Stephen King, Cell.
Londres, Hodder & Stoughton, 2006.
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Stephen King es, además de un escritor, una marca comercial: los libros que aparezcan firmados por él se venderán sin importar su calidad porque la mayoría de sus lectores son, primero, consumidores, habituados a comprar productos de características uniformes. Más aún, la marca King ha estado ya tanto tiempo entre nosotros que los fans perdonan cualquier decepción con la misma fórmula: «pero después de todo es un libro de Stephen King», dicen, «y King no decepciona nunca», lo que es un ejemplo notable, aunque no infrecuente, de pensamiento mágico.
Nada de esto implica que King carezca de talento: es un artesano extraordinario –gran conocedor de su oficio y su técnica– y en general tiene éxito en repetir lo que gustó de su obra en Carrie, La hora del vampiro y sus otros libros tempranos: descripciones minuciosas de hechos horribles, buceos en conciencias perturbadas, tramas que no dejan de afirmar los valores dominantes de la cultura estadounidense pero ponen a prueba las virtudes posibles de sus personajes en situaciones de enorme desesperanza. Más todavía, King tiene algunas novelas realmente buenas, capaces de producir el desasosiego que sucede al encuentro con lo inefable, con lo ajeno a la experiencia humana –y varios cuentos (pienso en «El coco», «Superviviente» y algún otro) que son superiores, al menos, a todas las novelas que conozco de él.
(Siempre he pensado, por cierto, que esta superioridad se debe a que el verdadero valor de King –a más de no estar en las obviedades de su trabajo– resalta más en textos breves, porque éstos no admiten la posibilidad de inflar el número de páginas con «paja»: digresiones, descripciones, subtramas inútiles. Por supuesto, en el mundo editorial que ha encumbrado a King el pago es por palabra o por cuartilla.)
El mayor problema que corre cualquier libro escrito para satisfacer semejantes requerimientos es éste: para que alguien lo compre, debe dar a los integrantes de su «mercado meta» lo que ellos piden (más precisamente, lo que han aprendido –por vía de la publicidad y la mera inercia de los nombres y los conceptos a los que éstos se asocian– que deben pedir).
Y en nuestras sociedades, esto significa que cada libro de la marca King –como los de la marca Rowling, la marca Coelho o cualquier otra– debe tener ciertos rasgos superficiales de modo constante e inmutable, y a la vez debe ofrecer una apariencia de novedad que permita distinguirlo del libro de la temporada anterior.
El modo más simple y eficaz de crear tal apariencia es dar a cada historia una pátina de «actualidad», mencionando –digamos– las marcas de moda, los temas favoritos de la sociedad o la política, las tendencias. Ya sabemos que los libros de «coyuntura» siempre se venden bien porque tienen publicidad gratuita en todas partes. Sin embargo, todas estas informaciones pasajeras vuelven ininteligibles a los libros que las emplean al cabo de no muchos años, sin importar lo bien que se hayan vendido en su momento. En los basureros, en anaqueles olvidados, si acaso en los cajones con los saldos más míseros de las librerías de viejo, están todos los bestsellers imprescindibles de hace diez años, y veinte, y más aún, que apostaron exclusivamente por aprovechar su momento. Han pasado su fecha de caducidad y ya no interesan porque están fuera de sincronía con la «realidad» que mamamos de los medios.
Ahora está de moda entre nosotros despreciar la posteridad, y afirmar que no vale la pena el sacrificio, dado que ninguna obra humana sobrevivirá, que todo se lo traga la nada, etcétera. (Lo he oído decir a uno o dos candidatos mexicanos a autor de bestsellers, por ejemplo.) Pero si un lector inconforme, tornadizo o hasta meramente aburrido quiere exigir un poco más…
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… si quiere exigir un poco más, digo, no lo hallará en Cell, la primera novela publicada por King luego de un «retiro» en falso, y que cumple cabalmente con todas las exigencias de la fórmula que he descrito arriba (y nada más).
