuchaba tus gritos y tú los míos, pero era inútil distinguir las voces entre los reflejos de sus ecos.
    El frío y el viento dejaron de traerme tu voz, dejaron mi ser arrodillado ante el temor de nunca poder encontrarte.
    Me despertó el aleteo de una lechuza, Caminé horas antes de hallar el camino de regreso a casa; al llegar, no estabas ahí.
    La policía encontró tu cuerpo mordido por los lobos, al fondo de un acantilado, tres días después de mi delirio.

    Responder
  • DECISIÓN POSTERGADA

    -Dios …no lo soporto más-piensa con la mirada perdida en la nada.
    Mientras, él sigue hablando sólo incoherencias a causa del alcohol.
    -Han sido muchos años así…-sigue pensando-…ni un minuto más!-murmuró.
    -Esta misma noche desaparece de mi vida…y de la faz de la tierra…-

    Responder
  • Melissa

    Estas deshonestas incertidumbres de pretendernos con recelos, cercados por putos prejuicios, a causa de un pasado que nos hiere, que hace jirones el corazón, y nos revierte a espaldas y de frente a la amotinada ciudad. Al río. Sospecho que tus ojos preñados de aventuras calan, lo mismo que yo, como vorágines mudanzas de caricias que de un palmo resucitan en la calcáreas memorias, aquel embrujado perfume, que ha quedado encarcelado entre estos muros, en este paisaje que no muere, pero que mata, de aquellos besos encabritados navegando por mi ser, (por tu ser) de sus ojos en mi lengua retorciéndose como un remolino lúbrico en su ombligo, que va desatando nuevas aventuras. Este paralelismo, este exilio tan cercano, que nos aísla, que nos convida la vida en otros brazos. Pero dónde estará ella, aquel primer amor, que amé henchido de inocencia. Su piel, en mi piel, era como un loco ángel guardián carne-hueso, resumido en este paisaje. En esta angustia. En tu angustia. Sí, lo delata con los gestos al contemplar la ciudad. Al mirarme, besarme, acariciarme, amarme. Si es que me ama, si es que te amo. Pero, temo perderte Melissa. Siento flaqueza en mi alma, en mis actos. En los tuyos. Apenas tenemos dos semanas residiendo en mi barrio, visitando este lugar, que me lastima y me da con pensar, que no eres la misma. En verdad que no. Allá, en la ciudad, del otro lado del río, se ha quedado algo… alguien contigo… otros besos quizá, otras inesperadas caricias tal vez, habitando bajo este cielo gris, bajo estos abrigos que nos matan de frío la piel; los sentidos, pero aún continúas, (continuamos como ausentes), tu parada en el mismo lugar en que ella, una noche de luna, se entregó mi amante a otros brazos.

    Responder
  • Les acaban de decir. Ella veía la hierba descender a lo largo del cerro formando caminos: el camino que dirigía a su casa y que a travesaba las vías del tren o aquél otro que ya conocido se usaba sólo en días de fiesta o en funerales y llevaba al bosque. Él veía al cerro y sólo veía una pared cubierta de hierba seca. Se acerco para arrancarla y cuando volvió ella se había ido.

    Responder
  • Uno al lado del otro

    Les acaban de decir. Ella veía la hierba descender a lo largo del cerro formando caminos: el camino que dirigía a su casa, el que a travesaba las vías del tren o aquél otro que sólo se usaba en días de fiesta o en funerales y llevaba al bosque. Él veía al cerro y sólo veía una pared cubierta de hierba seca. Se acercó para arrancarla y cuando volvió ella dejó de estar ahí.

    Responder
  • Massiel Abigail Colín Pérez
    26/01/2011 12:58 pm

    «Esperar»
    Una mujer se encuentra esperando a la llegada de su hijo, lleva cerca de 10 años con la esperanza de verlo, ahora él la contactó y quiere volver a verla. Junto a ella hay un hombre, de unos 30 años, éste notaba desde hace dos horas que aquella mujer tenían un brillo en sus ojos, esperanzada con el reencuentro.

    El tiempo pasaba y a la mujer se le iba apagando el brillo de sus ojos. Dieron las 6:45 y su hijo no aparecía. Decidió marcharse y regresando le informaron que a su hijo lo mataron viniendo de la frontera.

    Responder
  • rodrigo garcía cabo
    26/01/2011 1:03 pm

    La espera del hijo

    La mujer esperaba la llegada de su hijo el cual había huido de casa, la última cosa que dijo fue que la odiaba y no quería volverla a ver.La mujer cada día abria la puerta de la casa esperando que su hijo regresara y siempre se lo imaginaba, adentro de la casa fumando y desperdiciando su vida como lo hacía antes de irse.

    Responder
  • Norma Lamadrid
    26/01/2011 1:24 pm

    » Mi Espera»
    Esperar… Toda mi vida he esperado y sigo aquí esperando.
    La desdicha que por alguna razón me ha tocado vivir, observando al infinito, deseando saber lo que realmente es sonreir; la comida, como siempre preparada a la antigüa por las manos de mi hermano y gracias a los cultivos de aquellas semillas robadas por mis padres, es lo único que puedo disfrutar, aunque para ello, también debo de esperar…
    No existe un inico ni un final para mi día ni para mi noche, todo es igual, lleno de obscuridad, a la espera del siguiente día, de la siguiente noche, de la siguiente vida.

