Las Historias convoca a su concurso #133 de minificción o microrrelato. Las personas interesadas en participar pueden comenzar observando esta imagen:
Instrucciones:
1) Suponer que esta imagen representa un instante de una historia.
2) Imaginar cuál es esa historia: qué está pasando allí, por qué, quiénes están presentes (o no), qué están haciendo. No se trata de explicar la imagen, ni de escribirle un pie de foto, sino de tomarla como punto de partida para imaginar una historia propia.
3) Escribir la historia, en forma de cuento brevísimo (minificción, microrrelato; el nombre es lo de menos), en los comentarios de esta misma nota.
Quienes ganen el concurso recibirán un trofeo virtual y serán seleccionados considerando la opinión de quienes decidan opinar.
La fecha límite para participar es el 29 de diciembre de 2017. La invitación queda abierta. ¡Felices fiestas!
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El nazi
Todos los días caída la tarde en la calle Meztli un callejón de los suburbios de la CDMX , se reunían los rucos como se hacían llamar, un grupo de drogadictos de la colonia. Entre ellos había un en particular que llamaba mi atención el «Nazi».
El Nazi era un muchacho de aproximadamente 12 a 15 años que se había iniciado en las drogas desde muy joven, no muy alto de piel clara y tenía dos característica que supongo le había dado el apodo. Siempre estaba con el pelo a ras del cuero cabelludo y caminaba con los abrazos doblados al frente y los hombros tirados hacia atrás como sacando el pecho, esto seguramente debido a que inhalaba pegamento, además de arrastrar los pies para andar.
A los tiernos, como nos apelaban los rucos, nos provocaba temor, pues drogado día y noche nos quitaba la pelota de fútbol o jugueteaba tras nosotros para patearla.
El Nazi era inofensivo, pues era un joven como todos juguetón y quería unirse a nuestros juegos pero su embriaguez lo hacía algo tosco. Así eran todas las tardes de futbol. Fuimos creciendo y lo dejábamos jugar y hasta lo troleábamos, le encantaba incluso el abuso pues se sentía aceptado.
Un día “el Nazi” dejo de asistir las tardes de futbol y todos lo extrañamos, así pasaban los días y “el Nazi” no regresó. Se cuenta que un día lo encontraron en un callejón de la colonia tirado en el frío asfalto de la ciudad, con el rostro sonriente mirando al cielo y con sus manos tiesas, dobladas y la piel blanquecina, ¡una sobredosis lo había matado!
Su nombre nunca lo supe, no sabía de qué calle era, ni si tenía familia, del claro origen de su apodo, tampoco nunca supe nada , sólo recuerdo que era un joven lleno de vida que había sido atrapado en las tinieblas devastadoras de las drogas.
De noche vienes y me sorprendes despierto leyendo un libro. Te acurrucas en mis piernas como lo hace un gato. Te levantas y das vueltas en busca de acomodar tus formas. Me distraes de lo que leo con tanto movimiento, maúllas palabras que entiendo a medias y grajeas (como esa ave que no eres) torpes sentencias que no te creo. Te metes en mis pensamientos como si fueras un sueño y me haces sentir que sobre mis huesos se deposita el tiempo. Me levanto de la mecedora y después de cerrar el libro escapas de mis piernas felinamente. Yo te invoco y te llamo como se llama a un gato, pero tú ya no vienes y yo te espero. Me vuelvo a sentar como esperando a que regreses. Luego la noche se hace inmensa y los grillos truenan sus tercas patas contra la madera de un recuerdo. Regreso al libro para retomar el hilo, sólo que ya no vuelves y yo me quedo sin comprender a qué vienes. Eres como la mujer celosa que pide atención para que se le quiera. Eres como la hembra indignada que cuando se le atiende ya no hay tiempo para poder amarla. No te entiendo, tristeza mía, que de noche llegas cuando estoy leyendo, y sin hacerte caso me distraes del libro. ¿Qué puedo hacer a esta edad en la que al leer vivo? Me he vuelto viejo con el pasar del siglo, con los olvidos que callan, con ese enorme fardo de silencios necios que me acompañan siempre porque estoy solo. ¿Qué puedo hacer cuando de noche vienes y como un gato me pides compañía? Son tiempos buenos los que tengo a mi lado. Sí, estoy solo, pero me acompaña lo que fui, lo que ame y los versos de oro en que me sentí feliz. No te entiendo tristeza mía. ¿A qué vienes de noche cuando estoy solo y sin estar triste? Cuando llegas no te atiendo y cuando te vas te echo de menos porque te ignoré. Pero cuando ya te has ido y ni un maullido queda, entonces me quedo triste y ya no leo. Y me voy a la cama a calentar mis huesos, a soñar contigo y a cambiar mi opaca sonrisa por lo que ya se fue.