La acción es fácil de resumir y su ánimo fundamental es la paranoia. A las tres de la tarde de cierto día, cuya fecha no incluye un año determinado pero es obviamente la «época actual» (dos chicas tienen iPods; Eminem todavía es conocido, pero Michael Bolton ya no), una misma señal empieza a transmitirse por todos los teléfonos celulares del mundo. Se le conoce como el Pulso, y quien la escucha se vuelve un loco homicida, capaz de degollar a mordiscos a quien esté cerca, por completo perdida su naturaleza humana. En la ciudad de Boston, Clay Riddell, un autor-protagonista de los habituales en King (es dibujante de comics en vez de escritor, pero su trabajo se parece sospechosamente a La torre oscura, del propio King, que está a punto de ser lanzada como historieta por la Marvel), debe evitar a las hordas de zombis que de pronto lo rodean, reunirse con algunos pocos que no han sido afectados por no tener celular, considerar la posibilidad de que se trate, cómo no, de un ataque terrorista al estilo de los del 11 de septiembre de 2001, y recordar que tiene un hijo pequeño, quien a su vez tiene un celular («¡oh, no, no, Cristo, no!»), en una casa de Maine.
Devueltos a una suerte de Edad Media, mientras todos los servicios y comodidades de la civilización van desapareciendo a su alrededor y los escasos no-zombis se dispersan hacia los campos, Clay y una pequeña banda emprenden la búsqueda del niño: abundan muertes violentas, seres con rostros en blanco y dientes de fuera –se teoriza que el Pulso les borró el cerebro: se han olvidado hasta de cómo ir al baño– y cambios de ritmo tan pronunciados a lo largo de los capítulos que cerca de la mitad de las páginas se ocupa de lo ocurrido antes del viaje a Maine, y el grueso de los acontecimientos, incluyendo una explosión que mata a miles, una crucifixión, dos o tres momentos de lágrimas y melancolía e innumerables repeticiones de la misma angustia («¿mi hijo se habrá vuelto un zombi?», «¿mi hijo se habrá vuelto un zombi?», «oh, no, no, ¿mi hijo se habrá vuelto un zombi?»), están apretujados en el último tercio. El libro es notablemente más breve que la mayoría de los que King escribe –menos de cuatrocientas páginas en tipo de doce puntos– y sospecho que fue terminado de prisa. ¿Ofrece, a pesar de todo, los sustos a los que King nos tiene acostumbrados? Sí, pero la desproporción se nota y los episodios más espectaculares transcurren con una rapidez decepcionante.
Sobre estos episodios: una vez que se han agotado las especulaciones sobre el terrorismo, resulta que los zombis están «mutando»: mientras sus mentes borradas se «renicializan» (explica un joven superviviente experto en computación), ganan acceso a zonas del cerebro humano que nunca se han usado antes y que les otorgan poderes telepáticos, lo que les permite primero formar «bandadas» como las de las aves y luego «mentes comunales» como las de innumerables libros malos de ciencia ficción. ¿Esto es inquietante, se tiene la impresión de que los héroes se hallan en peligro? Sí, y de hecho la idea de la mente colectiva, aunque no es nueva, se trata con vigor y, si no con profundidad, con numerosas impresiones eficaces. El «portavoz» de una de estas mentes se introduce en los sueños de los humanos, ahora sus adversarios; un personaje agoniza con media cabeza hecha pulpa y desgrana recuerdos que nadie más comprende; la solidaridad (como sucede de modo trivial en Lost y otras series y filmes, pero también, al parecer, en la recientísima El camino, de Cormac McCarthy), desaparece al desaparecer la superestructura del hedonismo y la corrección política; al final los zombis desarrollan hasta telequinesis y vuelan hacia sus nidos…
Sin embargo, nada reúne a las impresiones en un conjunto verdadero, en una tesis o una idea o por lo menos una asimetría o una desesperación. Peor todavía (entiendo que lo será para muchos fanáticos), el libro ni siquiera es de horror hasta la última página.
