Concurso #33
Una vez más, Las historias convoca a su concurso mensual. Los interesados pueden comenzar observando esta imagen:
Instrucciones:
1) Suponer que esta imagen ilustra una historia.
2) Imaginar cuál es esa historia: qué está pasando allí, qué momento se anuncia, por qué, quiénes están allí, qué hacen.
3) Escribir la historia, en forma de cuento brevísimo (minificción), en los comentarios de esta misma nota.
El ganador de cada mes será elegido tomando en cuenta la opinión de quienes decidan opinar, y recibirá un trofeo virtual. (Los concursantes deben dejar una dirección válida de correo electrónico, para poder recibir su premio.) La fecha límite para hacer propuestas es el 24 de julio.
Quedan invitados…
Etiquetas: Concurso, concurso #33, Convocatorias, Literatura, Minificción
46 comentarios
¿Ya ve, amá? Le dijimos que no intentara sacarle pulque al Maguey Sagrado. Mire, ya su cara se está borrando. ¿No se acuerda que antes de que nuestro apá lo intentara también estábamos pintados a color?
Melquiades Ortega debìa ser enterrado esa tarde. Su cuerpo habìa sido brutalmente perforado por dos o tres balas de escopeta , provenientes de uno o dos atacantes, asi mismo se le salieron del cuerpo dos que tres litros de sangre. Su cuerpo fue lavado, vestido y metido en el ataùd, la familia derramò las làgrimas correspondientes a una tragedia, el cortejo partiò , todo el pueblo iba en el excepto los Velasco. El yermo camposanto recibìa los latigazos solares,el terreno habìa sido excavado, como corresponde a la tradiciòn el mismo dìa, la familia formò un cìrculo a la periferia del hoyo, el padre hablò, cito a la bilia, dijo no se que cosa del descanso eterno, de la gloria en el cielo transmutada en un agujero en la tierra, arrojò agua en señal de bendiciòn,la tierra empezò a caer, lamentos, sollozos,resignaciòn?. La tarde cesaba. el rito habìa sido cumplido, solo faltaba la marca del pròximo en caer en las redes de la venganza.
La abuela les pidió su bendición para ir sin miedo a reunirse con los que se habían adelantado. Después, juntos pondrían una cruz de varas de membrillo en su tumba.
Simplemente cruzan la frontera. El maguey se despide, pero ellos no lo ven porque ya se han ido.
historia de cruces
Se debía mantener el fuego encendido entre las cruces, de lo contrarío los enterrados en vida no podrían hallar descanso. Los cristeros sacrificados aún tendrían quien los recordase e iluminara sus cruces en todos santos una generación más, la abuela nos hizo jurar que lo haríamos.
Encuentro
Yo a la izquierda. Mi hermano, aun sin creer, le toca la frente a mi madre, está tibia. La cabeza blanca. El cementerio se ve extraño con el maguey sobre la tumba de ella, quizá mi padre, les digo. Silencio. En este mirar no hay color, ni duda. Acaso en muy pocas ocasiones sorpresa. Ahora la hay. Lo importante es esconderse cuando los vivos llegan y no lo sepan nunca jamás. La tierra pesa, duele. Es verdad que en el aire se descansa. Esta bienvenida se está prolongando. Aún no sé quién llegó primero…
SÓLO FALTABA ELLA
Las mujeres debían morir, ordenes del jefe. El general se hallaba impedido para ejecutar la orden, nos falta una cruz, le decían; al raso le dio frío y se hizo fuego con ella, le explicaban. Lorenza miró a través de la polvareda su última derrota: ni Dios la quería a su lado.
LA MIRADA
A través del escaparate postmortem se distinguían los ojos tristes y desconcertados de un hombre solo. Las cruces que le flanqueaban, oscuras y despostilladas, le murmuraban en silencio, tiernamente, que frente a él, sentados y otorgándose bendiciones mutuas, su madre y hermanos, después de un largo viaje, le rezaban una sentida plegaria. Les miro indiferente y dijo a las cruces que jamás había mirado esos rostros antes.
