Las Historias convoca a su concurso #129 de minificción o microrrelato. Los interesados pueden comenzar observando esta imagen:
Instrucciones:
1) Suponer que esta imagen representa un instante de una historia.
2) Imaginar cuál es esa historia: qué está pasando allí, por qué, quiénes están presentes, qué hacen. No se trata de explicar la imagen, ni de escribirle un pie de foto, sino de tomarla como punto de partida para imaginar una historia propia.
3) Escribir la historia, en forma de cuento brevísimo (minificción, microrrelato; el nombre es lo de menos), en los comentarios de esta misma nota.
Quienes ganen el concurso recibirán un trofeo virtual y serán seleccionados considerando la opinión de quienes decidan opinar.
La fecha límite para participar es el 30 de junio de 2017. La invitación queda abierta.
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«cuando por fin entró la luz por el pasillo, no venía sola… la bellísima muerte venía acompañándola.
Los museos la aterraban. Todo la aterraba, en realidad. Pero los museos más. Bajó las escaleras rápido, lo más rápido que su cojera le permitía. Tuvo que detenerse en el descanso. El acceso al último piso del viejo edificio solo permitía que bajara o subiera una persona a la vez. Las voces se acercaban, no podía verlos, pero sabía que eran varios, cuatro tal vez. Hablaban otro idioma. Trató de volverse invisible. Lo consiguió en parte. No era difícil. Continuó su carrera que sonaba a alguien con un ataque de hipo. Pasó junto a la exhibición de la cultura cunaimara, junto a las rudimentarias armas de guerra, junto a la cerámica precolombina, junto a los animales con ojos de canicas, junto a las piezas de oro. Solo ahí se detuvo un segundo. Miró, con un poco de perplejidad y nostalgia, como miraba todos los días, su collar, su penacho de plumas, su pechera. Recordó cómo se sentía el frío del metal es su piel,el peso en el cuello, el brillo que dejaba a todo su pueblo atónito cuando le pegaba el sol de las cuatro de la tarde. Atravesó las paredes del último piso, cansada de caminar como los humanos y alcanzó a refugiarse, con un suspiro, en su cuerpo momificado.
Sol sin órbita
Casi no quedó nada después de la guerra. Habían pasado los días donde los hombres se devoraron unos a otros. Sobre el suelo de una habitación que caía a pedazos yacían nuestros cuerpos. Desoriendatos, exhaustos, pero vivos aún por el placer lacerante de caricias, compartimos la pitanza de una noche de deseos.
Cerró los ojos, dejó ese universo.
Otro la esperaba con la gravedad distorsionada. Le encantaba.
Amante de lo absurdo, de lo fatal.
Negro profundo en su alma arrancándole las memorias.
Es todo. Es nada.
Las calles ya no eran de asfalto, la naturaleza había tomado una vez mas el poder, el dominio sobre el mundo, ya solo yacían uno que otro ser humano, entre ellos Roer, un niño abandonado al nacer, quien por años intento buscar mas que a su familia algo de comer. no tenia la noción de que o no comer, he ahí su nombre, pues es lo que tenia que hacer para poder conseguir un misero bocado de un alimento en mal estado.caminaba largas jornadas, sin esperar resultado, tan solo le acompañaba su arco y la esperanza viva de que encontraría algo mas que un animal muerto. los edificios eran desperdicios materiales, los puentes estorbos mortales, a lo lejos se alcanzaba a ver un planeta mas que aquella bola azul que aparece al obscurecer, En un viaje encontró la casa de Carlos prado, un magnate de antaño, se dispuso a investigar, entro con demasiado miedo, la oscuridad le aterraba, no sabia que criaturas vivían ahí, su arco estaba preparado para el ataque, su visión era mala, pero confiaba con su flecha, el silencio era profundo, pero al parecer no había nada mas que el polvo y telarañas que de reojo se veía que marcaban sus huellas, bajo el arco y encontró una escalera, esta le llevo a el sótano, bajo escalón por escalón, hasta que llego y abrió la puerta… no había nadie pero una ventana dejaba ver comida de todo tipo, probo lo que tenia a su alcance por donde quiera que mirara estaba repleto de ella, encontró un fósforo sobre un cajón y volvió a crear el fuego, quemo basura que se encontraba ahí e inclusive su arco, que al parecer ya no le serviría pues moriría como aquel magnate, de locura, por tener todo lo que siempre quiso y no saber que hacer con el.
Un pez me mira desde la hoja del calendario. Desde hace quince días no me quita ojo, me vigila y su mirada me sigue por toda la oficina.
