Concurso #118
Las Historias convoca a su concurso #118 de minificción o microrrelato. Los interesados pueden comenzar observando esta imagen:
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Instrucciones:
1) Suponer que esta imagen representa un instante de una historia.
2) Imaginar cuál es esa historia: qué está pasando allí, por qué, quiénes están presentes, qué hacen. No se trata de explicar la imagen, ni de escribirle un pie de foto, sino de tomarla como punto de partida para imaginar una historia propia.
3) Escribir la historia, en forma de cuento brevísimo (minificción, microrrelato; el nombre es lo de menos), en los comentarios de esta misma nota.
El o los textos ganadores recibirán un trofeo virtual y serán seleccionados considerando la opinión de quienes decidan opinar. La fecha límite para participar es el 29 de abril de 2016. Quedan invitados.[/fusion_builder_column][/fusion_builder_row][/fusion_builder_container]
Etiquetas: Concurso, microrrelato, Minificción
47 comentarios
El reportero preguntó «¿Cuántos asaltantes eran?» y él respondió que dos, señalando al mismo tiempo, el número con la mano. Pero el audio fue terrible y tuvieron que eliminarlo del reportaje. En el contexto de la escena editada, el asaltado parecía hacer la señal de amor y paz. Mientras se repartían el botín, los dos ladrones se sintieron perdonados y decidieron que un acto así merecía, como mínimo, otro atraco al comprensivo sujeto.
– No puedo creer que sigas con esa idea, carajo…
– Te había dicho que no estoy bromeando.
– Ya, deja de hacer el tonto, seguro que es alguna de tus amistades.
– Sí, claro. Duh… No me gusta que te pases con tus comentarios. Dije que lo haría. Ya comencé.
(El brillo de la pantalla es lo único que puede verse en la habitación. Sonidos de teclas.)
– …
– ¿Ya no dices nada?
(Molesto por la respuesta, se sorbe la nariz.)
– …
– Déjame decirte que estar en la calle a esas horas, persiguiendo, cámara en mano, a esa fulana, resultó más que excitante para mí. El sólo hecho de pasar desapercibido, ¡carajo, ni siquiera me voltearon a ver cuando tomé la foto!
– Voy a desconectarme, no quiero tener problemas, ¡pinche loco!
– Oh, vamos, si desde un principio, con tus insinuaciones, que si no me atrevía, que si era un hablador…
– Ya me voy a salir…
– Mañana he de matarla.
– …
(Ahora cierra su cuenta, así el navegador y la computadora, con la fotografía en sus manos, la misma con que hiciera la señal del amor ya paz a esa fulana, ultimando macabros detalles. Excitado.)
Buen texto. hubiese preferido que el reportero dijese a quién entrevistaba en esa parte- preguntó….. “¿Cuántos asaltantes eran?”
Bien logrado el final inesperado y con ese toque de ironía.
Desde la secundaria, invisible, la he observado. Me acerco entre roce de cuerpos, oculto por el ruido de las conversaciones y la música. Levanto la cámara y en el preciso instante en que pretendo robarme su imagen, Jack atraviesa la mano frente al lente.
?¿Qué haces aquí? No es lugar para alguien como tú.
Ella nota mi presencia y su rostro traza una mueca de disgusto; se acerca a su amiga y le susurra algo al oído: sin mirarme, sus bocas expulsan una risa burlona.
Jack me dirige firme hacia la salida.
Rebotes de la vida.
Recuerdo el bastón de mi abuelo al tratar de alcanzarnos. Revivo sus escasos cabellos canos agitados con el viento sureño. Las cejas erguidas sobre los ojos pesarosos. Éramos muy niñas. Habíamos descubierto como enardecerlo con un gesto del índice y el anular.
Mi abuelo era descendiente de alemán.
Hoy he tratado de hacer la V de la victoria y vaya cuánto me ha costado. El índice es como un gancho curvo y el dedo del corazón un tronco torcido
Las vio de lejos. Las pequeñas orejas blancas aparecieron de nuevo detrás de su amigo.
Llevaba semanas sin salir de casa, cada vez que abría la puerta le invadía la certeza de que se encontraría con las orejas blancas y eso la aterraba, nadie creía en sus historias de conejos diminutos. ¿De dónde habrían salido? ¿Del libro de cuentos?
Esa noche se había sentido diferente. Él la llamó para convencerla de pasar la noche fuera y su temor se desvaneció un poco cuando escuchó su voz cálida. Cuando puso un pie fuera de la casa no tuvo ninguna sensación, por una vez en muchos días se permitió sentirse segura, sin duda él la cuidaría.