Cuando mi amigo trató de consolar a la viejecita aquella remota tarde, cuando éramos apenas dos chavales empezando a tomar conciencia de la vida, vi cómo a unos 20 metros de nosotros una cruz del cementerio se convirtió en fuego, y se desvaneció rápidamente ante mis ojos incrédulos.
Nadie, ni mi amigo, creyó jamás en lo que vi. Hoy llevo ya casi treinta años de estar enterrado aquí en el mismo cementerio. Ya casi aprendo a convertirme en fuego.
CRUCES DE POLVO
Primero les sembró las cruces, allá arriba del cerro. Una para cada uno, con sus nombres, Justino una, Fulgencio, otra. Luego las regó todos los días con sus lágrimas. Las puso allá porque estarían más cerca del cielo, donde nadie las tocara. Todos los días… así hasta que su cabello se hizo blanco –dijo mi padre mientras aquella tarde vaciaba en un jarro de barro el aguamiel que había raspado y después se tomaría. Estaba sentado a la pequeña mesa de madera, yo de pie, junto a él, pegado a la pared de adobe. Una madre –añadió con sus ojos viejos, temblorosos, mientras se quitaba el sombrero para ponérselo en las piernas– no debería ver morir a sus hijos. Él ya no alcanzó a beberse el pulque que se fermentaba. Recuerdo que yo sólo falto de convertirme en polvo.
Era preciso irnos, antes de caer la noche y consumirse el fuego. Camino a casa nadie hablaba. En nuestras mentes los pensamientos corrían apresurados, unos sobre otros; palabras, imágenes, dolores y más palabras se mezclaban en una ruidosa maraña que encerrada dejaba libre el espacio al silencio.
Podía adivinar de mi madre, que el dolor que había sentido hace un año la hacía pensar, sentir como no le parecía que hubiera pasado un año ya, no sentía, creía, haber llorado lo suficiente y sin embargo no tenía más lágrimas que liberar.
Mi hermano, siempre a su lado. Queriendo hablar, queriendo ser su consuelo, pensaba decirle tantas cosas, pero el silencio pesa, tanto que no podía hablar.
Yo, esclavo de sus pensamientos, trataba de encontrar un final a la muerte de Edna y Norma. Entre todo aquel ruido mental no alcanzaba a pensar que a falta de principio tampoco es necesario un final.
Al final de un arduo jornal.
-«madre…ya podemos descansar: Hemos podido sembrar en esa cruz del centro a la que nadie desafiaba»
TRES
-Desde esta cabeza lo ideaste, lo sé.
-No vamos a huir a ningún lado, podemos seguir tranquilos.
-Debemos dejar de jugar a santísimas trinidades.
Sus cruces también son fantasmas de sus figuras
diálogo imposible que se desdibuja en la frontera.
Evaristo nos frotaba la cara con algo como casi afecto cuando caìamos de cansancio. Una y otra vez nos recordaba lo importante que era para el reino la pizca, la siembra y la cosecha de la fe que habrìa de guardarse en los graneros para el diluvio siguiente.
– No ves que no le para de llorar el ojo, sácale la astilla rápido!
– No fastidies te dije, hago lo que puedo, herede la torpeza!
Cuestion de FE
No nos quedaba mas que el vacio sin su presencia, derramar mas lagrimas ya era imposible, la sensacion de que el nos siguiera mirando nos dejaba aun mas desprotegidos, sentiamos el miedo a la soledad, no habia consuelo el habia sido todo lo que nosotros conociamos y esperabamos y todo lo que aprendimos aun no lo utilizabamos para vivir, no hay ventaja más grande ni dolor aliviado sin seguir sus pasos sintiendolo pero ausente..
Bienvenida. Qué bueno que ya llegaste.