Mis compañeros empiezan a sospechar que algo anda mal en mi cabeza. Lo sé porque me observan con pena y me recomiendan que me coja esos días de vacaciones que no disfruté el año pasado. ¿Cómo voy a explicarles que me pone nerviosa el pez dibujado en la hoja de febrero?
No sé por qué, pero me perturba y no me deja trabajar. No puede decirse que sea un monstruo, pero es feo y su cuerpo, muy extraño. Hoy, al peinarme, lo he visto reflejado en el espejo del cuarto de baño, nadando dentro de mis ojos.
Al mediodía he tenido que pedir permiso para irme a casa porque me salían burbujas por la nariz. Durante todo el camino he reflexionado sobre la forma de librarme de él y, al llegar a mi piso, ya tenía fraguado un plan.
Sin perder tiempo, me he despojado de la ropa de abrigo, que me estorbaba, he sacado lo que necesitaba del armario de los trastos olvidados y he vuelto a la oficina.
Los compañeros, enmudecidos al verme, se han apartado del calendario. En medio de la sala he extendido el arco, he apuntado y, con seguridad, he disparado la flecha.
El pez ha desaparecido de su página, ha saltado desde mi boca al suelo y, mientras se agitaba en su agonía, me he sentado en mi mesa para facturar, al fin, los pedidos del sector norte.
He olvidado el título: Celacanto.
Tierra del Fuego
Toda la tribu había observado en silencio la llegada de los tres hombres blancos y barbudos, acompañados de una recua de mulas. Lo que más los impresionó no fue el aspecto de los recién llegados, pues ya habían visto otros iguales cazando ballenas y lobos de mar, o buscando piedras amarillas brillantes, por los fríos canales australes de la isla de la Tierra del Fuego. Lo que los dejó perplejos, con una mezcla de asombro y curiosidad, fueron las mulas, animales que no pudieron asimilar a ningún otro cuadrúpedo de los que ellos conocían, como zorros, guanacos y pumas. Uno de los forasteros, que sabía hablar Selk’nam, se acercó al jefe de la tribu y le dijo que ellos eran misioneros y que venían de una tierra que quedaba muy lejos, cruzando el ancho mar, y solicitó en forma parsimoniosa se les permitiera quedarse y edificar una capilla en el haruwenh para honrar a su Dios. Gürun, el viejo cacique, alto, macizo, de pelo largo y canoso, asintió. Significaba un buen augurio y un honor la llegada de visitas, justo el día antes de la ceremonia de iniciación, durante la cual los ancianos revelaban los secretos tribales a los jóvenes. Los extranjeros desensillaron las mulas y levantaron una carpa en cuya entrada pusieron una cruz de palo. Dijeron que simbolizaba su Dios. Antes de la alborada, casi imperceptible por las noches blancas que hacen breve la noche en esta época del año, la tribu, bien organizada mató a las mulas y a los misioneros, éstos últimos a punta de flechas y pedradas, para comérselos durante la ceremonia. Gürun, agradeció a Temáukel, el dios que mantiene ordenado el mundo, por la ofrenda. Eso sí, el chamán, con gran sabiduría, dispuso mantener la carpa y la cruz intactas por muchos años, porque no puede ofenderse a los dioses cuyo poder se desconoce.
Desgracia
Te observe de lejos, y supe que venías por mi…
Yo siendo soltero, y lindo. Y tú siempre queriendo joder la vida. Pues quieres que me enamore de Talia. Ya lo he dicho, ¡a Talia no la quiero! ¡Largo! ¡Largo!
Aléjate de mi maldito cupido, no me importa que seas hijo de Venus. Tú y tus flechas van a llevar a México a su destrucción.
¿No te basta con las parejas presidenciales que armas?
¿Crees que haces el bien? ¡Estas errado! Muy errado…
Tan solo ve las cifras de chicas menores de edad que están embarazadas.
¿Te has quitado las alas, para sorprenderme? ¿Me quieres confundir?
¿Porque me vienes siguiendo? ¿Que te he echo yo? Yo que siempre le he dado los dones de la hospitalidad a amigos, parientes, incluso a desconocidos y mas aún a Talia. Pero sabes que: ¡ya no mas!
Malvado cupido. Cuando te quise no viniste, y mira que te espere.
La divina Aurora de rosáceos dedos es testigo, y ahora que no quiero ¿vienes? ¡Largo!
No me entendiste. Bien, te lo digo en ingles:
No more, ok. Mother fucker. Out of my life.
Años después:
Cupido, lo que dije años atrás… ¡Fue un chiste! ¡Era broma! ¡No fue en serio! ¿te lo creíste? Perdón. ¡Mira! Realmente me gusta Eufrosine. ¡La quiero tanto!