Todo fue de maravilla, por algunas horas era casi la misma persona de antes. Libre, sin temores. Hasta que en medio de una carcajada vio dos pequeñas orejas blancas asomarse tras una mesa. Sin pensarlo salió disparada al frío de la calle y un taxi que pasaba a toda velocidad no tuvo tiempo de frenar.
Lo último que escuchó fue que el hombre le preguntaba si podía ver cuántos dedos le mostraba. Abrió los ojos y en un instante algo mucho más allá del miedo la supero. Quizá por el golpe su mente se aclaró, lo entendió por fin. No eran orejas, ni animales minúsculos, era sencillamente la herencia de su madre, esquizofrenia.
-Dos.
Fueron sus últimas palabras.
Adán
Estaba inquieto tanto que, por enésima vez, me asome por la ventanilla del transbordador. Había ahorrado lo suficiente para hacer realidad mi viaje al espacio. Claro, quería algo diferente, pues a pesar de tanta insistencia, por parte de la agencia, no quise visitar la desértica luna ni tampoco los coloridos anillos de júpiter. Deseaba llegar más lejos. A donde ninguna persona hubiese estado en el universo hasta ahora conocido. Fue tanta la obstinación de mi parte que me propusieron realizar un viaje hacía un planeta recién descubierto, el cual, si no mal recuerdo, estaba transitando la era cuaternaria, lo cual hacía posible la adaptación humana. Un paraíso en medio de la nada esperando por mí, me dijeron entusiasmados y claramente cansados. No lo pensé mucho, así que me embarqué a los pocos días. La ubicación exacta la desconozco. Estoy confiado en el sistema de navegación de la nave. Desde que salimos del sistema solar hemos estado viajando en una oscuridad infinita, brevemente alumbrada por fugaces e incandescentes meteoritos. No falta mucho, me informan los androides con voz metálica. De vez en cuando recibo mensajes y fotos desde la tierra, están felices, y por lo visto de fiesta, porque pronto me convertiré en el primer Adán de un planeta desconocido.
Vini vidi vici
Llegué muy pacheco al bar. Pedí un par de Victorias al mesero. Andaba tan mal que no me percaté que en la TV gigante transmitían el clásico de futbol. Iba perdiendo el equipo local. Como el mesero no me hacía el menor caso comencé a gritar: ¡Victoria, victoria! Y a mostrar un número dos con mis dedos. Creyeron que me burlaba. Llegaron en montón a golpearme. No calculé lo que eran capaces de hacerme
… y ellos tampoco calcularon lo que puedo hacer cuando ando pacheco…
¡Ups! El título debe ser: «Veni vidi vici» 🙂
Atentado
Al oprimir el gatillo –por decirlo de alguna manera–, Graciela y su amante no se redujeron a cenizas como Franz esperaba; al contrario, fue su propio cerebro de cables y microchips lo que detonó. El láser que debía salir por sus ojos, dirigido por la mirilla de sus dedos como revólver, se disparó en sentido inverso como mecanismo de autodestrucción en caso de ser detectada una amenaza contra algún humano. Un microsegundo antes, a velocidad luz, la mente de Franz recorrió la historia de su existencia a manera de película; el último fotograma, que ahora ilustra una nota del diario, quedaría impreso en su pantalla visual para siempre.
Corazón
Kuan-yin fue condenado por el juez Cheng-Gong a perder los dedos índice y corazón por robar una gallina. Kuan-yin se arrancó los cabellos y lloró implorando piedad, argumentó la necesidad de todos los dedos de sus manos para trabajar. El juez contraatacó señalando lo estúpido de su respuesta. Si es que trabajas, entonces no tendrías necesidad de robar una gallina, vociferó el juez. ¡No es una gallina cualquiera mi señor!, respondió el lloroso Kuan-yin; en el cuerpo de la gallina está apresado el espíritu de mi mujer. ¿Qué?, estalló el juez y abofeteó a Kuan-yin. ¿Me crees un campesino ignorante para tomarme el pelo con semejante cuento? El prisionero se disculpó e imploró a los antepasados del juez por su perdón e insistió en que su mujer moraba en la gallina. El juez Cheng-Gong ratificó la condena. El secretario del juez era un joven enamoradizo llamado Dingbang y durante el juicio no apartó la vista de una hermosa joven de rostro radiante y ojos aceitunados que escuchaba fascinada el juicio, tal distracción provocó que en el documento oficial, en el espacio para la condena en vez de escribir: “Se sentencia al acusado a perder los dedos índice y corazón”, sólo escribiera: “Se sentencia al acusado a perder el corazón”.