    Responder
  • Carla Flores Hernández
    26/01/2011 1:33 pm

    «Sigo aquí…»
    Judia. Ese era todo mi problema, creer en algo que los demás no aceptan. Ahora sentada en este tren sin rumbo siento que tú eres lo único que necesito, o mas bien, lo único que tengo, lo único que me queda y que no me han logrado arrebatar. Recuerdo cuando nos conocimos, todo parecia tan fácil que nunca me dí cuenta de todo el tiempo que pasó. Ahora no puedo dejar de contar los minutos, las horas que me faltan para saber si sigues aquí, si volveremos a estar juntos. Encontré la casa muy alejada de todo, junto a un río hermoso, sólo me faltas tú. Cada mañana desde las 12 hasta las 6, te espero. Imagino todos los momentos que pasaremos sin que nos importe si acabaremos encerrados o cremados.

    Responder
  • Pepe Grillo
    27/01/2011 6:48 am

    Normalmente no escribo de nuevo un texto pero en esta ocasión creo que tenía partes que no se entendian. Esta es la versión definitiva de la Historias. Gracias y perdón por las molestias 🙁

    La Gordita Tentadora

    Rodrigo el entomólogo llegó al descanso en el camino, harto de tomar fotos de especímenes extraños y fue entonces que la vio de espaldas, recargada en la escalera. Le llamó extrañamente la atención y desde ese ángulo solamente podía atisbar una parte de su cuerpo y pensó: es gordita pero… tentadora. Sintió la necesidad de acercarse más para observarla bien. Lo hizo y antes de que pudiera pensar en otra cosa ya tenía a la gordita encima de él, tentándolo literalmente en todo el cuerpo, abrazándolo y a punto de besarlo. Asustado, quiso reaccionar apartando con la mano la boca de ella pero de inmediato unas tenazas articuladas le impidieron cualquier movimiento de sus brazos. Al intentar gritar pidiendo auxilio una probóscide se introdujo en su boca, silenciando cualquier sonido y comenzando a succionarlo desde adentro. Sintió un aguijón en su cuerpo inyectándole una sustancia que lo invadía por completo. Paralizado, no sabía si por el miedo o por la extraña sustancia que le había sido inyectada, sin perder siquiera la conciencia comenzó a sentir cómo era ahora poco a poco parte de ese especimen… a fusionarse con él… a ser parte de esa nueva carne. Cuando terminó el extraño proceso de asimilación se sintió satisfecho, feliz. Pasado el tiempo comenzó a sentir de nuevo hambre y unos filamentos que no sabía que tenía en sus patas detectaron que alguien se acercaba y le avisaron por medio de una especie de impulsos eléctricos. No lo pensó dos veces. De inmediato adoptó la misma posición en el mismo rincón de antes, confundiéndose parcialmente con el entorno y esperó a que la siguiente porción de alimento estuviera al alcance de un ataque rápido al tiempo que liberaba feromonas para atraerlo aún más hacia sí…

    Responder
  • Descendientes del Crepísculo 571

    Antes de que por primera vez se alimentaran con el cadaver de uno de los tripulantes, lo hicieron con la sangre de un resto que quedó al descubierto en la avalancha que sepultó los restos de la nave.
    Ese muerto, o no muerto, o no muerta para ser más preciso, era una princesa quechua que había sido escondida por sus súbditos en os tiempos de la Conquista, para evitar que fuera quemada en por la Santa Inquisición.
    Fue después que bebieron de ella y ella de ellos, que comenzaron a alimentarse de los que habían fallecido o seguían falleciendo por renunciar a la ¿vida?
    Lo único que les había pedido a cambio era que le entregaran a cada uno de sus primogénitos, para volver a formar su Imperio. No todos cumplieron, y sobre aquellos que no lo hicieron y sobre su descendencia cayeron maldiciones y desgracias aterradoras.

    Responder
  • En una esquina del mundo una pareja mira a lados contrarios: uno ve hacia el sol y el otro hacia la luna. Dicen que a pesar de estar uno junto al otro siempre se están buscando, dicen que los dos son ciegos y tratan de verse a través de los otros sentidos. Lo cierto es que todo el tiempo recorren la bóveda celestial con sus ojos cansados y muy raras vez sus miradas se encuentran. Pasa tanto tiempo que cuando al fin sucede, sólo pueden atribuir el fenómeno al encanto desprendido de un sueño, a alguna memoria que no pueden rastrear o a una elucubración que imaginan constantemente y están seguros que los persigue a través de toda la historia del tiempo.

    Responder
  • Fernanda S.
    28/01/2011 11:28 pm

    Me gustó tu escrito tocayo, saludos.

    Responder
  • JORGE MANUEL AGUNDEZ ESPIMOZA
    30/01/2011 9:19 pm

    LOS OTROS

    Por un lado el mundo y su basura, luego separado por una debil distancia, como principio activo, un pedacito de cielo nadamás. Los pilares y el piso de concreto no existen… sólo yo, y soy tú forever… rompe la foto.

    Responder
  • Muchas gracias 🙂

    Responder
  • Flor de otoño
    31/01/2011 12:55 pm

    Me gustó el de la gordita tentadora 1ra versión

    Responder
  • […] texto ganador del concurso de este mes es el texto sin título de Pablo Andrés, quien cuenta una historia breve y contundente que parece a punto de convertirse en un pie de foto […]

    Responder
  • Flor de otoño
    31/01/2011 6:18 pm

    Felicidades a los ganadores! y gracias Alberto por tener esta sección.
    Saludos para todos.

    Responder
  • Fernanda S.
    31/01/2011 9:27 pm

    ¡Felicidades!

    Responder
  • Deja una respuesta

    Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

    Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.