No es mi barrio.
Sólo un extracto de él. O mejor escrito, una reproducción abstracta de las ideas que se desplazan subrepticiamente en los rescoldos de mi memoria.
Ellos están ahí y (permanecen).
Yo observo distraído. Como lo hice hace siete años. De la misma manera en que repito esta escena día con día, cada hora con todos sus minutos y segundos desde aquí a la eternidad. Porque el tiempo ha dejado de importarme ahora que me he lanzado hacia el vacío. Aquí debajo del puente donde todos posamos para esa fotografía. Un espacio multiplicado en dolorosos y sempiternos impactos en un asfalto inundado por la lluvia. Como los espejos de Borges.
Subo sin usar los escalones y observo a mis amigos mientras mis huesos crujen rabiosos con el reacomodo.
Como cadenas oxidadas de un eslabón que conecta las vidas de ellos con la mía.
EL ULTIMO SUSPIERO
(SABO VALDIVIA)
Hoy le digo adiós a la vida, a todos mi sueños y esperanzas, le abro los brazos a esa chica que atormenta mis noches, esas noches donde las letras y estrellas me acompañaban, ahora la tengo a ella, su nombre Lucy, vive en la casa de a lado, en ocasiones la veo atreves de la ventana y me sonrojo como un chicuelo, me muestra el calor de un bello día, justo antes del día de mi partida, mi partida a otra ciudad, el ambiente de mi actual ciudad ya me habían comido de tanto vagar por sus calles, ya lo conocía todo. Al atardecer caminábamos por la gran plaza, hablábamos de tantas cosas, su cariño y belleza me atrapaban como a una mariposa en invierno, sin salida, sus rojos labios me tenían hipnotizado, solo quería estar junto a ella, sentir su cuerpo, perfecta era la vida, lo tenía todo, recuerdo de mi abuela, siempre me decía que el amor lo era todo, que lo demás no importaba, yo me preguntaba, ¿entonces por qué mis padre me abandonaron en esta casa?, ¿Por qué nunca los volvimos a ver?.
Su compañía para mi brillaba, su color de humano me arrastraba a sus pies, sus ojos profundos como el mar, todos los hombres la amaban, pero ella estaba conmigo, tomaba mi mano y me sonreía, todo está bien, excepto las miradas de los hombres, deseándola, en veces recibía obsequios de hombres que la veían pasar, yo enfurecía, pero era mejor no decir nada y seguir como si nada ocurriera, eso me molestaba, tantos regalos, y yo era muy obsesivo con las cosas, me gustan que solo fueran para mí y nada más, esta locura del amor, mata a cualquiera.
Continuaban las tardes de caminata, se nos veía el amor flotar, pero el día de mi partida casi llegaba, ¿debería quedarme?, ¿o pedirle que me acompañe en mi viaje?, ella se veía feliz aquí, porque alejarla de este horrible lugar, esa una chica de pocas palabras, solo imagino mi vida con ella, ahora no se si irme a la otra ciudad, no quisiera perderla y ella termine en brazos de no sé quién, los celos otra vez me acechaban.
Sentado en la gran plaza me platicaba de sus tarde con su padre antes de su muerte, se notaba en su tristeza que le echaba de menos, nadie me divertía más que ella, yo era feliz a su lado.