A primara hora de la mañana el verdugo leyó la orden de ejecución, pensó que era excesivo el castigo por el robo de una gallina, más las órdenes eran irrefutables. Al prisionero lo sometieron atándolo de pies y manos y con un cuchillo de acero hizo dos cortes profundos, extrajo el corazón y lo arrojó a un cesto de mimbre. Ni el verdugo y sus ayudantes notaron que el corazón del ajusticiado aún palpitaba sujetándose a la vida entre paja y sangre.
Dingbang sedujo a la chica de ojos aceitunados e hicieron el amor a orillas de un riachuelo, mientras la joven se bañaba en las aguas cristalinas, Dingbang dormía hastiado de placer. Una sigilosa gallina se acercó al joven durmiente y de dos vigorosos picotazos le reventó los globos oculares, y sólo entonces dentro del cesto de mimbre el corazón de Kuan-yin dejó de latir.
Buenísimo!
Tremendo. Qué buen cuento.
Su mano se cansó de tanta indecisión. No soporto más. Él había querido viajar por todo el mundo, pero siempre encontraba pretextos para no hacerlo. Hace un mes su mano derecha se marchó. Desde entonces ha recibido fotos de los lugares en los que ella ha estado. Ella se fue a recorrer el mundo y él sigue metido en su departamento y en su cubículo tratando de hacer todo normalmente con una sola mano y un muñón feo y rugoso.
El miedo no lo deja dormir: sabe que la otra mano en cualquier momento también se marchará.
Me gustó mucho tu cuento, la forma tan poética para expresar lo que nos falta… Cogeré ambas manos para tratar de que no se vayan…
Sorprendente mini ficción, en hora buena
De los mejores!
Qué buenísima última línea. Excelente minificción.
Título: «Entremanos»
SERES VILES
No debían los humanos someternos a este encierro. Sabemos que son viles, pero es difícil creer que no les importe el daño que nos causan: Hágil ha decidido no desprenderse del techo, aunque le sangren las garras. Tristeh se ovilló en un rincón a llorar sus lágrimas ígneas. Es tan asfixiante el olor a piel quemada, que ni su aleteo ocasional lo disuelve. Bicéfaloh se partió un cerebro a dentelladas para ubicar la zona donde nació la idea de hacernos pasar por este mundo, pero no halla más que confusión y miedo.
Yo detesto saber cómo acabará todo. Por eso hoy que los humanos abrieron los portones de la barraca para indicar cuántos siglos más nos tendrán aquí, fui el único que no mostró ninguna esperanza ni menos gratitud. Sé que todo lo que ellos dicen es mentira: nunca nos dejarán ir.
Vox populi, vox Dei
Nec audiendi qui solent dicere, Vox populi, vox Dei, quum tumultuositas vulgi semper insaniae proxima sit
Y no debería escucharse a los que acostumbran a decir que la voz del pueblo es la voz de Dios, pues el desenfreno del vulgo está siempre cercano a la locura.
Epistolae, 166, para 9.
Estamos mi hermano y yo en un bar, discutiendo acaloradamente un asunto familiar. Nos interrumpe un aviso en mi celular. Le pido a mi hermano que me disculpe un momento pero noto que se molesta mucho por dicha interrupción. Consulto mi celular y se trata de una publicación en facebook de Alberto Chimal. En ella aparece una foto de una moneda de veinte pesos (conmemorativa) y menciona que una señora le preguntó si quien aparece en la cara frontal de la moneda es el conductor de espectáculos Pedro Sola. No puedo contener la risa… de reojo noto que mi hermano se molesta aún más pero, ya interesado, sigo leyendo. La señora al parecer recapacitó y dijo que no, no se parece a Pedro Sola… que el de la moneda no tiene bigote. Por un momento recuerdo que tengo una moneda de veinte pesos igual en el bolsillo y si mi memoria no me falla quien aparece en la moneda es Octavio Paz y a su lado una frase famosa suya que no alcanzo a recordar. Saco la moneda de mi bolsillo, la reviso y no es Octavio Paz a menos que lo hubieran representado… ¿con lentes? ¿no es Ignacio Zaragoza? ¡él aparece en unas monedas conmemorativas pero de diez pesos! Vuelvo a ver la moneda en la foto de Alberto: es de veinte pesos y quien aparece ahí tiene ahora lentes y bigote y a su lado no aparece ninguna famosa frase de Paz sino por lo que alcanzo a distinguir una nota breve acerca de un reciente escándalo de… ¡¿Paulina Rubio?!. De inmediato miro de nuevo la moneda que está en mi mano, tratando de ver el detalle de la misma…. Estoy ya muy confundido pero puedo ver que mi moneda es de veinte pesos también y aparece alguien que no es Octavio Paz (ni Zaragoza) definitivamente. Tiene lentes y bigote y a su lado no aparece tampoco una