King dedica Cell a Richard Matheson (en cuya novela Soy leyenda se trata hermosamente el tema de las comunidades de otros, humanos y a la vez ajenos a lo humano) y a George A. Romero (creador de la película La noche de los muertos vivientes y, por consiguiente, de la imagen actual y gastada del «zombi»), pero tendría que haberla dedicado también al escritor británico John Wyndham, quien inauguró la sci-fi postapocalíptica con su novela El día de los trífidos (1951). Wyndham adelantó, también, una convención muy popular actualmente en los medios globales sobre las historias con personajes en peligro: un comienzo angustioso y con auténticos dolores y amenazas, pero luego una dilución constante de los mismos, para concentrarse en los asuntos nimios que son la materia del melodrama. Se le conoce como «catástrofe confortable» (cozy catastrophe): los náufragos sufren por agua y comida, pero una vez que las encuentran no vuelve a mencionarse el asunto y la isla desierta se convierte en un spa; los fugitivos de la caída del meteoro deben salir caminando de la zona de impacto, pero cuando lo han hecho siempre hay un auto con las llaves puestas, y la serena confianza de que Dios debe haberles perdonado la vida por algo. En la novela de King, como en Los titiriteros de Robert Heinlein (un libro central de la paranoia anticomunista de los años cincuenta), las mentes colectivas resultan inviables y los buenos triunfan, en diez o doce apretadísimas páginas, gracias a su iniciativa de individuos. Y entonces los locos, providencialmente, se amansan, y cuando Clay puede hallar a su hijo, efectivamente vuelto zombi, éste no lo ataca y en cambio se comporta como un perrito, indefenso y despistado. Clay se traslada entonces a un mundo post-bucólico, lleno de casas abandonadas pero en buen estado, coches dispuestos para que él los conduzca y paisajes serenos y despoblados; no vuelve a tener hambre, no vuelve a haber malos olores, y puede darse tiempo para pensar calmadamente en su papel de cabeza de familia, en «todo lo que ha perdido», y en cómo diablos hará para curar a su hijito y restaurar su raciocinio.
(¿No avisé que habría referencias a momentos concretos de la trama y al final del libro?)
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Novelas como Cell, a pesar de todas sus referencias de actualidad, son, cuando mucho, sintomáticas: reflejan un momento determinado sin tratar de comprenderlo, y tal vez sin entender siquiera lo que están diciendo. Esta novela de King, además de actualizar su catálogo pop para atraer a nuevas generaciones, quiere entretener a un público (sus lectores estadounidenses) que vive aterrado por sus medios, todavía traumatizado por el 11-S y persuadido de que su comunidad de los justos –presente en numerosas declaraciones del puritanismo fundador de los Estados Unidos– está no sólo invadida, sino enteramente sobrepujada, por el mal. En cualquier momento, los objetos más comunes, los aparatos más fáciles de hallar y más representativos de la civilización pueden convertirse en portadores de horror, como sucede con las televisiones en la novela Ring de Koji Suzuki y todas sus variaciones posteriores. La última decepción de Cell, y la peor, es que King eluda la cuestión una vez que la ha planteado, al contrario de lo que hace hasta el propio Suzuki, y apenas insinúe las preguntas más interesantes que podrían surgir de su especulación. (Por ejemplo: desaparecida –o amenazada– nuestra sociedad del confort, ¿costaría mucho a algunos el optar voluntariamente por renunciar a su conciencia, aun a riesgo de convertirse en monstruos? O bien: ¿hemos avanzado por el camino del individualismo irracional que sólo nuestra tecnología –como parece decir la novela– nos impide extinguirnos en un conflicto de todos contra todos?) King intenta rara vez llegar más allá, lo que es una lástima: incluso en los confines estrechos de su propio mundo editorial (subgénero más industria), hay escritores que logran lo mismo que él pero se atreven, todavía, a intentar algo más con la forma, con el sentido del texto, con el lenguaje.
(Sólo una vez en todo Cell –entiendo que el título, estúpidamente, tampoco se tradujo en la edición en español– encontré una palabra interesante, una preocupación por el mero lenguaje: para describir el hedor auténticamente insoportable de una multitud de zombis, King usa… la palabra insupportable, que en inglés es un latinismo. Es curioso: de modo sumamente arbitrario, el idioma de los zombis –la «lengua primigenia» que se recobra primero tras el borrado de los cerebros– parece ser también el latín.)