A lo lejos es escucha el sonido del barco listo para zarpar, rápido se lo dije a Lucy, pero ella no entendía por qué tenía que partir, si todo era perfecto, me suplicaba que no me fuera, pero todo está hecho, lloraba por mi inexplicable dedición, nos abrazamos ella no dejaba el llanto, nunca quise lastimarla, de pronto empezó a correr y tuve que seguirla, llegamos a la tumba de su padre y dijo que no soportaría perder a otro hombre, que se quitaría la vida si me fuera lejos, deje caer mi boleto de viaje y le prometí quedarme para siempre y jamás la volvería a lastimar, así que me quede, enseguida nos casamos, y compramos una casa en las orillas de la ciudad, esa ciudad que yo odio, ahora nuestros hijos serian el legado de nuestro amor, sentados en la cocina les hablada de las tarde con su abuelo, yo fumaba en la sala, cuando de pronto escuche golpear la puerta, abrí y era un antiguo amor de Lucy que nos visitaba, por lo menos a ella, me dijo que fueron novios por mucho tiempo, lo abrazo y lo invito a pasar, yo enloquecido fui a la cocina y me senté junto a la mesa y en silencio escuchaba sus risas, los celos otra vez me asechaban, solo el vino me mantuvo quieto.
Lo había visto antes, pero por mucho que forzaba el pensamiento, no lograba recordar si ese cuadro lo había contemplado en la Reina Sofía, o en alguna galería perdida de Bruselas, pero sin duda lo conocía. El acto en sí de manejar los móviles en un óleo me había producido un cierto rechazo, como si el acto de la tecnología fuera reñido con el trabajo en óleo. Había algo discordante en él, como cuando se mezclan varios estilos arquitectónicos en un mismo edificio.
Sólo tuve la certeza de que la obra debía de llamarse “desencanto” y atribuí en esa conexión telemática esa estampa a ingenuos escolares en un acto semiautomático del selfie. Nunca hubiera imaginado que aquella obra hubiera sido realizada en una sesión de espiritismo, solamente con la fuerza mental de unos vasos de pintura empujando sobre una guija, hasta la apoteosis final, en la que aquellas manchas empezaron a desdibujarse construyendo con minuciosidad esa estampa, poco tiempo tarde en reconocer a mis hijos dentro del cuadro y salir corriendo temiendo que la vida pudiese cobrarse así una cuenta pendiente.
Esa fue la última vez que la vi. Eran como las siete y media de la noche, ya veníamos de la escuela. El Josa nos dijo que nos tomaramos una foto, esa que me acaba de enseñar. A Carmen yo la veía nerviosa ya desde unas cuadras antes, siempre bromeabamos camino al camión pero esta vez tenía esa risita nerviosa que le daba de repente.
Después bajamos el puente, ahí se queda siempre Luis, nos despedimos de él, pero Carmen me dio un beso en el cachete, dijo que iba a un mandado.
Ahora que me acuerdo cuando estabamos en el puente había alguien. No me alcanzo a recordar. Pero parecía que un señor nos estaba tomando una foto, lo miré de reojo, pero todo fue muy rápido y de noche no veo bien. Era mediano, era un hombre. Lupe dijo: ‘ya es un viejo’, incluso Carmen se enojó, ahora que me acuerdo, y le dijo algo como: ‘ay pero está guapo’, todos nos burlamos.
…
Ahora que me muestra esta otra foto -decía X temblando y con voz casi nula al ver la siguiente fotografía que le había enseñado el oficial- hace dos semanas tuve una discusión con Carmen, por casualidad me encargó su teléfono que estaba desbloqueado, vi una conversación abierta, era un hombre mayor, mayor que nosotros. Hablaba con mucha propiedad, parecía serio, pero, por qué ella estaba hablando con él. Eso me pareció estúpido y se lo dije. Le hice alguna broma al respecto tratando de que entendiera que estaba en desacuerdo. Pero ella se molestó, hizo muecas que pocas veces había visto, así entendí que hablaba en serio. Después de días tuve que decirle a los demás y hablamos con ella. Solo dijo: «es una broma, solo platicamos, no es nada». – No es nada, repetía X, incapaz de detener las gotas de agua que corrían por su cara-.
A lo que alcancé a leer era un tipo escritor, al menos, esi le decía a ella. Le decía en un mensaje que la veía muy seguido pasar por un café que él frecuentaba, que le parecía interesante, que le encantaba su andar tan ligero, y despreocupado, pero más cómo su cabello combinaba con su mirada. Algo asídecía el mensaje que hizo que nos pelearamos.