frase poética sino una nota, también breve, pero es acerca de ¡los pleitos entre Los hijos de Joan Sebastian por la herencia de éste último!. No puedo identificar bien en mi memoria a Pedro Sola pero podría ser él en relieve (al menos, estoy seguro, no es Octavio Paz… ni mucho menos Ignacio Zaragoza) Le doy la vuelta a mi moneda y extrañado veo que no tiene el escudo nacional al reverso sino en relieve la imagen de Daniel Bisogno, otro conductor (como el tal Pedro Sola) pero aparece posado sobre lo que pudiera ser una enorme antena transmisora de TV Azteca y devorando a Ninel Conde… a su alrededor en lugar del lema: Estados Unidos Mexicanos unas letras rezan: Somos MÁS que televisión… Con mi mano muevo el hombro de mi hermano que está en ese momento pidiendo al mesero una ronda de dos tragos más con la mano. Lo hago con el fin de llamar su atención para comentarle que no entiendo ya lo que está sucediendo a nuestro alrededor… Visiblemente molesto me dice que no esté yo chingando, por favor… Me siento solo y más mareado aún… todo me da vueltas… Buscando volver a lo que considero la realidad volteo por instinto mi mirada a algún punto fijo y topo de repente con la TV gigante del bar y horrorizado descubro ahí … en la pantalla… a un rostro también gigantesco de Paty Chapoy quien con el cabello desordenado, los dientes afilados y los ojos inyectados de sangre suelta una risa macabra que me hace temblar y sentir que no ríe de alguna otra nota acerca de uno de tantos escándalos del medio del espectáculo… ¡Algo en su actitud me dice que se está carcajeando de todos nosotros!
😛 🙂
– ¿Cuántas, jóven?
– 2, por favor.
Dijo el moreno forrado en dinero. El camarero tomó de la cabellera a dos chicas, que aterradas, forcejearon.
– ¿Pa’ qué se ponen así, reinas? A la otra no vengan a una fiesta caníbal.
Me gustó el manejo del humor negro, muy bien lograda la minificción.
¡Gracias, Gera! 😀
El mesero Gabriel
Cuando las trompetas apocalípticas sonaron, el mundo cayó en el tedio. Vivos y muertos, luego de la sorpresa del reencuentro, se hallaron sin nada qué hacer.
La burocrática revisión del Libro de la Vida llevaba su tiempo; había que checar que los nombres estuvieran escritos de manera correcta, que coincidieran los apellidos con sus obras, y se suponía que después de realizada la tarea llegaría el Juicio Final. Daba la impresión de que aún no había sido ejecutada esa encomienda, de que quizá alguien se adelantó a emitir los sonidos que anunciaban el fin de los tiempos. Y la gente no tenía más remedio que esperar y esperar.
Varios decidieron acudir a un antro. Pasaron el rato entre tragos de cerveza. Su mesero, que se presentó como Gabriel, era servicial, angelical. “Ronda gratis”, dijo, y los vivos bebieron frente a las ánimas que ya no necesitaban de brebajes humanos.
Comenzaron todos a platicar. Con copas de más, una muchacha le contó a un joven una infidelidad cometida. ¿Eres tú, la que engañó a mi mejor amigo? Y le dio una arrastriza por el suelo. Sus gritos eran inaudibles por la música.
Una víctima de asesinato aprovechó que en la mesa de al lado estaba sentado su verdugo, así que se le colgó del cuello y comenzó a susurrarle al oído el dolor que le hizo padecer, mientras le daba eróticos besos en la oreja.
Un hijo halló a su padre y lo obligó a contarle una y otra vez, infinitamente, las razones de su abandono, provocándole el bochorno de las explicaciones. Por cada razón que escuchaba, el niño se rajaba con una navaja la piel.
Gabriel, el mesero, observaba todo. Su carcajada angelical pasó desapercibida por los presentes. En un lienzo amarillo que adornaba el bar se reflejó su silueta mientras hacía la “V” de la victoria: una cara afilada, tétrica, fue la forma que tomó esa sombra negra. Entonces, por fin entonces, decretó inaugurado su reinado.
Apariciones conocidas
El fotógrafo estaba mutilado. Su otrora mano derecha yacía cercenada, enterrada en algún agujero sin nombre.
Pero esa noche, con la cámara al cuello, motivado por la ociosidad y una profunda somnoliencia, apuntó el lente hacia la oscuridad, allí donde su macilento muñón aguardaba indistinguible. Al oprimir el disparador con el pulgar de la siniestra, un destello invadió la estancia. El flash se extinguió, dejando la habitación nuevamente en tinieblas.
Otra luz artificial se encendió de repente y el fotógrafo manco, aterrorizado, vio a su miembro perdido saludándolo desde la pequeña pantalla digital, que revelaba la recién tomada fotografía.