Y ella se muestra tan fría como el hielo.
Asiste a este individuo. O quítame la vida después de que tú y yo pasemos por la gloriosa puerta de arco. Pues yo veré cuando traspases el umbral, y comprenderé.
Amazonas
Pablo decidió ser arqueólogo a los diez años, después de descubrir la palabra teletransportación en una famosa película llamada Regreso al Futuro y que le fascinó.
Estudió y trabajó duro durante muchos años hasta conseguir crear una máquina que le llevara al pasado; deseaba conocer a los grandes personajes de la Historia: Alejandro, Cleopatra, Leonardo…
Sin embargo un pequeño error en el cálculo le llevó a la época de las legendarias amazonas, mujeres que tenían bajo servidumbre a los hombres y a los que utilizaban única y exclusivamente como meras herramientas de reproducción.
Tras de Eros quedó el túnel que unía el mundo de los dioses del mundo terrenal, se sentó a reflexionar a la orilla de aquel escarpado monte atiborrado de dioses que acudían a observar y a criticar su imperfecta creación, miraba con atención a los hombres y a las mujeres que andaban de un lado a otro, amándose, sintiéndose, presos de su pasión, que entre risas y llantos obedecían a su naturaleza.
Eros observaba con envidia la forma en que aquellos seres se entregaban, con profundo odio, “ yo soy el dios del amor, el dios que dicta las normas, el qué y cómo amar” gritaba Eros y en cambio a los hombres de la tierra parecía esto no importarles, se adoraban a ellos mismos, a su modo inventaban nuevas y diferentes formas de amar, lo hacían a partir de sus propios defectos pero también con las virtudes que su mortalidad les otorgaba, consumían sus fuegos internos.
Cansado de todo esto Eros se lanzó en feroz picada de aquel escarpado monte, sabiendo que en el acto iba la renuncia a su privilegio de inmortal, de Dios…
Con tremendo estruendo su cuerpo aterrizó en el suelo, inconsciente, sangrado cómo quién viene por primera vez al mundo, con su grito primero, con el aire hinchándole los pulmones. Una hermosa joven lo auxilió lo tomó en su regazo, su mano rozó apenas su mejilla, poco a poco Eros fue abriendo los ojos, sonrió, la miró, la nombró psique, la besó, la sintió, por primera vez sintió, pues había despertado al mundo y el mundo era una fiesta.
Huele a cenizas. Es mi vida quemada. No soporto el fuego ni la luz. No hace daño a mis ojos sino a mi corazón. Recuerdo cada día sus palabras: «¿No sé que haría sin ti? Eres la luz de mi vida, haces que mi vida se encienda como una caldera del infierno». Yo no puedo encontrar inspiración en la luz. Pues sin planearlo, el eclipse cubrió todo menos la sala donde hice dormir a los niños para que no vieran el mundo descontrolarse. Él, quería abrir la llave de gas, tuve que aventarle su botella de whisky preferido y prenderle fuego. Ahora todos quieren entrar a la casa. Parece el centro del mundo en el fin del mundo. Yo sólo deseo la oscuridad, porque sé que en ella, no brilla nada. Seré una estrella quemada que titila en los recuerdos humeantes de un muerto.
La búsqueda
Lanzó la flecha con todas sus fuerzas. Era uno de los primeros seres caminantes. Fue el primero de su especie en sentir el vértigo de una verdad velada aún: la tierra que pisaba era esférica.
La vio perderse en el sol como un diminuto punto negro.
Esperó un día, luego dos, luego cien más. La flecha nunca regresó como se suponía.
Entonces, comenzó a caminar. Caminó en línea recta hasta el fin del horizonte.
Caminó y caminó y caminó.
Al abrir la compuerta de la nave espacial tuvo un presentimiento: que la flecha estaba ya a sólo un par de años luz.
«Ya casi la alcanzo», dijo, y se sentó enfrente de los controles de mando.
Habían profanado la tierra sagrada sin saberlo. Cuando salieron del lugar, en oleadas habían caído sobre ellos, como saetas, cientos de guerreros belicosos cerrándoles el paso y atacándolos tan ferozmente que mancillaron su humanidad de maneras inefables, dignas de la blasfemia que habían perpetrado al posar sus impuros pies sobre el lugar en donde el Dios Venado había bajado del cielo para inmolarse en las entrañas del terrible monstruo terrestre y hacer que en el seno de este último, germinara la vida; ahí en donde los ancestros de los pobladores habían eclosionado para dar sus primeros pasos.