Anoche tuve una pesadilla, la más horrible de mi vida: era un simple y vulgar dibujo hecho a lápiz. Cuando desperté, con alegría descubrí que seguía siendo un holograma.
PESADILLAS
Anoche tuve una pesadilla, la más horrible de mi vida: era un simple y vulgar dibujo hecho a lápiz. Cuando desperté, con alivio descubrí que seguía siendo un holograma.
JUSTO…
Marcelo se despertó súbitamente aquella mañana. Escuchaba a lo lejos una voz que lo llamaba desesperadamente.
Se trataba de su hermano Justo que yacía en su catre al extremo de la habitación; no había podido dormir bien en toda la noche debido a una extraña molestia que experimentaba en su pie derecho; pero no fue hasta ese instante que se percato de su condición.
Le había aparecido al borde del talón derecho una protuberancia que asemejaba a un tacón de unos tres centímetros de alto. Atónito miraba su pie y no podía explicarse que era lo que le había sucedido.
Marcelo sorprendido, por aquella extraña situación, ayudo a su hermano a incorporarse y juntos trataron de hallar la explicación a lo sucedido.
El día anterior; recordó Justo, se había levantado como todas las mañanas a cortar la leña que ofrecían casa por casa a cambio de algo de dinero o comida.
¿Acaso sería algo que comió? Pero, decía Justo, si sólo Doña Cata, la vecina, me dio un puño de pemuches bien cocidos con frijoles y nopales; ¿O la picadura de algún animal había causado eso?, pero, replicaba Justo, si precisamente ayer no me adentre en el bosque, realmente estaba muy cansado y solo recogí muy poca leña y hasta…
Ya no pudo terminar la frase; su rostro palideció y con voz entrecortada le confeso a su hermano que no había estado buscando leña como le dijo, sino que vencido por la flojera se refugio en un rincón del panteón y durmió todo el día, hasta que el hambre lo despertó, y al ver una cruz de madera no dudo en hacerla leña que cambio por comida.
Aquello había desencadenado la maldición de la que ahora era sujeto.
Justo, no pudo contener su llanto y arrepentido juró pagar el precio de su falta.
Así, que ayudado de su hermano se dirigieron al panteón. Ahí pudieron sentir la presencia de aquella alma, que con voz calmada les dijo; ya que me despojaron de mi única pertenencia les ordeno construir sus propias tumbas cada una a mi lado, para ya no sentirme sola. Solo quiero un poco de compañía, y puedo esperarla el tiempo que sea.
Era lo justo…
Democracia. f. Cosmogonía antigua, basada en la transferencia de ineptitud colectiva hacia un sólo individuo. Su rito característico consistía en mojar el pulgar con tinta y oprimirlo contra la cara del elegido (o contra su imagen simbólica, en caso de estar éste ausente). El individuo seleccionado entonces se convertía en la personificación de la maldad, empleada por el colectivo para purgar los propios pecados. Tales «políticos» (del latín poli, que significa varios; y tico, que se refiere al insecto venenoso ticus calvaris) eran sacrificados después de un período fijo. Aunque las verdaderas funciones de estos individuos resultan ahora un misterio, su valor para la tribu debió ser fundamental, considerando la cantidad de representaciones pictóricas que se han encontrado en zonas arqueológicas.
reveses
-Así lo haré, padre.
-No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio… El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro.
Todavía antes me había dicho:
«No dejes de ir a visitarla -me recomendó. Se llama de este modo y de este otro. Estoy seguro de que le dar gusto conocerte.» Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después de que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas.
Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi madre, una tal Dolores Preciado. Mi padre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verla en cuanto él muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría, pues él estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo…
Sangre de diosa.