Pensé que estaba soñando. ¿Por qué están vestidos de blanco? Todo se veía borroso y no distinguía a nadie.
– Ramón, Ramón.
Me llamaban pero no podía responder. Mi boca y garganta se sentían secas, como si no las hubiera usado en mucho tiempo, y aunque quería hablar, no podía emitir ningún sonido. Entonces, uno de ellos levantó mi brazo. Fue como si un rayo atravesara mi espalda. Quería gritar. Era un dolor indescriptible el que sentía. ¡Me van a sacrificar! pensé. ¡Seguro es una secta satánica y me van a abrir en dos para sacarme los órganos!
– Mueve los dedos, Ramón. ¿Puedes mover los dedos de tu mano?
Traté de mover mis dedos. Podía ver mi mano pero mis dedos no se movían. ¡Mueve los dedos o te van a matar, Ramón! ¡Muévelos ya! Y entonces recuerdo que hice un dos con mi mano, no sé por qué. Pero al hacerlo, sentí ese horrible dolor en la espalda otra vez, como si alguien jalara algo dentro de mi. Lo raro es que también escuché gritos y risas de los que me rodeaban. Luego creo que me desmayé.
– Así es Ramón, te desmayaste. Pero el efecto de la anestesia ya pasó y ahora que estás consciente puedo decirte que la operación ha sido un éxito. Muy pronto podrás volver a caminar.
Olvidos
Hoy llevé a mi mano derecha al cine, muy a escondidas de la izquierda. Porque si se diera cuenta de ello seguro me arma un escándalo y luego qué, qué, ¿qué hago yo sin la cooperación de mi mano izquierda? La derecha me mimó un poco: me dio palomitas en la boca, le dio un pequeño ataque de ansiedad, se desperezaba en las partes aburridas y ya al final, cuando aparecieron los créditos y le pregunté si le había gustado la película me dijo que sí levantando el pulgar y empuñando el resto de los dedos, idéntico al «like» de Facebook. De ahí fuimos a cenar y bailó y meneó los dedos hasta sudar, paseamos un poco por la rivera y finalmente regresamos a casa, donde hicimos el amor. El problema fue ese, cuando mi mano izquierda ya estaba, acusadora, mirándonos fijamente: las uñas crispadas, las yemas tensas, las líneas prestas y furiosas, la muñeca al punto de la emancipación, el dedo medio y el portazo después indicando que se largaba de casa. No supe qué era lo que había pasado hasta que de repente, como un fogonazo, mientras mi mano derecha sollozaba en mi pecho, por mi cabeza pasó, primero, esa foto, la que nos tomó el hombre en el malecón y que diez minutos después nos vendió en ochenta pesos en forma de llavero y que estaba seguro había dejad, simulando olvidarlo, en la mesa del restaurante donde ceno a menudo y en el que por costumbre dejo propina que minutos después, una vez que el mesero ha visto que dejo el dinero, recojo las monedas o el billete de la propina. Así que suspiro, seguro de que he dado con la causa y recreado el móvil.
Le quise dar un «naranja-liga-ligazo», pero justo cuando buscaba la liga y las cascaras, su bala pasó en medio de mis dedos. Todo fue tan rápido, en lo que duró la brevísima luz del flash,nadie vio como la chica guardó el arma, ni cuando yo caí de espaldas con un tercer ojo y mi naranja pelada rodó.
Reminiscencia
Ah, querido amigo Bob. ¿Cuantas noches de desvelo habíamos pasado?, ¿cuantas cervezas bebidas? ¿cuantas historias contadas y reídas, y recordadas?.
En aquel tiempo ya no te percibí con la gran presencia que siempre te adjudiqué, sino que ahora eras como una reminiscencia. Querido Bob, te miré con tristeza y hasta en la profundidad de mi alma muerta, sentí un poco de lastima por ti, por ti que siempre fuiste recio y altanero, por ti que al pasar por donde fuese dejabas un poco de tu locura, tu atrevimiento y tu fuerza…
Una noche habías de llegar, solo como siempre, cargando con el creciente peso de los años, escapando de la muerte furtiva, y con la amargura siempre presente.
Me invitaste a tomar unas cervezas, acepté, por los viejos tiempos. Manejaste tu coche polvoriento, maloliente (como a perro senil y orines de cerdo), llegamos a un callejón, bajamos. Pronto percibí el olor a tabaco, y que bien pudo haber sido un olor de cuanta mierda se vende y se consume ahora en el mundo.
Nos adentramos en un lugar oscuro, donde entraban y salían hombres bien vestidos, y donde también pasaban sórdidos jodidos, y donde eramos un pedazo más de soledad.