Carmen es el tipo de mujer que habla con todo el mundo, un día se encuentra un perro y lo recoge, otro día se pone a platicar con algún vagabundo, muchos dicen que lo hace por llamar la atención, pero ella, es ella.
Le advertimos que era muy confiada, pero ella pensaba que todo mundo era bueno.
Un día la escuché hablando con Vanessa. A juzgar por el tipo de persona que es Vanessa, me preocupé. No podía dejar de hacer esa manía de mover el pie derecho cuando algo me estresa. Quería saber de qué hablaban. Me animé a preguntarle a Vanessa, y después de negociar la información dijo algo acerca de una fotografía.
A Carmen la habían citado para tomarse algunas fotos, del tema no supimos más nada.
Llegó a su casa, con el estómago en nudos y el alma rota después de ver la fotografía de su amiga muerta. Se encendió la pantalla de su teléfono, aún con poco aliento tuvo la necesidad de ver qué era. Una notificación.
https://www.lashistorias.com.mx/index.php/archivo/concurso-133/
Eran ellos, el puente, aquel hombre, coincidiendo en una geometría transeúnte. Tragedias ocurren, esa fue la ultima vez que la vio.
El Juan, el pinche Juan, le dijo a su morra, la Yesi, que la amaba, casi casi con este fervor:
«La piel de gallina seduce la noche, mirando(nos) desde el efecto que continua rebasando mis sentidos, hacia ti, mi amor. El efecto del suspiro de tus rojos y profundos psicodelicos, que hacen sinapsis de nuestros yo, tu, el, nosotros… Caminemos, juntos, para largar el miedo a lo sensorial en mi piel y sexo».
Era la oportunidad perfecta, los tenía frente a mi, juntos los tres, no iba a dejarla pasar.
María, ¿te acuerdas cuando íbamos en la secundaria y lo más difícil era saltarse las clases?
Íbamos a las canchas y nos salíamos por una pequeña reja que ya estaba rota. ¿Te acuerdas que siempre nos acompañaba Miguel? Y él nos incitaba a ir más lejos, cada vez más lejos.
Ahora detrás de la plaza
Ahora tomemos el metro
Ahora vayamos hasta el centro
Ahora vayamos hasta el barrio de mi padrastro
Yo no quería verme cobarde ante ti y siempre le decía que sí y supongo que tú tampoco querías verte débil.
¿te acuerdas?
Y cuando quisimos decirle que no, que ya hasta las casas de madera no, fue demasiado tarde. Tú ya estabas flotando en el río, yo recorriendo eternamente el puente que me deja a tu casa.
– Una última foto y ya…
– Bueno ya… ¡Cómo jodes! – respondí.
No sabía que esta, en serio, sería la última foto… Hay mucho que no sabía para ese momento. Como que todas las tardes tu mamá te pegaba o que tu papá te tocaba todas la noches y nadie te defendía. O que ya habías tenido la idea de ponerle fin a todo desde hacía varios meses.
No supe que decir esa tarde que te despediste en la escuela, ni tampoco que decir cuando encontré tu cuerpo tras saltar del puente… Ese mismo puente…
Me quedé callado, no pude hablar… No pude darte esperanza, una sonrisa, algo que te hiciera recapacitar. Solo fue un último silencio entre tu y yo…
Me hubiese gustado tener una oportunidad más de hablar contigo….
Una última vez y ya…
Las lágrimas de San Lorenzo
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01/Julio
Hoy he visto a unos chicos en la azotea del edificio de al lado, que queda por debajo de mi ventana. Estaba espiando a mi vecina de enfrente y los he visto. Son dos chicos y una chica, llevaban mochilas a la espalda, así que debían venir del colegio. Salvo por estar en la azotea, a la que no sube nunca nadie, me han parecido completamente normales. Cuando he vuelto a mi vecina he visto que ya se había puesto el pijama y que su sujetador verde colgaba del armario. Este sujetador es el único que siempre se quita al llegar a casa del trabajo porque le aprieta. Con el resto se siente cómoda y se los deja puestos. Es una lástima que me lo haya perdido. ¡Malditos críos!