(Nota: me disculpo, también, por la tardanza de esta reseña.)
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Recuerdo con agrado algunas páginas que leí de King hacia mi infancia. Si la memoria no me falla, El Fugitivo era el título. Aún a pesar de la prosa mediocre y de la nulidad tanto en estilo como en técnica, esa novela me produjo cierta satisfacción en mi temprana edad.
De King, lo que me gusta mucho, es lo que dice sobre el oficio: «pon a tus personajes en situaciones extrañas para ver cómo reaccionan». Sin embargo, productor de best sellers, no me gusta lo que escribe, es más, odio las películas donde salen horrendos bichos cuya facha sólo tiene como excusa el que son extraterrestres, me cansa pues su gana de ganar dinero y nada más.
A partir de Carrie, Stephen King encontró la formula de vender.
Ahora también, como tantas de sus novelas, CELL, (qué raro), será llevada al cine por Eli Roth [Hostal, Tales from the Crapper, etc], que ojalá le de mejor suerte a esta adaptación de su novela, por que al parecer esta vez no habrá pretexto; Stephen King será el guionista. [Recordemos aquel conflicto que tuvo por la adaptación de El resplandor, con Kubrick. Y de las muchas malas adaptaciones que han tenido otras de sus novelas.]
A pesar de que Stephen King llega a tener, como dice LAVI, y como todos los sabemos, nulidad de estilo y técnica, algunas de sus historias son buenas. Como «Misery», pensando en la novela y no en la película. También «Cujo», en algún sentido «It», a pesar de tener un final bastante malo, y algunas otras.
En lo personal sus libros me entretienen ya que no creo que sea para más.
Claro que King sabe su oficio y lo que busca es vender. Caray, para eso está hecho. El mismo dice en «mientras escribo», que encontró la formula para escribir y vender. Ahora muchos otros siguen esa fórmula, y bueno… hablamos de hacedores de historias que no aportará nada a la literatura. En, “Mientras Escribo”, King hace un comentario que lo pone más claro: “no quería ser como esos que sólo corrigen su novela de vez en cuando” [algo por el estilo]. Esa frase es bastante clara, por que ¿cuántas novelas que de verdad han aportado al mundo literario no han llevado años en ser terminadas?
Ahí mismo da el tip de escribir 2000 palabras diarias. Bueno, caray, se trata de derrochar palabras o qué. No; la literatura no es eso. Por eso creo que hablamos de otra cosa. [De ahí la preferencia de Borges por los cuentos. Él decía, (aunque no recuerdo las palabras precisas), que para qué escribir toda una novela, si en un cuento bien llevado puedes resumir la misma historia]
Ahora, hablando específicamente de CELL, la historia no es para nada una novedad. Es un “remake” de aquellas tantas películas de Zombies, que tanto lo influenciaron, como “El despertar de los muertos”, etc. El elemento moderno del Celular, a pesar de que no me gusta el ingreso de elementos de la nueva tecnología a las historias, tampoco es algo nuevo. [Quizá estoy en un error]. «Llamada perdida», de Takashi Miike ya utiliza ese elemento. Entonces, ¿Será que King recurrió a su típica pregunta para armar historias? [¿Qué pasaría sí?], o ¿la pensó al unir elementos de otros? No lo sabremos. A mi me parece que lo segundo lo llevó a lo primero y eso lo llevará a llenar el libro con la “Paja” que lo caracteriza, y con su típica, (como ya le dijeron), diarrea verbal.
En realidad, el hecho de que se le clasifique como «lectura de evasión» revienta a Mr. King (hace un par de años fue bendecido con un Premio Nacional de Literatura). O reventaba, al menos. Sus últimos libros eran un intento de «intelectualizarse» (experimentos descafeinados –Posesión y Desolación– y citas culteranas de por medio). Cell es un retroceso al peor King, no porque no sea serio, sino porque ni siquiera respeta las reglas de su género, y produce una novela aburrida y pretenciosa.
No he podido conseguir ‘La larga marcha’ de King, solo he leído El resplandor (regular) y efectivamente, sus historias antojan leerse.