Sólo tres exploradores sobrevivieron el ataque. Estaban tan desfigurados que no se reconocían entre ellos. Terminaron encerrándolos en un pequeño cuarto del campamento que semanas antes habían levantado. El trauma por la experiencia fue tan intenso, que aunque se dieron cuenta casi enseguida de que el celador que guardaba la puerta era sólo un muñeco, no osaron escapar. Prefirieron prepararse para el sacrificio por el que les habían concedido unos momentos más de vida y purificar con sus entrañas la tierra que habían manchado.
Es bueno saber que existes
Al otro lado.
Navicornia ha sido lastimada. Sin ella, nuestra primera guía, todo parece perdido. En comunicación con los terrestres buscamos un nuevo mundo después de perder el 80 por ciento de sus habitantes y el 60 por ciento de los nuestros. Dicen que nunca habían vivido algo así, pero nosotros ya acostumbrados. Y es que su mundo era perfecto, era como una fantasía. Había creaturas increíbles: como una llamada “ballena”, habitante del mar y la que fue la más grande del planeta -podía medir hasta 25 metros-.
Ha nacido el primer producto de un eneo con un terrestre: ellos lo llaman mestizo, nosotros uprubus. Es curioso… muy bajo de estatura, no puede cerrar sus ojos porque son grandes y los párpados pequeños. Sus cualidades están siendo evaluadas, ellos creen que el tiempo de gestación fue poco dado que duró sólo seis meses, para nosotros no es de extrañar, dura sólo 5. La cría tiene una destreza extraordinaria: en una semana ya andaba de pie. Como sea, ¿a quién se le ocurre tener productos en medio de este caos? No tenemos casa en realidad; temporalmente para ellos funcionan algunos refugios mal acondicionados que van colapsando uno tras otro. Nosotros estamos acostumbrados a viajar, por ahora tenemos espacios y nos han dejado aterrizarlos en su mundo, en donde la radiación es la gran amenaza. Me da pena reconocer que ellos son más débiles, van a morir, pero les damos esperanzas. Nosotros quizás tendremos tiempo para esperar a que la tierra sane y sobrevivir por nuestras cualidades adaptativas. Quizás el nuevo hibrido resista más que nosotros, pero… ellos, nosotros, aquéllos ¿qué importa? Al final no somos tan diferentes.
Actividades nocturnas
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Me he comprado un monitor de actividad. Mi médico me lo ha aconsejado. Dice que tengo que hacer ejercicio y que a mi edad el sedentarismo es mortal. Debo ponerme metas de actividad física cada día y hacerles seguimiento.
El dispositivo es una pulsera. Una banda de goma con una pastilla metálica en medio que es el medidor. La verdad es que es un diseño bastante atractivo.
Registra los pasos que das, cuantas calorías consumes, ritmo cardiaco e incluso las horas y calidad del sueño.
Hace unos días la pulsera empezó a funcionar mal. Registra por la noche largos periodos de vigilia que no recuerdo. Largas caminatas que no he dado. Al principio pensé en sonambulismo, pero lo descarté. Nunca he sido sonámbulo. Además la pulsera registra también prácticas deportivas inconcebibles: caza, tiro con arco, equitación..
Todo empezó el pasado 12 de Marzo.. ¿de qué me suena esa fecha?.
Ya está, ya sé qué es la fecha. Ahí está en la tarjeta de devolución del libro de la biblioteca que estoy leyendo.
El libro es «El último mohicano». Tenía que haberlo devuelto hace tres semanas, el 12 de Marzo ¿Puede tener alguna relación con lo que está pasando? Tengo una teoría bastante loca, pero bastante fácil de probar también. Los periodos de vigilia son de una a seis de la madrugada, pondré la alarma un poco antes de las seis y a ver qué pasa.
Suena la alarma, me despierto, y compruebo que no llevo la pulsera, como suponía. Me levanto con sigilo y entonces lo veo: un indio avanza por el pasillo de vuelta a mi cuarto, lleva un arco, y lleva también, claro, mi pulsera.
Al día siguiente devolví el libro y como sospechaba a partir de ese momento todo volvió a la normalidad.
He vuelto a pedir prestado a la biblioteca otro libro. Mañana cumple el plazo de devolución, pero no lo voy a devolver. En su lugar he limpiado mis noches de compromisos. Espero tenerlas ocupadas.. mil y una noches concretamente.
Nice!!
Voto a favor
Espejo
Sucedió lo que temían: los hombres no volvieron a la cueva. Desesperadas, hambrientas, las mujeres decidieron salir a cazar. Tomaron las armas que encontraron, algunas a medio hacer, otras ya demasiado usadas. Con desconfianza se acercaron a la salida. Una luz las cegó. Antes de arrepentirse, pudieron ver su desnudez y sintieron vergüenza, pudieron ver su indefensión y se tuvieron lástima, pudieron ver que jamás saldrían de la cueva porque ese artefacto que obstruía la entrada, las dejaría mirarse, sin piedad, para siempre.