Atravesamos pasillos oscuros, donde focos rojos y música ambientaban la histeria, donde el cuerpo se fundía con el alma, donde ya no pesaban los pies ni se sentían los años lamentosos.
Y llegamos a una mesa, en la orilla de lo que pudo haber sido un bar o bien un putero corriente. Conversamos, platicamos sobre nuestras vidas.
El ambiente cambió, la densidad de la atmósfera era más triste, más pesada como lo era allá afuera, de pronto hiciste una seña, invitándome a ir a otro lado, y te seguí, y nos volvimos a sentar, llegaron mujeres, mujeres hermosa y vestidas como princesas descarriladas, perturbando el aire con sus perfumes baratos.
Y comencé a sentir como era el placer de nuevo, y de pronto, aquellas mujeres nos adentraron cada vez más en aquel lugar profundo. Pasillos, puertas y pasillos por doquier, cientos de metros caminados en aquel entonces, pero no había ningún sentimiento púdico que nos detuviera. Entonces nos perdimos, nos perdimos, como te habías perdido tú entonces, pero ahora lo hacías llevándome contigo, perdiéndome en la oscuridad del olvido…
Divagabando en el insomio
Eran las 3 de la mañana, el no podía dormir, dos veces leyó aquel comentario en los períodicos de la mañana previa, el café despedia aquel aroma clasico que tanto le gustaba, dos veces lei la nota, pensaba, y no alcanzo a comprender que me quieren decir, que quisieron decir, no encuentro, mas bien, no se que quieren que haga. Miraba sus manos como si no las reconociera, sin embargo aquellos dos dedos con los que habia saludado al diputado Arguelles le resultaban incomodos, de donde se me ocurrió saludarlo con el simbolo de paz y amor, se lamentaba, pensará que soy ridículo. Yo no vivi esos ideales y siempre guardo distancia, yo soy su lider y me deben ver con respeto. Paz y Amor, que estupidez, pero como todo lo que hago y han hecho mis antecesores, se perdonará y se olvidará. Nuestro pueblo, nuestra gente nos quiere a pesar de los errores y estupideces que cometemos, que cometo. El liderazgo mantiene a mis excompañeros y me mantendrá a mi el resto de mis días. Mi historia diaria, no duermo, si acaso unos minutos o al menos asi lo siento, paz y amor -carajo- deben estarse burlandode mi en toda la bancada. Estoy seguro que en unas horas cuando llegue a la instalación del pleno me estarán mirando y alguien me hará el simbolo, es polvora y ya corrió. El café se ha enfriado y los primeros rayos del sol entran por la ventana, es hora de prepararse para acudir, reflexionaba, en ese momento se agolparón en su mente no dos sino milies de dedos , dedos dobles que lo taladraban, paz y amor, paz y amor, con las manos sostenidas en el lavabo y la cabeza gacha trataba de desaparecer la andanada digital que le golpeaba las sienes. al mirarse al espejo observo con miedo su faz agotada y demacrada, sabía que el tiempo se estaba acabando, pronto ya no podria ocultarlo, con sus dedos indice y medio limpió el vapor de agua que ya bañaba el espejo y los dejo caer. Amanecia
El tiempo estaba terminando.
Eran las tres de la mañana, el no podia dormir, dos veces habia leido aquel comentario en el periódico de la mañana previa, el cafe despedía aquel aroma que tanto disfrutaba, dos veces lei la nota, pensaba, no comprendo que quieren decirme, mas bien, no entiendo que quieren de mi. El periódico yacia en el piso, el miraba su mano derecha como si no la reconociera, sin embargo, aquellos dos dedos con los que habia saludado al diputado le resultaban incomodos, de donde se me ocurrio saludarlo con el simbolo de amor y paz, se lamentaba, me tildarán de ridiculo, los sesentas no fueron mi tiempo. Yo como su lider debo guardar siempre una distancia para que el respeto se mantenga, se que el pueblo me quiere y pronto, como siempre, olvidará mis tonterias. Sonrió y recordó el día que le entregaron el poder político, la sonrisa fue fugaz, se sentía cansado, sabia quentodas las noches vivía un infierno, se quemaba en el no dormir, pasaba noches enteras en vela, habia probado de todo, relajación, yoga, musica , nada le servía, si acaso lograba dormir dos o tres horas cada noche, paz y amor -carajo- deben estar burlandose de mi toda mi bancada. Es seguro que dentro de unas horas llegue a la instalación del pleno todos me estarn mirando y alguno levantara la mano hacia mi con el -amor y paz- , es polvora y ya corrió. El cafe se habia enfriado, no despedia aroma, los primeros rayos del,sol entraron por la ventana, es hora de prepararse para acudir cavilaba, en ese momento se agolparon en su mente, no dos, miles de dedos dobles que lo taladraban, amor y paz , amor y paz . Con las manos sostenidas sobr el lavabo y la,cabeza gacha trataba de controlar es andanada digital que le,golpeaba las sienes, levanto la mirada y al verse en el espejo observó con miedo su faz demacrada, sabia que el tiempo, su tiempo se estaba terminando. Amanecia.
