Concurso #12

MI UNICA MANO
Por Nadir Chacín

Mis manos eran incomparables, podría decirse que pertenecían a dos personas diferentes. La izquierda pronto se cansó, cedió, temía jalarte y jalarte sin ningún éxito hasta que se rindió. No hizo más nada, simplemente accedió a perderte irremediablemente. La derecha, en cambio, urdió el plan, consiguió los hilos y las agarraderas, los entrelazó formando la herramienta que te detendría, ya no podrías irte de mi, alejarte. Al principio sólo conseguía inmovilizarte, ese era el propósito, pero en la práctica encontró más formas de tenerte, una de ellas muyyyyy efectiva desde su creación. Movía los hilos y tú te movías con ellos, te hacía bailar, comer, caminar, eso la divertía. Una ocasión, la más importante de todas, logró que te golpearas con tus propias manos y se esmeró, practicó y practicó, y te golpeabas y te golpeabas hasta que se volvió una maestra en el arte de los hilos y tus autogolpes. No te has ido de mi lado y ya no te irás: un hombre desconfiado de sí mismo es más útil como pareja. Confieso que mi mano derecha llegó a gustarme tanto que me amputé la izquierda.

*Concurso mes octubre, la foto de la mano.

Habia que encontrar una nueva manera de sacarme las muelas del juicio. Lo habíamos intentado todo, pero mis encías las amaban egoístamente. Lucía – que inventa cosas para distraerse – imaginó que quizá lo que teníamos que hacer era tratarlas con cariño. Me sentó en un sillón cubierto con una manta roja. «Tiene que ser como una fiesta», afirmó. Me pidió que abriera la boca y comenzó a seducir a mis encías. Sentí como iban aflojándose, lentamente, gracias a la voz de Lucía, que les recitaba poemas de Neruda (¡quién iba a pensarlo de mis encías!). Cuando todo estaba listo, y yo a punto de dormirme, Lucía puso sobre mis muelas unos hilos delgados que había diseñado expresamente. «Lencería», dijo. Y mis encías cedieron mis muelas ciegamente, como adolescentes, enamoradas de la dulce voz de Lucía y del tacto de sus manicuradas manos.

no era fácil sujetar los globos con tanto aire

Si, la puntuación, lo se, lo se.

-Si jalo más los cables, se desatará por fin la libertad que tanto hemos deseado -dijo la mujer, al hombre atado, frente a ella.

Fue en ese momento que se dio cuenta de lo fácil que era manejar el transbordador espacial.

Índice y medio

Con un tirón del dedo índice aumento el índice inflacionario en un punto; con un tirón del dedo medio aumento ese índice en medio punto; si tiro con los dos al mismo tiempo se revienta la burbuja. Soy la mano izquierda del diablo.

MODERNIDAD
Nuestras manos ya no son suficientes, la revolución industrial nos dejó mal acostumbrados: .

Mala lectura

El quiromante toma el café matutino en su lujoso despacho. Recibe un sobre. Lo abre…

?…¿Así?
?Un poco más.
?¿Así?, ¿qué tal ahora?
?Perfecto ?. Tomó la foto, instantánea. Escribió al reverso: “El quiromante toma el café matutino en su lujoso despacho. Recibe un sobre. Lo abre. Una foto: mano de familiares uñas rosáceas tensa dos cables. Se extraña, pero antes avizora vida refulgente en la palma. Sonríe, y continúa: «La mano sin cuerpo, pende en los cables. Tres millones. Yo te llamo»”.

Enormes, seductoras, eternas, tus pestañas. Ya me habían esclavizado cuando les ponías esa Extreme Long Eyelash Mascara (TM) y las batías lenta, pesadamente. No era necesario que cambiaras de rimmel. Pero lo hiciste, y ahora, con tu Wired Eternal Metal Fingercuff Eyelash Mascara (TM) me tienes a tu completa merced. Lo más incómodo no fue cuando injertaste los implantes de finísima y cómoda piel a mis dedos índice y corazón, ni lo de tener que acostumbrarme a realizar todas las tareas con una sola mano (la izquierda, para complicarlo más todo). No: lo realmente difícil es verte dormir con un párpado relajado, cubriendo con duzura tu hermoso ojo derecho, y con el otro tenso, estirado hacia mi mano engarrotada, y alcanzar a vislumbrar tu otrora hermoso ojo izquierdo, ahora apagado, seco, putrefacto…