-¿Qué pasó con el actor principal?
-No sabemos dónde está.
-Necesitamos volver a grabar la última escena. ¡Búsquenlo!
Los asistentes comenzaron a recorrer todo el set de grabación. Empezaron por la cúspide de la pirámide, la piedra de los sacrificios y los aposentos de los emperadores.
-No está en ninguna parte.
-Es urgente, tenemos que repetir el sacrificio. ¿Ya buscaron en el cuarto de hospital?
-Sí, también revisamos el set del chroma key donde grabamos los paisajes urbanos.
-¡Sigan buscando! Sólo hoy podemos volver a realizar el sacrificio.
Los asistentes salieron para seguir buscando.
-Son unos imbéciles, les pedí realismo y tuvieron miedo de matarlo. Lo dejaron vivir. No quisieron porque las cámaras estaban funcionando.
Como una escena más, la luz desapareció con estas palabras.
-¡Lo encontré! Está inmóvil. Gritó asustado el asistente.
Caminaron hasta el pasillo de utilería donde se encontraba. Aun vestía como indígena, el miedo lo tenía paralizado como un muñeco de utilería.
-Amigo, ven. Dijo el director. Sigamos con la ceremonia.
Fingía tranquilidad mientras lo abrazaba sobre el hombro para forzarlo a caminar. Subieron la pirámide y lo recostaron como si fuese una cama de hospital.
-¡No quiero morir! No hay noche para soñar. La obscuridad está boca arriba.
-¿Qué pasa? Dinos lo que viste. Preguntó curioso el asistente
-¡Sáquelo! Exclamo el director.
Dos hombres surgieron del cuarto del emperador, lo amordazaron y salieron en silencio.
El director tomó el pedernal entre sus manos y lo alzó hasta coincidir con el sol. Nadie golpeó la claqueta, tampoco rodaban las cámaras.
El prisionero exhaló hasta encorvar la espalda. “La noche obscura del alma” suspiró.
Un golpe seco perforó su esternón.
Bajo presupuesto
El delicado y poderoso instrumento que fue mi mente se encuentra en el colapso total, posiblemente, sin la pretensión de parecerme al loco Hidalgo de Cervantes, el exceso de comics fue lo que terminó deschavetando mi congestionado cerebro, de por si ya en las últimas. No se diga del desfile anual de películas, donde los buenos derrotan a los malos a puro golpe de efectos especiales. En tal caso fue mi culpa, porque en cada estreno de Marvel o DC Comics estuve en primera fila viendo a mis superhéroes con poderes tan sorprendentes que si quisieran, ya se hubieran apoderado, no solo de la tierra, de todo el universo. El protagonista central de mis sueños era yo, hombre superpoderoso, creador de los escenarios mas brillantes dentro y fuera de este mundo. Podía cambiar de poder, según el villano, cada vez que lo quisiera apretando una secuencia de botones de joystick. Mis finales eran geniales, aunque a veces terminada en el clásico cliché, caminado, de la mano de la mujer guapa, por calles destruidas por mí. Pero, un sábado todo fue borrado. Un maratón de películas del Santo y todo mi universo hollywoodense se convirtió en escenarios de cartón, mi nave intergaláctica fue reemplazada por pasillos de naves industriales abandonadas, nada de puertas con sensores de movimiento, ni se diga de las pantallas dactilares o escáneres de ojos y mis interminables ductos de convirtieron en instalaciones eléctricas mal hechas. Estos cambios de bajo presupuesto solo fueron el principio, finalmente llego mi ansiado enemigo, alguien con quien desquitar mi frustración con golpes, llaves, lanzamientos de la tercera cuerda, lucha grecorromana de verdad. Mi villano resultó una mala contratación, de solo verlo daba lástima, sin embargo, era tan bueno peleando que me pateó el trasero como nunca.
La última flecha
Te dije que no viniéramos, sigo sintiéndome débil y necesito descansar; ahora veo que accedí sólo para dejar de escuchar tu cantaleta: «Estás sugestionada, necesitas hacer ejercicio», y mira el resultado. Lo que no acabo de entender es por qué insistes en que no piense como centáuride, sino como una persona normal, ¿qué es una persona normal?, ¿por qué tengo que negar mi naturaleza? Entiendo bien tu filosofía de adaptación, sé que la gente me va a señalar cada vez que mis cascos resuenen sobre el asfalto (cuando camino por la calle hay en mis pasos chispas mínimas que resultan del choque entre mundos; yo avanzo como si fuera a encender una hoguera, como si a cada paso quisiera hendir un suelo que no me recibe) y que a mí es a la que corresponde entender, ser paciente; soy la extranjera, la criatura fuera de lo común, la que no cumple con la norma. Entiendo y, aunque quisiera rebelarme, ensayo a ser dócil, con tal de que me dejen vivir en paz.