02/Julio
Mi vecina no repite sujetador de un día para otro, así que hoy me han interesado más los chicos, que han vuelto y muestran un comportamiento ciertamente peculiar. Por turnos cada uno de los chicos hace que mira al cielo con unos prismáticos. Mientras, la chica y el otro chico se le acercan desde atrás, desde distintos ángulos, y le hablan. Parece que le preguntan, porque el otro afirma o niega con la cabeza cada vez. Luego cambian y es el otro chico, que es un poco más alto, el que se pone a mirar y la escena se repite. Toda esta pantomima está dirigida por la chica que parece que es quién lleva la voz cantante.
07/Julio
No han vuelto desde el último día. Como no dejo de darle vueltas a lo que hacen allá arriba he subido a la azotea. No he encontrado nada que merezca la pena ver en la dirección en que miran. Un parche de cielo negro sin ningún interés. Lo que si he podido comprobar es que el sitio es bastante peligroso. Próximo a donde se suelen poner hay un patio interior, y de la caída de varios pisos solo les separa un murete que apenas debe llegarles por encima de las rodillas. Es increíble que unos niños puedan subir hasta aquí como si nada. Tengo que recordar hablar con el portero de la finca y dar aviso.
31/Julio
Los chicos siguen sin venir. Por otro lado la vecina ahora cuando llega del trabajo toma la precaución de bajar la persiana antes de cambiarse. Yo creo que ha debido de verme aquel día cuando subí a la azotea y anda con la mosca tras la oreja.
05/Agosto
Los chicos no han vuelto más. No he tenido oportunidad de avisar al portero pero yo creo que ya no importa. No van a volver.
11/Agosto
Hoy ha pasado algo. Estaba en el trabajo y he leído en el periódico que por la noche era cuando mejor se iban a ver las lágrimas de San Lorenzo. La Wikipedia dice que son meteoros de velocidad alta (59 km/s) que radian de la constelación de Perseo. He tenido un mal presentimiento y he salido corriendo para casa. Al llegar había sirenas de policía y de ambulancia, y del portal del edificio de al lado estaban sacando una camilla con un cuerpo cubierto con una sábana manchada de sangre. Una mochila y unos prismáticos iban encima, sobre la sabana. He buscado a los otros chicos, quería saber cual de ellos era el que se había caído, y los he visto: a los tres. Estaban llorando, gimoteando y mirándose entre ellos. Entonces, todavía paralizado por la sorpresa, he visto como, sin dejar de sorberse los mocos, han cruzado entre ellos una mirada de inteligencia tan fría y distante como la cola de un cometa.
CONTRALUZ
Al final, lo conseguisteis. Vuestros desprecios, vuestras sonrisas burlonas se comieron mi orgullo, vuestros golpes e insultos agrietaron mi alma. No pude más y salté al vacío abrazando la muerte; ya nunca más lloraré.
No, no saldré en la foto, aunque estoy aquí, detrás de vosotros. Sonreíd ahora que podéis, vais a conocer realmente lo que es el miedo. Vomitaréis terror y la desesperación anidará en vuestra mente; suplicaréis clemencia, suplicaréis la muerte. Sonreíd…
Autómatas de sonrisas
Se encontraba revolviendo chatarra electrónica, en ese viejo tiradero había montones de bloques sin clasificar, estaban repletos de pilas muertas, computadoras que a la vista recordaban viejas máquinas de escribir y montones de cables que, con un poco de imaginación se asemejaban a madejas de estambre deshilachados por el tiempo. El trabajo de aquel hombre consistía en revisar la chatarra en busca de partes reciclables, estaba paseando sobre un montón de pantallas quebradas cuando un teléfono arcaico de al menos doscientas generaciones atrás llamó su atención, estaba intacto a pesar del tiempo, no pudo evitar sentir curiosidad le quitó el polvo que parecía una costra que había sido pegada con el tiempo y con una plegaria silenciosa intentó prenderlo, no se explicaba como pudo conservar batería a pesar de los años, sorprendentemente: encendió.
Al revisar el contenido de la memoria encontró de milagro y sin querer, la fotografía de aquellos cuatro chiquillos, estaban ahí abrazados, muy juntos y sonriendo con singular alegría, su rostro dibujaba lo que en otro tiempo era llamado: sonrisa. La foto sin duda fue tomada con una cámara de 5 mega pixeles, las polaroid de entonces, que a estas alturas pertenecían ya a una época remota.