JUSTIFICACIÓN ORACULAR

La tarotista me dijo que la imagen original de la carta mostraba una mujer domando a un león, su significado: someter al bestialismo interno, en otras palabras, doblarle las rodillas a las bajas pasiones que ciegan la razón. Me pregunto si la nueva herramienta que inventé servirá para dejar de desearte, reprimir mis ganas de besar los más oscuros rincones de tu cuerpo. Con el artefacto en mi mano derecha sujeté mi deseo con dos cables de metal, tiré de las agarraderas, lo mantuve un momento casi cohibido, pero a pesar de mi invento la bestia no se contuvo. Amagó su retroceso seguido de unos fuertes tirones, finalmente se soltó y yo tuve que buscarte, acorralarte contra la pared y hacer que te desvistieras. Te salté encima, bien podría decirse que parecía un felino atacando a su presa. Una vez consumido el acto volví con la tarotista para reclamarle mi dinero, sin lugar a dudas, es una charlatana.

¡Había esperado tanto tiempo por una oportunidad así!

Ellos sabían que yo no era un titiritero ni nada que se le asemeje; pero, ante tanta insistencia, terminaron por darme una chance. Nunca -ni en mis sueños más desbordados- imaginé que esa absurda danza de coloridos monigotes tironeados por retazos de nailon iba a cautivar de esa manera a los niños.

La función terminó, mis nudillos se aliviaron… pero los aplausos y las sonrisas nunca se acabaron…

Te sueño como una moderna Moira.
Tienes entre tus manos el hilo que rige mi vida.
Relajas la tensión para verme reír. Das un tirón para hacerme llorar.

Mi sueños me revelan la terrible y absoluta verdad. Tienes mi destino entre tus manos. No sólo como un simple títere respondiendo al movimiento de las cuerdas. No. El hilo está aferrado a mis entrañas, enroscado a mi alma.

Algunas noches he intentado entrelazar el hilo de tu destino al mío, pero te obstinas en mantenerlos separados.

Otras noches anteriores he pretendido seguir el hilo. Tengo la certeza de que estás del otro lado y lo utlizo como guía para encontrarte, pero siempre me pierdo en la madeja de mi propia existencia.

Ayer probé algo distinto. Quise salir del abismo de esta profunda soledad. Seguí el hilo en mi propia dirección, encontré otros brazos, otros rostros, otros labios, otros cuerpos. Lo increíble es que no me pude encontrar.

Te sueño como una moderna Moira. Te sueño como una moderna Moira.
Tienes entre tus manos el hilo que rige mi vida.
Relajas la tensión para verme reír. Das un tirón para hacerme llorar.

Mi sueños me revelan la terrible y absoluta verdad. Tienes mi destino entre tus manos. No sólo como un simple títere respondiendo al movimiento de las cuerdas. No. El hilo está aferrado a mis entrañas, enroscado a mi alma.

Algunas noches he intentado entrelazar el hilo de tu destino al mío, pero te obstinas en mantenerlos separados.

Otras noches anteriores he pretendido seguir el hilo. Tengo la certeza de que estás del otro lado y lo utlizo como guía para encontrarte, pero siempre me pierdo en la madeja de mi propia existencia.

Ayer probé algo distinto. Quise salir del abismo de esta profunda soledad. Seguí la madeja en mi propia dirección, encontré otros brazos, otros rostros, otros labios, otros cuerpos. Lo increíble es que no me pude encontrar.

Hoy tensabas el hilo, tomabas unas tijeras de oro.

Te sueño como una moderna Moira. No puedo despertar.

Era una clínica extremadamente ascéptica: pisos pulidos en pasillos interminables, techos altísimos, paredes iluminadas por un resplandor turquesa. La Enfermera Uniforme Almidonado se inclinó con pulcritud para darle la bienvenida y él tuvo miedo de sus poros perfectos. Se instaló en la máquina de pie, como el hombre de Vitrubio. La Enfermera Peinado Perfecto le colocó en cada extremidad esos diminutos brazaletes de cuero. A él le estremeció el tamaño de sus dientes. Por ultimo, la Enfermera Uñas Barnizadas le dijo sonriendo con una voz que se estrelló por todas partes “Esto le dolerá un poco”, y tiró con suavidad de los cables con sólo dos de sus hermosos dedos. Él sintió los brazos y piernas estirarse hacia atrás como hechos de goma, y estuvo a punto de gritar “¡Basta, maldita zorra!” Pero se contuvo. Cada gota de sudor valdría, quizá, un milímetro más. ¿Cuánto, cuánto tendría que soportar? 1750 gotas de sudor, y volvería a ser un hombre normal.