Ahora sé que no debí escucharte, este laberinto está diseñado para gente con dos piernas. Siento que estoy encerrada, me falta el aire, esta luz es demasiado blanca y no sé qué voy a encontrar detrás de cada vuelta. Los laberintos en mi país están al aire libre, sus paredes son setos recortados y bien cuidados, no placas metálicas con cables y tubos; la luz del sol crea sombras que engañan a la vista y desvían a los caminantes; pero aún así, de todas las veces que transité en esos laberintos, nunca me sentí amenazada, las sombras eran parte del juego, un juego inocuo. En cambio ahora, aquí, a pesar de tu insistencia en que todo estaba bajo control, me siento en peligro y lo peor es que no puedo escapar. Por supuesto que estoy perdida, y por supuesto que tú lo hiciste adrede.
Hubiera preferido que no me mintieras, hubiera preferido saber que tú formabas parte de las comisiones del Estado. No sé cómo no me di cuenta de que tu razonamiento carecía de sustento: «No te preocupes, eso sólo le pasó a un minotauro, tu pueblo está libre del estigma y fuera de ese mito». Pero también a mí me ven como una bestia, como una amenaza, y me quieren atrapar.
Me siento cada vez más débil, creo que me voy a quedar aquí un momento, tal vez si tomo una siesta me reponga y encuentre la salida. Lo más triste de todo es que no podré arrojar esta última saeta hacia el cielo lleno de estrellas (un cielo que ya sólo vive en mi memoria); puedo ver cómo la flecha se encaja en un muro recubierto de metal y adivino una última chispa, una mínima hoguera, que se extingue en el mismo instante en que se ha producido.
La pesadilla era recurrente desde su niñez, una y otra vez se veía al frente de aquel grupo llegando a esa caverna imposible de no identificar por la enorme roca que enmarcaba la entrada, al introducirse, observaba innumerables dibujos sobre las paredes que no entendía, al llegar al centro de la caverna, un puñado de mujeres y adolecentes indefensos lo miraban sorprendidos, él y los hombres que lo seguían se lanzaban contra de ellos, se veía con hacha de madera y piedra en mano asestando golpe tras golpe en los pechos y cabezas de aquellos que sólo atinaban a gritar. La sangre de sus víctimas salpicaba su cuerpo y se mezclaba con su sudor, reía enajenado disfrutando al ver que uno a uno caían los cuerpos con los ojos abiertos llenos de terror y angustia al no alcanzar a comprender que habían hecho para merecer una muerte así.
¿Por qué lo hacía? Sólo sabía que aquellos eran diferentes, se vestían distinto, hablaban distinto y usaban artefactos y armas que no conocía y que por la misma razón temía. La pesadilla siempre terminaba justo en el momento en que un muchacho perteneciente al grupo de personas que odiaba aparecía frente a él, una tela cubría la mitad de su cuerpo, un collar que hablaba de triunfos en batallas y arco y flecha en mano que apuntaba hacia su pecho.
El sonar del celular lo despertó, sudoroso y nervioso tomó la llamada.
— Paso por usted en media hora, urge vayamos al valle, ¡Hicieron un descubrimiento formidable!
Sabía que su pesadilla era la responsable de haber elegido su actividad como arqueólogo, sabía que tarde o temprano descubriría el porqué de aquel mal sueño. Su labor lo había llevado a ese lugar para supervisar y validar los trabajos que se realizaban en el valle, se habían descubierto indicios de actividad humana con más de diez mil años de antigüedad y aunque sentía una extraña emoción mientras más se acercaban al lugar, no lograba identificar si era por la cercanía al descubrimiento o por la pesadilla que no lo dejaba dormir tranquilo.
La seguridad para entrar a la zona era extrema, el lugar en particular estaba cubierto, paredes provisionales y grandes lonas impedían ver lo que adentro sucedía. Personas entraban y salian vestidas de blanco hasta la cabeza y con tapabocas.
–Independiente de los huesos y herramientas que se han encontrado se acaba de descubrir un cuerpo en perfecto estado de conservación –le dijo sacándolo de sus pensamientos la persona que lo había llevado—he pedido que todos salgan y permitan que solo un pequeño grupo incluyéndolo a usted por supuesto, revisemos el sitio.