Aquella imagen tan llena de vida e inocencia era un atentado contra las leyes actuales, las sonrisas naturales estaban prohibidas desde hace varias décadas. Sonreír era una violación a las normas que regían al mundo.
Todo comenzó con la llegada de la edición automática de rostro, al inicio fue un botón en los dispositivos fotográficos que daba gestos automáticos y perfectos a los rostros en las fotos, suplantando las facciones originales. Tras su implementación las estadísticas demostraron que 9 de cada 10 personas que dejaban de sonreír de forma natural, eran más propensas a comprar cualquier tipo de artículos de manera compulsiva, como si el vacío de emociones pudiera llenarse con cosas.
Tras el éxito de la automatización vinieron las legislaciones de prohibición y la implementación forzosa del chip de gestos faciales automáticos para todos los habitantes, la acción de sonreír se convirtió en un recuerdo que existía en muy pocas bases de datos, una expresión humana que cayó en el olvido y que muchos solo conocían a través de leyendas y antiguos mitos. Habían pasado 70 años desde entonces.
Aquel hombre contemplaba atónito y fascinado la foto, alguna vez escuchó a su abuelo hablar de aquellos tiempos donde la gente se juntaba y se tomaba fotografías para preservar bellos momentos, donde los rostros eran el reflejo de las emociones y en algunos casos hasta se imprimían en papel, para después, reunirse de nuevo con los participantes y recordar aquel momento con nostalgia y entusiasmo. Hoy en día todo aquello le parecía una epifanía, nunca pensó que entre kilos de basura olvidada iba a encontrar aquel tesoro, una muestra de humanidad en un mundo mecanizado y preconcebido.
Sabía que no le duraría mucho el gusto, tenía que destruir la imagen, si lo descubrían con ella le esperaba la muerte o una esclavitud declarada y aunque no tenía una razón clara para no querer padecer aquello, aspiraba a tener una vida anodina y tranquila, poder ver la luz artificial de otro nuevo día y tener una nueva expresión en su rostro, aunque está fuera totalmente falsa, nada comparada con las risas reales de aquellos chiquillos inocentes.
Después de algunos momentos de meditación, apagó el viejo teléfono, tomó el martillo y no dudo en darle varios golpes en seco, era irónico que a estas alturas la destrucción continuará siendo algo tan básico, sintió un ligero dolor de estómago, que en otro tiempo se hubiera podido definir como una mezcla de odio con nostalgia, hoy simplemente era una punzada aguda que se disiparía pronto, de la misma forma que una generación sustituía a otra en un instante, en un mundo de dispositivos electrónicos que, además de consumibles y desechables, ahora eran tan equiparables a la condición humana.
CONTRALUZ
Al final, lo conseguisteis. Vuestros desprecios, vuestras sonrisas burlonas se comieron mi orgullo, vuestros golpes e insultos agrietaron mi alma. No pude más y salté al vacío abrazando la muerte; ya nunca más lloraré.
No, no saldré en la foto, aunque estoy aquí, detrás de vosotros. Sonreíd ahora que podéis, vais a conocer realmente lo que es el miedo. Vomitaréis terror y la desesperación anidará en vuestra mente; suplicaréis clemencia, suplicaréis la muerte. Sonreíd…
El camión del gas
Es temprano en la madrugada. A lo lejos se escucha que viene el camión del gas. Les grito a los muchachos que están descuidados en lo alto de un puente. Todos corren apresuradamente al interior del edificio. A Rubén se le cae el celular con el que se estaban tomando una selfie y pierde tiempo precioso buscando dónde fue a dar. Le cerramos la puerta. Esuchamos cómo toca y grita para que le abramos. Nos duele mucho pero ya no podemos perder tiempo abriendo. Corremos a escondernos. Laura saca las máscaras antigás de su mochila. No son suficientes. Peleamos por ellas y alguien se queda sin la suya. Tenemos que someterlo a golpes y de un golpe en la cabeza lo dejamos fuera de combate. Ni modo. Otra baja. Afuera se escucha cómo se acerca el camión del gas. No tiene horario. Antes pasaba por las noches para tomarnos dormidos o desprevenidos. Ahora el camión del gas pasa a cualquier hora que se le antoja. Se escucha cada vez más cerca. Se escuchan pasos marciales e inferimos que viene escoltado por soldados. Cuando ya está cerca del edificio donde estamos escondidos escuchamos cómo suelta la sustancia letal. Nos acomodamos las máscaras lo mejor posible para que no quede resquicio por el que pueda entrar el olor a muerte. Escuchamos cómo los soldados ahora tratan de tirar la puerta. Nos metemos rápido a un refugio que tenemos oculto dentro del edificio. Desde ahí alcanzamos a escuchar cómo los soldados rompen todo, tratando de encontrarnos. El gas está por todas partes. Primero fueron las leyes que restringían nuestras libertades: de expresión y de reunión. Después vinieron las leyes de limpieza étnica pero jamás pensamos que llegarían a estos extremos.