Hace muchos siglos, Tequitl la madre tierra necesitaba alguien que acicalara su cuerpo. Éris y Focus dueños del aire y el fuego, se enteraron de su deseo y trabajaron juntos a pesar de la rivalidad entre ellos por conseguir el amor de la diosa y crearon a los hombres. Estos cumplieron y ella les agradeció por su trabajo dándoles los alimentos y protección que obtenían de la tierra. Sin embargo, a pesar de su esfuerzo, ninguno de los dioses logró su amor. Al amanecer apareció Kahúl, un dios de piel oscura que venía de un lugar desconocido y logró arrancar a la tierra el espíritu de Tequitl con el que huyó por la noche dejando su cuerpo en sequía. Cuando Focus y Éris se enteraron, la furia los cegó e intentaron acabar con lo que quedaba de ella, pero los hombres imploraron y se esforzaron para que el cuerpo de su diosa no muriera. Un día los hombres trabajaban en el campo cuando el espíritu de Tequitl apareció para pedir perdón, y prometió recompensarlos y redimir su falta con su propia sangre.
“Mi sangre transparente brotará del maguey cubierto de espinas, y será la bebida de una diosa; un manjar para los hombres”. Después hizo una advertencia: “hagan la señal de la cruz en su frente antes de beberla para evadir el hechizo de Kahúl pues juró que nadie más me tendría”. Los hombres impresionados invocaron a Focus y Éris pero fue en vano. El espíritu de Tequitl se desintegró en la tierra y cuando los dioses llegaron vieron que brotaba una hermosa planta de maguey entre ellos. Al siguiente día aparecieron custodiándola dos cruces opalinas.
La resistencia
Nos quitaron nuestras casas, pero no la tierra. Nuestro tapete es la fina arena.
Nos quitaron los zapatos, pero no los pies. Nuestras zancadas nos llevan.
Y mientras nos quitan… otros más tienen. Cuando ellos llegaron aquí, no pudieron sobrevivir.
«Angustia»
Laureana está ardiendo en fiebre. Y no recuerda nada.Nada.
Clandestinos.
Nuestras reuniones han cambiado desde hace dos mil años.
Ahora la entrada no es libre. Hay que solicitarla con varios meses de antelación.
Mami Juanita lleva en la frente un lector de huellas. Así se conocen tus antecedentes, los de tu familia y tu número de plaza en la lista de asistentes, así evitamos intrusiones. Junto a Mami se sienta Pedrín. En su boca, un lector de tarjetas. No sé cómo envía la información, porque de él no salen cables. Visa, MasterCard, American Express…, lo que quieras. Según el donativo y el número de plazos en el pago, Pedrín te da una pulsera con la que accedes a las primeras filas. O a las últimas, que viene a ser lo mismo.
Ya casi nadie protesta por hacer del Gólgota nuestro lugar de reunión. Cualquier aficionado encuentra gracioso lo metafórico de las cruces y el calvario. Pobres lectores, nosotros, amantes del papel en el siglo electrónico.
No Manuel, la fiebre no cesa parece que de un ratito a otro va a prenderse- Le dijo el mayor de los hermanos a su fraterno, cuidaban a su hermana en ese cuarto invadido por la humedad.
Cruces, llanos, magueyes- repetía Luisita sumergida en la fiebre que no acababa, que la envolvía, que la abrazaba y la abrasaba. Él tocando con angustia su frente, Manuel a su lado; ella sentada, recargando su frágil espalda en el muro húmedo y mirando imágenes que ellos jamás vieron. Los tres descalzos.
¿Sería el augurio de la muerte de José, que aconteció una semana después?, hasta el momento no lo saben, después de casi 20 años. A Manuel y Luisa no les gusta recordarlo, pero lo hacen.
La cruz de madera que fué colocada despues de su entierro, se convertiria horas más tarde en cenizas para dar paso a la planta de maguey que exigia el lugar en donde habia nacido.