Asintió con la cabeza y pidió que lo dejaran por unos minutos acceder sólo, se puso el traje blanco y acceso al lugar.
Su corazón dio un vuelco y su nerviosismo se acrecentaba a cada paso que daba en el interior. La roca en la entrada, los dibujos en las paredes, hachas rotas tiradas en el suelo. Las lámparas provisionales fallaron en ese momento y con mucho trabajo debido a su nerviosismo, logró encender aquella de emergencia que le dieron al entrar. La luz ilumino a ese ser que lo miraba inmóvil, rostro impávido al cabo de siglos de espera y dolor, el arco y flecha en mano le provocó una extraña sensación, cerró los ojos y escuchó los gritos de todos aquellos que asesinó, de cada uno a los que les había quitado la vida tanto tiempo atrás. Sintió un dolor indescriptible en su pecho, abrió los ojos y la flecha ya no estaba en el arco, por unos instantes se miraron; rencor, angustia, dolor, perdón y una extraña paz se conjugaron, se llevó la manos a su pecho y tocó la flecha que lo había penetrado. Cayó de rodillas…”Gracias”… fue todo lo que alcanzó a decir junto con su último suspiro…
Persecución
Llevaba varios días en pos de los extraños hombres que aparecieron en su tribu y sin esfuerzo habían matado a todos. La suerte la ayudó a sobrevivir. Ahora por fin los lograba acorralar. Los vio entrar en una clase de vivienda metálica.
Cuidando muy bien de no ser vista, entró con su arco. Dio un primer vistazo en el interior, y no encontró nada que se le asemejará a una casa normal. Una timidez la invadió. Cuando había dado algunos pasos al interior escuchó el sonido de la puerta cerrándose. Corrió y golpeo la puerta sin resultado. Pronto todo comenzó a moverse, como si fuera un terremoto. Sin embargo la agitación no se detenía, iba en ascenso. La cazadora se acercó a una pequeña ventana circular y al asomarse vio que se alejaba de la tierra, volando como lo haría un ave.
PREPARA SU ARCO
Grodfir, cazador del clan Maertor, ha muerto. El funeral es apresurado, pues Grodfir no pertenece a la familia del jefe. A su tumba arrojan su arco y su carcaj, varios puñales y y una calabaza llena de agua. Fronac, el chamán, pronuncia las palabras rituales. La prisa hace que olvide una de las invocaciones habituales. Nadie lo sabe, pero esa exhortación espuria, que un chamán introdujo hace cinco generaciones, impedirá a los miembros del clan Maertor regresar de las praderas eternas.
Han pasado cinco mil lunas. El tiempo de vagabundeo se ha cumplido. Grodfir despierta. Se levanta. Es otra vez joven y fuerte. Pero ¿dónde está? Camina por una especie de cueva. Avanza cauteloso. El primer ser humano con el que se encuentra es el guardia nocturno del Museo Nacional de Antropología. Grodfir prepara su arco.
Disculpa Alberto vuelvo a colocar el microrrelato lo que pasa que marca error con los caracteres <>
Sombra hambrienta
Las vísceras dentro de su estómago le reclamaban, el plástico y las ratas escaseaban, no le importaba que encontraría allá afuera, tomó el arco para salir a cazar con la esperanza de encontrar algo que comer o por lo menos si no regresaba, hallaría la paz por fin. Los que cuidaban la salida solo eran unos cadáveres ambulantes, piel flácida pegada al hueso, no le darían batalla. Los hombres que resguardaban aquel lugar estaban extintos y “los guardianes” que cuidaban celosamente la salida, eran remedos de carne, ni siquiera como alimento servirían. Aura solo tenía vestigios de aquella noche: histeria, explosiones ensordecedoras, luces por todos lados, después un silencio total. Nunca volvió a ver un amanecer, ni volvió a jugar con sus amigas, sus platillos eran horripilantes, el último recurso era la carne de sus congéneres, pero no era de fiar. Así que decidió salir con la esperanza de encontrar algo, ya que la época del “gran hongo luminoso” estaba en etapa de extinción al igual que ella….
Alberto disculpa tuve que volver a publicar el microrrelato debido a que marcó error con los caracteres <> y me dejaba un espacio en blanco entre ellos, quise borrarlo pero no pude.
No te preocupes, Efrén. Ya borré la primera versión y dejé la que corregiste. Muchas gracias.
Era una tarde calurosa. Las hojas de los árboles se movían en armonía con el paso del viento y los sonidos de la selva envolvían todo a su alrededor, de pronto todo se volvió caos, persecución, prisa. Aquel vaivén de pasos que se ralentizaban, que se apresuraban, que se detenían mostraba la lucha de la vida contra la muerte.