Disculpenme , por error envié la version inicial y la corregida.
El antro
El antro es mucho más estrecho de lo que parece. Una sensación claustrofóbica surge como reclamo. Los paisajes tratan inútilmente de compensar la ausencia de espacio. El lugar tiene un aliento cálido propiciado por conversaciones ebrias y por los vapores impregnados de los cigarros. Es un desafío estival permanecer más tiempo del debido, pero me gusta paladear las cosas en la oscuridad. Saborear ese aroma malsano es como un bálsamo para un oficinista. Por eso, entre las parejas apretujadas, pido, casi a gritos, dos cervezas bien heladas.
Hace como diez años, los celulares no sacaban fotos y era el boom de las cámaras digitales. En un bar del centro histórico yo reclamaba: ¡Te dije que de las buenas- estas me van a durar una foto nada mas!, ¡perdón amor , se me hizo tarde y solo conseguí de esas en el metro!.- Frustración total , era la tocada del adiós, el fin de una época y el comienzo de mi nostalgia y no tendría ni una evidencia gráfica gracias a mis pilas “Permasonic” . ¡Dah!, pídete otra ronda…
Para cuando la banda salió , las burbujas en mi cerebro ya me habían ayudado a resignarme lo suficiente , nos abrimos paso lo más cerca que pudimos en el reducido lugar y nada más verlos , yo ya los estaba extrañando. Canté, grité, chiflé, lloré y cuando el vocalista se acerco mas del lado donde nos encontrábamos, necia como soy, saqué la cámara con la esperanza de tener una toma, era todo lo que necesitaba. –“¡Alcanzó a dar flashazo!” grité victoriosa y vi de nuevo la pantalla negra, ni siquiera pude ver la captura. El me tomo suavemente la mano donde sostenía la cámara ,se me acerco y me dijo al oído “Crees que preservas y estas aniquilando el instante… una foto no resucitará este momento” , besó mi sien, tomó la cámara, la guardó en su chamarra, me regaló esa sonrisita y seguimos cantando casi hasta la afonía.
Hoy me sobran dispositivos preservadores de momentos , todos inmediatos, irónicamente esa es una actividad que ya no me afana : hace diez años tuve una noche inolvidable y me quedé con lo que no se ve, hace diez años tuve una noche inolvidable y como evidencia única, la foto número 15 , la mano de alguien.
—Dos dedos significa “no”. Uno, quiere decir “sí”.¿Ok?
Ella alzó un dedo ante el hombre que la tenía amarrada, amordazada, inmóvil, en medio de la fiesta en la que se la estaba pasando tan a gusto.
—No voy a hacerte daño, ¿me entiendes?
Un dedo levantado.
—Mírame bien, ¿sabes quién soy?
Dos dedos al aire.
—Estoy buscando quién me mató, ¿me viste en algún periódico, han hablado de mí en las noticias? No puedo recordar nada. ¡Fíjate en mi rostro!
Dos dedos levantados.
—Está bien. Ya quieres que te libere, ¿verdad?
Un dedo alzado.
—Entonces tienes que despertar.
«Decisión»
Justo antes de desfallecer, encendí la cámara, entonces la vi a través de la pantalla. Ella me saludó, yo intenté corresponder pero fue demasiado tarde.
Toma 15, 1:43 a.m. Un joven camarógrafo muere en medio de una celebración, última señal de vida manifestada en un signo de «amor y paz».
Fantasma de obscura primavera
La brisa rondaba mi pensar
Tenue titubeo
Su mirada envicia mi tiempo
Tambaleante corazón
Niño reconociendo tu juego
En un mar de días nublados
cuento,cuento,historias
nada apareció
solo un se que lo siento.