(+*+)
Alberto Paz
Angustiados corrían los hermanos a través del cerro. Uno de ellos, el más joven y fuerte, cargaba a la abuela en una vieja silla de mimbre atada a su espalda, el otro, quien guiaba el camino, buscaba entre los árboles el sitio que coincidiera con la señal marcada en el mapa (+*+)
Por fin, bajando una vereda junto a la cascada hallaron el lugar. Se acercaron al enorme maguey flanqueado por dos cruces de madera. El hermano mayor apresurado abrió la penca y rascó en su interior con una cuchara hasta sacar gotas de un líquido lechoso. Abriendo con fuerza la mandíbula rígida de la anciana vertieron dicho brebaje; en unos minutos la abuela volvió a ser aquella muchachilla quien regañaba a ese par de grandulones.
Miércoles de ceniza
Alberto Paz
– ¿De dónde sacaste la ceniza?
– Pues… de aquí, de allá… que más da…Ella quería ceniza y se la traje ¿No?… ¿Por qué me lo preguntas?
– ¡¿De dónde la sacaste carajo?!
– ¡Cálmate! ¿Para qué quieres sab…
– ¡Mamá está muerta! ¡Un Fénix le salió de la cabeza!
La señora.
Alberto Paz
Anochecer.
Ignacio corriendo entre árboles viejos.
Una cueva.
La señora disgustada por la tardanza.
La voz tartamuda que se disculpa.
El pulgar de Ignacio.
La frente de ella.
– ¡Frota rápido!
La frente caliente.
– ¡Frota fuerte!
El hilillo de humo que serpentea.
Una bola de fuego.
La bruja que vuela sobre el cerro de Metepec.
Fervor
La abuela bebe tequila con un fervor inapagable. Cuando murió el abuelo, su Ramón, ella pidió que no le castigaran con una cruz en su tumba; sobre su cuerpo le plantó un agave como tributo a una vida lejos del recato y empezó su brindis interminable.
Conversión
Cerré mis ojos cuando sentí el primer contacto de su dedo sobre mi frente. Escuché el sonido de las vacas; olí su sudor, y la corriente de agua que pasaba cerca, y el fuego en el que preparaban la comida. Sentí su dedo sobre mi frente y quise imaginar que ese dedo se convertía en un brazo, en labios, no sobre mi frente, sino sobre mi cuerpo, mi espalda, mi boca, mis pies. Escuché su voz y la distorsioné en una promesa de transmigraciones juntos. Sentí su dedo en mi frente y comprendí que ese escalofrío que recorría mi cuello bien valía la pena mi nuevo voto de castidad y la conversión a esa extraña fé.
Tengo tierras un amigo y cuando termine de dibujarla tendré todo para
Tengo tierras que dan fruto, muertos, un amigo. Cuando termine de dibujarla tendré lo que siempre quise: vida.
A la orilla del tiempo, junto al altar de lo temporal… lo eterno yace respetuoso. El alma regresa de vez en cuando a bendecir su materia.
En el umbral de la noche destellan atravez de un triste maguey la energía que desprende cada cuerpo escapando de su tumba…
Yo…
Solo reparto bendiciones entre aquellas almas que desean santificar sus restos.
Yo…
Soy su guía de este lado.
Tanto como los vivos, ellos también necesitan un mecías. Necesitan creer en “algo”.
Han pasado dos lustros desde que el esposo y el hijo de Clara huyeron del campo para ganar dinero en “el otro lado”. La última vez que supo de ellos fue cuando se despidieron.
Clara cree que han muerto, y clava dos cruces en el monte para que sus almas no anden en pena. Se sienta cerca de ellas y llora la ausencia. De pronto siente un dolor en el pecho, como si algo le oprimiera el corazón y no la dejara respirar. Entonces, escucha una voz que le dice:
-Mamá hemos regresado, y vamos a estar juntos para siempre.
La vejez ya no le permite ver, pero sus demás sentidos le confirman que quien le habla es su hijo. Entonces siente cómo unos dedos se deslizan sobre su rostro y reconoce el olor de su propia sangre. Siente la presencia de alguien más a su lado. Ella sabe que es su esposo, pero no logra moverse. Quiere decirles que los ama, pero tampoco puede pronunciar ni una palabra. Y es que cuando mueres, el mundo calla.