Creo que es definitivamente entretenido, como para relajarse leyéndolo.
Me encanta que ya me dijeron el argumento, que no me parece nada bueno y ni modo de leer a king por su prosa (jeje). Parece una manera muy cómoda de escribir; naturalmente deficiente. Lo del latinismo es muy interesante, pero siento, así de lejos, que uno tiene que ir a pescarlo como un gran pez (hablando de libros que van al cine).
El personaje principal de «La invención de Morel» pasa un buen tiempo sin comer, eso da la impresión; quizá debería revisarlo bien, por que puede ser un error mio. Y al final sólo dice que consiguió unas pocas raices. Cuando leí lo de cozy catastrophe inmediatamente vino esa parte de la novela a mi cabeza. Quizá tengas opinión al respecto, si es error mio, pues yo me puedo flagelar un rato jeje.
Solo he leído un libro de King, (Cementerio de Animales) y no me quedaron ganas de volver a hacerlo, Ademas de que el genero de terror no es de mi agrado.
Pero si de leer historias de terror se trata, prefiero a Lovecraft.
Creo que, a pesar de que pudieran llegar a compartir género, King, y Lovecraft no están en el mismo recuadro. Aunque los dos crean toda una realidad [King: todo Main y Lovecraft: Los mitos de Cthulhu], no llegan a andar por el mismo rumbo. Lovecraft también, a mi punto de vista, llega a cometer errores al narrar, y en dialogos, pero quién soy yo para decirlo. A mi de Lovecraft me encantan sus Mitos de Cthulhu, que se extendieron luego a otros autores, que los siguieron por admiración. De él, sobretodo, me encanta un cuento, entre otros, que se llama «En la noche los tiempos»
Saludos.
De King sólo conozco Christine que (con excepción de sus líneas finales), me pareció un libro aceptable. Está muy interesante el tema de las distopías, ojalá que luego pudieras comentar Soy leyenda. Un saludo.
Pregunta, Alberto. ¿Existe el gènero Zombie como tal, en cinematografía?
Hola a todos y muchas gracias por sus comentarios. Pensando en lo «entrañable» que puede ser King para quien lo haya disfrutado en su adolescencia o primera juventud, creo que si esa es la mejor defensa que muchos podemos hacer el autor está en algún problema. Gana dinero, sí, tiene fórmula, sí, pero yo sigo pensando lo mismo: tenemos todo el derecho de exigir más si queremos.
Ah, y Jonathan, creo que la discusión sobre géneros y subgéneros está muy viciada, pero para evitar términos confusos: creo que no sólo hay una sino varias escuelas (semejantes, claro) de películas en las que aparecen muertos vivientes o zombies o como queramos llamarlos, y cada una de ellas los define de acuerdo a cierto conjunto de reglas temáticas y formales. La más conocida de esas escuelas, claro, es la que comenzó con La noche de los muertos vivientes de George Romero, en 1960, y cuyos zombies son el cliché más habitual actualmente.
Por lo que veo, no hay grandes comentarios que apoyen a Stephen King. Nadie puede decir que no le guste un autor solo porque leyó un libro y no fue de su agrado. Hay libros de King que superan sin lugar a dudas otros escritores que también venden Best-sellers, tales son los casos de El resplandor, Carrie, El Misterio de Salem’s Lot, It y la saga La Torre Oscura, entre muchos otros. Porque, si bien muchos lo critican justamente por vender Best-Sellers, él es uno de los mejores entre ellos. Puede que sus obras no sean para grandes literarios y gente que busca escritos elegantes y excesivamente correctos. Pero si solamente esa gente fuera la que compra libros, lamentablemente la industria literaria ya se habría arruinado hace tiempo.
