Alberto Buzali hizo una breve antología de epitafios, algunos famosos y otros menos.
Erika Mergruen escribió este texto en su blog, Criptas.
La colección «La Guillotina» de libros gratuitos tiene en línea la Danza macabra del cementerio de los Santos Inocentes de París: un texto esencial sobre la que siempre llega.
El blog «Nuestra aparente rendición» enlaza a un proyecto colectivo: los textos de 139 mujeres en recuerdo de las muertas de Ciudad Juárez.
Está en línea, también, 72migrantes.com, un proyecto de Alma Guillermoprieto: un altar virtual a los migrantes asesinados recientemente en Tamaulipas, con textos, música e imágenes.
Y yo, hace rato, salí a la calle, me detuve con Raquel en un restaurante y escuché la conversación de dos personas.
–Antes –dijo una, mientras se comía una gringa: tacos de carne al pastor y queso– no estaba cerca la muerte. Y ahora aquí está, rondando.
Las palabras me parecieron una mentira vil: el signo de una hipocresía y una ceguera terribles. La violencia de estos días es la que es, pero la muerte siempre ha estado entre nosotros. Simplemente algunos, los más afortunados, nos las habíamos arreglado para ignorar el sufrimiento de los otros, el miedo y el dolor. Ahora, que el grupo de los afortunados se ha reducido, muchos nos sentimos desprotegidos y vulnerables.
Pero esta conciencia debería servirnos de algo. Después de todo, aún estamos vivos.
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Es claro que la muerte siempre está presente y escuchar en voz de otros que «ahora sí está aquí», podría generar espanto por la inconsciencia de los demás, pero creo que comentarios así van más allá. En primer lugar seamos o no afortunados, los humanos tendemos a hacer a un lado la idea de la finitud y la fragilidad de la vida, pero dadas las condiciones del país, un comentario así me parece más un síntoma de la imposibilidad de ignorar la violenta realidad que se apodera de las vidas y, por ende, de los espacios de vida, de trabajo, de conversación. No es nuevo que la pobreza, la falta de oportunidades, la indolencia de nuestros gobernantes, la criminalidad han acabado desde hace décadas no sólo con los mexicanos, sino en todo el mundo, sobre todo el menos favorecido y el más explotado, pero qué grado de vioencia vivimos ahora y qué incapacidad para gobernanr a este país es la que se está apoderando de nuestras vidas y nuestros pensamientos. Tan grande es, que ni siquiera la celebración alegre y ahuyentadora de estos días, puede tapar la macabra realidad que vivimos. También los desfavorecidos cierran los ojos…o no se puede vivir…y esto, precisamente, es lo que parece ya se nos niega. Y sí, estamos vivos. Antes de que la muerte nos toque, en lugar de esperarla, debemos pelear contra los que portan la guadaña, pelear con palabras, pelear con conciencia, pelear y no perder el ánimo.
[…] This post was mentioned on Twitter by Alberto Chimal, Alberto Chimal. Alberto Chimal said: «Antes la muerte no estaba cerca», oigo decir a alguien. Opino aquí: http://wp.me/pjEhq-1VE […]
Tienes razón: la muerte nunca nos ha sido ajena. Soy guerrerense, crecí escuchado historias de paisanos muertos, lo mismo en disputas por tierras o mujeres, que al intentar cruzar el Río Bravo.
En cuanto al narco, tampoco es novedad. Mi pueblo era ‘gomero”, así que si mis paisanos no se iban de braceros, se dedicaban al cultivo y comercio de amapola o mariguana. El ejército es otro viejo conocido, presente en mi pueblo desde que tengo memoria. Pero antes, la violencia no se manifestaba de la forma que hoy lo hace y los hechos violentos que pudieran ocurrir me parecían tan lejanos, tan de historia de pueblo, sin llevarme a sentir el horror y tristeza de hoy. Es más, ya en plena ‘guerra’ contra el narco, nunca me había sentido tan tocada como en los últimos meses. Quizá porque hasta antes del asesinato de los migrantes, yo, perdonarás la cursilería, aún tenía esperanza y me faltaba miedo. Pero a raíz de ese hecho monstruoso, junto con la desazón, se ha apoderado de mí una sensación de indefensión que ya no puedo ignorar.
Saludos y disculpa el largo rollo
Las palabras del baboso al que escuchaste mientras tragaba tacos están a la misma altura de esa meditación del filósofo de Güemez: «¿Se han dado cuenta de que ahora hay gente que antes no se moría?»
Oséase, el sujeto descubrió el agua hervida y encima la quería patentar. No, pos sí.
A mí a veces me harta esa tortuosidad ante la muerte, ese rollo meditabundo y chaqueto que manejan muchos para darse aires de importancia. Y me molesta no porque no comparta la preocupación de todos ante el hecho de morirnos y la manera de morirnos, sino porque tales bobadas no consuelan para nada y sí alimentan un morbo y un seudorazonamiento que se deben combatir como a las cucarachas y a los políticos. Por eso me gustan los epitafios de los cómicos como los chistes en los funerales, porque disipan la morbidez zopenca y nos recuerdan que aún vivimos y que hay que aprovechar el día, porque se acaba. Carpe diem, baby. Carpe Diem.
Y antes de despedirme, una reflexión de otro chistoso profesional. No sé si Cantinflas tenga epitafio, pero hay una película suya, de las buenas (no recuerdo cuál, sólo recuerdo la escena porque me hizo reír tras la muerte de mi madre). En ella, un gangster que recogerá a un sujeto vivo escondido en un féretro en la funeraria donde trabaja Cantinflas, se encuentra el ataud vacío. El diálogo tras esta sorpresa no tiene pierde.
-¡Está vacío!
-Pos sí, ¿nunca oyó que los difuntos dejan un vacío imposible de llenar cuando nos dejan?
Un saludo.
Pelear, Lola. Eso es, sí.
No te disculpes, Marichuy, que para eso es este sitio. (Y bienvenida, por cierto.)
Estoy totalmente de acuerdo, José. Ahora están de moda las poses lúgubres y los golpes de pecho mientras no se hace nada. Una pena.
Saludos a todos.