Animal de versos para autómatas y astronautas
La vida nos va dejando ser aquellos otros que trabajan y caminan y voltean a ver el reloj en el andén de un subterráneo. Aquellos viejos enemigos que de tanto combatirse nunca desearían la muerte del otro. En esa suerte de liviandad que se pierde, como un beso en un estero y una sintonía enrarecida de melancolía y olvido en un paraje desierto, la vida nos va volviendo dos idiotas más de aquellos que prometimos nunca convertirnos.
La vida, maldita, hermosa vida. Nos va columpiando. Somos dos niños que nunca se sueltan la mano en una alberca de arena, donde el amor es un balbuceo y una risa entre castillos y cubetas rojas y una ligera brisa que sabe a sal y a entrepierna. Nos va dejando la vida, porque nunca la tomamos con las manos. Hay que poseerla como una chica tierna o un salvavidas o un obelisco.
La vida, rastrera y pesada vida. Un deshacerse tras itinerarios inútiles y falsas condescendencias, amantes de azar que hacen todas las tribulaciones del cortejo, todas las tragedias y felicidades del amor maldito, al cruzarse en una calle.
Y es aquella vida la que nos va diciendo: es cierto, todo esto es tuyo, este reloj, esta carne, ese número de cuenta. Y tenemos que fingir como los otros que somos parabienes, salas de cine, callejones empedrados, sueños lejanos detrás de aparadores.
Ya no somos esos viejos idealistas. Ya no somos, ni seremos, esa eterna primavera. Una lluvia puede deshacerme en cualquier calle. Puede hacerme un loco más hecho de lodo y periódico, que acumula cristales de colores para hacerse un mosaico de la mujer que nunca tuvo. La vida puede darme un puntapié y meterme tras un escritorio de caoba, y decirme: has triunfado, manda un memorando, escribe felicitaciones, pídele que sea tu esposa.
La vida puede darme todo. Y yo no puedo darle nada. O nada es demasiado. O todo nunca será nada.
Y después de un día ajetreado, vagarás descalza en una avenida desolada y un llanto de primaveras y arándano te invadirá cuando comiences a entender.
Yo no seré nadie. Un nadie que recibe invitaciones a ternas académicas y bodas de platas. Un nadie que recibe aplausos en un lugar llenos de otros nadies, y que asiste a sus asensos y conmemoraciones como un fantasma o un vaquero en las pasarelas de modas.
Otros dos tontos nacerán, otros dos se amarán bajo alfa centauro, pubis de frambuesa y complicidad de nuca y sonrisas, se perderán en esa no-vida que los rodeará en un abrazo de almas y muslos y gritos aplacados con almohadas…
Y entonces vagaremos tristemente, y en las noticias venderán el paraíso en créditos bimestrales, el placer será un campo de golf y el amor una fragancia fuera de moda, y todo se habrá ido al diablo, como siempre, y será un día par de un mes impar en un año bisiesto.
Fervor
La abuela siempre bebe tequila con un fervor inapagable. Cuando murió el abuelo, su Ramón, ella pidió que no le castigaran con una cruz en su tumba; sobre su cuerpo le plantó un agave como tributo a una vida lejos del recato. Ahí mismo, sobre un montón de piedras, tierra y su Ramón, empezó su brindis interminable.
La espera perece
Las animas de M. Magdalena, Dimas y Gestas son detalladas por finas líneas oscuras y por la profundidad asfixiante del blanco. Situados en el Monte Calvario, ellos esperan con impaciencia el regreso prometido por Jesús, para la reencarnación del espíritu en el cuerpo y así lograr su salvación.
Después de la reencarnación, el cuerpo hambriento de Jesús encontró a su paso una raíz de loto, comiéndola, perdiendo al instante la memoria; en su desesperación camino por largo tiempo hasta detenerse por el cansancio frente a una cruz humectada por una rivera abundante y clara, se detuvo para lavarse las heridas y saciar su sed.