Amigos inseparables
Nos llevábamos muy bien. Yo los quería mucho pero aunque pequeños éramos muy traviesos. Mis papás se enteraron y me dijeron que los olvidara. PARA SIEMPRE. Yo los quería mucho pero mis padres se mantuvieron firmes. Sentían que eran nocivos para mi desarrollo y tuve que ceder. No supe más de ellos por mucho tiempo. Han crecido. Todos hemos crecido. Uno de ellos es un asesino serial. Ella es una estafadora. Aquél es un abogado muy hábil,. El otro es un terrorista. El de más allá es un chantajista. Yo soy un político famoso.Todos tenemos algo en común: compartimos un lugar dentro de mi cabeza.
Intercambio de fin de año
Éramos muy pequeños cuando sucedió la primera vez. Sabíamos que los adultos hacían un intercambio de fin de año y pensamos que era como el nuestro. La primera vez fue a fin de año. Duró un mes y no dijimos nada. Supimos ser discretos. Después fue cada mes. Después diario y al final cada que se nos antojara. Es muy divertido intercambiarnos unos por otros. Duramos muchos años haciéndolo pero dentro de poco no solamente nos intercambiaremos. Luis podrá mover objetos a distancia. Laura podrá leer el pensamiento. Yo quiero que ya ocurra todo eso para intercambiarme por Enrique pues ardo en deseos de volar. Sé que todo eso es posible pues yo comienzo ya a ver el futuro.
Matando bichos
Salgo a la calle con mi aparato. Todos piensan que es un celular. Los convoco a tomarnos una selfie. Alegres se acercan para salir en la foto y sonríen estúpidamente cuando mi aparato los atrapa. Su ego es el cebo perfecto pues no pueden hay quien se resista.
El número tres es mi amigo.
Cada tres veces que uso mi aparato quedan almacenados ahí de manera definitiva. Entonces los borro de él y ellos desaparecen de lo que conocen como realidad. Para siempre. En los noticieros cada vez dan la cuenta de más y más personas desaparecidas de manera misteriosa. Yo me carcajeo. Es muy divertido. Apago la televisión pues se hace tarde y debo descansar. Al día siguiente debo seguir atrapando ejemplares de esta especie nociva para este planeta la cual se hace llamar raza humana.
corregido:
Matando bichos
Salgo a la calle con mi aparato. Todos piensan que es un celular. Los convoco a tomarnos una selfie. Alegres se acercan para salir en la foto y sonríen estúpidamente cuando mi aparato los atrapa. Su ego es el cebo perfecto pues no pueden resistirse a salir en la foto.
El número tres es mi amigo:
Cada tres veces que uso mi aparato quedan almacenados ahí de manera definitiva. Entonces los borro de él y ellos desaparecen de lo que conocen como realidad. Para siempre. En los noticieros cada vez dan la cuenta de más y más personas desaparecidas de manera misteriosa. Yo me carcajeo. Es muy divertido. Apago la televisión pues se hace tarde y debo descansar. Al día siguiente debo seguir atrapando ejemplares de esta especie nociva para este planeta la cual se hace llamar raza humana.
[…] el premio “Amigos inseparables” de Aquiles Narro por la imagen inquietante, fantástica, que crea en un breve párrafo. Obtiene […]