Yo compró un libro para entretenerme y pasar un buen rato. Si el escritor consigue eso, me importa muy poco si sus libros son muy vendidos o si son altamente comercializados. Stephen King logra lo que muchos otros «grandes» escritores no pueden: Entretener sencillamente. y eso es lo que hay que destacar. sus millones de fans en todo el mundo solo avalan la capacidad narrativa de King y no todos creen que sus libros sean «chatarra». seguramente muchos lo dicen simplemente porque tiene éxito y porque gusta. es por eso que creo que hay que leer bien a King y no dejarnos llevar por lo que puede decir un crítico que, a fin de cuentas, solo expresa su opinión y muchas veces no tiene nada que ver con lo que siente el público. Yo me concidero fánatico de Stephen King al ya haber leído el 80% de su obra y haberme gustado el 90% de ellos. claro que no todos sus libros son iguales y con respect al cine, la mayoria de las adaptaciones son un fiasco. Pero en lo que respecta a libros, yo creo que no hay mejor escritor que refleje el terror y entretenga a tanta cantidad de gente en el mundo que Stephen King.
Hola, Ariel.
Me quedo pensando en tu comentario, y respeto tu opinión, pero creo que debo decir esto: pensando en la idea de que la opinión de los críticos no tiene nada que ver con lo que siente el público, creo que conocer o «medir» ese sentir «general» (a veces no lo es en absoluto) corresponde más bien a las encuestas y los estudios de mercado. Y éstos no bastan en el ámbito de la mera lectura porque, en cambio, la labor del crítico –aunque no todos cumplan con esa obligación– no se relaciona con leer como lee la mayoría (ni en contra, por supuesto, de como que lee la mayoría): su interés debe estar tan sólo en leer tan profunda, tan finamente como le sea posible, para encontrar en los textos todo aquello que la lectura más apresurada que hacemos los demás podría pasar por alto. No son criaturas elevadas por encima del resto: son especialistas en leer, que deben comunicar sus hallazgos sin importar que puedan ser populares o no. Aun si no somos críticos, pienso, los reseñistas en la red o en cualquier otro lado haríamos bien en apuntar siempre en esa dirección.
Algo más sobre este asunto: King y otros autores de bestsellers gustan a numerosos lectores, también es cierto, pero yo no diría que a todos (ni creería que hay libros que más fácilmente apelan al sentir de todos) pues dentro de ese total del público estamos también las personas que ponemos objeciones a los bestsellers, y quienes gustan, digamos, de Paulo Coelho y no de King, y quienes sólo han leído un único libro, y de Carlos Cuahtémoc Sánchez, en toda su vida. Quiero decir que la situación no es tan simple, y que de todos modos sigo pensando que podemos elegir y disfrutar textos más diversos que los de las tres o cuatro categorías estrechas y de moda. Los buenos libros lo serán sin importar que pertenezcan o no a ellas.
Un saludo.
Al principio no lo puedo negar yo leía libros de Stephen King, y de repente me di cuenta que la mayoría son bastantes malos y con desenlaces fáciles y desabridos, no entiendo a la gente que lo sigue leyendo.
Pero es solo mi opinión.
Hola, Alberto
Si bien estoy de auerdo en lo que decis yo también querría aclarar algo. No digo que los críticos esten siempre en contra de lo que opina el público, a lo que me refería es que no todos expresan lo que siente el lector. Y también es verdad que ellos leen de otra manera pero a veces la dura e innecesaria manera en la que critican ciertos libros o incluso películas (y no me refiero solo a Stephen King y tampoco a esta crítica en particular) «insulta» de alguna manera al público que gusto de esa pelicula o libro.
Tampoco me refería en mi comentario anterior que hay que adorar a los escritores de Best-sellers. Hay muchos buenos y malos escritores como también los hay en los que no son best-sellers. Sin embrargo, nunca entendí ese prejuicio de algunas personas hacia ese tipo de libros. acaso que se venda mucho es sinonimo de malo? elige mal los lbros la gente que compra un best-seller solo porque se vende mucho? Entonces dejemos de comprar esos lbros y capaz la gente empiece a tenerlos más en cuenta. Por supuesto, no todos piensan eso pero he conocido gente que así lo cree.