El silencio, la soledad y el colorido de la naturaleza, le permitieron entrar en meditación y tratar de recordar por medio de sus heridas lo que le había sucedido. Observó con detenimiento sus manos perforadas al igual que sus pies, se horrorizó al ver las formas que hacia la sangre seca en todo su cuerpo.
Se acerco a la rivera profunda y su rostro emergía movido por la corriente, por unos segundos admiro su expresión que lo aterraba, decidió cerrar los ojos para borrar ese imagen y semejanza del dolor. y al abrirlos por segunda vez frente a la corteza acuática, ve en el reflejo a dos hombre acompañados de una mujer, en ese instante recordó todo lo que había acontecido, y lo estaba por acontecer, tenia que ir a salvar a esas tres animas que le esperan.
La corriente arrastra la imagen de las tres animas que se reflejan en la rivera, y Jesús en una acción por salvarles introduce sus manos para alcanzarlos, cayendo en la profundidad de la rivera ahogándose entre las capas liquidas que lo cubren.
La espera es una entrada a la eternidad.
Las animas perecen, el cuerpo perece y despues que queda?
Este con algunas correcciones
La espera perece
Las animas de M. Magdalena, Dimas y Gestas son detalladas por finas líneas oscuras y por la profundidad asfixiante del blanco. Situados en el Monte Calvario, ellos esperan con impaciencia el regreso prometido por Jesús, para la reencarnación del espíritu en el cuerpo y así lograr su salvación.
Después de la reencarnación, el cuerpo hambriento de Jesús encontró a su paso una raíz de loto, la comió, perdiendo al instante la memoria; en su desesperación camino por largo tiempo hasta detenerse por el cansancio frente a una cruz humectada por una rivera abundante y clara; se detuvo para lavarse las heridas y saciar su sed.
El silencio, la soledad y el colorido de la naturaleza le permitieron entrar en meditación y tratar de recordar por medio de sus heridas lo que le había sucedido. Observó con detenimiento sus manos perforadas al igual que sus pies, se horrorizó al ver las formas que hacia la sangre seca en todo su cuerpo.
Se acercó a la rivera profunda y ve como su rostro emerge movido por la corriente, por unos segundos admiró su expresión aterradora, decidiendo cerrar los ojos para borrar esa imagen y semejanza del dolor, al abrirlos por segunda vez frente a la corteza acuática, ve en el reflejo a dos hombres acompañados de una mujer, en ese instante recordó todo lo que había acontecido, y lo estaba por acontecer, tiene que ir a salvar a esas tres animas que le esperan.
La corriente arrastra la imagen de las tres animas que se reflejan en la rivera, y Jesús en una acción por salvarlos introduce sus manos para alcanzarlos, cayendo en la profundidad de la rivera ahogándose entre las capas liquidas que lo cubren.
Buenos días. Con este comentario queda cerrado el concurso del mes de julio. Los resultados aparecerán muy pronto. Gracias por participar y saludos a todos.
Hola a todos. Los ganadores del concurso de este mes son, en empate, Fernando con la segunda versión de “Fervor” y “Reveses” de David Chávez. En ambos casos contó la contundencia de la narración y la vuelta del argumento. Reciben menciones los textos sin título de Arthur Hernández y R. H. G. y también y “Pesadillas” de J. Ortiz y “Sólo faltaba ella” de Aguinis. Los enlaces pueden verse en la nota de aviso correspondiente.
Muchas gracias a todos por participar y felicidades a los ganadores. Nos vemos mañana con el siguiente concurso.
[…] es, en un blog exiliado que es bien conocido por acá: Las Historias. Es lindo ganar algo, pero ya que ando con ganas de hablar del concurso creo que lo importante para […]
Estoy de acuerdo en que David Chavez fué contundente en su versión, lo que no me parece es que utilice la misma de «Pedro Páramo» de Juan Rulfo