LA LUZ QUE ME FALTABA
Hoy intenté saludar al mundo, traté de decir ¡aquí estoy!, para ver a quien verdaderamente le interesaba, cada uno se ocupaba de lo suyo, por lo que ¿a quién le importaría que estuviera a no ahí? Las personas creen que soy una rebelde sin causa, que por demostrar un cambio a lo que anteriormente era, en el hecho de darme a conocer que lo que haga o no con mi vida a la mayoría de ellos no les importa. Una de ellas se esconde entre la oscuridad, cree que no sé quién es, pero conozco perfectamente su postura, escucho sus movimientos al caminar, el sonido que hace al respirar y puedo darme cuenta quien es esa persona que los demás no conocen entre la venda de los ojos y que por ello simplemente puede decir que le soy una vergüenza, la misma sangre corre sobres nuestras venas, mas sin embargo, eso no impidió detener las palabras de su boca. Mientras que otras se la pasan discutiendo sobre sus asuntos personales , llego, intentando intervenir , esperando que alguno de ellos pueda escuchar lo que estoy diciendo, pero no, tan solo hace falta que se pongan a pensar en la persona que soy ahora para que puedan quitarme de entre ellos, justificándose, comentan que soy una rebelde como “todos los demás”. Por lo que yo a esto me pregunto, ¿sabrán porque soy así?, creen que por tener una venda voy por la vida sin dirección , mas sin en cambio, solo yo sé que todo esto comenzó por creerme una persona sin nombre ni apellido.
A unos instantes de no poder más me volteo a mi lado derecho y me doy cuenta que la razón de sus acciones es porque para ellos soy una simple sombra, pero la realidad que nadie sabe es que detrás de esa sombra esta mi persona. También pude descubrir que había una luz en la que había estado por largo tiempo, lo cual fue como, varios experimentos llegados a un descubrimiento por un científico que decidió salir de su laboratorio, y así pues, lo hice.
Después de todo descubrí la luz que me hizo salir de una habitación para poder cambiar
Soy una persona bastante paciente. Me gustan las espinacas esparragadas que prepara mi mujer. Acepto que siempre estemos comiendo alimentos con fibra. Sobrellevo la herejía de hacer una paella con arroz integral. Me he acostumbrado a comprar siempre que voy al supermercado yogures con bífidos. Ya no protesto por cenar siempre col. Por las noches, antes de acostarme, le recuerdo a mi mujer que se beba sus dos cucharaditas de melaza; incluso yo también las tomo. Sin embargo, mi paciencia tiene un límite. No soporto que mi mujer me mande un WhatsApp cada vez que consigue descargar el vientre.
El Conejo Calcetín, se dio a la fuga, andaba desnudo por las calles, desesperado, desaforado, hasta que sus ojos la encontraron, bronceada, apetitosa… Negra Modelo en la etiqueta. La tomó entre sus manos y la bebió hasta el olvido…
MIEMBRO FANTASMA.
-¡Señor! ¡Señoritas! ¡Por el amor de dios! díganme que ustedes también los ven -Decía el señor Mitre entre gritos huecos y lágrimas a los presentes. Mostrando sus dedos por todo el lobby de aquel hotel de mala muerte en el que había entrado corriendo y que en ese momento estaba repleto de caras desconocidas.
La pregunta se repetía cada vez en un tono más desesperado.
-¡¿Los ve?! ¡¿Los ve?! Por favor.. Por favor.. Ahí están. Díganme que pueden verlos. -La voz se entrecortaba cada vez más por el llanto.
Pronto los presentes se comenzaron a incomodar ante aquel espectáculo, y la sorpresa y susto que les había causado aquel «loco» en un principio, ahora se convertía en fastidio.
-A ver amigo, no sé qué carajo se haya fumado usted, pero no nos va a venir a joder la noche de hoy -Dijo el sujeto robusto y mal encarado que estaba parado a la entrada y seguidamente lo aventó a la calle como si de un borracho se tratara.
Al poco rato entró en el mismo lobby una mujer de mediana edad y cara cansada; con un reboso y zapatillas negras.
-¡¿Han visto a un hombre de unos 40 años?! Es bajito y es moreno, lleva una medalla de la virgen… -Dijo con voz desgastada en un intento de gritos que apenas se escuchaban.
Las personas la ignoraron también y siguieron paradas en el lobby, ensimismadas, confundiéndose con las sombras.
-¡Es mi marido! ¡Está delicado!, le amputaron los dedos hace poco…
Entre luces y sombras una sonrisa -o no- que se vislumbra.
[Cape Cod Kwassa Kwassa]
Líneas y frases célebres.
Era bella y cada vez que salía con sus amigas escuchaba un sinfín de piropos: Desde la clásica línea de, “¿nos conocemos?” hasta las elaboradas descripciones de sus ojos que incluían comparaciones con luceros o estrellas. Nunca le hacía caso a nadie. Secretamente le intrigaba el eterno ocupante de la mesa de la esquina, ese del que todas se burlaban, ese que en las noches de antro, cuando se le pasaban las copas, gritaba a toda joven que veía: “¡Fue el estado!” y levantaba su mano con el signo de paz.
Lo que es no saber en qué fecha vive uno, ya ví porqué no se publica mi historia: está fuera de tiempo, jejeje ni modo.
[…] el premio dos minificciones: una es “Olvidos” de David Chávez, por la forma en la que transforma la imagen inicial en algo completamente […]