El joven guerrero iba tras su rehén con arco y flechas al hombro, y aunque estaba cada vez más exhausto, no dejaba de correr, no debía, pues jamás se había visto que a un gran guerrero de la tribu se le escapara su prisionero. Con la respiración entrecortada y sintiéndose casi desfallecer, vio que el rastro de aquel hombre se perdía tras la cascada, así que se adentró en el túnel creado por la propia naturaleza. Cuando salió de él, se dirigió al búnker que llevaba años abandonado a mitad de la selva. Avanzó con paso firme, a pesar de sentir cierta intranquilidad en el corazón. Preparó su arco y su flecha y pasó al siguiente compartimento, donde apenas unos cuantos rayos de luz permitían ver dónde pisaba, y fue justo en ese momento que él se encontró frente a frente con su enemigo. Sin bajar el arco, sostuvo la mirada en la de aquel desventurado sin prever que en aquellos ojos negros se hallaba el insondable abismo.
Desorientada
Miles de años después algo le dice a Psique que ésta tampoco es la puerta de Hades.
Él
De entre los salvajes él era el que sobresalía y no precisamente por ser un salvaje. Él era un hombre de una estructura ósea frágil, tez blanca, cabellos rubios, ojos azules; los de su aldea por su parte, eran de gran estatura con fuerza descomunal de la que sacaban ventaja en el combate cuerpo a cuerpo.
Pero él, por su parte, cumplía una función importante, ya que se la pasaba en las cavernas con un montón de chiquillos para ayudarlo en sus actividades. Compuesto de animales pequeños y plantas, palos, tela, cerdas de animales eran sus herramientas.
Cómo logro que día tras día lo dejaran alejarse de la aldea es un misterio, pero los jefes lo admiraban y si no lo apoyaban, al menos lo dejaban vivir en paz.
Y aunque los salvajes no entendían lo que garabateaba en las paredes de las cavernas, de vez en cuando, iban a las cavernas a ver lo que hacía, algunas veces distinguían claramente un animal de la región, otras a los hombres, pero fuera de eso les resultaba incomprensible tanto color regado por todas partes.
Un día él se percató, que poco a poco iba perdiendo la vista pero no le dijo a nadie por temor a que lo encerraran, pasaron los meses y su padecer se agravó, a tal grado que no podía caminar sin tropezar con lo que estaba en su choza.
Él salió al alba para terminar su obra porque pronto sus ojos dejarían de brillar y dar vida a las imágenes que rondaban por su cabeza.
Él admiró una vez más sus amadas cavernas, su cuerpo recreó los días en ese frío pero cálido lugar, él se dispuso a regresar al aldea pero como un manto, la oscuridad, cubrió su humanidad, entonces él se dio cuenta que pertenecía a esas cavernas en las que su alma podía reposar en paz.
Un gato, con los pies de trapo y las patas al revez, siempre me parecio un cuento muy chistoso, porque si querias jamas terminaba, pero despues de cuatrocientos años me empezo a aburrir un poco, asi que como travesura lo conte diciendo, Un gato, con los pies de humano y las manos de Dali. Sonrei, soy el mas profano. = )
Janïs y la gacela
En la mañana Janïs salió de su cueva para cazar a la gacela.
La bestia se escondió durante la tormenta y el bosque se llenó de niebla.
El camino de regreso se borró con el agua y la oscuridad.
La luna llena se volvió profunda, su luz se asfixiaba entre el color acerado de las nubes.
Janïs lloró y entonces un trueno iluminó el cielo y la dejó muda.
Por más que gritaba en señal de auxilio, su lengua no alcanzaba a articular ningún sonido.
El miedo empapaba su cara y sus ojos eran dos esferas perdidas en la noche.
Escucha un suave murmullo sobre la tierra mojada, un ruido que no conoce aún: de máquinas.Tensa su arco y dispara. Ella no sabe que la punta de su flecha se ha magnetizado. La flecha viaja más allá del límite de la parábola y choca ante un objeto metálico y curvo. El contacto produce una chispa y Janïs hacia ella se dirige.
En el camino encuentra a la gacela, pero ya no tiene la flecha del mago para sacrificarla.
Las dos entienden el lenguaje de la otra. Deciden jugar a las escondidas.
Al llegar al lugar donde se originó la chispa, de repente la gacela corre hacia adentro del lugar. Janïs la persigue. El hambre tortura sus entrañas.
Nunca había estado en una cueva tan extraña y fría donde las cosas comienzan a flotar.
La bruja enamorada y no correspondida echó la maldición a Cupido; ahora flecharía corazones de ciervos en una tribu apache.