Tampoco digo que a todo el mundo le tiene que gustar King (y hay muchisima gente que no le gusta) Pero los millones de fans en el mundo que hay de este escritor estoy seguro que estarían en desacuerdo y hasta se sentirían un poco dolidos ante más de la mitad de críticas que hay hacia él. Y también es cierto, como decís vos, que se pueden leer textos más diverosos y no solamente lo que está a la moda, pues al fin y al cabo ¿Algunos ecritores que hoy son famosos no escribieron en su momento libros que no eran los más comunes? por supuesto que hay que ller de todo y no encasillarse en un genero porque después de todo, es literatura y al que le gusta no hay genero ni crítica que valga.
de akurdo ariel!!! los k dicen k no les gusta mas bien son envidias pura facha y pose k kisieran ganar lo k ellos ganan y pues NUNKA!!!!! yo tengo derecho de leer lo k se me antoje y esta pag esta aburrida puro kuentio
Ariel, gracias por volver. Creo que escribiré más sobre este asunto en otra nota, porque se está poniendo interesante incluso al margen de King.
Pekke, no entendí. Lo siento.
La verdad sea dicha, quienes creen que Stephen King realmente escribe buenos libros sufren de pereza mental: todo en su lectura lo quieren ya deglutido, con los momentos de horror o de asombro o de desolación debidamente marcados (para no hacer el menor esfuerzo por interpretar) y con las conclusiones apropiadamente ajustadas a su propia ética floja y estrecha. No les haga caso, señor Chimal, que la razón es de usted.
Vuelvo a reiterar, cada uno tiene el derecho de leer lo que quiera. Y seguramente a todos les gustan cosas distintas. No pienso seguir explayandome en este tema porque ya lo deje muy claro anteriormente. Por cierto, pereza mental tendra usted señor crux por no entender que cada persona puede tener sus gustos. Sepa usted que es muy discriminatorio de su parte referirse de esa manera a quienes gusten de leer a Stephen King. Quizas en su atrolondrada lectura de mi punto de vista (debido a su conformidad con el señor Chimal, al cual respeto su opinión) obvió leer mi comentario sobre la «la dura e innecesaria manera en la que critican ciertos libros o incluso películas (y no me refiero solo a Stephen King y tampoco a esta crítica en particular) “insulta” de alguna manera al público que gusto de esa pelicula o libro.»
Quizas porque usted no sea un crítico de verdad no se tomó en serio mi comentario pero quisiera dejarle en claro que era para todas las personas por igual. Debería tener en cuenta esto antes de comentar sobre algún libro. Tampoco estaría de más recomendarle que cuando quiera dar su opinión sobre un libro simplemente escriba sobre el libro en si y no trate de «débiles mentales» a todos aquellos que no esten de acuerdo con su punto de vista.
Muchas gracias
Por mi parte, creo que ahora sí agregaré una nota nueva sobre esta cuestión. Saludos a todos…
En la Web se comenta siempre todo con mala le-
che, que mala costumbre que tiene esta gente
del siglo 21. No es asi. Hay que respetar un
poco a los creadores y no seguir con eso del
best-seller, porque si vamos a ello, TIBURON
de Benchley fue una buena novela, y Proust y
Joyce por otra parte solo escribieron mierdas
ilegibles. La obra de King es descomunal y
estupenda. Pocos escritores actuales tienen
tantos cuentos y novelas de tal calidad. Que
se especialice en el terror no es nada malo.
Dick se especializo en la ciencia ficcion y
fue a veces notable, y Chandler solo hizo
novelas policiales y fue un genio. King es
un genio. Ahora estaba terminando el ciclo de
LA TORRE OSCURA, y me asombra todo lo que ha
creado (lei casi todo de el). Contrastando con
el cansancio y el aburrimiento que me producen
otros escritores, el siempre me atrapa y me
refresca. Su obra es inmensa y esta toda en la
Red, lo que es una maravilla. Asi que ponganse
a leer y no hablen tantas bobadas, despectivos
tontos del siglo 21. ¿Acaso Dumas no hizo SOLO
folletines, y Verne SOLO libros de viajes?
Este texto puede interesarte, Dante.
Ahora bien, pensándolo un poco mejor… ¿Benchley? ¿Peter Benchley? ¿Al lado de Dick y Chandler? ¿De veras?
Como gustes.